Morales justificó la expulsión del Departamento Estadounidense Antidroga de Bolivia por influir en la política interna del país. Usos históricos de la coca en Bolivia, y usos históricos del discurso antidroga de las potencias. El gobierno boliviano criticó, una vez más, una medida de las Naciones Unidas adoptada hace cincuenta años, por la cual se […]
Morales justificó la expulsión del Departamento Estadounidense Antidroga de Bolivia por influir en la política interna del país. Usos históricos de la coca en Bolivia, y usos históricos del discurso antidroga de las potencias.
El gobierno boliviano criticó, una vez más, una medida de las Naciones Unidas adoptada hace cincuenta años, por la cual se incluye a la hoja de coca entre las sustancias bajo control internacional. Las protestas encabezadas por Evo Morales poseen la fuerza que le da el sentido común y la justicia, que se constituye en hilos que tejen el discurso cotidiano de amplios sectores de la población boliviana.
Es necesario marcar una gran diferenciación entre el consumo cotidiano de la coca en Bolivia y el narcotráfico y la producción de cocaína como actividad ilícita que constituye uno de los mercados de mayor movimiento económico del mundo actual.
Ignorar esa diferencia es el recurso discursivo de Estados Unidos y el Departamento Estadounidense Antidroga (DEA) para intervenir directamente dentro de los países productores como Bolivia. Desde allí acusa el no-ejercicio en materia de políticas anti-drogas por parte de los Estados latinoamericanos, basándose en el dictado de la Convención Única sobre Estupefacientes de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que condena el masticado de la hoja de coca o «acullico», ya que clasifica a esa planta como estupefaciente y la somete a control internacional.
Es necesario remontarse a la historia de los pueblos para no caer en errores occidentalistas y realizar valoraciones desde el living de la casa. Se trata de entender que cada pueblo tiene su propia epistemología y fuentes de conocimientos que ni el rodillo de la colonización occidental lograron aniquilar por completo.
La Coca en la historia de Bolivia
La hoja de coca, utilizada en estado natural, no posee contraindicaciones, según aseguran los informes médicos y farmacológicos reiteradamente presentados al conocimiento público desde hace varias décadas.
Por el contrario, se le reconocen cualidades analgésicas y estimulantes, si se la emplea masticándola, y también apropiada para impedir o combatir el «mal de altura», o «apunamiento», esas alteraciones fisiológicas que se producen en personas que, no estando habituadas a lugares elevados, cuando los visitan sufren mareos, náuseas y otros inconvenientes.
Pero no son sólo, ni de manera fundamental, sus cualidades terapéuticas las que deberían tomarse en consideración para levantar la injusta restricción que pesa contra esa hierba, sino el hecho de que su consumo forma parte de los más antiguos hábitos de extendidos pueblos indígenas habitantes de las zonas aledañas a la cordillera de los Andes, como los quechua, los aymara y los chibcha, es decir, desde el norte de Chile y Argentina hasta Colombia.
Las referencias que se pueden encontrar sobre el cultivo y el uso de la coca en la alimentación, rituales y otras actividades de las culturas andinas preincaicas son escasas, aunque lo suficientemente importantes como para ser tomadas en cuenta.
Por ejemplo, en el norte del Perú, se han encontrado vasijas de la cultura mochica -500 años después de Cristo-, en las que aparecen figuras de posibles sacerdotes con la mejilla dilatada por el acullico.
En el caso tiahuanacota, Ponca Sanjinés afirma que en el cuarto periodo de esa cultura, el comercio de coca entre los Yungas y el altiplano ya se había generalizado. Sin embargo, es en relación a los señoríos aymara que se encuentran más informaciones sobre el cultivo y uso de la coca, la mayoría de las cuales provienen de fuentes españolas tempranas.
El cronista García Diez escribió que, antes del imperio incaico, los ayllus aymaras del reino Lupaqa tenían cocales en tierras de Chicaloma o Chicaruma, es decir, en los Yungas del actual departamento de La Paz.
Por otra parte, en la visita a Zongo, realizada en 1568, se recuperó la noticia de que los indígenas del lugar poseían cocales desde mucho tiempo atrás, y la realizada a Chuquito en 1576 recogió el dato de que los «reinos» aymaras de Lago Titicaca tenían cocales en Larecaja y los Yungas de La Paz.
Sobre una de las funciones principales de la coca en estos grupos étnicos, es muy importante considerar la hipótesis de que su cultivo, comercialización y consumo estaban insertos en el contexto del control de diferentes pisos ecológicos practicado por los lupaqas, pacajes y otros pueblos aymaras.
Además, cumplió una función cultural como elemento vital en las prácticas rituales y religiosas.
Otros cronistas señalaron que los incas obsequiaban coca a las autoridades étnicas que llegaban al Cuzco, como parte de la Reciprocidad entre el Estado y los grupos étnicos dominados. Además, junto a otros productos, esta hoja era almacenada en depósitos provinciales para ser utilizada en tiempos de guerra, y distribuida entre los indígenas en tiempos de Paz para aliviar las necesidades de la población en caso de escasez de alimentos.
Inteligencia norteamericana y el desconocimiento de la cultura boliviana
El sistema-mundo-occidental, concepto del sociólogo norteamericano Immanuel Wallerstein, se ahoga en crisis porque el método científico occidental, en su intento de simplificar y explicar el mundo, ha desintegrado la realidad hasta herir de muerte a la Tierra.
Desde hace años se conoce el gigantesco presupuesto de Defensa Norteamericano -que representa el 50% del total de los presupuestos de defensa en el mundo-, que es la herramienta primordial de su política exterior desde Reagan hasta el presente.
Pero la financiación de las agencias de espías estadounidense tienen un lado oscuro, el de sus fuentes, las cuales están mas allá de los controles de las administraciones formales, como afirma el Fondo de Cultura Estratégica de Rusia en un informe sobre el tema.
Esta «financiación extra» se encuentra en los negocios que depara el manejo de la droga -a la cual dicen combatir-, pero que además son estos organismos los que organizan y respaldan este negocio de la muerte con la complicidad de los grandes grupos financieros anglosajones -con sus «paraísos fiscales»-.
Hacia 1947, año de fundación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Estados Unidos reorganizó sus servicios de inteligencia y desde ese momento empezaron sus relaciones profundas con la mafia y las drogas con varias finalidades: primero para que no se le recortara su accionar al disponer de financiación propia sin necesidad de depender de las mediaciones políticas; segundo, porque con ello se relacionó con el mundo de la criminalidad de donde podía obtener mano de obra para cometer crímenes sin tener que usar sus equipos especializados -relación con la mafia ítalo-estadounidense-.
Tercero, porque manejando el mundo de la droga también maneja a determinados gobiernos y esto se vio muy claramente en Centroamérica -con el apoyo a las dictaduras y luego con el fin de las mismas apoyando a las Maras actualmente-. Ahora, ya se sabe «oficialmente» que EE.UU. equipa con armamentos sofisticado a los carteles mexicanos.
Y cuarto, porque también sirve para tener dominada a grandes masas de la población al hacerlos adictos, ejemplo similar a lo ocurrido con las políticas imperiales británicas para India y China, con el uso del Opio y las dos guerras por el control de la producción, distribución y financiación del mismo, primero con una compañía privada y luego directamente bajo la conducción de la Corona.
Muchas de estas respuestas se encuentran en un informe poco divulgado en un artículo del diario «RussiaToday» publicado el 29 de marzo de 2011, sobre documentos desclasificados de los años de 1970 y 1980 en Estados Unidos, dado que los más recientes siguen con el rótulo de Top Secret.
La CIA acudía al narcotráfico para llenar sus arcas y realizar sus operaciones clandestinas, según apunta uno de los 8 mil documentos del Gobierno federal desclasificados por el Acta de Información Pública, que revelan los detalles de estos controvertidos vínculos.
Informes de la década de 1980 muestran que para contrarrestar la presencia militar soviética en Afganistán, Estados Unidos gastó más de 2 mil millones de dólares en el financiamiento de la resistencia afgana a través de los cárteles de drogas. Los mismos documentos indican que la CIA también estuvo involucrada con narcotraficantes latinoamericanos.
«En el escenario estadounidense, el dinero de la droga provenía desde el Cono Sur y se convertía en dinero legítimo en Wall Street. En el escenario latinoamericano, este mismo dinero, una vez blanqueado, volvía a la región en forma de fondos para el paramilitarismo», explica el ex agente federal Michael Ruppert.
Adicionalmente, la desestabilización de los gobiernos y revoluciones en América Latina no eran los únicos objetivos de la inteligencia estadounidense: también eran víctimas de la CIA los movimientos sociales dentro de Estados Unidos. La agencia buscaba desacreditar a los líderes que luchaban por los derechos civiles con el fin de prevenir transformaciones en el contexto ideológico, la integración racial, la justicia y otros ámbitos.
Esta es la realidad expuesta en los documentos desclasificados, pero el problema es que los mismos hacen referencia a una época pasada, pero no se da cuenta de la situación alarmante en América Latina en los últimos 20 años. En consecuencia, puede desestabilizar gobiernos, condicionarlos o ser el argumento para intervenciones «militares externas» para la supuesta erradicación del flagelo que destruye nuestras sociedades: este último es el caso de Bolivia.
¿Qué hacer?
«Lamentablemente, EEUU usa la lucha contra el narcotráfico desde un punto de vista geopolítico, por intereses geopolíticos», dijo en rueda de prensa el presidente boliviano, Evo Morales, al ser preguntado sobre un reciente informe del Departamento de Estado norteamericano que calificaba de fracasada la política antidrogas de La Paz.
Luego el mandatario boliviano justificó la expulsión de la DEA de Bolivia: «Los operativos, algunos operativos, simplemente eran para implicar a políticos y dirigentes sindicales antimperialistas. Y la DEA trabaja para eso. Por eso expulsamos a la DEA, aunque siento que muy camuflada, por aquí y por allá, sigue la DEA trabajando en Bolivia».
Por ello, en un artículo del Fondo de la Cultura Estratégica de Rusia, el Licenciado Carlos Pereyra Mele declara: «Es urgente que los países integrantes de la UNASUR y el Consejo de Defensa Suramericano tomen medidas conjuntas contra el narcotráfico y sus ramificaciones financieras. Las mismas se realizan a través de negocios bancarios y profesionales, tales como la industria del seguro, asesores financieros, contadores, escribanos, fondos fiduciarios y empresas reales o «fantasmas», que resultan mecanismos viables para clarificar fondos ilícitos con el lavado de dinero.
Con 31.000 hectáreas sembradas, Bolivia es el tercer productor de hoja de coca del mundo, después de Colombia y Perú. De ésas, solo 12.000 son legales y están destinadas a usos tradicionales. Y en este caso, nadie mejor que Evo Morales para afirmar que «La droga es una herramienta geopolítica del Imperio para controlar nuestro continente».
Fuente: http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=5458