Nélida es una mujer andina que dialoga con los duendes del agua. Se enfrenta a una compañía minera que pretende arruinar una laguna que ella considera su madre, pero en la que subyace el oro. Se plantea, por tanto, un conflicto elemental en América Latina: el ánimo de lucro de las transnacionales frente al derecho […]
Nélida es una mujer andina que dialoga con los duendes del agua. Se enfrenta a una compañía minera que pretende arruinar una laguna que ella considera su madre, pero en la que subyace el oro. Se plantea, por tanto, un conflicto elemental en América Latina: el ánimo de lucro de las transnacionales frente al derecho al agua y al territorio de los campesinos. Éstas son las líneas básicas del documental «Hija de la Laguna», producida por Guarango en 2015, dirigida por Ernesto Cabellos Damián y protagonizada por Nélida Ayay, quien ha participado en la presentación del filme en el Aragó Cinema de Valencia. Un posible relato, paralelo, al del documental es la biografía de la activista Nélida Ayay, quien empezó a movilizarse muy pronto, ya en la etapa escolar. Natural de Centro Poblado Porcón, en el departamento de Cajamarca, al norte del Perú, esta mujer de 31 años se ha enrolado en múltiples luchas por la defensa del territorio de Cajamarca, por ejemplo, la supervivencia del cerro Quilish.
La gran amenaza, que fundamenta el contenido de la película, es el llamado proyecto Conga, impulsado por la compañía minera Yanacocha, participada mayoritariamente por la empresa peruana Buenaventura y la estadounidense Newmont. Desde que en 1992 la multinacional Yanacocha iniciara el proceso de adquisición de terrenos para extraer oro, plata y cobre a 800 metros de profundidad en las provincias de Cajamarca y Celendín, se han sucedido las marchas reivindicativas, paros, pleitos por la tierra, represión, decenas de heridos, detenidos y cinco asesinados en julio de 2012 durante el enfrentamiento con las fuerzas armadas (César Medina, José Sánchez Huaman, Faustino Silva, Paulino Eleuterio García Rojas y Joselito Vásquez). Según los movimientos sociales, el proyecto destruirá manantiales, 34 hectáreas de lagunas, otras 260 hectáreas de bofedales (humedales de altura) y miles de hectáreas de pajonales. Nélida Ayay participó en esta batalla, y en la Marcha Nacional del Agua en Perú (febrero de 2012). Después empezó el rodaje del documental, que ha durado cerca de tres años.
El audiovisual se centra en las luchas contra el proyecto minero Conga desde el año 2010. Aparecen los protagonistas de la resistencia, como Máxima Acuña, propietaria de 25 hectáreas de terreno (con documentación que así lo demuestra) en el ámbito de la macroiniciativa. Pero la empresa alega que posee la titularidad de los terrenos denominados «Tragadero Grande», lo que condujo a un proceso judicial que Máxima ganó a la empresa Yanacocha. En su día la empresa y la Policía Nacional amenazaron, intimidaron y entraron con violencia en las tierras de Máxima Acuña y su familia, que fue sentenciada a dos años y ocho meses de prisión suspendida y al pago de 5.500 dólares. Pese a ganar el juicio a la empresa minera, que ha presentado recurso de apelación, la familia Acuña denunció nuevas agresiones. Nélida Ayay destaca asimismo la implicación del exsacerdote Marco Aranda, quien fue el párroco de la comunidad de Porcón y llegó a fundar un colegio. «Desde allí ayudaba y era activista, participó en la defensa de los cerros y la lucha contra el proyecto Congo».
Nélida caracteriza Cajamarca como una región con actividad agraria, en la que se cultiva la papa, el trigo, las habas o la linaza, también con actividad ganadera, por ejemplo bovina, y sobre todo con oro y cobre, «que es lo que buscan las empresas en la Jalca (las zonas más elevadas) y las cabeceras de las cuencas hidrológicas». El resultado, agrega, es que de los 24 departamentos que conforman Perú, Cajamarca es uno de los que presenta mayores tasas de pobreza (junto a Amazonas, Ayacucho y Huancavelica). Nélida Ayay Chilón desvela aspectos de su biografía que conectan con el conflicto por la tierra, poco antes de que se presente «Hija de la laguna» en el Aragó Cinema de Valencia. Recuerda que su padre trabajó como obrero para la compañía Yanacocha, pero le despidieron porque ella apoyaba las marchas contra la minería. La activista se ha egresado recientemente en la licenciatura de Derecho, tras dedicarse al estudio durante los últimos seis años. Sostiene que el gobierno de Perú apoya a la minería, pero entonces, ¿cómo se entiende que el Ministerio de Cultura de este país haya subvencionado el documental e incluso le haya otorgado dos premios? «Puede que hoy se hubiesen cuestionado la decisión», responde.
La película, de 97 minutos y con una versión reducida de 56, se ha proyectado en Lima, en las universidades más importantes y en ciudades como Cuzco, Arequipa, Puno, Chiclayo, Piura, Apurimac, Cajamarca y Huancayo, entre otras, donde ha tenido una buena recepción. Antes de protagonizar «Hija de la Laguna», Nélida Ayay participó en el cortometraje «Yacumama» (Madre Agua), del año 2009, sobre la contaminación del río Grande de Cajamarca. El documental de Ernesto Cabellos es una denuncia a la empresa Yanacocha, subraya la activista, pero en el filme también es importante la comunicación -espiritual- con la tierra, el agua y la naturaleza. «Nos creemos dueños de todo -lamenta Nélida Ayay-, el ser humano tiene derecho al trabajo, a la salud, al agua potable y a todo lo que la legislación otorga», ¿pero que ocurre con la naturaleza? «El agua tiene sus propios duendes». Campesina de la etnia cañaris y parlante de quechua, Nélida se identifica plenamente con la cosmovisión indígena, que se conserva en las comunidades y en la selva pero no en las ciudades. Cuando en la presentación del documental en Lima preguntaba al auditorio si sabían que el mar alberga espíritus, la respuesta era el silencio.
En resumen, «decimos no al proyecto del Congo porque van a secarse nuestras lagunas naturales y las harán desaparecer, a cambio de construir otras lagunas, artificiales, que nunca producirán agua de la misma calidad». Los nuevos lagos se emplazarán en las cabeceras hídricas, pero los campesinos tienen las ideas claras: «Donde hay agua, hay oro». Es una de las consignas que aguijonea la resistencia. Pero en muchas ocasiones las comunidades disponen de poca información para confrontar las versiones oficiales. Nélida Ayay aclara que las empresas traen a los trabajadores de otros territorios, y cuando se emplea a los autóctonos, lo hacen como obreros y en la industria pesada. Mientras, la compañía Yanacocha, de capital estadounidense y peruano, continúa avanzando en su plan extractivo. Se limpian riberas y se colocan «pacas» de arroz, al tiempo que se «vende» una mejora de la relación con las comunidades e incluso que las pequeñas empresas y propietarios de la zona podrán participar de los beneficios.
Antes de continuar con las respuestas en el bar del Aragó Cinema, la activista pide una pausa para explicar: «Somos cientos y cientos de mujeres y hombres que estamos protestando, lo que ocurre es que yo me visualizo un poco más por las presentaciones del documental». En la provincia de Cajamarca los campesinos no están solos. En los últimos años han recibido el apoyo de organizaciones ecuatorianas, víctimas de megaproyectos similares para la extracción de crudo. También se han acercado a ofrecer su calor activistas del departamento de Junín, que sufre amenazas parecidas, explica Nélida Ayay Chilón, «porque todo Perú está concesionado a las compañías mineras». De hecho, la activista escribió en 2013 una carta al presidente de Perú, Ollanta Humala, pidiéndole que antepusiera el derecho al agua de las poblaciones al ánimo de lucro de las compañías mineras.
En las luchas del movimiento popular de Cajamarca han realizado una aportación capital las mujeres, integradas en organizaciones o, como en el caso de Nélida, a título individual. Es ciertamente una realidad oculta pues, según la activista, se difunde al exterior la idea de un país, Perú, en el que se respetan el medio ambiente y los derechos humanos. Tal vez por eso el documental hable de los impactos sociales de la minería, la muerte de los hermanos campesinos y la comunicación entre el ser humano y la tierra. La proyección del documental en Valencia ha sido posible gracias al trabajo de Entrepobles, Cedsala, Perifèries, Plataforma per la Sobirania Alimentària del País Valencià, Associació Amarna, Valencia Acoge, Aragó Cinema, La Cosecha y DocuPerú. «El agua es la sangre de la tierra, y sin su sangre la tierra no tendría vida», afirma la activista en la guía del documental publicada por Entrepueblos.
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