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El cínico y preocupante discurso de Ursula von der Leyen

Fuentes: Ganas de escribir

El pasado día 10, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dio en el Parlamento Europeo su esperado discurso sobre el estado de la Unión en este año.

La nota oficial de la Comisión señaló su contenido, con el habitual lenguaje tecnocrático del que hace uso, en seis áreas específicas: Competitividad (hoja de ruta del Mercado Único, aceleración Industrial, innovación, redes europeas, desarrollo de la nube y la IA…), Defensa y seguridad (vigilancia del flanco oriental, hoja de ruta para la defensa europea, guardia europea de fronteras y costas, nuevas normas para combatir el crimen organizado…), Justicia social europea (agenda para las ciudades, plan de vivienda asequible, lucha contra la pobreza, Ley de empleos de calidad, estrategia de igualdad de género…), Calidad de vida (plan de adaptación al clima, renovación generacional en la agricultura, bienestar animal, Ley del océano…), Democracia y valores (escudo de la democracia europea, equidad digital, resiliencia de los medios, estrategia anticorrupción, acción contra el ciberacoso) y Europa global (comunicación humanitaria, pacto por el Mediterráneo, Agenda UE-India…).

Los medios de comunicación destacaron otras medidas más cercanas al contexto económico y político en el que estamos: suspender la parte comercial del acuerdo de asociación con Israel por el asedio a Gaza y plantear sanciones de la UE para los ministros extremistas y los colonos violentos, apoyo a las regulaciones sobre las grandes tecnológicas, o estrategia para que todos los europeos tengan acceso a vehículos eléctricos, pasando por la creación de una Alianza para los Drones con Ucrania.

Sin embargo, me parece que lo más relevante del discurso de von der Leyen es lo que hay detrás de todas esas propuestas o, mejor dicho, lo que no hay, el tono tan fantasioso y cínico, por no decir falso, con que fue pronunciado y, sobre todo, la obsesión en la que estuvo centrado.

La presidenta de la Comisión comenzó su discurso diciendo que Europa está en combate, un término que utilizó cinco veces en las seis primeras frases de su discurso.

Dijo que Europa está en combate por su libertad e independencia, por la democracia y nuestros valores y por la capacidad de determinar nosotros mismos nuestro futuro, y se preguntó en voz alta ante los miembros del Parlamento Europeo: «¿Tiene Europa estómago para este combate?».

Así se expresó la dirigente que no ha ofrecido la más mínima resistencia a Donald Trump, la que aceptó negociar con él intereses esenciales de la Unión Europea en un campo de golf de su propiedad, y la que dio por buenas sin rechistar condiciones desventajosas e indignas para Europa. Tan claramente negativas que el 75 % de los europeos recientemente encuestados piensan que von der Leyen ha defendido mal los intereses europeos y el 60% que debe dimitir tras haber asumido el acuerdo con Estados Unidos como un buen resultado.

Una de las palabras que más utilizó la presidenta europea en su discurso fue «independencia», en materia de seguridad, tecnología, fuentes de energía, automóviles, inteligencia artificial, e incluso en regulación o política de inversiones industriales.

Reclamó la independencia de Europa, dijo luchar por ella y reclamó la lucha de los europeos para lograrla quien acaba de suscribir un acuerdo con Estados Unidos que obliga a que las empresas europeas inviertan 600.000 millones de dólares en sectores estratégicos de ese país hasta 2028, a adquirir productos energéticos estadounidenses por valor de 750 000 millones de dólares hasta ese mismo año, y chips de inteligencia artificial por un valor mínimo de 40.000 millones de dólares. Además de comprometerse a comunicar su política de regulación a Estados Unidos antes de adoptarla, o a aumentar la adquisición de equipo militar y de defensa estadounidense.

A veces, sus palabras en ese aspecto parecen hasta simplemente irrisorias. Por ejemplo, cuando afirma «vamos camino de la independencia energética», «el futuro de los automóviles -y los automóviles del futuro- deben construirse en Europa», «ahora sabemos lo que hizo subir los precios (de la energía): la dependencia de los combustibles fósiles rusos». Cuando sigue insistiendo en la capacidad real de autodefensa militar de Europa sin plantear que eso es materialmente imposible con 27 ejércitos, cuando ha aceptado que aumente la dependencia europea del armamento que está operado en última instancia por otra potencia, o cuando se cree que la seguridad del flanco oriental europeo se garantiza con una inversión ridícula en drones. Y, mucho peor, cuando sigue dando a entender que es viable que Ucrania derrote militarmente a una potencia nuclear como Rusia, o que esta va a disminuir su acción si la Unión Europea le imponen más sanciones (un decimonoveno paquete, según anunció la presidenta).

Ursula von der Leyen llamó también al combate para defender nuestros valores suponiéndose que, entre ellos, destacan por encima de todos los de los derechos humanos. Sin embargo, utiliza una evidente doble moral cuando se trata de defenderlos en Ucrania y en Gaza. Se nota cuando dedica casi el doble de atención a lo que hace Rusia que al genocidio de Israel, o a la hora de adoptar medidas para combatir las atrocidades de ambos. Por no decir que es prácticamente imposible que se apliquen las que ahora propone contra Israel porque se necesitará su aprobación unánime. En realidad, lo que cabe preguntarse ante la actitud que ha mantenido la Comisión Europea ante Israel, tras su respuesta genocida al atentado terrorista de Hamás en octubre de 2023, es dónde ha estado durante tanto tiempo su pretendida preocupación por los derechos humanos.

Las llamadas a todos esos combates que hace von der Leyen son pura palabrería, como demuestra que no se hayan aplicado sus propias propuestas anteriores dirigidas a los mismos objetivos. Reclama luchar para ganar competitividad, pero no ha puesto en práctica las medidas que propuso hace justo un año Mario Draghi, nada sospechoso de heterodoxia o radicalidad. Habla de combatir por una regulación que garantice competencia digital o el respeto a la verdad, ante la desinformación y la manipulación, justo ahora, cuando más de 40 organizaciones, periodistas, académicos y otras figuras públicas le han escrito para denunciar que «el fracaso histórico de Europa a la hora de abordar integralmente su dependencia de un puñado de guardianes digitales ya ha dañado profundamente la competitividad, la prosperidad, la soberanía y la democracia del continente».

El análisis de texto del discurso de von der Leyen muestra que habla centrándose en un tema obsesivo, la guerra entre Rusia y Ucrania, un asunto que las autoridades europeas presentan con un cariz cada vez más orwelliano. Por el modo en que hablan tanto de guerra cuesta mucho creer que no lo hagan porque quieren provocarla.

Están empeñados en convencernos de que Rusia trata de invadir Europa hasta llegar a la costa portuguesa (sin mencionar alguna de las razones que podría tener para desear tal cosa), y que, para hacer frente a semejante riesgo, es preciso gastar dinero sin límite en armamento y preparar a la población para la guerra. Y todo ello, por supuesto, sin hacer mención a las provocaciones e incumplimientos por parte europea que hicieron reaccionar a Rusia.

El discurso quizá fuese creíble si ese gasto se estuviera planificando racionalmente, de modo que efectivamente sirviera para construir una fortaleza militar auténticamente capaz de servir de parapeto a un ejército como el ruso, y basada, como no puede ser de otro modo, en industria y tecnología propias, poderosas y de vanguardia. Pero esto es justamente lo contrario de lo que se está haciendo, como ha demostrado el reciente acuerdo con Estados Unidos, y así queda al descubierto la estafa de los dirigentes europeos que comanda von der Leyen.

En Recuerdos de la guerra civil española, George Orwell escribió: «Si el jefe dice de tal o cual acontecimiento que no ha sucedido, pues no ha sucedido; si dice que dos y dos son cinco, dos y dos serán cinco. Esta perspectiva me asusta mucho más que las bombas, y después de las experiencias de los últimos años no es una conjetura hecha a tontas y a locas».

Estamos viviendo algo así todos los días y lo que justamente hay que recordar y recordarles a quienes tanto hablan de libertad mientras nos mienten es lo mismo que escribió el propio Orwell en su libro más conocido, 1984: «La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro». No nos callemos, y digámoslo. Me temo que es la única manera de evitar que nos lleven a la guerra que están cocinando.

Fuente: https://juantorreslopez.com/el-cinico-y-preocupante-discurso-de-ursula-von-der-leyen/