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Declaración del grupo de trabajo “Integración y Unión Latinoamericana” CLACSO

El comercio no solamente debe promover la prosperidad sino también la paz

Fuentes: Rebelión

Tras 16 años de iniciadas las negociaciones, la Ronda de Doha ha fracasado reiteradamente en sus intentos de concluir y tiene pocas perspectivas de avanzar en el corto plazo. El contexto económico y político mundial se ha venido deteriorando en el último período dificultando aun más las negociaciones. Una de las principales preocupaciones es el […]

Tras 16 años de iniciadas las negociaciones, la Ronda de Doha ha fracasado reiteradamente en sus intentos de concluir y tiene pocas perspectivas de avanzar en el corto plazo. El contexto económico y político mundial se ha venido deteriorando en el último período dificultando aun más las negociaciones.

Una de las principales preocupaciones es el bajo crecimiento económico y su marcada desigualdad. Los países desarrollados han visto contraida su actividad económica desde el estallido de la crisis global en 2008, mientras los países emergentes siguen mostrando altas tasas de expansión, pero en tiempos recientes muestran serias dificultades para mantenerlas. En tanto, los países más sumergidos han quedado excluidos de este crecimiento desigual, siendo además notoriamente marginados de la agenda y negociaciones de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

El carácter de organización paraguas que adquirió esta institución, dificulta el cumplimiento de los objetivos de armonía y equilibrio para el comercio global que le dieron origen. Ello la llevó a incorporar una gran cantidad de atribuciones que escapan del consenso de las naciones que la conforman y le restan transparencia a su funcionamiento.

Además, las promesas librecambistas de la OMC han sido rebasadas por completo por los grandes desafíos del capitalismo actual: ataques a las culturas tradicionales, emergencia de conflictos étnicos y bélicos, desplazamientos de poblaciones que dan lugar a oleadas migratorias, excesivo poder librado a las grandes corporaciones, degradación del medio ambiente y amenazas proteccionistas.

En este sentido, el fracaso de las negociaciones de la Ronda de Doha es también la crisis del multilateralismo. La demora en la resolución y enfrentamiento de estas cuestiones por parte de los organismos internacionales y la OMC no es inocuo, sino que acentúan el lento crecimiento del comercio mundial y acrecientan todavía más las desigualdades y los conflictos entre los países, degradando las condiciones de vida y vigencias de derechos de los sectores subalternos y/o marginados de la sociedad.

Si bien la globalización capitalista permitió a los países latinoamericanos mejorar por un tiempo sus indicadores económicos, en el fondo siguió avanzando el proceso de desindustrialización, concentración y deterioro de las matrices productivas por el ahondamiento de una especialización primaria exportadora inestable y mayor dependencia importadora; todo lo cual ha acentuado las desigualdades económicas y sociales .

Las experiencias de acuerdos de libre comercio (TLCs) de países de América Latina con economías centrales evidencian no sólo la profundización de inequidades entre economías con grados de desarrollo muy distintos, sino también la desintegración de sus aparatos productivos y el deterioro de la balanzas de pagos, llevando a la quiebra de pequeñas producciones, e impidiendo de hecho armonizar cambios tecnológicos y productivos con un desarrollo sustentable.

Esta negativa experiencia debería alertar sobre el peligro que se repita el mismo esquema en la negociación Mercosur – Unión Europea hoy en marcha. Por lo demás, está llevándose adelante en forma reservada y sin siquiera realizar estudios sobre sus posibles impactos económicos y sociales. Vale la pena recordar que tras el rechazo del ALCA, las negociaciones con la UE quedaron estancadas por varios años a raíz de objeciones similares que a la iniciativa norteamericana.

Resulta imprescindible una nueva perspectiva para el multilateralismo y la organización mundial del comercio. Para ello es preciso también revisar y hacer un balance crítico de las experiencias de integración de América Latina. Debe partirse del reconocimiento que, pese a sus intenciones y aportes, éstas no han podido cumplir con el objetivo expresado de potencializar la complementariedad y superar enormes heterogeneidades y diferencias económicas y sociales.

En este escenario crítico es urgente recuperar la unidad de los países periféricos para construir una plataforma de negociación y políticas que prioricen la defensa de sus intereses y la armonía internacional, exigiendo políticas activas y un trato diferenciado. No encarar este desafío terminará agravando las desigualdades y alimentando las tensiones dentro y fuera de los espacios nacionales.

En suma, se impone entonces repensar las características de las grandes organizaciones que rigen el comercio a nivel mundial y regional. La tarea debe priorizar la garantía de los derechos sociales, económicos, ambientales y humanos por sobre los intereses de grupos privilegiados minoritarios. Solamente a partir de la unidad de los países periféricos, y de los países latinoamericanos en particular, será posible salir de la encrucijada en la que nos encontramos.

El comercio no solamente debe promover la prosperidad sino también la paz. Estos objetivos deben ser ineludibles para la construcción de un nuevo multilateralismo.

Convocamos y nos comprometemos a multiplicar esfuerzos para desarrollar sin demora estudios, análisis y debates en la perspectiva de unir y fortalecer la participación política y social para lograr un camino superador que promueva el desarrollo y la integración armoniosa y solidaria de los pueblos.

Buenos Aires, 08 de noviembre de 2017

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.