La guerra no declarada en el Este de Ucrania entre separatistas y el ejercito ucraniano, que se estima deja en un año más de 10.000 muertos entre combatientes y población civil, cientos de miles desplazados y destrucción de ciudades y pueblos enteros, representa un regreso a los tiempos de la confrontación y de la guerra […]
La guerra no declarada en el Este de Ucrania entre separatistas y el ejercito ucraniano, que se estima deja en un año más de 10.000 muertos entre combatientes y población civil, cientos de miles desplazados y destrucción de ciudades y pueblos enteros, representa un regreso a los tiempos de la confrontación y de la guerra fría en Europa. En el Este el puesto de tensión lo ocupa Rusia y en la parte opuesta los dos proyectos más ambiciosos de Occidente, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) con los EE.UU. a la cabeza y la Unión Europea (UE). El conflicto igualmente evidencia sendas crisis: la de Rusia, la UE y la OTAN, además de la crisis misma en Ucrania para construirse como un proyecto de nación independiente y unificada.
Ucrania es un país de Europa oriental, el segundo más grande después de Rusia con una considerable riqueza agrícola y grandes reservas energéticas y mineras, pero sobre todo cuenta con una posición geoestratégica muy importante. Es un país de cruce entre Rusia y Occidente y entrelaza una serie de intereses confrontados externos e internos que afectan la seguridad regional. El territorio ucraniano se configura como la vía de tránsito más importante de gas de Rusia hacia la Unión Europea. Las tuberías de gas que pasan a través de Ucrania suministran significativos recursos energéticos al centro, occidente y sur de Europa. Un factor relevante geopolítico ha sido el acceso de Ucrania al Mar Negro. Una de las grandes pérdidas de Rusia ante la independencia de Ucrania después de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), había sido hasta entonces la salida al Mar Negro y por tanto el acceso de Rusia para el comercio con el Mediterráneo.
Ucrania es un país dividido. Prácticamente se puede hablar de dos Ucranias. una ´Ucrania occidental` económicamente más atrasada que la oriental. Esta parte del país perteneció a Polonia durante seis siglos, al imperio austrohúngaro durante ciento veinte años y otra vez a Polonia durante el tiempo de entreguerras. El idioma, la religión, la cultura y hasta las festividades le han dado un carácter nacional distinto a la Ucrania oriental, más industrial y con fuertes lazos históricos y lingüísticos con Rusia. Las rivalidades nacionalistas y regionalistas que por tiempos han separado el Oeste del Este del país están siendo fomentadas desde las grandes potencias: Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea en una disputa que en el fondo apunta hacia el control de las materias primas, los mercados y las zonas de influencia. La Ucrania occidental tiende hacia la UE y la Ucrania oriental hacia Rusia.
Para entender el escalonamiento del conflicto y el rompimiento de la integridad territorial de Ucrania se hace necesario referenciar los tiempos de la caída del muro de Berlín, la reunificación alemana y la disolución de la URSS. En aquel entonces Mikhail Gorbachov proponía una Europa unida y la necesidad de disolver la OTAN y el Tratado de Varsovia para encontrar una política de seguridad común con Rusia. Eso fue ignorado por las potencias occidentales. El Pacto de Varsovia se disolvió pero la OTAN se fortaleció como alianza de intervención militar. En ese sentido, en el marco del «tratado dos más cuatro» que permitieron la reunificación de Alemania, tanto el presidente de los Estados Unidos, George H. W. Bush (padre) como el Canciller alemán Helmut Kohl le aseguraban al líder soviético Mikhail Gorbachov que la OTAN se mantendría dentro de las fronteras pactadas y no habría expansión hacia el Este de Europa. Ha sucedido todo lo contrario: La República Checa, Polonía, Hungría, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, La República Eslovaca, Eslovenia, Albania y Croacia han sido desde entonces incorporados a la OTAN.
Estos hechos subestiman por completo los intereses de Rusia como un gigante económico, militar y político. Como si esto no fuera suficiente, con la ayuda de Polonía y la República Checa se instalan bases cerca de las fronteras rusas en el marco del llamado «Nuevo Escudo Antimisiles» provocando las sensibilidades de Rusia en las relaciones con sus vecinos.
Por otra parte Rusia y la UE en disputa abierta por el control sobre Ucrania han ejercido presión permanente en la toma de decisiones internas del país. Un ejemplo lo constituye los hechos ocurridos alrededor del Acuerdo de Asociación entre la UE y Ucrania detonante de la situación bélica en el este del país. El 30 de marzo de 2012 la UE y Ucrania firmaron un Acuerdo de Asociación. Luego Bruselas condicionó la ratificación de los acuerdos por el «marcado deterioro de la democracia y del imperio de la ley». En otro momento en febrero del 2013, el entonces Presidente de la Comisión de la UE, Manuel Barroso, dijo refiriéndose a Ucrania que ningún país podía ser al mismo tiempo miembro de la Unión Aduanera (con Rusia, Bielorrusia y Kazjistán) y estar en el área del libre comercio con la UE. Por su parte Vladimir Putin consideraba que el acuerdo perjudicaba los intereses de la economía rusa, pues inundaría el país con productos baratos de la UE. Esto culmina con la decisión del 20 de noviembre de 2013 del entonces gobierno ucraniano de Víktor Yanokovich, que procedió a suspender el Acuerdo de Asociación con la UE al no firmarlo argumentando que no sería económicamente beneficioso para Ucrania.
EL Maidán y sus consecuencias
Esta disputa generó fuertes protestas y disturbios de los opositores proeuropeos y de nacionalistas de extrema derecha arrojando más de cien muertos entre policías y manifestantes que condujeron el 22 de febrero de 2014 al derrocamiento del presidente Yanokovich, opositor a un alineamiento de Ucrania a la UE y la OTAN. Como reacción a las protestas del Maidán (nombre de la plaza de la plaza de la independencia en Kiev) se desarrollaron una serie de manifestaciones en el Sureste ucraniano y en la provincia de Crimea contra el nuevo gobierno en Kiev que proclamaban sus anhelos de acercarse más a Rusia. Con posterioridad varios gobiernos regionales, el Donetsk y de Luganks propusieron referendos separatistas acompañados de una serie de levantamientos militares dando lugar a una insurgencia separatista y paso a una guerra en caliente en el este de Ucrania. El 6 de marzo del 2014, las autoridades de la República Autónoma de Crimea anunciaron la convocatoria de un referéndum para el 16 de marzo con el propósito de ingresar formalmente a Rusia. Rusia movilizó tropas para garantizar la integridad de los ucranianos prorusos y las bases rusas estacionadas en la isla. Las acciones militares rusas han sido rechazadas por EE.UU. y la UE, quienes declararon que Rusia ha actuado de forma contraria al derecho internacional y han aplicando desde entonces sanciones. El 11 de marzo, Crimea y la ciudad de Sebastopol declararon unilateralmente su independencia de Ucrania, proclamando la República de Crimea, reconocida sólo por Rusia. Rusia y las autoridades de Crimea en acto posterior firmaron el tratado de adhesión del nuevo territorio federado a Rusia.
Intentos para encarar la guerra
En occidente cada vez más sectores sienten el peligro de que está guerra pueda extenderse y generalizarse, esto los ha presionado a actuar. Al abordar una respuesta al conflicto ucraniano la UE y los EE.UU. han ofrecido garrote con zanahoria pero sobretodo haciendo énfasis en el garrote. Por un lado han generado una serie de sanciones económicas y político diplomáticas contra Rusia a quien la hacen responsable de apoyar a los separatistas del Este de Ucrania, medidas que en lugar de generar una superación de la confrontación, lo que se han producido es una tensión mayor del conflicto. Fundamentalmente los EE.UU. acompañados por varios países europeos proponen fuertes sanciones económicas y ayuda militar abierta al gobierno en Kiev. Alemania por otra parte con el resto de Europa (a excepción Chipre y Grecia que mantienen relaciones fluidas con Rusia), se han planteado la táctica de combinar medidas de presión con acciones diplomáticas. Siguen los lineamientos de la política norteamericana de confrontación acompañándola de propuesta de cooperación si Rusia acepta condicionamientos.
En este sentido se enmarcan el Protocolo de Minsk del 5 de septiembre de 2014 , que es un acuerdo para encarar la guerra en el este de Ucrania, el cual es firmado por Ucrania, Rusia, y los principales representantes separatistas de la regiones de Donetsk y Lugansk siendo supervisado por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). El objetivo era comenzar estableciendo un cese bilateral al fuego para generar un amplio proceso político que supere la guerra. Después de la firma del protocolo continuaron los enfrentamientos militares y ambas partes se acusaban mutuamente de la violación de lo acordado.
Desde entonces, un desarrollo de gran importancia lo constituye la celebración de la cumbre de los gobernantes de Ucrania, Rusia, Francia y Alemania que lleva por nombre Minsk II, el 11 de febrero del 2015. En este encuentro político se subscribió un nuevo plan de paz como reacción al fracaso de de Minsk I del 5 de septiembre de 2014.
El Protocolo de Minsk y la cumbre de gobernantes han reducido significativamente los combates en la zona, sin embargo el conflicto sigue latente, los acuerdos de Minsk deben seguir su desarrollo.
La Unión Europea, Estados Unidos y otros países occidentales mantienen las sanciones contra Rusia. Lo nuevo sin embargo es que cada vez mayores sectores dentro de la opinión pública europea y a nivel internacional consideran, que en la arquitectura de la seguridad y paz la inclusión de Rusia es fundamental. Eso ha sido captado por los gobernantes en Europa que le han bajado el tono al lenguaje y entrado en contacto nuevamente con el gobierno de Moscu.
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