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¿Estudiantes criminales?

El cuerpo apropiado en la «pax» costarricense

Fuentes: Rebelión

«¿Usted preguntará por qué cantamos?…» Cultura Profetica, grupo boricua de reggae roots En el pasado concierto de Joaquín Sabina, uno de los pocos cantantes que en lengua castellana pueden convocar personas desde los 12 hasta los 70 años, se presentaron una serie de situaciones, digamos, curiosas. Primero una movilización virtual que produjo una doble programación […]

«¿Usted preguntará por qué cantamos?…»

Cultura Profetica, grupo boricua de reggae roots

En el pasado concierto de Joaquín Sabina, uno de los pocos cantantes que en lengua castellana pueden convocar personas desde los 12 hasta los 70 años, se presentaron una serie de situaciones, digamos, curiosas. Primero una movilización virtual que produjo una doble programación del afanado concierto, lo cuál, desde la lógica contemporánea del discurso democrático, este acto fue una lección de «activismo cívico». El segundo punto, luego de iniciado los conciertos el 11 y 12 de mayo tenemos que: la gente en Costa Rica está decidida a gritar cuanto sea necesario por sanar sus dudas, penas y desamores.

Esta introducción es solo para matizar este artículo con un poco de comedia, y no de la que da risa necesariamente, sino comedia en el sentido de una sucesión de hechos que parecen articulados de la imaginación de un cuento «cortaziano» o «calufano». En un final, la realidad está integrada de cuentos y relatos, y desde aquí, «calle melancolía», vamos a contar la historia de los chicos y chicas que un día tuvieron el digno acto de unirse a defender lo único con lo que realmente contamos: el cuerpo. Este, desde el cuál actuamos, sentimos y vivimos, es sin duda nuestro principal espacio de autonomía.

Ese día, el mismo en que Sabina daría paso a congregar miles en torno a canciones sexuadas y de romance, en la cuál, cada quién, desde su propia historia personal, tiene rostros, historias, relatos y cuentos con los cuáles identificarse, el cuerpo era el centro de batalla en otro lugar. Y es que el amor, la pareja, la no-pareja y la ilusión de sentir, indudablemente pasan por el cuerpo. Por las emociones y por la -misteriosa- presencia de nuestros sentimientos. El concierto, de noche, estuvo envuelto en un día donde se confirma la directriz motora del sistema de gobierno actual: lo que no pueden las amenazas, que lo hagan los golpes.

Estudiantes colegiales, tod@s en medio de un calentamiento global que heredan como resultado del crecimiento de Kapital en el mundo, y en medio de una clara intensidad en las fuerzas represoras del estado, actuaron: ellos y ellas se apropiaron de algo que hasta entonces les era negado por la visión material, dogmática y conservadora del santo poder costarricense, es decir, su cuerpo. Ante ello, sin muchas palabras, y mucha fuerza, la policía, obedeciendo, ataca lo único que visualizan de estos y estas estudiantes: el cuerpo. Las acciones policiales, incrementadas por el señor Tijerino (ministro de seguridad nacional) y apoyadas por una enorme red de poder que va desde la oficina policial de San Pedro de Montes de Oca hasta el Pentágono, pasando por la asesoría chilena, china, israelí, se ganaron otro titular mediático: Estudiantes atacan policías, dicen, en resumen, los principales titulares de la incomunicación mediática nacional.

La respuesta policial, como única versión de «justicia» y «orden» que manejan fue, como ya es usual: inmovilizar a los «amenazantes de la paz», es decir atacar el cuerpo de estudiantes. Pero, ¿cuál es el transfondo de este suceso?: Las y los estudiantes, herederos de múltiples rupturas culturales de los 70’s, 80’s y 90’s, entre ellas, una concepción mucho más abierta frente a la diversidad sexual y de género y con una consciencia ecológica «naturalizada» como criterio general, tienen para sí mismos una concepción bastante desconocida por el fuerza pública: la conciencia de su cuerpo y el valor de apropiárselo.

El reclamo que hacían estos jóvenes es claro: la cultura juvenil es un espacio más de aprendizaje colectivo. Ellos y ellas, cometiendo el crimen de ser solidarios e identificarse colectivamente, deciden emprender una huelga (no entrar al colegio) cómo protesta por la directriz (VERTICAL E IMPUESTA) de la administración del colegio público Vargas Calvo, de no usar pantalones «tubo». Esta directriz, realizada en la absoluta ausencia de representantes colegiales, llevaría a los estudiantes a desconocer su propio escenario de identidad juvenil, es decir, a retroceder en el tiempo y ampararse en concepciones escolásticas de la educación, es decir, ser participe del dogmatismo cultural adultocéntrico. Y lo que es peor, esta directriz incluiría la propia negación de su autonomía corporal. Es decir, enajenarse de sí mismos, adherirse a la masificación ideológica y abandonar eso que en el colegio comienza a ser nuevo: el cuerpo, la imagen de este, y su apropiación individual y colectiva.

La acción colectiva que emprenden las y los estudiantes tenía N cantidad de formas de solucionarse, al igual que había sucedido con el rompimiento de la autonomía universitaria días anteriores, sin embargo, y creando la paradoja de fondo de este artículo, es que la «solución» (¿la violencia oficial es una solución?) legitimada es la intervención discriminada de la policía. En este sentido hay que preguntarse: ¿fue una sección especializada de la policía la que llega al lugar de la huelga?, es decir, hubo mediación, se estableció el diálogo, lo que es más importante: ¿sabían los policías del contenido de la protesta? Si lo sabían o no da lo mismo, el punto es que la fuerza pública, los antimotines, el señor ministro y toda la red de poder que se impone en Costa Rica, entendió muy claro la forma de respuesta: si la protesta estudiantil es sobre el cuerpo, a éste hay que atacar, controlar y reprimir. La fuerza policial, es muy clara en ese sentido: donde hay una idea que se defiende, atacar el cuerpo la desintegra. ¡¡Si gritan consignas, ha callarlos sacándoles el aire!!.

La eficacia policial en Costa Rica da la talla en la «competencia internacional»: en solo dos meses han realizado 5 intervenciones (desproporcionadas) y aplaudidas por el poder nacional.

El cuerpo, ese del que habla Sabina, y ese sobre el que el «cuerpo policial» actúa, es ahora más que nunca, una lucha que en el colegio comienza a tener sentido: la autonomía pasa por el control del cuerpo. El vestirse de pantalón «tubo» no es amenaza por si misma, sino a nivel simbólico. En este sentido el poder policial-militar lo entiende muy claramente: si adolescentes defienden su cuerpo, en el futuro, defenderán derechos sociales, conquistas laborales, el ambiente y tendrán siempre ese incomodo sentimiento de justicia y libertad que los puede llevar a realizar otras acciones colectivas. Como el poder entiende eso, y sabe que en el colegio se debe aprender a obedecer, la fuerza pública (muy fuerte por cierto) nos dio una cátedra de justicia, por primera vez atacan justo el escenario de lucha colectiva: el cuerpo. En este sentido Costa Rica acaba de obtener el diploma de la policía más represiva de este año. En solo 5 meses han demostrado que el cuerpo de manifestantes, les pertenece cuando quieran hacerlo suyo. Y si hay duda de ello: para eso están los antimotines. Cuerpos policiales donde la humanidad del oficial es lo menos que se expresa. Su cuerpo blindado es reflejo se la propia enajenación que son parte defendiendo los intereses del poder.

El relato, como se dijo, puede ser un cuento, pero será de drama, comedia, suspenso, violencia, o es solo parte de la «rutina policial.». Sin libertad individual, la colectiva no podrá darse, y en ese sentido un aplauso a la fuerza pública del país: demuestran que siendo grandes y matones pueden apropiarse del cuerpo de otros. Lastima que en la enajenación de violencia en la que estos y estas se preparan nunca se conversa sobre la dicha de poseer un criterio sobre nuestros cuerpos. Lástima que no se les enseña que una persona desarmada: ES UNA PERSONA QUE SOLO TIENE SU CUERPO.

De todo esto, que ya no parece un cuento, solo hay una duda: ¿la policía no es militar y los estudiantes son una amenaza nacional? Creo que este acto estudiantil nos puede ayudar a pensar sobre la forma como es entendido el cuerpo en nuestra sociedad: por un lado no es legitimo apropiárselo pero por el otro si es valido atacarlo frontalmente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.