La tan prometida integración centroamericana y el desarrollo regional ya parecen pertenecer al panteón de espíritus chocarreros que salen a bailar cada vez que la coyuntura y las necesidades del imperialismo lo permiten. A fuerza de malos usos, cada vez es menos el susto mediático; pero quizás no debería. Si bien ya pocos creen en […]
La tan prometida integración centroamericana y el desarrollo regional ya parecen pertenecer al panteón de espíritus chocarreros que salen a bailar cada vez que la coyuntura y las necesidades del imperialismo lo permiten. A fuerza de malos usos, cada vez es menos el susto mediático; pero quizás no debería. Si bien ya pocos creen en este cuento de malos espíritus, el mismo puede usarse para justificar cruzadas e inquisiciones: no está lejos el ejemplo de Nicaragua y los bendecidos beneficios que traerá el canal interoceánico (uno quisiera, de verdad quisiera, que ésa fuera otra historia; pero es parte desgraciadamente de la misma). Entonces: qué mecanismos de dominio se esconden tras la etiqueta del desarrollo, qué vacuidades están detrás de la supuesta integración centroamericana. Un juego de manos para traer al muñequito otra vez a la palestra y que justifique hasta donde alcance. Pero los juegos de manos son de villanos, como dice el adagio popular… y vox populi, etcétera.
Las gestiones que actualmente realizan de forma conjunta las cancillerías de Guatemala, Honduras y El Salvador para financiar el desarrollo del triangulo norte se enfocan básicamente en la promoción de la conectividad del transporte, el fortalecimiento de algunas instituciones del Estado y la mejora en el tema de seguridad. El tema fuerte -quién lo duda- es el primero [1]. Pero es una falacia pensar que el desarrollo de estos países, puede lograrse a través de unos cuantos proyectos de interconexión logística o dicho en cristiano: proyectos para el mejor tránsito de mercancías. Y es una falacia porque en el marco de las relaciones de supeditación que operan entre estas naciones periféricas y países como Estados Unidos (o China o la Unión Europea o Japón o incluso Brasil), y en el marco de la vigencia de tratados comerciales y de inversión como el CAFTA-DR (o el ADA), la conectividad comercial únicamente sirve para la eficientización en las economías locales de los procesos de reproducción ampliada del capital dominados por las inversiones extrajeras. La conectividad, en este marco, permite a estas inversiones acceder a más y mejores fuentes de recursos naturales, laborales y a canales de comercialización con un menor costo [2].
Los réditos de estos procesos luego son exportados y conforman las transferencias de valor en el plano internacional, manteniendo a las economías periféricas en el lugar que siempre han estado en el mapa de la división internacional del trabajo: la parte invisible de una infraestructura económica mundial que cada vez produce más riqueza para menos personas.
La posición de la cooperación internacional -léase Banco Interamericano de Desarrollo, BID; y las gestiones del gobierno de los Estados Unidos- es punto más que hipócrita en cualquier curva de posibilidades de hipocresía que imaginarse puedan los economistas neo-¿clásicos, liberales? que llenan los tanques de pensamiento de la derecha en todos los países del mundo. La cooperación financiera que se da en la vía norte-sur del sistema hegemónico de producción [3], es una forma de reasignación de la renta mundial que termina beneficiando a quienes brindan la ayuda: no sólo por las condiciones que interponen, sino porque la reasignación mundial de la renta permite incentivar la demanda a nivel internacional; lo cual significa la posibilidad de la realización del plusvalor a escala global y el desbloqueo de las trabas en la realización de las mercancías.
Políticas públicas para ¿el desarrollo? ¿De quién? Ese es el panorama ¿Y el pueblo? Mal, gracias.
Notas:
[1] La propuesta cuenta con proyectos para 4 puertos, 4 aeropuertos, 10 pasos de frontera, y cerca de 6,000 kilómetros de vías terrestres que crearían la conectividad básica del Triángulo; así como una modernización de los servicios de energía eléctrica. En la década de los noventa, la modernización era el eufemismo que el BID usaba para designar los servicios públicos que deberían ser privatizados. Pese al desgaste, el término sigue usándose.
[2] Quizás esté de más repetir que al disminuir el coste de los capitales, que en este caso correspondería a una disminución del coste en su parte constante, aumenta la tasa de ganancia del capital sin necesidad de hacer presión sobre factores que pudieran entorpecer más fácilmente la reproducción ampliada: el capital variable, el monto de salarios y, por ende, a las y los trabajadores. Estrategia de no poca inteligencia.
[3] Lo que la doctrina neoclásica de los santos economistas de los últimos días llama Ayuda Oficial al Desarrollo, AOD, y que ha tenido particular importancia en la construcción del orden mundial vigente tras la celebración en 2002 del Consenso de Monterrey. En dicho Consenso (que pese a su nombre no tiene nada de diálogo y sí mucho de imposición), se establecen los puntos básicos en materia de gestión de la cooperación internacional de los países centrales: el eje central es el mantenimiento de un orden mundial. El documento elude un nodo de la discusión: la discrepancia entre las transferencias internacionales de valor en la dirección sur-norte y las magras cantidades de ayuda al desarrollo en la dirección norte-sur.
Alberto Quiñónez. Colectivo de Estudios de Pensamiento Crítico
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