El mes pasado 27 ministros de Interior de la Unión Europea respaldaron con su voto una iniciativa presentada por el gobierno del presidente francés Nicolas Sarkozy denominada Pacto Europeo de Inmigración que con el pretexto de detener la avalancha de inmigrantes ilegales, autoriza a la represión y expulsión sin miramientos de cientos de miles de […]
El mes pasado 27 ministros de Interior de la Unión Europea respaldaron con su voto una iniciativa presentada por el gobierno del presidente francés Nicolas Sarkozy denominada Pacto Europeo de Inmigración que con el pretexto de detener la avalancha de inmigrantes ilegales, autoriza a la represión y expulsión sin miramientos de cientos de miles de personas pobres provenientes del Tercer Mundo.
El engendro conocido como la «Directiva retorno» que tendrá que ser aprobado finalmente por la UE en octubre próximo, establece que no puede haber regularizaciones masivas de inmigrantes en un solo país, sin consultar con los demás. Es decir, obliga a los países de la UE a no tener en cuenta políticas humanitarias a que están obligados por tratados internacionales de la ONU y otros organismos, y que tampoco puedan considerar soberanamente sus necesidades nacionales de contar con mano de obra de origen extranjero.
De esta manera, el inmigrante ilegal a los ojos de los gobiernos derechistas de la vieja Europa se transforma en delicuente en potencia, que puede ser condenado hasta 18 meses de prisión si se rehúsa a la expulsión del territorio en donde se encontrara.
Según la propuesta de los Sarkozy, Berlusconi y Reinfeldt, a partir de ahora Europa «va a elegir» que inmigrante le sirve y no es difícil darse cuenta de que se trata. El viejo y conocido buen negocio de seguir robando de los países tercermundistas a sus científicos, técnicos, obreros altamente especializados, artistas y deportistas de élite. Ellos sí quizá podrían quedarse y tener una vida más o menos digna en la rica Europa.
Si bien el gobierno español de Rodríguez Zapatero intentó limar los postulados más descarnados de la chauvinista propuesta, como por ejemplo el requisito del previo aprendizaje del idioma y de los «valores» del país receptor, fue cambiado a pedido de España por un retórico enunciado -que no cambia la esencia de la directiva- de que se debe buscar «equlibrio de derechos y deberes de los inmigrantes» y que ellos deben «respeto a las leyes del país de recibimiento».
En la idea de Sarkozy existe la pretensión de confeccionar una lista -como en la época de la trata de esclavos- con una cifra límite y con el tipo de personas que se necesitan donde también se les clasifique por profesiones y categorías, y que se pueda elegir de qué región del mundo se prefiere que provengan los inmigrantes para después autorizarles a permanecer y trabajar en los países europeos.
Si bien especialistas de la propia UE han señalado que el continente sigue necesitando el trabajo de los inmigrantes, y que «una política de contingentes limitativos no tendría utilidad real en materia de inmigración laboral y es totalmente ineficaz contra la inmigración ilegal», contra esa opinión el presidente francés y otros mandatarios europeos están dispuestos a crear esta normativa que les deje las manos libres para no respetar ningún derecho universal que pudiera proteger a un pobre que llegue buscando su sustento y el de los hijos, y ose sin que se le haya llamado, a golpear la puerta de cualquier país de la amurallada y racista Europa.
A principios de este mes, una declación de los presidentes de los países integrantes del MERCOSUR condenando la «Iniciativa retorno de la UE» expresó clara y valientemente que la misma no se compadecía con el respeto a la dignidad humana de los migrantes y que se estaba violando el derecho internacional. Al mismo tiempo ella estaba en «contradicción con la histórica hospitalidad brindada por nuestros pueblos -durante siglos- a millones de inmigrantes procedentes de todo el mundo, a quienes recibió sin más requisitos que la voluntad de integrarse a nuestros países.»Advirtiendo los mandatarios latinoamericanos que de esta manera se estaban fomentando en Europa los «climas propicios para prácticas xenofóbicas, racistas o discriminatorias, alentando las formas más denigrantes de la criminalidad transnacional organizada, como el tráfico ilícito de migrantes y la trata de personas». Recordándoles a los gobernantes europeos que la causa de la emigración de nuestros connacionales se halla en la pobreza estructural y en las políticas económicas proteccionistas de los países ricos hacia los productos de los países emergentes.
Toda esta nueva situación no tendría que llamar nuestra atención, porque son los mismos ricos de Europa que con su congénito egoísmo fueron capaces siglos atrás, de expulsar y obligar a sus propios pobres -con guerras y hambrunas- a emigrar al continente americano, y que hoy luego de explotar y saquear al Tercer Mundo, contínúan creyéndose con el derecho de decidir sobre la vida y la muerte de miles de millones de pobres de la Tierra.