La ola de ataques en contra de los pueblos indígenas en Guatemala y la apertura de la embajada de Guatemala en Jerusalén, se desarrollan en un marco de continuación del Plan de Seguridad de Estados Unidos. Y la violencia imparable en Guatemala, se desarrolla en el marco del Alianza para la Prosperidad, que tiene entre […]
La ola de ataques en contra de los pueblos indígenas en Guatemala y la apertura de la embajada de Guatemala en Jerusalén, se desarrollan en un marco de continuación del Plan de Seguridad de Estados Unidos. Y la violencia imparable en Guatemala, se desarrolla en el marco del Alianza para la Prosperidad, que tiene entre sus objetivos, la gobernabilidad, la seguridad e inversión, planificado por Estados Unidos, para someter a los pueblos a sus intereses.
Todo plan pensado por Estados Unidos, tiene como principal enfoque el tema de la seguridad, espantando a todo el mundo con el «petate de terrorista», cuando en realidad ellos mismos lo crearon como parte de un programa que le podríamos llamar «la mundialización del miedo» y que tiene su repercusión violenta en los países que protegen sus reservas de recursos naturales como Siria y Venezuela.
En el caso guatemalteco, se pretende aplicar como parte del modelo, el Plan fortaleza que tiene como objetivo la seguridad, argumentando la supuesta utilización del territorio centroamericano por parte de los terroristas de ALQAEDA, ISIS etc, para atentar en contra de los intereses de Estados Unidos y el supuesto control al narcotráfico, pero en realidad tiene como fin la militarizar de la región, para impedir la llegada de migrantes a Estados Unidos, bajo la consigna del «derecho a no migrar» y que lamentablemente algunas ONG y personalidades de la región están impulsando.
Al mismo tiempo implementan el «Programa Indígena» el mismo tiene su sede en México, su objetivo continuar lo que inició el Instituto Indigenista Iberoamericano y el actual Fondo Indígena Iberoamericano, para integrar, domesticar, folklorizar y cooptar a personalidades indígenas y sus organizaciones. Por otro lado, es retomar los contenidos de los informes de Santa Fe I y II, que tienen como objetivo, desideologizar a los campesinos e indígenas y vistos como el peligro para los Estados y Estados Unidos.
Los programas de «ayuda», cuando estos también son paternalistas, impulsados en la región en «supuesto» favor de campesinos e indígenas, así como el apoyo contra la corrupción y la impunidad, solo tiene como objetivo desaparecer a los pueblos pobres, principalmente indígenas y campesinos, por eso se comprende el excesivo enfoque espiritualista, como si los indígenas y campesinos, solo viven de «adorar montañas, cerros y valles».
La vuelta de la embajada norteamericana a Jerusalén y seguido por «perros falderos», como el gobierno de Guatemala, solo tiene como objetivo hacer desaparecer al pueblo palestino y consentir las políticas genocidas de Estados Unidos e Israel en Guatemala.
De esa cuenta, la alianza política del gobierno de Guatemala, óigase bien «gobierno» y no pueblo, con los Estados Unidos e Israel, en su intención de desalojar a los Palestinos de sus originarios territorios, solo nos deja como reflexión su «complicidad con el genocidio y el sufrimiento de los pueblos que buscan su libertad» y que lo coloca en listado de las personas, que se inclinan porque en Guatemala «vale más un indio muerto, que un indio vivo».
En ese sentido, tiene razón el Secretario General de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que «Guatemala ha elegido estar en el lado equivocado de la historia con la inauguración de la embajada en Jerusalén, pues con este gesto Guatemala, se sitúa al lado de las violaciones a la ley internacional y los derechos humanos (…) además lo considera como un insulto los millones de centroamericanos que han luchado por los valores de la justicia y la paz».
Y como sigue afirmando el mismo secretario, «que solo un presidente que se ha opuesto a investigaciones de la ONU por corrupción y abusos de poder, puede seguir violando aún más las resoluciones internacionales». Pero bajo esta supuesta alianza con el gobierno de Estados Unidos, pretende evadir la justicia por los casos de corrupción que hay en su contra.
Jimmy Morales, como un «payaso-dictador», es una «marioneta», en manos del gobierno de Trump, pero que ha generado diferentes opiniones en el escenario guatemalteco, pero que al mismo tiempo asume el «discurso doctrinario planteado por Estado Unidos, en el que clasifica de manera arbitraria como terroristas a movimientos amados y movimientos no armados, considerados como potenciales enemigos de la democracia bajo el modelo de los Estados Unidos», como lo lo afirma el intelectual mexicano Gilberto López Rivas.
De esa cuenta, la embajada, el viaje, los asesinatos de líderes comunitarios, como: Mateo Chaman Paau, Jose Caan Xol, Luis Marroquin y la escalada de violencia en nuestro país, solo puede entenderse como una continuación del genocidio guatemalteco. En donde la vida humana no tiene ya ningún valor, sobre todo para gobiernos como el nuestro y que hace suya la política genocidas de Estados Unidos y de Israel.
En este sentido, mientras la sociedad guatemalteca, no tome conciencia que estamos delante de un nuevo sistema de represión en contra de los considerados «no humanos», en la mentalidad y la conciencia de la gente, se impulsa por diferentes medios, que todo lo que se había avanzado para desmantelar el Estado criollo corrupto, ha sido una farsa y que por lo tanto, debe someterse a revisión-
Al mismo tiempo, que el mensaje de los grupos represivos y criminales de Guatemala, se aviva la voz, que estas acciones están enfocadas a combatir el terrorismo internacional y por eso se justifica la alianza corrupta y genocida: Guatemala, Estados Unidos e Israel.
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