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El día en que los «tanos» salvaron a Italia

Fuentes: Brecha

Las elecciones en Italia se decidieron a favor de la centroizquierda por muy poca diferencia. En el Senado resultaron decisivos los italianos en el exterior, que votaban por primera vez. Silvio Berlusconi todavía no aceptó la derrota y George W Bush no felicitó a Romano Prodi. Italia sobrevivió a un psicodrama bajo la forma de […]

Las elecciones en Italia se decidieron a favor de la centroizquierda por muy poca diferencia. En el Senado resultaron decisivos los italianos en el exterior, que votaban por primera vez. Silvio Berlusconi todavía no aceptó la derrota y George W Bush no felicitó a Romano Prodi.

Italia sobrevivió a un psicodrama bajo la forma de elecciones. La Unión, la coalición de centroizquierda, al final ganó y su líder, Romano Prodi, gobernará el país. Se impuso a la coalición de derechas en condiciones muy especiales, inesperadas y difíciles. En la Cámara de diputados logró ganar por apenas 25.224 votos (de casi 40 millones), tanto que Silvio Berlusconi pidió un recuento de los mismos y no aceptó aún la derrota, aunque sus aliados no parecen acompañarlo en esta última trinchera. La Unión obtuvo un cómodo premio de mayoría que le otorga 340 escaños contra 277 (347 contra 283 el total) que van a la futura oposición de derechas. Mucho más compleja resultó la situación en el Senado. La derecha triunfó por más de 200 mil votos. Italia tiene un bicameralismo perfecto, pero en el Senado votan sólo los mayores de 25 años. El dato político es que -por primera vez desde los ochenta- los jóvenes volvieron a votar a la izquierda más que los mayores. En la Cámara alta la izquierda logró triunfar sólo gracias a los italianos en el exterior, que la votaron abrumadoramente. Así logró una ajustadísima mayoría de apenas dos escaños. Así, la Unión tiene una cómoda mayoría en una cámara y una ligerísima ventaja en la otra. Romano Prodi intentará gobernar con lo que hay, pero el escenario político que surge es muy complejo.

PSICODRAMA ELECTORAL. El juego del nuevo y tramposo sistema electoral impuesto por Berlusconi -con la esperanza de hacer menos amarga su derrota- se le volvió en contra. Le impidió ganar e hizo que la ventaja que la centroderecha tuvo en votos en el Senado se le perdiera en escaños. A las tres de la tarde del lunes, los «boca de urna» más falaces de la historia daban nueve puntos de ventaja a la centroizquierda (54-45 por ciento). ¡Un triunfo! La explicación que se dio es que a mucha gente le dio vergüenza admitir que seguía votando a Berlusconi. En la tarde pareció claro que la derecha seguía triunfando en todo el norte y en un par de regiones importantes del sur, Apulia y Sicilia. Sin embargo, a la hora de cenar, aunque en la Cámara parecía prevalecer la derecha, ésta había despilfarrado toda su ventaja en el Senado a causa de la ley electoral: apenas le quedaba un senador más que a la izquierda, 154 contra 155. La fiesta de la izquierda se transformaba en drama. Romano Prodi, que había anunciado que hablaría a las 18.30, retrasó cuatro veces su discurso en la Piazza del Popolo de Roma. A la medianoche la Cámara fue asignada a la izquierda por unos pocos miles de votos. A las dos y media de la mañana, aunque aún con dos cámaras con distinta mayoría, Romano Prodi apareció por fin y pudo anunciar un triunfo que tenía gusto a nada. Sin embargo el cuento -y el recuento- no había terminado.

Como en las películas, los buenos -que por supuesto son los de izquierda- habían ganado, luego perdido, vuelto a ganar y a perder. Sin embargo, a última hora, al mediodía del martes, cuando en la ciudadela sitiada de la izquierda ya reinaba la desesperación, llegaron los salvadores. Hablaban lunfardo, brokkolino (el italiano de Nueva York), o el italiano de Australia o de Alemania. Era la primera vez que los italianos emigrados votaban. Ninguneados por la izquierda, que siempre estuvo en contra de otorgarles este derecho, siempre fueron considerados un coto de caza de la derecha fascista. Jamás un prejuicio resultó tan falso. De los seis senadores (y 12 diputados) elegidos en el exterior, cuatro lo fueron por la izquierda, y el independiente argentino Luigi Pallaro votará con la mayoría que así llega a 158 senadores contra 156 de la derecha. Son cinco regalos que los italianos en el exterior le hacen a la izquierda italiana sin que ésta haya hecho nada para merecerlos. Y la salvan. Devuelven la mayoría a Prodi que intentará gobernar la crisis en la cual Italia se precipitó después de cinco años de berlusconismo. El país donde más gente fue a votar fue Argentina (más de 200 mil votos), seguido por Suiza y Alemania con más de 150 mil. Uruguay fue el país con la mayor participación: el 63 por ciento acudió a votar, casi 30 mil personas. El único país en el mundo donde ganó la derecha fue en Estados Unidos.

LOS PLEBEYOS ACOMODADOS. Los números hacen evidente que Berlusconi no fue castigado por las urnas sino por su mala fe. La izquierda, por su parte, no supo ganar y si triunfó fue de casualidad, salvada por los emigrantes que jamás quiso que votaran y jamás hubiese pensado que la votaran.

Es un resultado político que restituye un país dramáticamente dividido. Berlusconi, en esta década negra, en la cual Italia bajó en todas las clasificaciones, en economía, cultura, libertad de prensa, supo interpretar el sagrado egoísmo social de las clases que se reconocen en él. Especialmente en el norte y compactamente en las regiones económicamente más pujantes, Lombardia, Veneto, la izquierda tardará años en recuperarse. El líder de Forza Italia es una anomalía en el sistema político europeo, pero interpreta un modelo económico liberal que no es anómalo. La anomalía es simplemente su manera de obtener un consenso a esta altura consolidado. Interpreta el miedo de su sociedad «plebeya acomodada» -para utilizar un oxímoron eficaz-, miedo de perder sus riquezas, el cortoplacismo de la xenofobia, la desconfianza hacia la solidaridad social, el odio a los impuestos. Aterroriza a los suyos con sus televisores, que son de pantalla chata y de 56 pulgadas, y los tranquiliza con promesas sencillas. En el último debate de la campaña, Berlusconi acusó a Prodi de la blasfemia de querer que los hijos de los obreros sean como los hijos de los profesionales. Muy pocos políticos se hubiesen atrevido a tanto. Sin embargo el Veneto es la región rica del mundo con el más bajo nivel escolar. Hace décadas que el hijo del obrero de ese lugar decidió que no le servía ser doctor para alcanzar un universo de consumos pagables en 12 cuotas sin interés. La izquierda, simplemente, no tiene recetas, no tiene un lenguaje común con este lumpen-proletariado acomodado. Puede moderarse, puede radicalizarse, pero no llega a nada cuando habla de cultura o solidaridad. En cambio Berlusconi, cuando dice que las cosas van bien porque todos en Italia tienen celular último modelo, está diciendo algo tangible, porque todos, especialmente sus electores, pueden comprobarlo en sus propias manos. Y no importa que el resto de Italia sea distinto, que desde Florencia a Nápoles, de Bolonia a Roma la izquierda siga siendo mayoría, y la cultura, la solidaridad, el pacifismo sigan siendo valores fundamentales. El motor de Italia sigue siendo el norte, y la izquierda sólo puede lograr triunfos parciales, o casuales, como este último. Que sin embargo no es poco, si se logró derrotar a Berlusconi.

LOS DATOS POLÍTICOS. En las dos coaliciones hubo modificaciones diferentes. Berlusconi, logrando que toda la contienda fuera focalizada sobre su persona, logró que su partido quedara primero en el país. Sus aliados sufrieron, pero el general buen resultado de la derecha hizo que mantuvieran sus posiciones: Forza Italia tiene el 23,7 por ciento, Alianza Nacional el 12,3, los centristas de la udc el 6,8 y la Liga Norte el 4,6 por ciento. En la izquierda los movimientos son más interesantes. Hay un general fortalecimiento de la parte radical. Los dos partidos comunistas y los verdes superan en conjunto el 10 por ciento en la Cámara y el 11,5 en el Senado. Hay una área antagonista, aún fragmentada, del 15 por ciento que ahora llega a la difícil prueba de gobernar. Sufren las fuerzas grandes de la coalición. Los Democráticos de Izquierda y los católicos progresistas de la Margherita se presentaban juntos en la Cámara y divididos en el Senado. En la primera anduvieron muy bien, con el 31,3 por ciento. En la segunda los ds se quedaron en el 17,5 y los aliados en el 10,7 por ciento. Los puntos que faltan son la medida de la aceleración hacia el partido único de la izquierda moderada. Prodi ya anunció que las dos fuerzas formarán grupos parlamentarios únicos. Todas las fuerzas coaligadas contribuyeron a sumar los 19.001.684 votos que permitieron superar en un 0,07 por ciento a la derecha, que quedó en 18.976.460. Prodi tiene por delante el dificilísimo objetivo de cohesionar una mayoría que en el Senado cuenta con una ventaja mínima.

Berlusconi, en pos de quedar en el centro del cuadro político, ya propuso una gran coalición inspirada en el modelo alemán. Prodi y sus aliados la rechazaron rotundamente. El primer objetivo -aún antes de formar gobierno- es la elección del nuevo presidente de la república. Los siete años de Carlo Azeglio Ciampi vencen en los primeros días de mayo. El anciano (86 años) pero respetadísimo presidente se declaró contrario a permanecer en su cargo. Sin embargo para la centroizquierda una confirmación de Ciampi sería la solución más sencilla.