Entre los vaqueros del oeste y los banqueros de Manhattan no hay mucha diferencia. Apenas, una distancia en años. Y un novedoso uso de las armas. Ayer, era el duro pistoletazo que aturde el desierto, como dice Jorge Luis Borges; hoy, la presión y el chantaje orientados a doblegar voluntades. Pero la esencia, es la […]
Entre los vaqueros del oeste y los banqueros de Manhattan no hay mucha diferencia. Apenas, una distancia en años. Y un novedoso uso de las armas. Ayer, era el duro pistoletazo que aturde el desierto, como dice Jorge Luis Borges; hoy, la presión y el chantaje orientados a doblegar voluntades. Pero la esencia, es la misma. Se parece tanto como una gota de agua, a otra del mismo líquido elemento. Tras dudas formales, está la garra de los conquistadores de siempre, la mano del Imperio.
Esto se pudo comprobar el pasado 6 de agosto en esta Lima arisca y húmeda, en la que los gobernantes de turno se sienten como los virreyes de antaño y añoran los tiempos en los que ponían Calesas para transportar a los visitantes ilustres, como el señor John Bolton, que arribó a ésta en el más estricto secreto, y apareció de pronto en los salones deslumbrantes de Torre Tagle para dictar sus disposiciones en torno al tema de moda: la Venezuela Bolivariana. Poco antes, claro, fue recibido «por todo lo alto» por el Presidente Vizcarra, quien no perdió la ocasión de remitirle sus «parabienes» al señor Donald Trump Después de todo, necesitará que el Mandatario yanqui no le baje el dedo, para no ser «vacado» como «por lo bajo» trama la Mafia apro-fujimorista.
Este señor, John Bolton, es, como se sabe, uno de los panegiristas de la Guerra contra la Venezuela de hoy. Y la promueve desde sus altas funciones de Poder a la usanza de los viejos halcones del Pentágono, esos que en los años 60 aseguraba que Cuba era un portaaviones soviético en el Caribe y querían hundir a la isla en el mar. Hoy, éste Bolton ha dado rienda suelta a su agresividad manifiesta; y ha dicho que la patria del Libertador, es un «estado canalla».
Noam Chomsky en un libro suyo que lleva ese título, alude con amplitud al tema. Y se remonta a los años en los que la expresión fue acuñada por Ronald Reagan, primero y Bill Clinton después para referirse a Irán, Irak y otros países que resistían la ofensiva norteamericana en Medio Oriente. La expresión señalaba de modo genérico a Estados en los que se producían arnas de destrucción masiva, se violaban derechos humanos, no se respetaban libertades fundamentales y el pueblo vivía adormecido por una dictadura siniestra que lo maniataba, y le impedía reaccionar.
Bien mirada la cosa -también lo dice Chomsky- ese uso «bien cabe a los Estados Unidos por el rol asumido luego de la Segunda Guerra Mundial, durante toda la Guerra Fría y su posterior aparición como potencia gendarme del mundo una vez desaparecido el bloque socialista; no solamente por su actual accionar contra la República Bolivariana de Venezuela sino por todo lo que el imperialismo norteamericano viene realizando desde el siglo pasado hasta el presente».
Eso es, precisamente, lo que hacen los Estados Unidos de Norteamérica en el mundo de hoy. Tienen un comportamiento ruin y despreciable, sinónimos ambos que la Real Academia de la Lengua adjudica a las personas que puede considerar «canallas»: Incursionan en otros países, matan por doquier, intimidan a los pueblos, saquean los recursos de las naciones y llevan la guerra a los más lejanos cofines. Y producen, a su antojo, armas de destrucción masiva.
Desde esta óptica, Estados Unidos es, sin duda, un Estado Canalla. Y lo es aún más si se tiene en cuenta que presiona a los gobiernos de nuestros países para que actúen contra sus propios pueblos y otros hermanos. Esa es la esencia del Neo Liberalismo, que lleva como Buque Insignia de uno a otro confín.
Estados Unidos busca que Bolsonaro extermine a las poblaciones originarias y acabe con la Amazonía; que Duque, en Colombia, termine para siempre con los acuerdos de paz, e instaure nuevamente la guerra; que Nicaragua renuncie a las conquistas de su pueblo; y que Cuba vuelve a ser un lujoso Naith Club en el Caribe. Y quiere, por cierto que en el Perú se imponga la voluntad de las Grandes Corporaciones y que el cobre, petróleo y el gas sean patrimonio de los consorcios que todos conocen.
De ese modo, el Estado Peruano bien puede convertirse en un Estado Canalla si además de agredir a la Venezuela Bolivariana como lo viene haciendo, da la espalda a los peruanos, entregua el Valle de Tambo a la Southern y usa la fuerza para imponer a sangre y fuego una ley que nadie acepta: el capricho del Gran Capital.
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