Traducido por Carlos Valmaseda
Sobre el fondo de los países postsoviéticos la vida política de Ucrania aparece como un variopinto baile de máscaras con numerosos participantes. El historiador Mikhail Piskunov cree que los motivos de esto se deben buscar en las particularidades del proceso de privatización en Ucrania y los cambios bruscos de circunstancias en las luchas de los grupos político-económicos.
En la lista de países que formaban el núcleo social y económico de la Unión Soviética (Bielorusia, Kazajstán, Rusia, Ucrania), Ucrania se distingue vivamente por la inusual riqueza de su vida política interna. Esta diversidad sobre un fondo de triste «estabilidad» política de los otros estados mencionados causa sorpresa: ¿Cuales son las fuerzas motrices en el teatro político ucraniano y sería posible conjeturar su futuro próximo?
Desde fuera la política ucraniana se ve como una fabulosa mascarada con numerosos actores internos y externos que en función de las circunstancias cambian su color ideológico con más velocidad que la que los espectadores pueden advertir. Desesperados de entender en detalle este caleidoscopio, mucha gente, incluyendo a muchos ucranianos, prefiere rendirse a la voluntad de las olas ideológicas y escoger el foco más simple de visión: el étnico, que tiene la propiedad atractiva de no exigir pensamientos adicionales y se centra directamente en la acción, y todos los conflictos se explican por el mismo hecho de la presencia de diversos grupos étnicos. En este artículo voy a actuar de otra forma: intentaré explicar la historia política reciente de Ucrania a través de los intereses y las luchas fundamentales de los grupos económico-políticos ucranianos.
El motivo de la originalidad de la política ucraniana hay que buscarlo, desde mi punto de vista, en cómo se produjo en Ucrania la privatización de la economía soviética. Este proceso que para todas las sociedades postsoviéticas contemporáneas tiene un significado fundamental, ha determinado la especificidad del proceso resultante de las formas políticas. A diferencia de la rusa, la privatización ucraniana en los 90 tuvo un carácter mucho menos «ininterrumpido». Salido del cuerpo directivo soviético, Leonid Kuchma, a juzgar por todos, no vió un gran sentido ideológico a la total privatización del legado soviético, en oposición al equipo reformador de Gaidar. Si el régimen de Yeltsin es llamado a menudo «familiar», en un grado aún mayor esta característica se justifica para el régimen de Kuchma. La privatización durante el gobierno de Kuchma tomó la expresión de un carácter «familiar»: el jefe del estado ayudó en la medida de lo posible a sus parientes y gente cercana a recibir algunos activos y encargos estatales «sabrosos»(1). De esta forma consiguió su fortuna el hombre más rico de Ucrania de aquel tiempo: el cuñado del presidente Viktor Pinchuk.
Es necesario advertir que por la coyuntura del mercado mundial en el último decenio del siglo XX una gran parte de la producción industrial en los países del antiguo bloque soviético no pudo ser una fuente para la acumulación de capital -más bien al contrario, los gigantes industriales soviéticos exigían grandes inversiones iniciales-. En consecuencia, en los años 90 el segmento ucraniano de la industria soviética, compuesto principalmente de construcción de maquinaria y metalurgia con sus complejas cadenas de producción, interesó poco a los futuros oligarcas. Una feliz excepción fue el sector energético de combustibles soviético y la garantía de su vínculo con la red de transportes estatal.
El gas ruso transportado a Europa a través de los gasoductos ucranianos y bielorusos fue para los tres países un verdadero «Camino de la vida» [La ruta que cruzaba el lago Ladoga para aprovisionar a Leningrado durante la IIª Guerra Mundial, Nota del tr.]. En el caso de Ucrania este gas permitió a los funcionarios y empresarios que participaban en su transporte monetizar sus cargos oficiales y contratos con grandes beneficios para ellos. Las circunstancias particulares de esta «monetización» se las dejo a los juristas, advierto solo del hecho que la mayor parte de la gente que más tarde se convertirían en oligarcas ucranianos hicieron su fortuna precisamente en el tránsito del gas ruso (2). Y cuando la coyuntura mundial, sobre todo el precio de los metales, cambió a principios de los 2000, a este dinero «de los combustibles y la energía» le acompañó la «gran privatización» en el curso de la cual fueron privatizadas finalmente las grandes empresas industriales ucranianas. De esta forma, solo a finales del segundo mandato presidencial de Kuchma se puede hablar de la sistematización final por todo el país de los clanes oligárquicos financiero-industriales firmemente vinculados al estado ucraniano. Y la mayor parte de la privatización de la década del 2000 de industrias ucranianas se produjo en beneficio de estos clanes. Así, a diferencia de Rusia, la participación del sector estatal en la economía ucraniana disminuyó cada año hasta la crisis de 2008, cuando este declive se detuvo debido al colapso de la industria ucraniana.
Lo específico de cualquier sociedad postsoviética que no tuvo tiempo en los años de la privatización de deshacerse de su industria es que, tras alcanzar un cierto «suelo» de descomposición socioeconómica del proceso de privatización, es reemplazado por la concentración: los grandes empresarios empiezan literalmente a pedazos a reunir empresas diversas en enormes holdings, restaurando bajo su techo la cadena de producción soviética rota. Así sucedió en Rusia a finales de los noventa, y lo mismo sucedió en Ucrania en los 2000. Sin embargo, la concentración de empresas ucraniana, a diferencia de la rusa, apenas fortaleció al estado ucraniano, al contrario, llevó a una creciente regionalización del país. Como en Rusia, la concentración se produjo en torno a los propietarios de las grandes empresas soviéticas históricas. La columna vertebral de la economía ucraniana y productos clave de las exportaciones ucranianas son la construcción de maquinaria y la metalurgia. Y las principales empresas de estas industrias se concentran básicamente en las regiones de Dnepopetrovsk y Donetsk. Por eso no sorprende que estas regiones en los años 2012-13 aportasen al PIB ucraniano unos ingresos importantes -10,14 y 11,7 por ciento respectivamente-; además su participación en las exportaciones, que trae al país las tan necesarias divisas, es respectivamente de un 14,18 y un 17,82 por ciento. Solo la ciudad de Kiev aporta más que ellos al PIB (18,89% del PIB y 22,15% de las exportaciones), lo que no es sorprendente para la capital de un país sucesora de la centralizada desde arriba Unión Soviética. Sin embargo, al mismo tiempo Kiev absorbió el 42,38% de las importaciones ucranianas, por lo que difícilmente se la puede considerar una región productiva de la economía ucraniana. (3)
En principio, para nadie es un secreto que las regiones del Sud-Este ucranianas constituyen cerca de la mitad de la población del país (aproximadamente 20 millones de personas), y en ellas se encuentra gran parte de la economía productiva del país (más del 45% del PIB), de su producción se forman básicamente las exportaciones ucranianas (más del 55% de las exportaciones). La propaganda gubernamental rusa y la propaganda prorusa en Ucrania no es la primera vez que especula sobre esta particular geografía económica ucraniana, presentando la crisis política permanente del país como resultado de la confrontación cultural entre regiones-donantes «prorusas» y regiones-dependientes «banderistas». Sin embargo, la confrontación política real en Ucrania del último decenio no tiene nada que ver con una «guerra cultural». Los puestos en el gobierno y los activos económicos los comparten gentes de la misma macroregión: el Sud-Este. Y el contenido real de esta lucha política no es el Oeste contra el Este, sino el clan oligárquico-funcionarial de Dniepopetrovsk contra el de Donetsk.
Si sobre el clan de Donetsk los esfuerzos propagandísticos de todas las partes hablan continuamente, el clan de Dnepopetrovsk es como si se hubiese disuelto en una siniestra sombra «banderista». Pero la biografía de todo el pool de políticos ucranianos de una forma u otra está relacionada con Dnepopetrovsk. Citaré algunos hechos biográficos y haré un pequeño excurso a la historia de las luchas entre clanes en el Olimpo político ucraniano.
El nativo de esta ciudad más poderoso en la historia reciente del país fue el primer presidente de Ucrania Leonid Kuchma. Él abrió el acceso a la política nacional a muchos de sus paisanos, pero él mismo, al parecer, intentó quedar en una situación «por encima de la pelea» entre los diversos clanes, centrándose más en su «familia». Esta «familia», encabezada por el ya citado Viktor Pinchuk, formalmente también es parte del clan de Dnepopetrovsk, pero es más bien la parte lealista, por su presencia en el poder lista al compromiso. Esto quedó meridianamente claro a finales del segundo mandato de Kuchma, lo que queda marcado por la unión del presidente con el clan de Donetsk, cuyo representante, Viktor Yanukovich, se convirtió en su sucesor. La unión se selló con la privatización de «Krivorozhstal»: este gigante soviético, subestimado su precio por mucho (800 millones de dólares contra un precio de mercado de 5 millardos), fue a manos de Rinat Akhmetov (del Donetsk) y de Pinchuk («la familia»). Más tarde el clan de Dnepopetrovsk (su parte antikuchma) como resultado del primer Maidán consiguió arruinar los planes del presidente y restablecer su posición en el poder. Y «Krivorozhstal» como resultado de un ruidoso proceso fue reprivatizado a precios de mercado en casi 5 millardos y pasó a formar parte del imperio del acero del hindú Lakshmi Mittal.
Después de Kuchma la segunda oriunda de Dniepopetrovsk más conocida es, naturalmente, Yulia Timoshenko. Su biografía es más o menos conocida por estar adjunta al expediente judicial de Yulia Vladimirovna -especialmente aquella parte relacionada con otro nativo de Dnepopetrovsk, Pablo Lazarenko-. Este último en los años 1996-1997 encabezó el gobierno ucraniano y esto hizo posible diversos esquemas en la sombra de comercio y tránsito de recursos energéticos, que aportaron importantes capitales al clan de Dnepopetrovsk. Es algo menos conocido que el expresidente provisional de Ucrania Aleksandr Turchinov, quien a finales de los ochenta dirigía el departamento de agitación y propaganda del comité regional del Komsomol de Dnepopetrovsk, en 1992 dirigió el comité para la privatización en la administración de la región de Dnepopetrovsk y también estuvo relacionado con Pablo Lazarenko.
Los oligarcas más conocidos de Dnepopetrovsk son Gennadi Bogoliubov y Igor Kolomoyski. Durante mucho tiempo estuvo relacionado con ellos el imperio mediático de Sergey Tigipko, quien en los 2000 gravitaba más bien en torno a la «familia» y al clan de Donetsk. Hay que advertir además que hasta el segundo Maidán y los acontecimientos que le siguieron estos oligarcas opositores eran más bien la «rama juvenil» del clan de Dnepopetrovsk en el momento en que sus representantes «mayores» (Lazarenko, Timoshenko, Turchinov) prefirieron a los negocios su participación directa en la política ucraniana.
Ahora hablaremos un poco del estado ucraniano, de su aparato burocrático. Para los estados postsoviéticos que han sufrido la privatización se puede extraer una ley empírica parecida a la que siguen en su política: en lugar de la liberalización económica se refuerza el papel del estado en la administración económica. Esto se produce, quizá, porque la estructura del complejo industrial soviético es tal que la simple concentración corporativa de empresas en el marco de un grupo financiero-industrial para un funcionamiento coherente no basta. Una continuación lógica de la concentración en el nuevo nivel es la intervención directa del estado en el mecanismo económico, vinculando a cientos de cadenas industriales con la voluntad política del estado que, de esta forma, funcionalmente adopta una forma «cuasisoviética».
Accidentalmente llamamos al proceso de realización de esta ley «putinización» -accidentalmente porque en Bielorusia lo llevó a cabo Lukashenko mucho antes y con mucho más éxito relativo que el que consiguió Putin en Rusia-. De que la «putinización», como mínimo, es adecuada para los retos con que se enfrenta la industria en los países postsoviéticos (independientemente de cómo la valoramos políticamente) se puede convencer uno fácilmente si en los materiales de Bielorusia, Rusia y Ucrania vemos el nivel de crecimiento del PIB en el último decenio y su relación a los de 1990. Teniendo en cuenta la crisis de 2008 el PIB de Ucrania en 2005-2012 creció un 13,7%, el de Rusia un 35,8%, y el de Bielorusia un 66,4%. Además en 2013 el PIB ucraniano era solo de un 69,4% en relación al año 1990 (en 2008, antes de la crisis, esta cifra era un poco mejor, un 74,2%). Esta diferencia no se puede reducir a las rentas de los beneficios del gas y el petróleo porque tanto Ucrania como Bielorusia participan por igual en la cuenta del tránsito de las preferencias de las exportaciones de gas y petróleo rusos. Creo que el motivo del fracaso económico ucraniano en relación a sus vecinos es justamente que su economía se encuentra fragmentada en el marco de clanes regionales y no está protegida a nivel nacional por la administración paternalista de su estado.
¿Por qué el estado ucraniano, remanente de la centralización a la soviética y necesario para la vida del país, sin embargo no puede consolidarse y poner bajo su control a los grupos oligárquicos combinando los intereses de unos y otros? La respuesta a esta pregunta subyace en dos planos. En primer lugar, el aparato coercitivo del estado ucraniano en dos décadas y media de existencia bajo su nueva forma ha sido extraordinariamente débil. Y no se trata de la debilidad técnica y de cualificación de las fuerzas de seguridad ucranianas -heredado de la URSS, Ucrania recibió un aparato estatal de fuerzas coercitivas ejemplar y el más poderoso complejo militar-industrial-. Creo que el motivo de que en algún aspecto el ejército ucraniano, la policía y las fuerzas especiales se hayan convertido solo en otro medio de monetización de los puestos públicos se plasma en su deslealtad a los dirigentes del estado ucraniano, en la falta de determinación para usar la fuerza e ir hasta el final en interés de sus patrones. Aquí es necesario intentar imaginar la psicología de los agentes y jefes de las fuerzas de orden público que incluso entre los aparatos burocráticos son un estrato separado. Aislados de la sociedad, son carne de la carne del estado, que no solo es la fuente principal de subsistencia sino también el prisma a través del cual ven el mundo. Para los oficiales ucranianos educados en la tradición soviética de patriotismo de estado (y esta tradición en las paredes de las escuelas militares difícilmente desapareció con la muerte de la URSS) el estado ucraniano, desgarrado por interminables luchas de clanes hostiles por el derecho a controlar los ingresos relacionados con el gobierno central, está infinitamente lejos de la imagen tan querida por ellos de un Padre-Estado abstracto, que tutela y defiende a sus ciudadanos-hijos. Por un estado así es difícil matar a alguien y aún más difícil morir por él. No sorprende que desde el principio de la guerra civil en el Donbás una gran cantidad de agentes ucranianos decidieron sin acuerdo previo sabotear las órdenes de sus jefes de Kiev.
Otra parte de la respuesta a la pregunta sobre los motivos de la debilidad relativa del estado ucraniano se encuentra en el conflicto de intereses de los grupos oligárquicos ucranianos. El estado simplemente no puede unir a su alrededor a todos los oligarcas si sus aspiraciones comerciales son opuestas. Ilustraré la diversidad de la estructura de la economía ucraniana de exportaciones y la dinámica de su cambio en los últimos dos decenios. Inmediatamente después de la independencia los principales socios comerciales del país eran, naturalmente, las antiguas repúblicas soviéticas -básicamente la Federación Rusa y Bielorusia-. Pasados unos años de la independencia la competencia a estos mercados fue cada vez más formar parte del mercado de la UE. Si en el año 1996 más del 40% del comercio exterior del país era con la FR y cerca del 20% con países de la UE, en el año 2006 estas cifras eran un 27 y un 30 por ciento respectivamente. (4) La crisis subsiguiente mantuvo la estructura de las exportaciones aproximadamente en el mismo nivel, pero la tendencia desfavorable para el mercado ruso no ha desaparecido. En consecuencia, para los oligarcas y los hombres de negocios, orientados a mercados diferentes, a menudo hostiles entre ellos, la cuestión de los bloques de política exterior y de la dirección de la integración económica no es algo futil. Y cumplir con los intereses tan diversos entre varios grupos de poder es algo que el estado ucraniano simplemente no puede asegurar. En esta clave es significativo que la chispa que inició el segundo Maidán fue la interrupción de la firma de acuerdo económico con la UE, que por si misma en el plano de la eurointegración no garantiza nada para Ucrania. (5)
Sin embargo, no se puede decir que no se haya mostrado en el funcionamiento del estado ucraniano una tendencia a la «putinización». Al contrario, la crisis política incesante del último decenio y medio muestra de forma clara que bajo el poder de uno u otro clan el estado ucraniano intenta al máximo reforzar su rol y en el proceso de este intento se crean las condiciones para que el poder estatal se derrumbe -es interesante que ni el Maidán uno fue organizado por la oposición por sí misma y llegó a existir por iniciativas ofensivas de Kiev-. Ya Kuchma en el final de su mandato pensó que era posible, apoyándose en la «familia», romper el clan de Dnepopetrovsk, cooperar con el clan de Donetsk e incluso hablar de la posibilidad de revisar los resultados de la privatización.6 Como consecuencia de este primer Maidán se restableció el equilibrio en el poder ucraniano.
Sin embargo, pasado un año ya en el nuevo régimen este equilibrio de fuerzas entre el estado y los intereses momentáneos de los clanes resulto de nuevo roto en relación a la actuación de Yulia Timoshenko. Es significativo que tras la reprivatización de Krivorozhstal según condiciones de mercado, Timoshenko puso después orden en la legislación sobre privatizaciones del país haciendo la ejecución de este procedimiento un poco menos corrupta. Esto demostró de hecho su disposición a ser una «Putin con faldas». Como respuesta se produjo, naturalmente, la más cómica de todas las crisis políticas ucranianas, cuando la parte proYushenko de la «coalición naranja» junto con «los de Donetsk» desplazó a la excesivamente indenpendiente primera ministra de su alto puesto. Finalmente, tras 2010, habiendo esperado su revancha Yanukovich durante algunos años, estuvo más cerca que todos sus predecesores en unir en torno al estado ucraniano a todos los clanes oligárquicos más importantes del país, y bajo la forma ordinaria postsoviética de una semidictadura felizmente «se metamorfoseo en crisálida».
Indirectamente, el fortalecimiento del rol del centro durante el régimen de Yanukovich muestra la escala aumentada de la corrupción en Ucrania -en las realidades postsoviéticas la corrupción a su máximo nivel es una muestra directa de la centralización del poder-. Durante un tiempo relativamente largo pudo apoyarse en el clan de Donetsk, tiende al conformismo parte de los de Dnepopetrovsk y también aquella facción de la gran empresa que se beneficiaba de la estabilidad del régimen. Pero, como sabemos, la fortuna le fue infiel. La coalición del Partido de las Regiones resultó demasiado frágil, incluido por el hecho de que una parte significativa usaba el término de la revolución francesa, «pantano» -hombres de negocios cuya lealtad a cualquier régimen ucraniano se da solo mientras sea un éxito político. El tamaño del «pantano» político ucraniano lo muestra el hecho de que no menos de cien diputados de la Rada Suprema votaron por la destitución de Yanukovich en febrero de este año, al mismo tiempo que votaron por sus «leyes sobre la dictadura» en enero.
Finalmente, antes de poner fin a este texto, es necesario detenerse en el lugar del nacionalismo ucraniano en este sistema. El nacionalismo histórico ucraniano era una ideología de los intelectuales disidentes ucranianos soviéticos, principalmente kievitas. A finales de los 80 principio de los 90 en la ola de la Perestroika, durante un corto periodo de tiempo fue el top de la política ucraniana, pero luego, hasta el principio de la década del 2000, quedó como un fenómeno básicamente marginal, utilizado por las autoridades de tanto en tanto. El segundo nacimiento del nacionalismo ucraniano se produjo después de que la lucha entre los clanes de Donetsk y Dnepopetrovsk emergiese como un elemento fundamental de la política ucraniana. En este sistema el nacionalismo se confirmó, de hecho, como la ideología fundamente de oposición de los políticos de «Donetsk» y los empresarios, quienes, a su vez, en virtud de la estructura económica y social soviética de su región estaba orientados ideológicamente más bien a un paternalismo pseudosoviético.
Bajo la forma de nacional-liberalismo el nacionalismo ucraniano volvió a la gran política ya en el primer Maidán, sin embargo, en general, lo correcto de la política de Yushenko hizo esta vuelta bastante corta. El segundo retorno del nacionalismo ucraniano ya con formas mucho más brutales empezó a finales del año 2010, cuando los de Donetsk de nuevo se hicieron con el timón del poder estatal ucraniano. Entonces el reformado partido ultraderechista Svoboda [Libertad] inesperadamente empezó su gradual marcha electoral de Lvov y Ternopol a Kiev, y los oligarcas del clan de Dnepopetrovsk, sobre todo Igor Kolomoyski, se encargaron del mantenimiento de aquellas organizaciones fascistas ucranianas que en 2014 forman el núcleo del «Sector de Derechas». El Partido de las Regiones, como se ha mencionado varias veces, durante un cierto tiempo le fue favorable la existencia de los nacionalistas en la arena política, porque esto le permitía movilizar a su electorado, e incluso dividía al electorado «naranja».
Sin embargo la práctica de este año ha demostrado que los de Dnepopetrovsk, alzando la bandera nacional-liberal, fueron capaces de aplastar bajo su peso a los nacionalistas, lo que los de Donetsk no esperaban de ellos. En esencia, el triunvirato de Maidán, Klichko, Tiagnibok y Yatseniuk reunieron contra Yanukovich a Lvov, Kiev y Dnepopetrovsk con un evidente dominio político del último. Y no es casualidad que en el curso de la guerra civil en el Donbás el centro político y militar de la ATO no esté en las regiones occidentales y ni siquiera en Kiev, donde formalmente se encuentra el mando del ejército ucraniano, sino en Dnepopetrovsk, donde con el apoyo directo del nombrado gobernador Igor Kolomoyski se ha formado la asociación de voluntarios más capaz militarmente del nuevo régimen.
¿Cuales son las perspectivas de nuevo régimen ucraniano? Arriba ya indicamos que la tendencia a la «putinización» de Ucrania en los últimos 15 años nunca cesó su actividad. Ni el Maidán uno consiguió detenerla, como máximo retrasarla por un par de años. Además la dialéctica del desarrollo social es tal que incluso la más radical democracia directa puede en unos pocos meses convertirse en la dictadura de una minoría. Es lo que sucedió en el segundo Maidán sobre el fondo de la guerra civil en curso y la oculta intervención rusa.
La conducción de la guerra exige centralización y mando único. A su vez el grado de dureza de las partes hace apremiante la perspectiva de la expropiación de la propiedad del que pierda, lo que a su vez fuerza a la lealtad de los clanes al estado ucraniano, reuniéndose a su alrededor. Es necesario advertir que el estado no se confina a la figura de su líder, en nuestro caso el presidente Petro Poroshenko. Es una ironía del destino que el oligarca Poroshenko, salido del clan de Kiev SDPU(o), esté atado de pies y manos, por un lado, a los de Dnepopetrovsk en puestos gubernamentales clave y por otra a los nacionalistas que ocupan el aparato coercitivo ucraniano. Por cierto, la saturación de este último por cuadros nacionalísticamente motivados permite, finalmente, superar al estado ucraniano la notoria impotencia de su aparato coercitivo.
En líneas generales, Poroshenko o cede a su agresivo entorno, o será de una u otra forma cambiado por una persona más leal a los intereses del clan de Dnepopetrovsk. Y los intereses son tales que una tregua en un plano de igualdad en ningún caso se puede concluir porque esto 1) destruye la estructura de un estado consolidado con tanto trabajo por los de Dnepopetrovsk en favor de sus intereses 2) crea las condiciones para un nuevo regreso de los de Donetsk al poder, esto es, devuelve a Ucrania a la situación posterior a 2005.
Al mismo tiempo, y de forma paradójica, la «putinización», aunque no por la posición del nacionalismo ucraniano sino por la posición del paternalismo cuasisoviético, dirige y fortalece las milicias del Donbás. Los intereses de la guerra, la orientación hacia Rusia y la ausencia del apoyo explícito a los «separatistas» de los oligarcas del Donbás los empuja a construir formas estatales en las cuales el rol de la dirección política directa del mecanismo económico sería extremadamente alto. La esquizofrenia colectiva de los líderes de las «repúblicas populares» en relación a la nacionalización de las propiedades de Akhmetov confirma indirectamente esta tesis. La firma de una tregua en las condiciones de federalización tampoco es beneficiosa para estos líderes porque en este caso la importancia política de sus fuerzas armadas se verá reducida y caerán bajo la influencia de los oligarcas de Donetsk -en primer lugar de Akhmetov-.
Al mismo tiempo, si la guerra continua y los «separatistas» sobreviven las próximas semanas la ofensiva general del ejército ucraniano en el Donbás, en las condiciones de desmoralización de las tropas lealistas un escenario de contraataque de las fuerzas de las milicias en el oeste ya no sería una fantasía. En el caso de éxitos militares de las milicias, empezarán a pasarse a su lado los empresarios de Donetsk y Dnepopetrovsk (el «pantano»), lo que hace la configuración política de las «repúblicas populares» más respetables, pero difícilmente cambiará el acento paternalista del rol activo del aparato estatal en la dirección económica.
De esta forma, a partir de la estructura económica y política de Ucrania se pueden imaginar dos escenarios a corto plazo: en caso de continuación de la guerra, «putinización» de una u otra forma o el regreso a una confrontación tras las bambalinas entre los clanes de Donetsk y Dnepopetrovsk en caso de federalización. No es difícil advertir que a lo largo de este artículo no he mencionado ni una vez a las masas populares ucranianas como una entidad política independiente del país. No es casualidad. Aunque el Maidán como institución implica la democracia directa popular, la atomización de los ucranianos ordinarios y su incapacidad para defender sus intereses colectivos hacen que en el Maidán, en las elecciones y en los referéndums sean comparsas en manos de grupos oligárquico-estatales más organizados y conscientes. Mientras no aparezca una organización propia de los trabajadores de Ucrania, que exprese sus intereses y no los intereses de la «nación», el «Sud-Este» o el estado, un escenario democrático en la vida política del país no puede ser llevado a cabo.
Notas
1 Privatización en Ucrania. Nota // Otechestvennye zapiski. 2007. Nº 1 [Приватизация в Украине. Справка // Отечественные записки. 2007. №1]
2 Oslund A. Ослунд А. Oligarquía comparativa: Rusia, Ucrania y los EEUU // Otechestvennye zapiski. 2005. №1 [Сравнительная олигархия: Россия, Украина и США // Отечественные записки. 2005. №1]
3 Aquí y en adelante las cifras del PIB se han tomado del artículo sobre economía de Ucrania en Wikipedia, que a su vez se basa en materiales del Servicio Estatal de Estadísticas de Ucrania.
4 Movchan M., Sysenko N. Entre los mercados de Rusia y la UE //Otechestvennye zapiski. 2007. Nº 1 [Мовчан М., Сысенко Н. Между рынками России и ЕС // Отечественные записки. 2007. №1.]
5 Sería un gran error considerar a partir de los patrones de «guerras culturales» sugeridos que Dnepopetrovsk (o incluso en general el «Oeste» del país) está por Europa al tiempo que Donbás por Rusia. Precisamente para las industrias metalúrgicas y químicas ucranianas, una parte significativa de las cuales se encuentran en las regiones de Donetsk y Lugansk, Rusia es un país competidor en los mercados europeos de metales y fertilizantes. Y estas fábricas a su vez están vinculadas a las conocidas minas de carbón del Donbás. Al mismo tiempo el segundo producto de exportación ucraniano -las máquinas herramienta de las regiones de Dnepopetrovsk, Zaporozhe y Kharkov- también en tiempos soviéticos estuvo vinculado industrialmente con el mercado ruso. En relación con esto es especialmente intrigante el hecho de que el complejo militar-industrial soviético de Ucrania, situado en la parte oriental del país, en los últimos dos decenios sobrevivió gracias a los encargos del ministerio ruso de defensa -correspondientemente, los competidores de la fábrica de tractores de Kharkov en el campo de construcción de tanques de la fábrica de Nizhni Tagil «Uralvagonzavoda» están interesados como nadie en la derrota de la «Primavera rusa» en el Donbás, en la victoria del gobierno de Kiev y en la máxima ruptura de relaciones entre Rusia y Ucrania.
6 Privatización en Ucrania. Nota // Otechestvennye zapiski. 2007. Nº 1 [Приватизация в Украине. Справка // Отечественные записки. 2007. №1]
Fuente: http://anticapitalist.ru/