¿Más horas respecto a qué? El título de la portada del FT del 4 de Agosto sobre el Informe del FMI de la coyuntura económica europea, comentado días atrás, supone la referencia al supuesto éxito del modelo neoliberal de los EE.UU.
Y evidentemente el comentario sobre ese informe «técnico», que hacíamos en otro articulo (1), requiere su complemento con un breve resumen de cómo es el modelo estadounidense, tan reverenciado por lideres políticos y financieros de nuestro entorno como nuestra meta a alcanzar y paradigma de una globalización supuestamente feliz.
Ilustres plumas académicas y mediáticas podrían instruir a nuestros lideres de las incongruencias del FMI cuando predica para los demás lo que no exige a su socio principal. Por eso, no vamos a entretenernos en el llamamiento del FMI a la disciplina presupuestaria de los países europeos, en su reproche encubierto al incumplimiento del Pacto de Estabilidad por parte de Francia, Alemania, Grecia y Holanda, cuando su principal accionista, los EE.UU. mantienen un descomunal déficit presupuestario y de la balanza de pagos exteriores, en perjuicio de los demás países del sistema global basado en el dólar, aunque eso sí: en beneficio de todas clases acomodadas del mundo que invierten «sus ahorros» en los bonos del Tesoro estadounidense y disfrutan de los paraísos fiscales extraterritoriales.
Como reseñamos en el articulo previo, el Informe del FMI hace hincapié en la urgencia para los países de la eurozona, como España, de acelerar el crecimiento económico conjunto que situaba en el 2%, mediante la «incentivación del trabajo», es decir, aumentando las horas anuales trabajadas, recortando prestaciones de desempleo y de jubilación, con la finalidad de aumentar «la utilización del trabajo» para reducir el desempleo como apuntan que ha sucedido en los EE.UU., aplicando más medidas de liberalización y desregulación, es decir: la inacabable reforma laboral que se inició ya hace décadas.
Sin embargo, estos últimos años ya sabemos que el modelo USA se ha desarrollado según el pensamiento neoconservador que, tras el acceso al poder allá en Washington, generó la globalización neoliberal impulsado por las organizaciones económicas internacionales y apoyado en las nuevas tecnologías: la doctrina de que el mercado es el supremo regulador de la economía y de la vida social. Y también sabemos hoy que esta doctrina fundamentalista sirve de referencia para el FMI y, en concreto, para la evaluación en el informe de Agosto sobre la coyuntura de la economía europea.
Porque, contrariamente a quienes aún siguen pensando que la globalización es un producto natural del desarrollo de las telecomunicaciones y del transporte en el mundo producido en las últimas décadas, como nos contaba el profesor Anthony Giddens, promotor de la tercera vía de Blair desde la London School of Economics, muchos estudios concienzudos y análisis muy solventes nos han venido demostrando que el modelo de globalización neoliberal con trágicas consecuencias para la humanidad, como la guerra de Irak y Palestina, es el resultado de determinadas políticas que jamás pasaron por las urnas de ningún país, a excepción claro está de los EE.UU.
Un autor poco conocido entre nosotros, Will Hutton, ex Director del periódico británico The Observer ha expuesto, con documentación norteamericana recogida en más de 500 páginas, cómo el acceso al poder en USA del conservadurismo neoliberal en las últimas décadas, ha generado una doctrina y una praxis político-económica muy asentada allá, que el enorme poder global encarnado en las organizaciones económicas internacionales ha traducido en algo así como «el sentido común global», lo que venimos denominando el pensamiento único. Doctrina que se impuso en el Reino Unido de tal modo que de los conservadores ingleses pasó a gran parte del laborismo británico y que Hutton considera que es una amenaza para el modelo social de la Europa continental, a la que debería vincularse más el Reino Unido, porque comparte más valores con la Europa continental que con los EE.UU.
Los datos recopilados por Will Hutton (The World we´re in, Abacus, 2002) apabullantes y definen una sociedad norteamericana tremendamente injusta y desequilibrada en la que el 1 % de la población detenta el 38 % de su riqueza, una concentración más acentuada que en cualquier otro país del mundo. Tienen más población viviendo en pobreza (19.1 %) que cualquier otro país industrializado de Occidente (Mishel et alii,The State of Working America 2000-2001). Peor aún, el 10% de los estadounidenses, aunque viven en una sociedad más rica, son más pobres que sus homólogos en Europa, Canadá y Japón; solamente los británicos se sitúan por debajo de los estadounidenses más pobres.
Veamos los rasgos básicos de esta sociedad y economía de referencia para el FMI:
– Un país del despido libre y gratis. En palabras de una celebre sentencia de 1884 del Tribunal Supremo de Tennesee-EE.UU. las empresas son libres «para despedir o retener a los empleados a su voluntad por una buena causa o sin causa e incluso por una mala causa, sin que por lo cual sean culpables de un acto ilegal per sé». Esta doctrina del empleo a capricho del patrón ha sido criticada como propia de los tiempos de Dickens. Y en los últimos veinticinco años, la mayoría de los tribunales de los estados han reconocido excepciones al principio general; pero frente al reconocimiento de derechos de los trabajadores, las empresas estadounidenses han luchado por dar mayor alcance al principio general. Más de tres quintos de las empresas informan que a veces no aplican ninguna forma de contrato; y la mitad admite que a veces incluyen referencias en los contratos de que el empleo puede terminarse inmediatamente sin ninguna razón (David H. Autor, Outsourcing at Will: Unjust Dismissal Doctrine and the Growth of Temporary Help Employment, NBER working paper 7557, feb.2000). El resultado es la desaparición del personal fijo en el mercado laboral estadounidense. En 1993, por primera vez en la historia de USA, estaban desempleados más trabajadores de corbata (white collar workers) que trabajadores de mono (blue collar workers).
– Un mercado laboral precario. La historia laboral de los EE.UU. incluye índices de rotación creciente en las empresas, más trabajo eventual, largas jornadas de trabajo y una explosión de las agencias de empleo temporal. El norteamericano medio registra ahora unos nueve empleos (jobs) a lo largo de su vida laboral y casi tres de cada diez norteamericanos ocupan empleos en condiciones no estándar, es decir, jornada parcial, eventual o por día o cuando le llaman. Esto reduce costes para las empresas, porque, por ejemplo, solamente el 60% de los trabajadores eventuales y un 40 % del personal de las agencias de empleo temporal, tiene cobertura del seguro de enfermedad. Sin embargo, la eventualidad y la precariedad ofrecen el mayor crecimiento dinámico en el mercado laboral estadounidense. La conocida agencia Manpower, con una plantilla de 600,000 trabajadores disponibles, es el mayor empleador de los EE.UU.
– Salarios de miseria. Harta de informes técnicos, la periodista Bárbara Ehrenreich llevó a cabo su propia experiencia social trabajando durante 1998 en una serie de empleos menos retribuidos, como camarera, doncella de hotel, señora de la limpieza, auxiliar de clínica y vendedora de centro comercial. Sus resultados documentados en su libro Nickel and Dimed (Metropolitan Books,2001) son un testimonio de la dureza de la vida para el 20 % de los norteamericanos de abajo. No le sobraba nada después de pagar el alquiler y su subsistencia, sin posibilidades de adquirir formación o ascender en la escala laboral, como aún es posible en países europeos. Pese a toda su riqueza, el Estado norteamericano deja a sus ciudadanos a su suerte: para millones de estadounidenses, todo lo que tienen son unos 10 $ e incluso, 8 o 6 $ a la hora.
– Desprotección social generalizada. USA no dispone de un sistema de protección social para sus ciudadanos. Tras la reforma legal de 1996 (The 1996 Welfare Reform Act) el número de familias acogidas a la beneficencia de los estados descendió de los 4.4 millones a unos 2 millones en 2001, como resultado de los mayores requisitos que se establecieron, como la limitación a cinco años para recibir esas ayudas. Más aún, algunos estados optaron por recortar aún más la duración, concediento solamente noventa días para encontrar trabajo antes de que cese la ayuda. En el documental Bowling for Colombine, Michael Moore nos cuenta el caso del niño de seis años que disparó la pistola del abuelo, con el que se quedaba mientras su madre se veía obligada, para cobrar la ayuda de beneficencia, a hacer un trayecto en autobús de más de dos horas de ida y vuelta para trabajar en un gran bar, en aplicación del nuevo sistema de «welfare to work»: exigiendo realizar trabajos no remunerados en ciertas empresas privadas para percibir las ayudas estatales.
– El engaño del mito de la movilidad social. El ascenso social de casos como Clinton es excepcional, porque Bush, Gore, Terry y gran número de personajes políticos y sociales norteamericanos descienden de familias multimillonarias. Los tres autores del libro The State of Working America comparan la movilidad de los trabajadores en los EE.UU. y en cuatro mayores economías europeas y tres economías nórdicas, correspondiendo a los trabajadores estadounidenses las menores posibilidades de promoción. Lo dice hasta la OCDE (en Employment Outlook 2000,ch.2,»Earnings Mobility: Taking a Longer View») confirmando las bajas tasas de movilidad ascendente para los trabajadores estadounidenses de menor retribución; mientras que los trabajadores del Reino Unido, Francia, Alemania y Francia disfrutan de un crecimiento más rápido en sus remuneraciones que los de EE.UU.; por el contrario, la movilidad descendente es más acentuada en USA: Los trabajadores norteamericanos tienen muchas más probabilidades de sufrir una reducción de sus ingresos reales que los trabajadores europeos.
¿Por qué entonces dicen que la tasa de creación de empleo es más favorable en los EE.UU. que en Europa?
La respuesta que nos suelen dar los conservadores es el mercado de trabajo flexible. Pero, si escarbamos un poco, la cosa es muy diferente de lo que nos cuentan y mucho más compleja. Hutton y otros expertos sostienen que el secreto del empleo en los EE.UU. está menos en la flexibilidad laboral y más en lo que ha ocurrido en la estructura de su economía, como es el auge del crédito en los últimos veinte años que ha disparado el consumo; junto, desde el lado de la oferta, con la revolución sexual que ha atraído masivamente a las mujeres a los empleos y jornadas no estándar y la necesidad del trabajo de la pareja. Y por encima de todo, se señala la provisión constante de inmigrantes, particularmente mejicanos, una mano de obra barata que ha contribuido a mantener los salarios al nivel mínimo. A lo que añaden otros analistas, las ventajas del déficit exterior norteamericano, cubierto con capitales europeos y de otros países del mundo que confían y disponen de un dólar que nunca sufre devaluaciones por muchos desequilibrios comerciales que tengan los EE.UU.
Como modelo económico nacional, la gran cuestión es la asimetría de poder que se ha generado en el mercado laboral entre empresas y trabajadores; y que va a seguir teniendo fatales consecuencias con las nuevas rondas de reducciones de plantillas de las que nadie a ningún nivel estará a salvo en los EE.UU. y el aumento continuo de las horas de trabajo allí. Porque el asunto es político y no económico: los EE.UU. son un sistema injusto que beneficia a los grupos que detentan el poder financiero.
El FMI dice que la Eurozona tiene que trabajar más horas
Juan Hdez. Vigueras (23-08-2004)