Con la llegada del señor Carlos Mauricio Funes Cartagena al gobierno salvadoreño, se despertaron enormes expectativas de cambio en la mayoría de sectores explotados y oprimidos de la clase trabajadora; a ello contribuyó -en gran medida- que su postulación a la Presidencia la hiciera como candidato del FMLN, éste representó -y se prestó como- el […]
Con la llegada del señor Carlos Mauricio Funes Cartagena al gobierno salvadoreño, se despertaron enormes expectativas de cambio en la mayoría de sectores explotados y oprimidos de la clase trabajadora; a ello contribuyó -en gran medida- que su postulación a la Presidencia la hiciera como candidato del FMLN, éste representó -y se prestó como- el vehículo que importantes sectores de la burguesía aprovecharon para llegar con disfraces de «progresistas» -y con aires de cambio- a la administración del aparato estatal de la clase dominante.
El recambio era imprescindible frente a 20 años del ruidoso desgaste de la administración de ARENA y para lidiar con la crisis económica internacional que alguien tendrá que pagar. Es así como finalmente la alternancia en la administración del gobierno salvadoreño, pasa a implantarse y a ser parte integrante de las medidas con las que hábilmente la burguesía criolla ha ingeniado para amortiguar el descontento y la explosión social.
Un gobierno como el de Mauricio Funes, tan hábil e ingeniosamente instalado, con total y activa participación de la dirigencia del FMLN, representa y constituye un importante respiro, que le permitirá a Doña Burguesía Salvadoreña -«desde la oposición»- el reacomodo de sus fuerzas, estrategias y tácticas, finamente canalizadas a través de nuevos lenguajes «democráticos», frescas combinaciones de colores, pomposos discursos «conciliadores» y de llamados a la «unidad nacional». Tal reacomodo fue manifiesto incluso con el rompimiento de algunos sectores de ARENA y la formación de nuevos partidos electoreros como la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), resultado de una disidencia inicial de doce diputados de la ultraderecha.
La fórmula FMLN-Amigos de Mauricio Funes, fue la mejor carta de alternancia para la burguesía criolla y para el gobierno de los Estados Unidos, como lo manifestara un sacerdote católico en la ciudad de Nahuizalco, en los primeros días de enero 2010, al afirmar que: «el gobierno de Funes se asemeja al violinista que pone su violín sobre la mano izquierda para que la derecha lo toque».
El gobierno del Señor Funes Cartagena es -en esencia- un gobierno de carácter liberal-burgués, que se plantea reformas de marketing político, ni siquiera significativas, cuyos propósitos fundamentales son dos: sacar bien libradas de la crisis a las clases dominantes y atraer más inversiones -objetivos claramente expresados cuando afirma que «generará más oportunidades de trabajo y nos colocará en la senda del progreso». Lo que sucede es que Mauricio Funes -con sus discursos y medidas gubernamentales- se cuida de no asustar a la burguesía criolla, ni al gobierno de los Estados Unidos de América.
En su discurso presidencial, Funes ha insistido -hasta la saciedad- autodenominándose como un gobierno de unidad nacional, que pretende gobernar para todos y que se ha esmerado para obtener la complacencia y aprobación -no sólo de los sectores que lo apoyaron para su elección- sino también de los diferentes sectores burgueses, hasta hace pocos meses representados por ARENA y los otros partidos de ultraderecha y derecha solapada.
Los graves problemas sociales y ambientales derivados de: la minería metálica (en San Isidro, Cabañas), la construcción de represas hidroeléctricas (El Chaparral, El Simarrón) y de nuevas autopistas (Longitudinal del Norte), enérgica e insistentemente rechazados por las poblaciones afectadas, hasta el extremo de llamarles «proyectos de muerte», no han sido claramente enfrentados por el gobierno del FMLN y Mauricio Funes, quien asume una posición basada en evasivas imprecisas y silencios tolerantes que se acercan a una complicidad permisiva, que terminará facilitando la consumación de tales proyectos, a sabiendas de las graves afectaciones a la salud de amplios sectores rurales y al ya precario y agonizante medio ambiente de las zonas amenazadas. Similar posición asumió Funes en la coyuntura generada por la huelga de los trabajadores portuarios de Acajutla, Departamento de Sonsonate, en el sentido que los trabajadores fueron desalojados por la fuerza policial.
En el ámbito de las relaciones internacionales, también es reprochable la postura de Mauricio Funes frente al golpe de Estado en Honduras, respecto del cual, originalmente pasó inadvertido al guardar una ruidosa pausa inicial de silencio, para pronunciarse después en forma floja y tímida, evitando la desaprobación de los gobiernos de Brasil y Estados Unidos. Tan evidente es la posición de Mauricio Funes, a favor de las burguesías local y regionales que en recientemente -junto al Presidente Álvaro Colom de Guatemala- llamó a los presidentes de América, que reconozcan la Presidencia de Porfirio Lovo, para reincorporar a Honduras en la Organización de Estados Americanos (OEA), que al fin y al cabo no es más que un aparato de poder político en manos de la burguesía continental, cuya actuación diplomática no es más que una pantomima de experimentados teatreros profesionales.
En una sociedad dividida en clases -como la salvadoreña- los diferentes sectores burgueses enriquecen cada día más, a través de los más inhumanos mecanismos de explotación y sobreexplotación de la clase trabajadora, claramente tolerados por gobiernos como el presidido por Mauricio Funes. En esta sociedad no se puede gobernar a favor de todos, pues las profundas carencias económicas, políticas, sociales y culturales -que atrasa y agrava cada vez más el presente y futuro de las amplias masas de trabajadores- sólo pueden resolverse mediante un programa que afecte claramente los intereses de la gran burguesía «criolla» y transnacional…lo sabemos bien Señor Funes Cartagena, usted no puede, no quiere y no está dispuesto a gobernar para los trabajadores, sus pretensiones no llegan ni a caricatura de reforma.
Nosotros los trabajadores de la ciudad y el campo, tanto manuales como intelectuales, no aceptamos pagar los platos rotos de la crisis, en todo caso quienes deben pagarlos han de ser sus artífices: la burguesía «criolla» y el gobierno de los Estados Unidos de América.
La Clase Obrera: Trazos de un Balance
Vivimos una etapa en que la clase trabajadora se encuentra dividida, su debilidad se evidencia en organizaciones que -además de fraccionadas- están numéricamente reducidas a su mínima expresión y su conciencia de clase ha sido contaminada por la apatía, el individualismo, el reformismo, el oportunismo, la dependencia y la pasividad; una diferencia totalmente abismal, si se le compara con la clase obrera de los años 70’s y 80’s del siglo XX, período de efervescencia y ascendencia revolucionaria en El Salvador.
Y es que los primeros años de la década setenta -ya referida- fueron de surgimiento de nuevas opciones políticas opuestas al reformismo, período de intenso trabajo organizativo a lo largo y ancho de todo el territorio salvadoreño, de intenso debate ideológico político, con carácter permanente y en todos los niveles, que posteriormente -a finales de los años 70’s y principios de los 80’s- culminó y cristalizó en un vigoroso movimiento popular y revolucionario que puso al borde del desmoronamiento al orden capitalista en El Salvador.
Fue en 1979 que la clase obrera -mediante un generalizado movimiento huelguístico- total e incondicionalmente unitario, mostró la todopoderosa fuerza generada por la solidaridad de clase, en tanto que la clase obrera, de manera masiva y articulada, ocupó los centros de trabajo, organizó la autodefensa y obligó al gobierno y a la clase dominante, al acuartelamiento del ejército, al grado tal de obtener un demoledor y rotundo triunfo, conquistando en un 100% todas sus demandas.
Fue durante -y después de- esta etapa que los elementos formados ideológica y políticamente en el fragor de largos años de lucha, fueron eliminados gradual y sistemáticamente, cuyo dramático final se consumó en los sucesos de abril de 1983. Es a partir de tal coyuntura que los elementos revisionistas, coparon completamente la dirección de las organizaciones populares y terminaron imponiendo -frente a la revolución- el proyecto reformista y electorero. Las mejores generaciones revolucionarias fueron desaparecidas, delatadas, desaparecidas y/o vilmente torturadas y asesinadas por orden de las diferentes dictaduras militares; muchos otros, ya cansados y frustrados, emigraron y otros muchos continúan el intento de levantar la bandera de la revolución…
La corriente reformista ha ganado para sí, casi todo el terreno que tanto le costó al pueblo organizado conquistar con sus dirigentes víctimas de tortura y desaparición, sus combatientes que generosamente ofrendaron sus vidas al caer en combate, en definitiva, esas esforzadas generaciones que lucharon por una revolución social, que resultaron traicionadas con el proyecto colaboracionista del oportunismo y el revisionismo armado, que se autoimpuso desde los primeros momentos del proceso de diálogo negociación y que ahora figura como el principal gerente de los intereses de la clase dominante, desde el aparato de gobierno del Estado burgués.
A esta fecha, la clase dominante y los administradores de sus intereses han reformado las leyes laborales, el Código de Trabajo y han alimentado la formación de un movimiento obrero, con el propósito de favorecer la división y el debilitamiento de las organizaciones clasistas e independientes de la clase trabajadora. Por otro lado, la dirigencia del FMLN, no conforme con desmontar el ejército popular, neutralizó también al movimiento de masas, para tener éxito en el negocio del proselitismo electoral, muy contrario a las tareas de organizar, orientar y unificar al movimiento popular hacia las actuales y futuras luchas; así mismo ignoró y contrarrestó hasta el más mínimo esfuerzo en materia de formación ideológica y política de las nuevas generaciones con potencial revolucionario.
En igual sentido, las ONG’s han hecho lo propio educando y creando, de manera nociva, un movimiento social dependiente de las ayudas millonarias que provienen del exterior, a través de la burocracia oenegenista, generando e institucionalizando más pasividad, corrupción y falta de confianza en las propias fuerzas que históricamente ha forjado y demostrado el movimiento popular.
Es frente a este panorama que asumimos la responsabilidad y la tarea de reorganizar nuevamente un poderoso, combativo y alternativo movimiento obrero y popular.
Por la construcción de una tendencia clasista en el seno del movimiento obrero: ¡convirtamos la dispersión en reagrupamiento!
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