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¿El golpe en Honduras fue una trama entre bastidores de los obstruccionistas charlatanes del Departamento de Estado?

Fuentes: COHA

Traducido para Rebelión por Andrés Prado

Después del golpe militar del 28 de junio en Honduras, que expulsó al presidente Manuel Zelaya, se empezó a especular acerca de los roles asumidos por altos cargos de EEUU para orquestar el derrocamiento del líder del país. Se han destapado conexiones entre estos oficiales y sus motivos relativos a Honduras que han hecho surgir muchas preguntas, algunas de las cuales permanecen todavía sin respuesta. Lo que todavía está por clarificar es por qué la administración Obama, al principio, adoptó una postura relativamente benigna con el gobierno ilegítimo, al restringir 30 millones de dólares en ayuda a Honduras pero a la vez fallar a la hora de calificar el derrocamiento del presidente democráticamente elegido de «golpe militar», lo que automáticamente habría cancelado sumas mucho mayores de ayuda financiera.

Los intereses corporativos de EEUU en marcha

¿Quiénes fueron estos altos cargos externos que pueden haber estado involucrados en la planificación y ejecución del golpe y con qué otras posibles acciones comprometedoras pueden haber estado relacionados en los últimos meses? Las evidencias apuntan al senador John McCain, Otto Reich, el altamente ideológico consejero en política para Latinoamérica de la campaña de McCain, y Robert Carmona-Borjas, un abogado venezolano, columnista y académico, todos ellos pudiendo haber tenido importantes lazos financieros y políticos con la industria de telecomunicaciones estadounidense.

El senador McCain y el Instituto Republicano Internacional (IRI), del cual es presidente, han recibido considerables fondos de AT&T (American Telephone and Telegraph). A cambio, el IRI ha luchado incansablemente contra democracias latinoamericanas que rehúsan privatizar sus compañías de telecomunicaciones. Casualmente, Zelaya ha sido uno de los más firmes opositores a la privatización. Además, se han descubierto conexiones entre esta agenda corporativa y Carmona-Borjas desde que éste escapara a EEUU en 2002 después del breve derrocamiento de Chávez.

Carmona-Borjas es ahora cofundador de la fundación Arcadia, un instituto que ha lanzado fieros ataques contra Zelaya, en los que le acusa de presunto fraude y corrupción en relación a Hondutel, la compañía de telecomunicaciones estatal de Honduras que se ha negado a privatizar. Un fiero oponente de Zelaya y conocido de Carmona-Borjas, el ideólogo de la derecha Otto Reich, ha cuestionado cualquier restablecimiento del gobierno de Zelaya. Quizás sea debido a que su firma, Otto Reich Associates, es el agente pagado de un número de clientes que promueven la ideología del libre mercado en Latinoamérica y ha coincidido, actuando muy de cerca, con el empuje por la privatización de la industria hondureña de las telecomunicaciones. Ahora, con Zelaya, al menos temporalmente, fuera del poder, la historia de EEUU campando a sus anchas en Latinoamérica parece repetirse con McCain, Carmona-Borjas y Reich, todos representando un papel coordinado de mantenimiento de la influencia sobre un país que históricamente ha sido el prototipo de la clásica república bananera centroamericana.

Conocimiento anterior al golpe por parte de la administración estadounidense

También podría uno especular sobre cuánto conocimiento previo acerca de la planificación e implementación del golpe tenía la administración estadounidense. El anterior Ayudante del Secretario de Estado para asuntos del hemisferio oeste, Thomas Shannon, y el Ayudante Delegado del Secretario de Estado, Craig Nelly, estuvieron en Honduras la semana antes del golpe y se vieron con personas que luego participaron en el derrocamiento de Zelaya.

También es algo cuestionable el comportamiento del embajador en Honduras, Hugo Llorens y del anterior embajador John Negroponte. Llorens dice of the record que «uno no puede violar la constitución para crear otra constitución» (Eva Golinger, Washington and the Coup in Honduras: Here is the Evidence). Esta reprimenda a Zelaya está basada en una falsa interferencia que contemplaba alterar la constitución para extender su propio mandato, cuando su propuesta de referéndum tenía el objetivo de hacer una consulta en el futuro para discutir sobre la ampliación del hasta ahora único mandato presidencial.

Después del golpe, cuando el periodista Allan Fisher le preguntó si tenía conocimiento previo de los hechos que tuvieron lugar el 28 de junio, Llorens respondió riéndose «No, no, no realmente» (Belén Fernández, U.S. Ambassador Hugo Llorens Discloses Secrets of the Honduran Coup). La naturaleza algo cambiante de esta réplica llama a preguntarse cuánto sabían realmente los altos cargos estadounidenses sobre el golpe planeado. Su predecesor en el cargo de embajador, varias décadas antes, John Negroponte, comparte la disposición casual de Llorens en relación con los refinamientos democráticos. Negroponte, famoso por su amnesia selectiva cuando se trata de recordar los detalles de su conocimiento de las operaciones de los escuadrones de la muerte hondureños en los 80 durante el periodo de la Contra Nicaragüense patrocinada por EEUU contra los sandinistas, había visitado Honduras justo antes del golpe para discutir con Zelaya su oposición a convertir la base aérea de Palmerota en un aeropuerto civil. Aprovechó este mismo viaje para sentarse a hablar con el futuro líder del golpe, Roberto Micheletti, y otros miembros de la oposición. Es difícil ignorar las evidencias que apuntan al conocimiento previo del golpe por parte de altos cargos estadounidenses.

Confusión como resultado de la reacción de la administración Obama

Finalmente, nos toca ponderar la postura confusa y los múltiples cambios de matiz adoptados por la administración Obama sobre la posibilidad de participación estadounidense, o al menos el conocimiento previo, en el golpe inminente. Y ponderar también la insistencia pétrea del Departamento de Estado, que al contrario que casi todos los demás miembros de la OEA (Organización de Estados Americanos), no retiraría a su embajador de Tegucigalpa, ni cortaría toda asistencia al régimen de facto. Retórica maniquea tras retórica maniquea, Washington proporcionó una ayuda inmensurable al régimen golpista y debilitó la posibilidad de que al presidente constitucionalista de Honduras le fuera permitido el regreso.

¿Por qué esperó el gobierno más de dos meses para suspender una cantidad significativa de ayuda al gobierno interino, que le dio a la administración de Micheletti un tiempo precioso para consolidar su mando y gastar mucho del tiempo remanente que Zelaya dejaba en su mandato presidencial? ¿Y por qué no ha habido todavía un reconocimiento formal de que el 28 de Junio se produjo un golpe militar, que supone una violación flagrante de la democracia? Quizás estas preguntas pueden explicarse parcialmente por los intereses económicos y estratégicos de aquellos individuos y corporaciones mencionados arriba. Además, la cada vez más usada retórica a lo Chávez e imagen de tribuna bolivariana del siglo veintiuno de Zelaya, demostró ser profundamente perturbadora para los responsables de la política de Washington. Sólo nos queda preguntarnos si era una ilusión que la administración Obama sería la Nueva Jerusalén para los intereses progresistas en las Américas. Después de ser testigos de los pobres elementos de su política hacia Cuba, su brusca indiferencia hacia Venezuela y su lánguido proceder con los golpistas en Honduras, podemos estar presenciando lo que podría ser el tercer mandato de la administración Bush.

Una versión abreviada de este artículo aparecerá en el próximo número de Interconnect, un boletín que trabaja por la construcción del movimiento solidario latinoamericano.

Este análisis fue preparado por Michaela D’Ambrosio, Investigadora asociada de COHA (Consejo de Asuntos del Hemisferio)

http://www.coha.org/2009/09/the-honduran-coup-was-it-a-matter-of-behind-the-scenes-finagling-by-state-department-stonewallers/