Muchos análisis post-electorales sobre el Reino Unido se aglutinan en la tesis que a pesar de haber sido la más votada la conservadora Teresa May el más premiado por los resultados contextuales ha sido Jeremy Corbyn por sacar a los laboristas de una decadencia uniforme. Mientras May perdió la mayoría absoluta que tenía el Partido […]
Muchos análisis post-electorales sobre el Reino Unido se aglutinan en la tesis que a pesar de haber sido la más votada la conservadora Teresa May el más premiado por los resultados contextuales ha sido Jeremy Corbyn por sacar a los laboristas de una decadencia uniforme. Mientras May perdió la mayoría absoluta que tenía el Partido Conversador restando 8 escaños de las elecciones de 2015 y posicionándose con 318 del total de 650, los laboristas han ganado 30 conformando una suma de 262.
Algo de verdad hay en esta tesis, ya que el discurso incendiario de Corbyn, recuperando el laborismo hegemónico de los años 50 y 60, tuvo buenos frutos y dejo sin palabras al neoliberal sector «New Labor», mientras May se quedó fuera de convertirse en la reencarnación de la «Dama de Hierro». Los laboristas pasaron de tener menos de 2 millones de votos que los conservadores en 2015 a una diferencia de cerca de 800.000 votos dos años después. A todo esto, en el Reino Unido no solo existe la dicotomía histórica conservadores y laboristas, y mucho menos un Estado-Nación.
El caso de Escocia es un ejemplo de mayor contradicción. En 2015, justo un año posterior a la victoria del No a la Independencia de Escocia en el referéndum, contradictoriamente el Partido Nacionalista Escocés (SNP) obtuvo una contundente victoria electoral consiguiendo 56 de los 59 escaños que se disputaron en suelo escocés. Pero hoy, un año después de la victoria del BREXIT en 2016 a nivel británico aunque con su derrota en suelo escocés al votar el 67,2% de escoceses mantenerse en Europa, el partido europeísta del SNP ha perdido casi medio millón de votos, pasando a 35 escaños. Justamente quien podría haber sido su socio de gobierno, el Partido Laborista, ya que posiblemente necesitaría los escaños del SNP para gobernar y eso podría llevar a negociar un nuevo referéndum en Escocia, fue su enemigo electoral robándole una parte de ese millón de votos. Los independentistas escoceses han perdido fuerza para presionar a May, quien hará oídos sordos a los conflictos internos nacionales en su próxima legislatura para centrarse en su hoja de ruta británica de implementar un Brexit duro.
De lo que no se habla tanto, como si se hacía en los años 80 y 90 en su cenit bélico, es de Irlanda del Norte. Y a diferencia de la dañada Escocia, serán ellos quienes tienen en la mano tanto la llave del nuevo gobierno británico pero a la vez la llave de la ruptura de la actual nación británica. De los 18 escaños que estaban en disputa, 10 han pasado a manos de los unionistas de Democratic Unionist Party (DUP) y 7 para los republicanos del SF (Sinn Fein), quienes mantienen su política histórica de abstencionista de no ocupar los asientos de la institución monárquica británica de Westminster. La DUP sumó dos escaños más a los obtenidos en 2015 y el SF 3, un salto contundente. La dos fuerzas antagónicas de la DUP y el SF, que tras 10 años de conseguir compartir gobierno con el objetivo principal de fortalecer el proceso de paz, llegaron a su punto máximo de entendimiento tras el resultado del BREXIT. La ruptura de gobierno de coalición tras la muerte del republicano viceprimerministro Martin McGuinness llevó a celebrar nuevas elecciones el pasado mes de marzo, y el SF se quedó a 1168 votos de ganar las elecciones por primera vez en la historia. ¿Creció la comunidad católica en Irlanda del Norte por natalidad?, ¿la corrupción de la protestante Primera Ministra Arlene Foster sobre un programa energético impactó?,… sencillamente, la dialéctica sobre la Unión Europea. Mientras la DUP apoyó el Brexit cumpliendo, como siempre a raja tabla, las estrategias del gobierno central británico, el SF hizo campaña por quedarse en la UE para no separarse más de su otra mitad, la República de Irlanda. En el Brexit el 55,8% de los norilandeses votó permanecer en la Unión Europa, el europeismo ganó. El SF y los unionistas ya no eran la identidad del conflicto entre los católicos y protestantes, o repúblicanos y unionistas, sino ahora entre europeistas y euroescépticos.
Teresa May para conseguir formar gobierno necesita 8 escaños de otro partido, y ya se ha confirmado que el apoyo será de la DUP. La visión centralista de la DUP y su decisión institucional de aliarse con May y continuar con el Brexit Duro dará la espalda a lo que reclama en su mayoría el pueblo de Irlanda del Norte respecto a la Unión Europea, y será, por lo tanto, una tumba a medio plazo del partido hegemónico unionista durante los últimos años. El SF, con un esperado apoyo de la UE – actor central de los Tratados de Paz de 1998 -, de ser tercera fuerza política en la República Irlanda, y a reducidas centenas de votos de ganar las últimas elecciones en Irlanda del Norte y con posibilidad de una cercana nueva votación, ya despegó su camino tan deseado durante todo este siglo gracias a un rival tan inmaduro: se reactiva, pero sin armas, el proceso del NI-EXIT de la corona británica. Una vez más el Reino Unido y sus contradicciones; el gran ganador de las elecciones es justamente quien no ocupará sus sillones.
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