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El programa burgués y contrarrevolucionario de la Unasur

El imperialismo doméstico

Fuentes: Rebelión

Hace poco más de un año nacía la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), proclamada por sus corifeos como la expresión supranacional del antiimperialismo latinoamericano. Excluyendo entre sus animadores a los EE.UU. generó esperanzas en buena parte de los militantes de estas latitudes. Sin embargo, la incorporación de Colombia, de la mano de Lula, comenzó a […]

Hace poco más de un año nacía la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), proclamada por sus corifeos como la expresión supranacional del antiimperialismo latinoamericano. Excluyendo entre sus animadores a los EE.UU. generó esperanzas en buena parte de los militantes de estas latitudes. Sin embargo, la incorporación de Colombia, de la mano de Lula, comenzó a desenmascarar la puesta en marcha de un nuevo ámbito de negocios capitalistas.i Sospechas que volvieron a confirmarse el mes pasado, en Quito, donde la Unasur celebró un congreso muy especial con el trasfondo de la apertura de bases militares estadounidenses en la Colombia de Uribe y el golpe de Estado perpetuado en Honduras. Una vez más, el organismo ha intentado imprimirle una salida burguesa a la crisis, mostrándose completamente ineficaz para detener un nuevo avance del militarismo norteamericano en la región.

El Tío Caimán vuelve a sus andanzas

En el mes de abril, Álvaro Uribe accedió a la instalación de bases militares estadounidenses en territorio colombiano que compensen la pérdida de la base ecuatoriana de Manta. El objetivo de su instalación es fortalecer la presencia militar de Estados Unidos en Latinoamérica con tres bases aéreas (Malambo, en la provincia norteña de Atlántico; Palanquero, en Cundinamarca, y Apiay, en Meta); dos del Ejército (Tolemaida, en Cundinamarca, y Larandia, en Caquetá); y dos navales (Cartagena, Bolívar y Bahía Málaga, Valle del Cauca, sobre la costa pacífica).ii La primer base a instalar será la de Palanquero, que costara unos 46 millones de dólares y «se convertirá en un epicentro militar donde Washington instalará equipos de inteligencia para, según un convenio militar bilateral, enfrentar a las bandas narcotraficantes del Pacífico colombiano. Pero las bases no sólo son instaladas para actuar en suelo colombiano. Como plantea el documento emitido por el Comando de Movilidad Aérea de los EE.UU., las bases permitirán cubrir y alcanzar movilidad aérea a todo el continente sudamericano. Esta medida, basada en el informe de la fuerza aérea norteamericana Global en Route Strategy, de abril de 2009, busca priorizar estrategias que permitan el control a distancia del enemigo, por sobre la confrontación directa.iii En este sentido, el Comando Sur indicó que «casi la mitad del continente puede ser cubierto por un C-17 sin recarga de combustible» desde Palanquero y, si hay combustible disponible en su lugar de destino, «podría cubrir todo el continente, con excepción de la región del Cabo de Hornos».iv

Colombia y EE.UU. no están solos en esta alianza militar, ya que cuentan con otro poderoso socio sudamericano: el jefe del Partido de los Trabajadores y Presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Uribe firmó un pacto con Lula en el que fomentan el intercambio de información, la venta de armas y la acción conjunta en operaciones militares con el objetivo de controlar el tránsito de narcotraficantes y guerrilleros por la selva amazónica. Gracias a esta alianza, la fuerza aérea colombiana incorporó a sus filas unos 25 aviones de ataque Súper Tucano, de empresa Brasileira S.A.v Al igual que la alianza con Norteamérica, el pacto Colombia-Brasil busca cuidar la radicalización de los procesos revolucionarios en Venezuela y Ecuador, previniendo las amenazas chavistas de desatar una guerra contra Colombia.

La impotencia de Unasur

Ante esta problemática la cumbre de la Unasur se ve obligada a tratar el tema a pedido de Chavez, Correa y Morales, que proponen que el organismo repudie las bases yanquis en Colombia. El presidente venezolano encabezó la oposición afirmando que «empezaron a soplar vientos de guerra» y remarcando que Venezuela responderá militarmente ante una intervención de Colombia en países vecinos. A su vez, señaló que el pacto Colombia-EE.UU. podría «convertirse en una tragedia» y desatar una guerra sudamericana, asegurando que la avanzada norteamericana tiene entre sus objetivos estratégicos el control de los recursos: «nos tienen en la mira, es por el petróleo», dijo. Evo Morales apoyó la moción venezolana al plantear que «es obligación salvar al pueblo colombiano de los militares norteamericanos» ya que estos «meten bala contra el movimiento popular; en las madrugadas, convocan a militares y policías a organizar el asesinato a dirigentes sindicales, toman las franjas o los controles al interior». Los bonapartismos más radicalizados del continente, entonces, plantearon una doble argumentación en torno al avance norteamericano: el control de los recursos naturales y de los procesos revolucionarios en curso.

Sin embargo, el bloque formado por Lula, Cristina, Lugo y Bachelet desviaron el asunto, proponiendo tratarlo más adelante, en una cumbre extraordinaria, con un argumento poco feliz: que Uribe no se sienta «atacado» por estar en Quito. A diferencia de Chavez, Morales y Correa, plantean la vía diplomática como la única salida frente a esta crisis, asegurando Cristina y Lula que «cuando se desencadenan los conflictos es porque ha fracasado la política y esto lo pueden resolver únicamente los presidentes». Claro que, como el «diálogo» es la única salida, Lula propuso invitar al mismísimo Obama al debate, moción apoyada por Cristina que planteó «hacer una reunión en un lugar en el cual el presidente Uribe no tenga la sensación de que hay hostilidad hacia él porque se hace en Quito o se hace en Caracas». ¿Y dónde es ese lugar donde el asesino Uribe se sentiría cómodo y a gusto para explicar su alianza con los EE.UU.?: San Carlos de Bariloche, Argentina, donde la Unasur discutirá el tema a fines de agosto.

De la ONU a la Unasur: ¡viva la CEPAL!

El carácter burgués de la Unasur, y su similitud con los organismos supranacionales «clásicos» de la burguesía más concentrada, se expresó cabalmente en sus propuestas frente a la crisis mundial. Lejos de proponer una salida revolucionaria a la crisis, Unasur se manifiesta, en su Declaración de Quito, por una profundización de la competencia capitalista. Un nuevo desarrollismo que, frente a «la peor recesión internacional desde hace más de medio siglo», posibilite «un conjunto equilibrado de acciones que estabilicen el sistema financiero, reactiven la economía, prioricen la creación de empleo y el fortalecimiento de la protección social asegurando la recuperación económica sobre la base de un desarrollo sostenible». La salida propuesta por la Unasur es la creación de un «Banco del Sur» que fortalezca «la integración» de los países en más golpeados. ¿En que ayudaría este banco? En insertar a Sudamérica en el «mercado global» y fomentar el «desarrollo económico y social». Claro que no cualquiera podrá acceder a sus préstamos ya que, para esto, se tendrán en cuenta las «reservas internaciones disponibles, situación en la balanza de pagos, participación en el comercio internacional, producto interno bruto «. vi En este sentido, poco se diferencia de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), una de las cinco comisiones regionales de las Naciones Unidas (ONU), impulsada por los EE.UU. luego de su triunfo en la segunda guerra mundial. Comisión creada en 1948, para promover «el desarrollo económico y social mediante la cooperación y la integración a nivel regional y subregional». A su vez, Unasur planteó la necesidad de fomentar la «ciudadanía sudamericana». Atenta a las cambiantes necesidades de mano de obra del capital latinoamericano, concluyó que es «necesario reforzar la cooperación y coordinación regional entre los estados miembros de la Unasur y la Conferencia Sudamericana de Migraciones, a fin de construir un enfoque común regional que facilite la circulación de personas».

En términos políticos, la Unasur renovó su compromiso con la democracia burguesa, caracterizándola como el «único sistema para resolver los desafíos y brindar mayores esperanzas y oportunidades a nuestros pueblos». La salida para los pueblos no es la lucha, sino «la vía del diálogo y la negociación (…) únicos caminos para resolver las diferencias, construir la paz y la convivencia duradera». En este sentido, de poco sirvieron las tímidas reformas propuestas por Chavez, que intentó incluir un párrafo donde se mencione la «responsabilidad ética» de los medios de comunicación. De haberse incorporado este acápite, los estados habrían podido sancionar y/o cerrar aquellos medios de comunicación que no cumplan con ese «compromiso ético». Sin embargo, la propuesta ni siquiera llegó a ser tratada por el rechazo, en las reuniones técnicas previas, de Brasil, Chile y Uruguay, por temor a que «Venezuela o cualquier otro país suramericano pudiera restringir la libertad de prensa en un futuro escudándose en esta declaración de Unasur», según publicó El Nuevo Herald. Incluso Evo Morales impuso una propuesta de crear un Consejo de Combate al Narcotráfico «para consolidar Suramérica como una zona de paz, base para la estabilidad democrática, el desarrollo integral de nuestros pueblos, y como contribución a la paz mundial».

La comunidad de intereses con el resto de los organismos supranacionales se manifestó abiertamente en la declaración contra el golpe en Honduras, donde Unasur condena el Golpe «así como las resoluciones y declaraciones emitidas por la ONU, OEA, MERCOSUR, CAN y otras instancias internacionales», que evitaron plantear toda vinculación entre Washington y los golpistas.

Unasur contra la Revolución

A poco más de un año de su nacimiento, la Unasur ya ha dado sobradas muestras de su carácter burgués. Lo que había nacido como un organismo supuestamente exento de la influencia de la poderosa burguesía norteamericana ha tenido un claro derrotero que, lejos de enfrentarla con Washington, no hizo otra cosa que funcionar como un lubricante de sus posiciones. La incapacidad de los bonapartismos más radicalizados para repudiar la instalación de bases militares en Colombia expresa el avance del bloque pro-norteamericano, encabezado por Colombia, Brasil, Chile y la Argentina. A su vez, el programa económico y político propuesto, y defendido incluso por Evo, Chávez y Correa, no pasa de un tibio reformismo desarrollista que pronto dará paso a la eliminación de las conquistas obtenidas por las masas en los últimos quince años. Las limitaciones manifestadas en la Cumbre de Quito, entonces, no tienen que ver con límites coyunturales, sino que expresan una tendencia intrínseca de Unasur: un organismo burgués, destinado a convertirse en un arma contra la Revolución.

Nicolás Esteban Grimaldi. Laboratorio de Análisis político-CEICS

Notas:

i Schlez, Mariano: «De compañero a partner. La estrategia del gobierno de Brasil para Latinoamérica», en El Aromo, n° 44, 2008.

ii La República , 5/8/2009, en www.larepublica.com.uy.

iii Air Mobility Command: Global En Route Strategy , en www.southcom.mil.

iv Ver «Una nueva base militar en colombia», en www.argenpress.info.

v Ver «Super tucano Colombia», en www.defesanet.com.br.

vi Ver www.econlink.com.ar/banco-del-sur.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.