Traducido por Juan Vivanco
Intervengo sobre el lío del papa al que, según dicen, le negaron el derecho a la palabra en la universidad romana La Sapienza. Un poco desconcertada, también, por el artículo El papa, ¿contra su propia Biblia? que publica Rebelión y, a mi juicio, no aclara las cosas.
Lo que está en cuestión es el diálogo. Una gran institución cultural debe promover el diálogo con todo el mundo. Si en la universidad más grande de Europa, La Sapienza de Roma, se hubiera impedido que el papa hablara, sería un asunto gravísimo, más allá de los motivos. Pero el papa habla incluso más que Bush, y en Italia da mítines y se entromete en los asuntos de un Estado laico todos los días. Si hay un problema, no es otro que una clase política sumisa, hipócrita y paralizada por el miedo a perder el voto de los católicos y los catocomunistas (católicos comunistas) le deja interferir constantemente en los asuntos políticos del Estado italiano.
Lo que pasa es que la apertura del curso no es una ocasión de diálogo. Se trata de una ceremonia solemne en la que la Universidad se homenajea a sí misma. Es un rito eminentemente retórico, en el que se presentan los resultados, se exponen los planes para el futuro y se escucha la lección magistral de un profesor. Con motivo de esta ceremonia, la intervención del papa (más aún si se le encomendaba la lección magistral, que era lo que había preparado el rector de La Sapienza) sería, por hacer una comparación, como si el presidente de la República Italiana interviniese en la Misa de Navidad del Vaticano. Este es el motivo por el que algunos profesores y estudiantes organizaron la -nunca mejor dicho- sacrosanta protesta. Este, no otros.
(Para firmar en solidaridad con los estudiantes de la Sapienza: www.petitiononline.com/386864c0/petition.html )