Traducción de Natalía Koutra y David Cifuentes Hacía falta que saliera a escena el señor Kuyas [abogado del policía que disparó a Alexis] para que por fin nos enteráramos de la verdad: el país se tambalea desde hace cinco días por culpa de un malentendido. El policía no quería matar a Alexis Grigorópulos, sino disparar […]
Traducción de Natalía Koutra y David Cifuentes
Hacía falta que saliera a escena el señor Kuyas [abogado del policía que disparó a Alexis] para que por fin nos enteráramos de la verdad: el país se tambalea desde hace cinco días por culpa de un malentendido. El policía no quería matar a Alexis Grigorópulos, sino disparar al aire con la intención de asustar a una multitud que pretendía atacarle. Sencillamente, la bala malentendió sus intenciones y se clavó en el corazón de un estudiante de dieciséis años. Nadie le preguntó por qué se alejó tranquilamente de la multitud encolerizada o por qué no corrió, como debería haber hecho, para ayudar al chico al que se supone que había herido por error.
Era un malentendido que Alexis fuera un chico sonriente, como todos los de su edad. En realidad se trataba de un hooligan de la zona alta con un comportamiento excelente. El abogado del policía acusado, que sin duda ayudó a su cliente a redactar la declaración, condujo la discusión pública por un camino que no debería haber tomado: aunque sea el diablo en persona, no se mata a un niño de dieciséis años.
Para la causa de la rebelión de los jóvenes lo malo es que la mayoría de los medios de comunicación está de acuerdo con la teoría del malentendido. En casi todos los debates televisivos y en los reportajes sólo se ven imágenes de destrozos y aburridos análisis sobre los encapuchados. Salvo raras excepciones, les cuesta entender que los alumnos que casi consiguen ocupar la comisaría de policía de Bula no lo hicieron porque el jefe de la misma se parecía a su padre, y querían vengarse, sino porque estaban enrabiados con sus vidas y con la sociedad en la que tienen que tienen que integrarse.
No existe otro país en el mundo con un sistema de educación tan difícil, aburrido, estresante y desalentador como el griego, con su punto culminante en los exámenes de selectividad. No existe otro país que durante treinta años no haya cambiado un sistema que todos consideran un fracaso. Y no existe otro país que recompense el agotador esfuerzo de una década de estudios con la miseria de 700 euros. Salvo los países que están en guerra, no hay otro país que impida tanto a los adolescentes disfrutar de su edad. La imagen más evocadora de estos días: ayer al mediodía, en la plaza Síntagma, los manifestantes detuvieron la guerra a pedradas y se pusieron a jugar al fútbol. Eso deberían hacer principalmente los chavales, pero no les dejan.
En una reunión de padres de niños de primero de enseñanza secundaria, a la que asistí, la directora de la escuela propuso el siguiente programa para casa: tras volver del colegio, a las cuatro, descanso y comida hasta las cinco, estudio de las cinco a las ocho, y después alguna horilla de televisión. Y cuando a las ocho enciendes la televisión, no ves más que un escándalo tras otro, y curas y ministros estafadores que se han hecho millonarios en cuatro años. No hay juventud en el mundo que pueda vivir sin esperanza. Pero ¿qué esperanza puede tener un joven fotógrafo que saca una foto que sería la envidia de todos los reporteros de las agencias, y que en vez de ganar el Pulitzer* acaba despedido? Se rebelan en busca de la esperanza perdida.
Esta vez no han podido encontrarla por muchas razones. Porque todo el tema se ha cubierto con las catástrofes y el vandalismo. Porque no se ha creado ningún eslogan, ni petición que pueda llevar a determinadas conquistas y al sentimiento de alegría y de victoria. Pero si todos los responsables piensan que lo que sucedió fue consecuencia de un asesinato a sangre fría o de un malentendido, entonces tendremos que esperar muchos más malentendidos.
*El fotógrafo Kostas Tsironis, autor, entre otras, de las fotografías abajo reproducidas, ha sido recientemente despedido del Eleftheros Typos .
FOTOGRAFÍAS 1a y 1b
El domingo al mediodía, durante una manifestación -en el centro de Atenas- de repulsa por lo sucedido la noche del sábado en el barrio de Exarjia, dos policías «juegan a matar». Uno de ellos hace el gesto de apuntar con la mano, y el otro con un arma reglamentaria.