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El memorial antifascista de Rivesaltes

Fuentes: Rebelión

Para François Iglesias, que sigue llevando a España en su corazón. Su padre, un cenetista republicano gaditano, un minero francés y afrancesado, se emocionaba como un niño al escuchar a Mairena y Fosforito.   Francia, por supuesto, no es ejemplo de todo ni en todo tiempo y circunstancia. El barcelonés Manuel Valls, su primer ministro, […]


Para François Iglesias, que sigue llevando a España en su corazón. Su padre, un cenetista republicano gaditano, un minero francés y afrancesado, se emocionaba como un niño al escuchar a Mairena y Fosforito.

 

Francia, por supuesto, no es ejemplo de todo ni en todo tiempo y circunstancia. El barcelonés Manuel Valls, su primer ministro, no es alguien que merezca reivindicación política alguna. Por la senda del neoliberalismo o del socialliberalismo. No es espejo en el que debamos mirarnos. En todo caso hay detalles que merecen destacarse. Tomo pie en la información de Carlos Yarnoz [1].

El titular de la noticia: «Francia asume, reconoce y reprueba por vez primera de manera pública, oficial y solemne el inhumano trato que dispensó a los cientos de miles de refugiados españoles llegados en 1939 al final de la guerra civil». Y lo ha hecho por boca de su primer ministro. Sus palabras: «Fueron humillados. Se les quiso arrebatar la dignidad. Los que huían en busca de la libertad esperaban otro tipo de acogida. Eso no es Francia». Esto no debe ser Francia. Ni España por supuesto.

¿Se imaginan unas palabras así dichas por un primer ministro español con algunos pequeños cambios? Estas por ejemplo a título de sugerencia: «Fueron humillados, perseguidos, asesinados. Se les quiso -se les quiso, no se consiguió- arrebatar la dignidad. Los que defendían la libertad contra el fascismo querían, aspiraban a otros país más justo, más culto y más humano. Esa España maltratadora hiela el corazón, esta no es la España de García Lorca, de don Antonio Machado, de Negrín, de Ruano, de Ibárruri, de Salvador Puig Antich, de Companys y de Marcelino Camacho».

Valls presidió el pasado viernes 16 de octubre la inauguración del memorial del campo de Rivesaltes. Allí fueron encerrados más de 20.000 ciudadanos republicanos españoles en condiciones indignas. La mitad fueron enviados a campos nazis de exterminio y muerte. El 65% no regresaron; unos 6 o 7 mil.

«Se les privó de dignidad» con un «desprecio total de humanidad». De nuevo es Valls quien habla en el primer mea culpa público de un alto representante del Estado francés. No es esa la clave definitiva, comenta CY, para que Francia haya dado este paso. No es esa. «La iniciativa de construir el monumental memorial partió de la sociedad civil y fue apoyado sobre todo por las autoridades de una región en la que viven muchos supervivientes de Rivesaltes y cientos de miles de descendientes». El campo, de nuevo es Valls quien habla, está ahí «para decir alto lo que se comenta en voz baja. Francia no es así, sino una tierra de asilo».

Al encuentro -cerca de cuatro horas- asistieron supervivientes españoles, judíos, gitanos, etc. Entre esos supervivientes españoles: Gilbert Susagna, 80 años, estuvo con cinco años en Rivesaltes, y Josep Castell Gracia, 87, encerrado en los campos del sur de Francia con su madre tras sufrir los bombardeos de Barcelona. Uno de los políticos presentes fue Pierre Aylagas, diputado y alcalde socialista de Argelés-sur-Mer. «Su padre, agricultor castellano, fue encerrado tras la Guerra Civil en varios campos, el primero el de Argelés» [2]. Allí nació el gran científico franco-barcelonés Eduard Rodríguez Farré. Su padre fue un médico republicano; su madre una enfermera catalana.

La representación oficial española: la consejera de Gobernación de la Generalitat de Cataluña, Meritxel Borràs, y el cónsul general de España en Perpiñán, Gaudencio Villas. Nadie más. «Los responsables del memorial habían expresado su disgusto por el hecho de que el Estado español no tuviera una presencia de mayor rango en este acontecimiento». En esta ocasión, según parece, la responsabilidad no es achacable a las autoridades españolas.»Ha sido Hermeline Malherbe, la presidenta del Consejo Regional de Languedoc-Rosellón, que incluye Rivesaltes, la que distribuyó las invitaciones. Las envió a la Generalitat y a la embajada de España en París, que designó al cónsul para el acto». El Gobierno francés prefería que la inauguración fuera un acto interno de Francia.

Tengo mis dudas aunque puedo equivocarme. ¿Qué hubiera pasado si los invitados hubieran sido otros, representantes políticos de mayor alcance, aunque Borràs es ministra de Interior del gobierno de la Generalitat en funciones?

Hay otros nudos en la situación por supuesto. Este por ejemplo. «A la entrada del memorial, varios descendientes de harkis, los argelinos que lucharon con los franceses contra la independencia de Argelia, protestaron con gritos porque no habían sido invitados a la ceremonia. Más de 20.000 harkis vivieron encerrados en Rivesaltes en los años sesenta tras huir de su país, donde estaban amenazados de muerte». A lado de los franceses y contra la independencia de su país.

Desde los años ochenta del pasado siglo hasta 2007, Rivesaltes se ha usado para encerrar a migrantes irregulares.

Nadie merece un destino así. Nadie. Nunca más.

Notas:

[1] http://internacional.elpais.com/internacional/2015/10/16/actualidad/1445013323_320535.html?rel=epr

[2] También estuvo el periodista Joël Metía: «en 1998 difundió entre el escándalo de supervivientes y descendientes que buena parte de los archivos del campo de Rivesaltes había sido tirados a un basurero».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.