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El ministro del recorte de Sarkozy ayuda a magnates

Fuentes: Ojalá/SanchoPanzaLab

Woerth, quien rebajó el gasto público y va a reducir las pensiones, tiene relaciones privilegiadas con la mujer más rica de Francia

Los franceses por fin disponen de un caso que permite ver claro en la nebulosa de la supuesta lucha contra la evasión fiscal, la realidad dura del bloqueo de sueldos, el fin de las pensiones de vejez y la austeridad impuesta. La esposa de Eric Woerth, ministro de Trabajo , ha estado trabajando discretamente durante tres años como gestora de la fortuna de una de las mujeres más ricas del mundo, la francesa Liliane Bettencourt. Unamultimillonaria cuya principal actividad, a sus 87 años, consiste en evadir impuestos, cosa que hacía con Woerth ya en el Gobierno.

El inmenso escándalo, que ha cobrado proporciones de «asunto de Estado», empezó a despuntar la semana pasada gracias a un asunto privado de peleas por herencias familiares, en una atmósfera a lo Agatha Christie. El conflicto opone a los gestores de la fortuna de Bettencourt, la mujer más rica de Francia con unos 17.000 millones de euros, y a la propia hija de esta, Françoise Bettencourt-Meyers.

Tras la detención preventiva del mayordomo y de varios empleados de la multimillonaria, heredera de la fortuna L’Oréal y propietaria del 31% de la firma, aparecieron unas misteriosas grabaciones. Unas cintas que, antes de llegar al juez de la querella familiar, fueron difundidas porla web Mediapart y por el semanario Le Point. Y el contenido es explosivo.

En varias conversaciones, la multimillonaria negocia cheques para el presidente NicolasSarkozy y para Eric Woerth,además de un tercero para la ministra de Investigación, Valérie Pécresse. Lo reconoce en una conversación mantenida nada menos que con Patrice de Maistre, jefe del bufete de gestión de fortunas donde trabaja Florence Woerth, la esposa del ministro.

No sólo eso. En una de las conversaciones, De Maistre explica a la anciana que esos cheques, de 7.500 euros, le «salen baratos» y permiten «tener amigos». «El presidente sigue muy de cerca» la querella en curso entre madre e hija, que gira en torno a mil millones de euros regalados a un fotógrafo, sugiere el gestor de fortunas cuya firma, Clymène, emplea a la esposa del ministro Woerth. Luego evoca algo que ocurrió: una querella de su hija por los mil millones desestimada por el fiscal. Y finalmente, haciendo alusión al Elíseo, precisa: «Podemos decir que si usted pierde» y se va a la Corte de Apelación, «conocemos muy bien al fiscal».

Guardián de la «ruptura»

El ministro Woerth no es un don nadie. Al contrario: es el superministro de Sarkozy, guardián del eje central de la tan cacareada «ruptura». Fue él quien, al frente del Ministerio del Presupuesto, ejecutó la política de supresión de empleos públicos, de reducción del gasto social útil y de recorte de servicios públicos, cosa que empeoró los déficits.

Mientras efectuaba esa labor, aún le quedaba tiempo para asegurar buena parte de los discursos sobre la lucha contra el fraude fiscal, llegando a tener en su poder una lista con más de 3.000 contribuyentes franceses que defraudaban vía Suiza. Creó una «célula de regularización fiscal» , mediante la cual cientos de evasores han escapado a la cárcel y a las multas, y han podido repatriar capitales por unos mil millones de euros.

Al acercarse el explosivo choque por las pensiones, Sarkozy desplazó a Woerth de campo de batalla. Desde hace tres meses, asume una nueva cartera que reúne Trabajo, Solidaridad y Función Pública . Ahí se enfrenta a los sindicatos en un combate que tendrá su próximo episodio mañana jueves, jornada de movilización sindical por el sistema público de jubilación.

Cuentas en Suiza

Todo ha ido rápido desde el estallido del escándalo. Liliane Bettencourt, sin preocuparse por seguir ocultando nada, ha anunciado que a partir de ahora regularizará su situación fiscal, cosa que equivale a reconocer que antes no tenía la intención de hacerlo. Sus allegados cifran los bienes no declarados en dos cuentas en Suiza, por casi 80 millones de euros, y una isla en las Seychelles. Eso parece poco para una mujer que, sólo en dividendos directos de L’Oréal, cobra 280 millones de euros al año.

Woerth anunció que su esposa dimitirá de su cargo en la empresa de gestión de fortunas Clymène, aunque aseguró que él no ha «pensado ni un momento en dimitir».

Frente a la exigencia del cese formulada por la oposición, también los conservadores han cerrado filas en torno a Woerth. Pero cuando se debate sobre dimisión, nunca hablan de un detalle. ¿Dimitir de qué cargo? Porque el marido de la mujer que gestionaba la fortuna que evadía impuestos es nada menos que tesorero de la Unión para un Movimiento Popular (UMP), el partido del propio Sarkozy. Y, por si no estaba claro, también fue tesorero de la campaña presidencial de 2007, que llevó al poder al actual presidente. Eric Woerth es alguien que no se puede abandonar en la cuneta así como así.

Querella contra la jueza Eva Joly

El ministro francés de Trabajo, Eric Woerth, ha dejado claro que no dimitirá por sus relaciones con Liliane Bettencourt. Y llevará al banquillo a toda persona que le invite a hacerlo: Woerth anunció que su esposa demandará a la eurodiputada ecologista Eva Joly, antigua jueza de instrucción para delitos financieros. «Existe una contradicción de intereses entre su presunta lucha contra los paraísos fiscales y el hecho de que su esposa participe en la evasión fiscal de la fortuna de Bettencourt», dijo Joly el domingo. La eurodiputada invitaba a Woerth a dimitir. El ministro aseguró que es «pura calumnia». Por su parte, el diputado y líder del Partido Socialista de la Renovación Arnaud Montebourg pidió una investigación judicial sobre la relación entre Woerth y Bettencourt, la 21º persona más rica del mundo.

L’Oréal: de colaborar con los nazis al Elíseo

Cuando los guerrilleros liberaron París de la ocupación nazi en 1944, y el pacto gaullista-comunista empezó a depurar, a golpe de nacionalizaciones, a la gran patronal colaboracionista, muchos se extrañaron de que una firma se salvara por los pelos. Se llamaba L’Oréal y estaba dirigida por dos colaboracionistas notorios, Eugène Schueller y André Bettencourt, respectivamente padre y marido de Liliane Bettencourt. La firma que atravesó sin despeinarse la guillotina de la Resistencia tenía un as en la manga: un redactor jefe de la revista de la casa, Votre Beauté, llamado François Mitterrand.

Así de larga es la mano de la empresa que, pese a ser hoy una multinacional presente en los cinco continentes, sigue conservando su sede social en el centro de París. Liliane, heredera del trono familiar y decimoséptima fortuna femenina del mundo, está en el centro del pacto entre L’Oréal y la multinacional suiza Nestlé.

Trabajos para el III Reich

La maña de los colaboracionistas Schueller y Bettencourt fue magistral. Después de haberse ilustrado fundando y escribiendo en periódicos antisemitas, racistas y nazis, colaborando con la Propaganda Staffel, y financiando milicias para trabajos sucios delIII Reich, los dos individuos sintieron a tiempo que el viento estaba cambiando.

Los fundadores del líder de cosmética se salvaron gracias a Mitterrand

Hacia 1943, ya estaban en contacto con Mitterrand -cuyo pasado de funcionario filonazi no está libre de dudas- y entraban en un blandengue movimiento de supuesta resistencia, creado para ir viéndolas venir.

Hecho lo cual, aceptaron pasar a una muy discreta segunda fila de la dirección de L’Oréal, para que se olvidara su nombre. Pero eso sí: conservando la propiedad, es decir los dividendos.

Con su 31% de L’Oréal y su 3% de Nestlé, entre otros negocios, Liliane Bettencourt se sienta así sobre una fortuna que apesta. La niña nacida en el centro de París, cuando su padre, químico, ya estaba confortablemente instalado en un buen negocio de tintes para el pelo y de celuloides para el cine, creció huérfana de madre. Bajo la influencia de los dos colaboracionistas, pues.

De patrimonio hoy se sabe que dispone de 80 millones de euros ocultos en Suiza y de una isla privada en las Seychelles. Entre las propiedades conocidas por el fisco está una mansión playera en Bretaña. Y también un palacio en la acaudalada ciudad de Neuilly-sur-Seine, al oeste de París. Se trata del ghetto de multimillonarios que admiró en 1983 la gallardía de una joven promesa de la política a la que trataron con todos los honores: el recién elegido alcalde Nicolas Sarkozy, hoy presidente.

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Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.