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El movimiento obrero británico se moviliza contra los recortes del sector público

Fuentes: Rebelión

Los británicos tienen la fama -por lo menos entre ellos- de no ser muy combativos. Y podemos decir que están en lo cierto si los comparamos con los movimientos sindicales de Francia o la respuesta ciudadana de Grecia. En el Reino Unido cuesta mucho convocar una movilización seria capaz de llamar a la acción a […]

Los británicos tienen la fama -por lo menos entre ellos- de no ser muy combativos. Y podemos decir que están en lo cierto si los comparamos con los movimientos sindicales de Francia o la respuesta ciudadana de Grecia. En el Reino Unido cuesta mucho convocar una movilización seria capaz de llamar a la acción a sus ciudadanos. Al TUC (Trade Unions Congress), la federación sindical británica que representa a la mayoría de sindicatos del país (58 en total), le costó casi un año convocar la gran marcha del 26 de marzo para protestar contra los ingentes recortes que el gobierno de la coalición entre Conservadores y Liberales-Demócratas está llevando a cabo. La manifestación que se vivió en Londres el pasado sábado fue una de las mayores manifestaciones que se recuerdan en el Reino Unido, con una asistencia que se mueve entre las 250.000 personas y el medio millón. Tan sólo la superan las movilizaciones del 2003 en contra de la guerra, mientras que sobrepasan a las movilizaciones contra el Poll Tax celebradas en 1990 que acabaron por minar la reputación de Margaret Thatcher, que abandonó el gobierno en noviembre de ese mismo año. En el aire queda la propuesta de convocar una huelga general en el sector público, como piden algunos partidos de izquierda tales como el Socialist Workers Party.

Esta marcha coincidió en la misma semana en que el Ministro de Hacienda, el conservador George Osborne, presentó los presupuestos de este año. Estos presupuestos no hacen sino confirmar la creciente división entre la clase pudiente y la clase trabajadora (en un país que ya es en sí muy clasista) que presentaba el Comprehensive Spending Review que presentó Osborne el pasado octubre. A los 81 mil millones de libras que el gobierno planea recortar en gasto público con tal de reducir el déficit, se le suma la bajada de los impuestos que las grandes empresas tienen que pagar. Si hasta ahora tenían que contribuir con un impuesto del 28% de sus beneficios, esta cifra se reduce este año a un 26% y se espera que en 2014 sea de un 23%. Mientras tanto, los recortes en el sector público se están empezando a notar a lo largo y ancho del país. Los organizadores de la manifestación del 26 de marzo, March for the Alternative (Marcha por la alternativa), protestaban porque opinan que los recortes que está llevando a cabo el gobierno son una opción política y no la única opción posible, como se han encargado de repetir una y otra vez los miembros del gobierno. La intención de reducir a corto plazo la deuda que tiene el país (que no es más alta que otros países de la UE) a costa de recortes en el gasto público es una opción ideológica que trata de reducir el papel que juega el Estado como motor económico y traspasarlo a las manos del mercado. Como argumentan los sindicatos británicos, estas medidas van a crear más desempleo, porque se basan en una economía especulativa, mientras que la alternativa está en crear una economía realmente productiva. De hecho, en los últimos meses han surgido una importante campaña que se oponen a los recortes y a las medidas económicas del gobierno británico denominándolas como «falsa economía». En su página web falseeconomy.org.uk, intentan contabilizar el impacto de los recortes que se están produciendo en las diferentes regiones del Reino Unido y argumentar por qué los recortes no son la solución.

A la manifestación del sábado acudieron trabajadores y estudiantes de todo el país. Muchos padres llevaron consigo a sus hijos, declarando su preocupación por el futuro de les puede esperar. El ambiente fue por tanto familiar, también festivo y, por supuesto, reivindicativo. Las pancartas y eslóganes que portaban los manifestantes eran bastante ingeniosos. Se repetían los insultos y las parodias contra David Cameron y Nick Clegg, pero también se recordaba las similitudes entre este gobierno y el de Margaret Thatcher, especialmente en un cartel en el que las caras de Cameron y de la dama de hierro se fusionaban o también en la performance de dos personas disfrazadas de los dos dirigentes conservadores andando de la mano. Sindicatos de todos los rincones del país y de todos los sectores se dieron cita en la marcha, mostrando su rechazo contra unas medidas que están poniendo en peligro miles de puestos de trabajo. Destacaban los sindicatos de funcionarios, uno de los sectores más afectados de cara a la pérdida de trabajos, los trabajadores del NHS, el sistema de sanidad público británico, amenazado con que se privaticen parte de sus servicios, y los estudiantes. De hecho, estas movilizaciones prosiguen a las que el sector educativo empezó en noviembre contra los recortes en educación y el aumento de las tasas universitarias hasta 9.000 libras por año. Esta misma semana también se han producido huelgas de profesores universitarios en todos los campus del Reino Unido para protestar por el cambio en el sistema de pensiones de los profesores universitarios y contra los recortes que las universidades británicas están empezando a afrontar y que afectan directamente a sus puestos de trabajo. La UCU (University and College Union), el sindicato mayoritario en Universidades convocó varios días de movilizaciones, primero en días alternos en Escocia, Gales, Irlanda del Norte e Inglaterra, para culminar con un día de acción conjunta el 24 de marzo. Finalmente, el 26 de marzo, estudiantes y profesores se unieron con el resto de la clase trabajadora británica para protestar contra los recortes. Si en las movilizaciones estudiantiles, el grito era «No ifs, no buts, no Education cuts!» («¡Ni sis, ni peros, no a los recortes en Educación!»), ahora era «No ifs, no buts, no Public Sector cuts!» («¡Ni sis, ni peros, no a los recortes en el Sector Público!»).

La manifestación fue mayoritariamente pacífica, pero se respiraba a lo largo de toda la marcha un espíritu de conflicto de clase en el que el odio por un tipo de política hecha para unos pocos era más que presente. En los eslóganes y en las pancartas de los manifestantes se podía leer repetidamente la idea de que los trabajadores no tienen que pagar los errores creados por otros. Los bancos fueron por ende el principal objetivo de las acciones directas. En Picadilly Lane y Oxford Street, donde se registraron los principales incidentes, los bancos y las tiendas de algunas multinacionales cerraron sus puertas y fueron escoltadas por los policías. Pero no evitaron que algunos manifestantes apedrearan los cristales o pintaran en sus paredes muestras de su rechazo. En los cristales de una sucursal del banco Lloyds en Picadilly Lane, se podía leer «Class War» («Guerra de clases»), sintomático de lo que es, o debería ser, esta lucha que la clase trabajadora británica está librando contra las políticas neoliberales del gobierno de Conservadores y Liberales-Demócratas. El movimiento UK Uncut, que durante los últimos meses ha estado llevando a cabo acciones contra las empresas británicas que evaden impuestos legalmente, fomentaron la ocupación de establecimientos como Vodafone (que evade 6 mil millones de libras anuales), Topshop (que evade 300 millones de libras), Boots (100 millones) y las sedes de diversos bancos (que evaden un total de tres billones de libras). Debido a la enorme vigilancia de estos establecimientos por la policía, no se pudieron ocupar estos espacios, pero sí otro de los objetivos fijado por los manifestantes. Los establecimientos «para los ricos» fueron otra de las dianas; el hotel Ritz fue atacado y los grandes almacenes de lujo Fortnum & Mason fueron ocupados por los miembros de UK Uncut. No todo el mundo que acudió a la manifestación pudo llegar al mitin final en Hyde Park, debido a la longitud del recorrido y a la cantidad de gente que había. Muchos no pudieron por lo tanto escuchar los discursos de los dirigentes sindicales defendiendo el sector público -especialmente la necesidad de defender la sanidad pública- y criticando los recortes, ni a Ed Milliband, líder del Partido Laborista, al que muchos critican porque los recortes empezaron ya a planearse bajo el gobierno de Gordon Brown. Todos los manifestantes pudieron ver, sin embargo, cómo la policía defendía durante el recorrido y en los hoteles de lujo que circundan Hyde Park los establecimientos destinados a los ricos. El gobierno británico ha dejado claro que está gobernando para la minoría adinerada del Reino Unido y que su papel es defender estos intereses. Se trata, por tanto, de un conflicto de clase. El movimiento obrero que se ha empezado a movilizarse activamente con esta manifestación debería tenerlo claro.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.