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La racismo ya es ley en Italia

El orgullo y el olvido

Fuentes: Rebelión

Después de tres mociones de confianza el Senado italiano aprobó ayer el paquete de normas sobre seguridad, que ya son ley. Delito de inmigración irregular, endurecimiento de las reglas para acceder y mantener la regularidad, endurecimiento de las penas para quien alquila inmuebles a los «sin papeles», tasación de las sanciones (entre 5.000 y 10.000 […]

Después de tres mociones de confianza el Senado italiano aprobó ayer el paquete de normas sobre seguridad, que ya son ley. Delito de inmigración irregular, endurecimiento de las reglas para acceder y mantener la regularidad, endurecimiento de las penas para quien alquila inmuebles a los «sin papeles», tasación de las sanciones (entre 5.000 y 10.000 euros), obligación de los funcionarios públicos (médicos y directores de escuelas excluidos) de denunciar a los inmigrantes que quieran acceder a servicios administrativos públicos, extensión del internamiento en los centros de detención (de 90 días se pasará a 180), pago de 80 a 200€ para obtener el permiso de residencia, examen de italiano y firma de un «acuerdo de integración en pro de la convivencia de los ciudadanos italianos con los extranjeros»,  liberalización de las rondas o milicias privadas (no armadas, sin uniforme) y de los aerosoles de pimienta, recuperación del delito de ultraje a la autoridad (pena de hasta 3 años), persecución de la mendicidad y de los grafiteros: la Italia de derechas está contenta, imaginando ya limpias las calles. Maurizio Gasparri, presidente de los senadores del Partido de la Libertad berlusconiano se enorgullece -«Una ley para los italianos»-; el ministro del Interior, Roberto Maroni (Liga Norte), «cerebro político» del decreto, declara que «es un paso adelante muy importante para garantizar la seguridad de los ciudadanos».

La oposición protesta con dureza. «Es el precio que paga el gobierno a la Liga Norte», declara Dario Franceschini, secretario del Partido Democrático. «No se destinan más recursos a las fuerzas de policía pero sí pasa el delito de clandestinidad que atascará el trabajo de los magistrados, y abarrotará las cárceles sin perseguir la criminalidad que explota la inmigración clandestina». Los diputados de Italia de los Valores levantaron en el hemiciclo carteles que decían: «Los verdaderos clandestinos sois vosotros. Gobierno: clandestino del Derecho».

En declaraciones al ‘Corriere della Sera’, el secretario del Consejo Pontificio para la pastoral de los migrantes y de los itinerantes, monseñor Agostino Marchetto, dijo que la ley sobre seguridad traerá «muchos dolores y dificultades» a los inmigrantes. Sin embargo, la mayoría de los ciudadanos de un país mayoritariamente católico aprueba las medidas. El Vaticano critica, ma non troppo. Recordemos la dureza de las declaraciones cuando la muerte de Eluana Englaro. Protestar de veras, sostienen algunos católicos, significaría abrir las puertas de las iglesias a los inmigrantes.

Lean este texto con atención:

«Generalmente son de pequeña estatura y de piel oscura. No les gusta el agua y muchos apestan porque llevan la misma ropa durante semanas. Se construyen chabolas de madera y aluminio en los suburbios de las ciudades donde viven, encima unos de otros. Cuando consiguen acercarse al centro alquilan carísimo apartamentos cochambrosos. Se suelen presentar dos y buscan una habitación con cocina. Luego se convierten en cuatro, seis, diez. Entre ellos hablan lenguas incomprensibles para nosotros, tal vez dialectos antiguos. A muchos niños los usan para pedir limosna y delante de las iglesias suelen ponerse mujeres vestidas de negro y ancianos que claman piedad con tono penoso. Dicen que tienen querencia al robo, y si se les obstaculiza, se vuelven violentos. Nuestras mujeres los evitan no sólo porque son poco atrayentes y salvajes sino porque se ha extendido el rumor de algunas violaciones ocurridas en calles periféricas al volver las mujeres del trabajo.

Nuestros gobernantes han concedido demasiadas entradas en las fronteras pero sobre todo no han sabido seleccionar entre aquellos que entran en nuestro país para trabajar y quienes piensan vivir como parásitos o incluso de actividades criminales…

[…] Les invito a comprobar los documentos de procedencia y a devolver a sus países a la mayoría.

Nuestra seguridad debe ser la primera preocupación.»

Es un fragmento de un informe de la Inspectoría para la Inmigración del Congreso sobre inmigrantes italianos en Estados Unidos. En octubre de 1912 los clandestinos eran otros…