Con la imposición del «diktat» de la Troika a Chipre, la Unión Europea disipó las pocas dudas que existían sobre quién dirige y sale beneficiado de la política para mantener la unión monetaria. Ni durante el rescate de la deuda griega o española, para citar dos casos, las criticas de economistas y políticos hacia la […]
Con la imposición del «diktat» de la Troika a Chipre, la Unión Europea disipó las pocas dudas que existían sobre quién dirige y sale beneficiado de la política para mantener la unión monetaria.
Ni durante el rescate de la deuda griega o española, para citar dos casos, las criticas de economistas y políticos hacia la Unión Europea (UE) y la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI) fueron tan unánimes sobre la cuestión de fondo, el papel hegemónico que juega Alemania, como en el caso de Chipre.
¿El euro o la vida?
En diarios, portales y blogs, muchos economistas en Estados Unidos y Europa, ven la «solución» a la crisis en Chipre aplicada por la Troika como un paso que la UE dio hacia su propia destrucción: «La lección de Chipre es que Europa está políticamente en bancarrota (…) Durante la semana pasada, Europa, o mejor dicho los lideres de la UE, se han hecho a sí mismos un daño que jamás podrán reparar» (theautomaticearth.com, 26 de marzo 2013).
«Chipre debe salir del euro. Ahora mismo. La razón es bien directa: seguir en el euro significa una increíblemente severa depresión que durará largos años mientras (Chipre) intenta crear un nuevo sector exportador. Abandonar el euro, y dejar que la nueva moneda se devalúe, dará una gran aceleración a esa reconstrucción» (Paúl Krugman, The New York Times).
«Los buenos, los malos y el extremadamente feo (aspectos del acuerdo de Chipre)»: El acuerdo de la Troika introdujo la más alarmante dimensión, el definitivo final de cualquier esperanza de una genuina unión bancaria en toda la eurozona (Yanis Varoufakis, economista griego).
«Chipre descubre que no todas las naciones son iguales», y que «la primacía la tienen los intereses de las más grandes naciones de la eurozona» (Christopher Pissarides, Nobel de economía y asesor del Presidente de Chipre, Financial Times 28 de marzo 2013) Haz lo que yo digo, no lo que yo hago
Que el Nóbel Pissarides tiene razón no cabe la menor duda. Esas grandes naciones de la eurozona, con sus grandes bancos que especularon y salieron ganando con los rescates del BCE, son las que ahora están negociando un acuerdo de libre comercio UE-Canadá, que la agencia Canadian Press (CP) analiza a partir de un borrador de las negociaciones (Weaker bank rules part of Canada-EU trade talks, 27 de febrero 2012).
El borrador citado por CP deja en claro que el tan afamado sistema bancario canadiense -el único de los países del G7 que resistió a la crisis del «subprime» porque no se derribó el «muro» que separa las actividades de depósito de las operaciones de riesgo, y porque se mantuvo un sistema de supervisión muy efectivo-, está en la mesa de negociaciones porque «la UE no quiere excluir los servicios financieros del ámbito de las exigencias de desempeño». Dicho en palabras más profanas, los bancos de la UE quieren estar donde se pueden sacar ganancias más rápido y fácilmente.
Canadá, según la CP, está resistiendo frente a los intentos de la UE para debilitar la supervisión de las instituciones financieras que salvaron a los bancos canadienses de la crisis, y para ello adoptó una estrategia cautelosa: Ottawa solo permitirá abrir su mercado financiero a la UE si las autoridades canadienses conservan el poder de bloquear las actividades de negocio que pudieran poner en riesgo el sistema financiero. Pero, agrega la información, la cautela canadiense está chocando contra el agresivo empuje europeo (de los centros financieros en Alemania, Gran Bretaña, Francia, Holanda, entre otros) que busca obtener la protección total para sus inversores.
Con palabras que todos entenderemos, las «naciones fuertes» de la UE quieren demoler la totalidad o parte de las salvaguardas y la supervisión que son la fortaleza del modelo bancario canadiense para poder incursionar sin control en las actividades financieras de riesgo, con los inversionistas europeos protegidos de cualquier sanción o reacción de parte de las autoridades o intereses canadienses.
La periferia controlada con los grilletes de la deuda
Por eso no sorprende lo que escribe el periodista alemán Jakob Augstein, de que «el drama sobre Chipre ha clarificado que la crisis en la zona euro (ZE) está desarrollándose como una lucha sobre la hegemonía alemana en Europa. En la superficie, (Ángela) Merkel y (su ministro de Finanzas Wolfan) Schaüble parecen estar trabajando para estabilizar la economía. En realidad, están vinculando a las otras naciones con los grilletes de la deuda» (Der Spiegel, 25 marzo 2013).
Augstein cita al antropólogo estadounidense David Graeber, quien en su libro «Debt: The First 5,000 Years» señala que si la historia muestra algo, es que no hay mejor manera de justificar relaciones basadas en la violencia, y hacer que estas relaciones aparezcan como morales, que reposicionándolas en un lenguaje de deuda, sobre todo porque hace inmediatamente aparecer a las víctimas como si estuvieran haciendo algo erróneo.
Hasta el ministro de Relaciones Exteriores de Luxemburgo, Jean Asselborn, criticó a Alemania por «buscar la hegemonía de la eurozona», y de paso objetó la crítica del «modelo de negocios» de Chipre (similar al de Luxemburgo), porque Alemania no debe, «bajo la cobertura de tecnicismos financieros», «estrangular» los «modelos económicos» de otros países.
Asselborn apuntó que los países grandes, como Alemania, Francia y Gran Bretaña, no pueden argumentar que solo sus centros financieros son necesarios y que se debe terminar con los situados en otros países (Reuters, 28 de mayo 2013)
Sin duda al ministro Asselborn no le gustó lo que el ministro de Finanzas de Francia, Pierre Moscovici, dijo a quienes lo criticaban por haber dado su acuerdo a la política que se aplicó en Chipre: «a todos aquellos que dicen que estamos estrangulando a todo un pueblo… Chipre es una economía casino que estaba al borde de la bancarrota».
El economista chipriota Christopher Pissarides, en su artículo en el Financial Times (28 de marzo 2013), rechaza la definición de que Chipre tenía una «economía casino» y recuerda que después de la invasión de Turquía en 1971, Chipre perdió la mayor parte de su base agrícola e industrial y que entonces se decidió hacer de los servicios para negocios y el turismo el principal sector exportador, para atraer negocios del Oriente Medio, de la UE y de Rusia mediante acuerdos sobre la doble tributación fiscal, políticas de inmigración relajadas y bajos impuestos para las empresas.
Premio Nóbel del 2010 y desde enero pasado asesor del presidente de Chipre, Pissarides afirma que para la Troika el «problema» es que los grandes depósitos bancarios que llegaron a Chipre inflaron el sector bancario hasta dimensiones «insostenibles», aproximadamente ocho veces el PIB. Pero esta proporción -destaca el economista- sigue siendo inferior que la de Luxemburgo, y no muy diferente de las de Malta e Irlanda.
También señala que el plan de la Troika parte del supuesto enunciado por el ministro de Finanzas de Alemania, Wolfan Schaüble, de que ese «modelo de negocios» es «insostenible» y que el sistema bancario chipriota debe achicarse de 50 a 60 por ciento en los próximos cinco años.
Pissarides subraya que la Troika no dejó pasar la oportunidad y liquidó los dos grandes bancos de Chipre, el Laiki Bank y el Bank of Cyprus, que habían invertido mucho en los bonos soberanos de Grecia y necesitaban capital para seguir operando, y afirma que «es ahí donde el proceso de toma de decisiones de la Troika deviene desconcertante y la visión de los ‘padres fundadores’ de la moneda única se convierte en una burla».
Para el economista Yanis Varoufakis -en su análisis titulado «El bueno, el malo y el extremadamente feo (aspectos del acuerdo de Chipre)»-, es bienvenido que el costo de los fatuos banqueros chipriotas se le haya cargado a los depositantes que asumieron riesgos, pero uno no deberá sorprenderse si este episodio en Chipre que duró una semana, termina siendo registrado en los anales de la historia como el punto de viraje principal: como el momento en la historia en que Europa pasó la barrera de lo aceptable.
Varoufakis recuerda que el nuevo presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, dijo en términos bien claros que el acuerdo con Chipre abría el camino para que los próximos acuerdos de rescate sean tales que la UE «nunca necesitará incluso considerar la recapitalización directa» de los bancos que se desmoronan, lo que -puntualiza el economista- constituye la sentencia de muerte tanto de los acuerdos de recapitalización directa alcanzados en la UE en junio del 2012, como de cualquier unión bancaria que tenga sentido. «El mensaje es claro: cada uno por sí mismo!», y Varoufakis añade que también se entierran los planes de usar las facilidades con el BCE para «desacoplar los bancos de la crisis de la deuda pública».
Para el economista griego, la combinación de (a) la negación de la necesidad de consolidar la deuda pública, (b) el descarrilamiento de cualquier unión bancaria que tenga sentido y, (c) la mano dura con la cual Chipre fue tratado durante la semana pasada, implica un nuevo y horrible estado de las relaciones en Europa. Hasta ahora, quienes apoyaron la austeridad y la manera como Alemania manejaba la crisis de la ZE en los países deficitarios (incluyendo a Francia), venían argumentando que se necesitaba seguir a Berlín y a Fráncfort para inspirar suficiente confianza en aquellos que controlan los cordones de la bolsa (mostrar la voluntad de ‘poner la casa en orden’), antes de que pasaran de los inevitables eurobonos a la lógica de la unión bancaria, y a lo que fuera necesario para alcanzar una mayor unión política y económica.
Pero lo aplicado en Chipre, concluye Varoufakis, revela lo equivocado de tal visión. Los pueblos de la periferia (Irlanda, Portugal e incluso Grecia e Italia) aunque no les gustara inclinaron su cabeza frente a la austeridad y la pérdida de las leyes laborales y sociales que los protegían, y a pesar de eso los poderes en Berlín y Fráncfort siguen alejándose de los movimientos hacia la unificación, adoptan un creciente autoritarismo, políticas que dividen y empujan la ZE precisamente en la dirección opuesta a la necesaria para retomar la sustentabilidad política y económica.
Hasta el periodista Jean Quatremer, del diario francés Libération, escribe que el gobierno de Berlín parece incapaz de controlar su enorme poder, y que si en tiempos de «Merkozy» (la alianza del ex Presidente Nicolás Sarkozy con la Canciller Ángela Merkel) hubo apariencia de que las decisiones se tomaban de manera conjunta, con el rechazo del actual Presidente François Hollande de «pegarse» a Merkel, ha quedado expuesto lo que realmente son las instituciones europeas: la hoja de parra que impide que los ciudadanos europeos vean la voluntad de Alemania.
Y añade que Alemania decidió resolver la crisis del euro en sus propios términos, y que la pretendida superioridad de la visión económica de Merkel está llevando a que «Alemania pierda todos sus amigos, aunque todavía no sean sus enemigos».
Muchos analistas consideran que la receta usada con Chipre no tiene nada que ver con «salvar a Chipre» sino más bien con su destrucción, destacando que no hay la menor duda que la posición de Alemania y de sus aliados son los causantes del «déficit democrático dentro de la UE». Pissarides concluye su artículo expresando que para Chipre «el futuro es realmente sombrío. No es claro lo que nos caerá encima la semana próxima, ni de dónde llegará».
¿El punto de ruptura?
En términos políticos lo sucedido en Chipre, y las reacciones de los políticos de Alemania y demás «grandes naciones» de la UE, ya ha llevado a un cambio decisivo en la posición política del Partido de Izquierda (Parti de Gauche) de Jean-Luc Mélenchon, quien por primera vez plantea el tema de la UE y del euro en términos de «ruptura».
Preguntado sobre las medidas urgentes a tomar, Mélenchon, ex candidato a la presidencia por el Frente de Izquierda, dijo al diario L’Humanité que «en el centro de todo: compartir las riquezas a favor del trabajo, efectuar la transición ecológica del sistema de producción. Para ello, hay que golpear el corazón de los problemas, a Europa. Marcar una ruptura sobre tres puntos. Primero, la relación franco-alemana: totalmente desequilibrada, funcionando para ventaja exclusiva del capitalismo alemán. Después, el euro. Nosotros siempre defendimos la idea de que la moneda única podía ser un punto de apoyo para una política progresista, pero llegamos al punto en el cual ese discurso es inoperante por la obstinación de los dirigentes europeos. En fin, el ‘arco Mediterráneo’. ¿No ha llegado el momento de darnos cuenta que tenemos otro centro de gravedad que Alemania, del otro lado del Mediterráneo?».
Para la agencia Bloomberg, «la saga de Chipre» dará municiones a los líderes populistas a través de todo el sur de Europa que están diciendo que a las elites políticas que manejan esta crisis les importa un bledo los ahorristas ordinarios. Italia tiene el sistema político atascado, los votantes griegos están señalando un creciente apoyo al partido Syriza que quiere renegociar los términos del programa de rescate de Grecia.
Eslovenia va derecho a un pedido de rescate y, según Carsten Brzeski, economista del Grupo ING en Bruselas, la prueba de fuego será cuando el problema de Chipre empiece a afectar a economías más importantes, como España e Italia.
Según el FMI, para refinanciar su deuda pública en el 2013, Eslovenia deberá emitir obligaciones por un valor de tres mil millones de euros, algo muy costoso para ese país dado que la tasa de interés sobre esos bonos saltó de 4.5 a 6.4 por ciento como resultado del «rescate» chipriota.
Según la economista Yves Smith (nakedcapitalism.com del 29 de marzo 2013), la próxima confrontación sobre rescates bancarios y reformas estructurales será en Eslovenia: «Es una cuestión abierta la posición que el nuevo gobierno de centro-izquierda (en Eslovenia) adoptará en cualquier negociación. La Presidenta Alenka Bratusek puso en claro que quiere darle prioridad al crecimiento, no a la reducción de la deuda. Pero esto no cuadra con la posición de Alemania. Eslovenia y Alemania pueden entrar en una disputa sobre las reformas requeridas en Eslovenia a cambio de la asistencia. Si Eslovenia intenta resistir a la Troika, ciertamente encontrará un fuerte rechazo, como sucedió con Chipre. Y otra demostración de fuerza bruta no pasará desapercibida en Italia y España».
Los «rescates» y las políticas de austeridad que los acompañan están causando verdaderos desastres sociales y económicos en un creciente número de países de la UE. Incluso economías grandes, como la de Francia, están yendo hacia una recesión por el aumento del desempleo y las bajas en el consumo y la producción industrial.
La imposición de la hegemonía alemana sobre la UE, un proyecto en el cual el euro es la pieza clave porque concentró el poder financiero y llevó al endeudamiento que está poniendo los grilletes en un creciente número de países, ha convertido en pesadilla el pasado sueño de una UE próspera y con contenido social.
Alberto Rabilotta es periodista argentino-canadiense.