¿Quién hubiera dicho que Mario Vargas Llosa podría votar por Ollanta Humala, ese cuco populista que hoy se cambió de ropa para presentarse como un buen socialdemócrata que sólo quiere redistribuir mejor el ingreso pero ya no cambiar el modelo económico? Aunque aún no lo decidió, el Nobel de Literatura admitió que lo está pensando […]
¿Quién hubiera dicho que Mario Vargas Llosa podría votar por Ollanta Humala, ese cuco populista que hoy se cambió de ropa para presentarse como un buen socialdemócrata que sólo quiere redistribuir mejor el ingreso pero ya no cambiar el modelo económico? Aunque aún no lo decidió, el Nobel de Literatura admitió que lo está pensando y aclaró que jamás votaría por el retoño del presidiario Fujimori, la joven Keiko. Y no solamente Vargas Llosa deberá decidir entre estos dos candidatos que dejaron fuera a las tres variantes de la burguesía, los pitucos y el establishment peruanos. Paradójicamente, quienes van a enfrentarse en junio en el balotaje no son percibidos como antagónicos por muchos de los electores de extracción popular, muchos de los cuales han alterado entre ambos sus preferencias.
Ahora ambos candidatos deben convencer de que cambiarán y no cambiarán las cosas al mismo tiempo, para así conseguir el voto de los descontentos y de los satisfechos con el «milagro peruano». Un milagro que los economistas fundamentan con cifras de crecimiento, reducción de la pobreza, etc. etc. y los raperos desafían con simple «Dicen que el Perú avanzó, pero eso fracasó…». Como ha escrito Gio Infante en su blog, no es el voto de los ignorantes sino el voto de los ignorados el que ganó la semana pasada y puso patas arriba el sistema político peruano. Más que un voto contra la modernidad -como sostienen algunos liberales- parece mucho un voto contra una modernidad para pocos que excluyó a las grandes mayorías. Y no se trata solo de un tema económico: como recuerda la historiadora Cecilia Méndez, fueron varios los agravios del presidente Alan García al Perú indígena y plebeyo que cuestiona el modelo minerodependiente y concentrado de desarrollo. Y sus veleidades de entrar al Primer Mundo, un deseo que compartió con Carlos Menem, que encabezó otro milagro económico más al sur. «Yo creo que el voto a Humala no es sólo un ‘voto negativo’ o de ‘protesta’. Puede leerse también como un voto positivo, de quien exige un derecho; el derecho a la dignidad, una exigencia de respeto. Ya lo dijo Julio Cotler: en Brasil los índices de desigualdad económica son muchísimo mayores que en el Perú. Pero Lula sale con 80% aprobación ¿Porque? Quizá porque Lula es un político con visión de país y a capaz de dar a sus ciudadanos un sentido de autoestima». Alan, al parecer, no. «Podría decirse que tal vez ambas candidaturas -Humala y Keiko- sean asociadas por buena parte de sus electores con una mayor presencia del Estado en los asuntos públicos a diferencia de las candidaturas que representaban el status quo», dice el analista Farid Kahhat.
Toledo evalúa el voto a Humala, Kuczynski a Keiko. Pero en un país sin partidos esos apoyos funcionarían más como una suerte de efecto tranquilizador sobre los candidatos («si Toledo lo apoya, la fe democrática de Humala debe haber aumentado» o cosas por el estilo) que como un traspase efectivo de los votos. Pese a los pronósticos ultrapesimistas, la ventaja de que la elección se haya dado así es que se desvaneció la gran operación político/mediática que consistía en presentar la segunda vuelta como democracia vs. dictadura, alentando todo tipo de fantasmas. Humala quiere cobrarle más a las mineras, ¿eso sería un gran acto de estatización económica? No parece. Dicen que se exacerbó el racismo: en un país donde el racismo era basura bajo la alfombra quizás ello tenga efectos benéficos, dejar de mentirse a sí mismos y ver el Perú real.
Así resume Kahhat la inconsistente posición de las elites peruanas: «En 1985 los ignorantes eran aquellos que votaban por Alan García; en 2006 los ignorantes eran aquellos que no votaban por Alan García. En 1990, los ignorantes eran aquellos que votaban por Fujimori; ahora son aquellos que no votan por Fujimori. En 1990, Mario Vargas Llosa era el redentor del país, hoy es el tonto útil de Humala (candidato por antonomasia de los ignorantes). En 1990, algunos partidarios del derrotado candidato Vargas Llosa clamaban al cielo por un golpe de Estado que previniera el salto al abismo representado por Alberto Fujimori. En 1992, esas mismas gentes aplaudían a rabiar el golpe de Estado perpetrado por Alberto Fujimori. Fiel a su tradición, ahora algunos de ellos lanzan una página de Facebook intitulada ‘Golpe de Estado si gana Humala'».