Fuimos millones los que nos movilizamos el pasado jueves 12 de noviembre. Hombres y mujeres, jóvenes y viejos, obreros y empleados, trabajadores y desocupados, estudiantes y técnicos. No faltó nadie.
Y estuvo el país entero. En Lima no sólo fue la Plaza San Martín, y toda La Colmena, y Quilca, y el Paseo de los Héroes Navales. También Miraflores, y San Miguel, y Lince, y Comas, y San Juan de Lurigancho. En todas partes hubo marchas, manifestaciones, movilizaciones activas, presencia de masas.
Y en el extenso territorio nacional ocurrió lo mismo. Tacna, Tumbes, Puno, Trujillo, Huancayo, Arequipa -para citar algunas capitales-, pero también en las provincias y aun en los distritos. Casi nadie, estuvo indiferente. Y nadie, claro, sacó la cara por los impostores que el 12 de noviembre aprobaron la “vacancia presidencial” para ungir a una pandilla en Palacio de Gobierno.
Fue, sin duda, la movilización más grande que ojos humanos han visto a lo largo de la tormentosa historia de nuestro país. Ni siquiera “Los 4 suyos” –julio del 2000- podría competir con ésta, mucho más espontanea, fresca, juvenil, y aun más numerosa; pero también con miras de futuro.
Más allá de lo vivido, sin embargo, es necesario pergeñar algunas reflexiones. Alguien dijo que es la primera vez que un Presidente que se retira, es mucho mejor estimado que quien lo sustituye. Y es que pese a la carga de acusaciones que lanzaron en su contra, el derribo de Vizcarra suscitó la indignación que hoy perfila el escenario nacional. Y es que el mandatario depuesto cayó con el 65% de aceptación ciudadana, en tanto que sus adversarios concitaban ya el 95% del repudio nacional. Este subió al 99% después de actuar
Por eso se equivocan los que quieren equiparar a uno, con los otros. No significan ni valen lo mismo. Para Vizcarra, se acredita una investigación prolija y severa; pero para quienes lo derribaron, hay una condena inapelable. En un caso se trata de presuntas acciones ilegales que deben acreditarse y hasta sancionarse; en el otro, un accionar siniestro consumado con premeditación, alevosía y nocturnidad, como otros delitos de similar signo.
No es difícil levantar acusaciones contra una persona cuando se le quiere sepultar bajo un torrente de lodo. Un alud de cargos del mismo signo hubo contra Lula, en su momento. Y también contra Evo. Pronto se descubrió que eran juicios interesados, testigos comprados, acusaciones infundadas. Quizá eso no sea igual aquí, pero allí fue, y pronto todo quedó en nada. Los cargos fueron desestimados y las acusaciones consideradas infundadas. En nuestra tierra, veremos lo que ocurra.
Por lo pronto, el gobierno instalado recientemente no es propiamente el “Gobierno de Merino”. Es el Gobierno de Antero Flores Araoz y la Coordinadora Republicana, engendro del más rancio, y racista conservadurismo fascistoide cobijado a la sombra del Fujimorismo.
Los Congresistas que votaron la vacancia el pasado 9 de noviembre esperaban un gobierno parlamentario, pero han alumbrado un equipo de abolengo. Casi todos los titulares de las carteras ministeriales están ligados a estudios de abogados “de alcurnia”, o forman parte de acreditados núcleos reaccionarios. La mosca blanca es, por cierto, Carlos Herrera Descalzi. Nadie en su sano juicio podría entender por qué vino a caer en esa maloliente herencia del pasado.
El titular del Gabinete tiene, por lo pronto muy oscuros antecedentes. Estuvo involucrado en la represión de Bagua que dejo como estela, decenas de muertos. Pero es abogado, además, de Telesud, esa Universidad bamba que buscó engañar al país construyendo la fachada en una institución académica, y hoy busca su “segunda oportunidad”. Y abogado también del rector de la Universidad Garcilaso, ese que ganaba dos millones de soles mensuales. Por lo demás, fue ministro de Toledo, y de García. Y lo habría sido de cualquier otro gobierno que le ofreciera un fajín. Como Sheput, el titular de Trabajo que pisa el mismo terreno.
José Arista Arbildo, el hombre de Economía, es un defensor a ultranza del “modelo” Neo Liberal. Vinculado estrechamente al IPE, es garantía firme de los intereses de la CONFIEP. A su lado, la ex ministra Alva, podría ser tenida apenas como una ultra izquierdista de medio pelo.
El Ministro de Educación, Fernando D’Alessio Ipinza, tiene una pesada mochila en su espalda. A más de su pasado fujimorista, fue en diciembre del 2017, el autor del “indulto” a Alberto Fujimori, de quien alegó se hallaba “al borde de la muerte” a fin de perdonar sus delitos. Hoy nos volverá a la educación antigua, sexista, homofóbica, de los que estudian la anatomía humana de la cintura para arriba, y de las rodillas para abajo.
El titular del Interior tiene la suya, sólo que en relación a otra clase de contubernios. De esos, podría encargarse sólo el imperio de la ley.
Con ese equipo de gestión, no es difícil adivinar lo que vendrá. A corto plazo serán medidas a favor de los empresarios; pero en un periodo ligeramente mayor, asomarán las orejas de los consorcios inversionistas. La minería y los recursos estarán una vez más en juego.
Vendrán días difíciles, entonces. No nos hagamos ilusiones. Estanos ante un reto complejo y tenemos el deber de crecer, y no de perecer. Si alguien asoma a nuestra lucha, bienvenido debe ser. Nuestra tarea es sumar y multiplicar; no restar, ni dividir.
Todas las iniciativas deben ser acogidas y examinadas. Y todas deben confirmarse con la realidad y la vida. El Perú entero, debe estar presente.