ES UNA GRAN victoria. Después de varios años de debates y controversias, el Parlamento Europeo votó por fin el jueves pasado, 17 de noviembre, el proyecto Reach (acrónimo, en inglés, de Registro, Evaluación y Autorización de Sustancias Químicas) que impone a las industrias químicas la eliminación de sustancias nocivas para la salud y el medio […]
ES UNA GRAN victoria. Después de varios años de debates y controversias, el Parlamento Europeo votó por fin el jueves pasado, 17 de noviembre, el proyecto Reach (acrónimo, en inglés, de Registro, Evaluación y Autorización de Sustancias Químicas) que impone a las industrias químicas la eliminación de sustancias nocivas para la salud y el medio ambiente, y su sustitución por otras cuya inocuidad esté demostrada. Los industriales protestan. Pero los consumidores se regocijan porque con Reach se da un gran paso hacia la Europa de los ciudadanos que todos reclamamos.
La idea de Reach la tuvo en 2003 Margot Wallstrom, a la sazón comisaria europea de Medio Ambiente. Ella fue quien propuso que se crease un sistema para evaluar la peligrosidad de todos los productos químicos que se fabrican y se importan en Europa. Pues está demostrado de manera científica que la difusión de unos 30.000 productos químicos de uso corriente ha favorecido la proliferación de cánceres, asma, alergias, enfermedades de la piel y malformaciones genéticas.
Muchos productos que consumimos a diario en nuestra vida cotidiana se revelan a la larga nefastos. Todos aquéllos que contienen, por ejemplo, sustancias antibacterianas, como los detergentes, los jabones líquidos, los dentífricos usuales; o los que contienen ftalatos como las botellas de plástico, las tuberías de PVC, muchos juguetes; o los que contienen gelatinas sintéticas como las lociones para después de afeitarse, los perfumes, los cirios destructores de malos olores; o los que contienen ferfluoratos como la ropa antilluvia de goretex, las sartenes antiadhesivas, las alfombras sintéticas, las cajas de cartón para pizzas, etcétera.
La producción mundial de productos químicos de todo tipo ha pasado de un millón de toneladas en 1930 a 400 millones hoy. Y del 80% de esas sustancias que consumimos, ingerimos o sobamos a diario ignoramos todo en cuanto a su efecto sobre nuestra salud. Basta con comparar lo que ocurrió con productos de gran consumo como el tabaco, el amianto o los éteres de glicol (utilizados en las pinturas, barnices, productos de belleza y en muchos medicamentos), causantes de centenares de millones de cánceres en el mundo, para que empecemos a preocuparnos por los estragos que el actual uso desmedido de sustancias químicas causa al ser humano y en el medio ambiente.
La Comisión Europea ha calculado que los gastos para la industria química por la aplicación del proyecto Reach se elevarán en total a unos 2.300 millones de euros. Pero los ahorros que se podrán realizar en los presupuestos de salud en los próximos 30 años, por la reducción del numero de cánceres, de enfermedades de la piel, de síndromes respiratorios y de deformaciones genéticas, alcanzarán más de 50.000 millones de euros…
El proyecto Reach debe ahora, para entrar en vigor, ser aprobado por los ministros de Industria de los Estados de la Unión. En principio, eso debería realizarse en el curso del próximo mes de diciembre. Pero el poderoso grupo de presión constituido por los dueños de las industrias químicas va a tratar de retrasar la decisión. Los ciudadanos deben mantenerse en alerta. Están en juego nuestra salud y la de nuestros descendientes. Y la del planeta.