Este texto discute brevemente la desigualdad en América Latina desde la obra literaria de Gabriel García Marquez, la cual ayudará para comprender una de las razones más profundas para explicar la desigualdad en este subcontinente: la heterogeneidad estructural.
La desigualdad económica y social ha marcado la historia latinoamericana con el sello de la inestabilidad política y la polarización social, prueba de ello están las revueltas sociales que se vivieron desde septiembre y octubre de 2019 con los casos de Ecuador y Chile. Sólo en estos complejos escenarios de “dolor desmesurado” existiría la fuente de inspiración para la icónica Cien años de soledad.
América Latina es una región llena de contrastes geográficos, culturales, étnicos, etc; a pesar de las múltiples similitudes, por ejemplo, las consecuencias de un pasado colonial. Es en este peculiar lugar del mundo donde apareció la corriente literaria del “realismo mágico”, también llamada “el boom latinoamericano”. La característica más peculiar de ésta se basa en la convivencia de aspectos de la realidad con cuestiones mágicas. Lo más sorprendente es que los personajes de aquellas obras no aparentan sorpresa alguna por este curioso fenómeno. Es decir, a lo largo del relato no hay una autonomía entre la realidad y lo mágico, más bien hay una combinación aceptada por los personajes de estas obras, mostrándose así lo mágico dentro de una realidad cotidiana.
En este sentido, Cien años de soledad, del colombiano Gabriel García Márquez, es un referente. Más allá del aspecto literario esta obra es una forma de ver y contar la historia latinoamericana, un acto lirico de describir la cosmovisión latinoamericana donde en palabras del mismo Márquez al recibir el Premio Nobel de Literatura: “la violencia y el dolor desmesurado de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento”. Así una obra literaria como ésta es la realidad por mucho que parezca mágica ante los ojos ajenos.
La injusticia social a la que hace referencia el mismo “Gabo” es un tema muy recurrente cuando se habla de América Latina. La desigualdad económica y social va siempre de la mano con la inestabilidad política. Solo basta con recordar que hace un año, durante los meses de septiembre y octubre del 2019, la región ocupo las columnas de los diarios internacionales por protagonizar verdaderas revueltas sociales en Ecuador y Chile, sólo por mencionar los caso más significativos. Además, la convulsión social mencionada en la última reunión del Foro Económico Mundial en Davos, en enero del 2020, por la secretaria general de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Alicia Bárcena. Allí señaló que es la desigualdad la razón estructural para el malestar del pueblo latinoamericano. Esto confirma que actualmente la región que vio nacer la literatura del “realismo mágico” mantiene grandes asimetrías.
Un fragmento de Cien años de soledad que puede ayudar a comprender las desigualdades en América Latina relata cómo una huelga de trabajadores campesinos en el enigmático pueblo de Macondo fue completamente masacrada por un gobierno afín a los intereses de las compañías bananeras que mantenían en condiciones paupérrimas a sus trabajadores. Más allá de la prosa y el atrayente relato que maneja el autor, la realidad supera la ficción. Esto sucedió en la Colombia de 1928; la empresa ficticia es en realidad la famosa empresa norteamericana United Fruit Company.
Lo sucedido en Macondo es muy ilustrativo para hablar de la realidad de las raíces estructurales de la desigualdad en América Latina. Ubiquemos a los actores, primeramente. Por un lado, trabajadores empobrecidos, muchos de ellos expulsados o aferrados a su vida campesina, poco organizados, que se ven en la necesidad de relacionarse laboralmente con una gran empresa de capital extranjero. Esta convivencia representa una nada sutil asimetría de poder.
La relación descrita es parte de una heterogeneidad estructural, término empleado por los economistas estructuralistas, muy ligados a la fundación de la CEPAL, para determinar un elemento característico de la realidad económica y social latinoamericana: la convivencia e imbricación de unidades o estratos socioeconómicos desiguales (empresas, clases sociales, sectores productivos, regiones, etc). Con tal asimetría de poder se genera condiciones para que unos cuantos estratos concentren las condiciones para tener éxito, lo cual se refleja en la concentración de los ingresos, de la productividad y/o del financiamiento, mientras que los otros se mantienen en condiciones precarias en estos términos. Las instituciones fungen un papel importante para luchar contra esas estructuras asimétricas y desiguales, sin embargo, si aquellas son capturadas por las elites que concentran poder y riqueza, será muy difícil contrarrestar esto.
La heterogeneidad estructura sin duda tiene un impacto en la desigualdad en América Latina, esta última se puede medir a través de la concentración del ingreso. Es menester advertir que sería un error centrarnos exclusivamente en este indicador como fuente de la desigualdad, ya que este sólo es una cara muy visible de toda una estructura que se ha perpetuado a lo largo de la historia y que mantiene en su seno asimetrías muy profundas y particulares.
Un indicador que mide la distribución del ingreso está en la Tabla 1 donde se muestra el índice de Gini de Argentina, Brasil, Chile y México, países pertenecientes a la región latinoamericana, en contraste con Estados Unidos, un país desarrollado, y con Suecia, un país desarrollado y reconocido por tener una sociedad muy igualitaria. Recordemos que el índice de Gini se mide de una escala del 0 (igualdad completa) a 100 (desigualdad completa).
Tabla 1. Índice de Gini de diferentes países latinoamericanos frente a Estados Unidos y Suecia.
| 1992 | 2004 | 2016 |
Argentina | 34.3 | 35.3 | 30.3 |
Brasil | 39.7 | 44.5 | 42.1 |
Chile | 45.2 | *41.4 | *36.1 |
México | 43.1 | 39.6 | 36.9 |
Suecia | 20.1 | 21.1 | 23.3 |
Estados Unidos | *27.6 | 30.2 | 30.5 |
Nota: Las cifras con marcadas con * se refieren al valor presentado el año pasado. | |||
Fuente: Elaboración propia con datos del Banco Mundial. |
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Claramente se puede observar en la Tabla 1 que en los tres años seleccionados el indicador de los cuatro países latinoamericanos es superior al de Estados Unidos y Suecia. Inclusive en algunos períodos el índice en Suecia es menos de la mitad en contraste con los casos latinoamericanos. En el año 2016 Argentina y Estados Unidos tuvieron un valor muy parecido, sin embargo, a pesar de que Argentina redujo la desigualdad también esto se debe a que en Estados Unidos aumentó. En conclusión, todavía los países latinoamericanos están lejos de ser sociedades igualitarias en términos de ingreso.
Gracias a las cifras del índice de Gini nos podemos hacer una idea de cómo se ve la desigualdad de los ingresos en América Latina. Pero regresemos al tema de la heterogeneidad estructural utilizando el fragmento de Cien Años de Soledad ya citado. Si las demandas de los trabajadores hubieran sido atendidas por el Estado, generando mejores condiciones laborales y salariales, sin duda esto hubiera impactado positivamente en las condiciones de negociación de los trabajadores frente a la empresa, teniendo un efecto progresivo en la distribución no sólo del poder, sino del ingreso. Sin embargo, esto era imposible no sólo para la mente de García Márquez, sino para el hecho real en el que se basó: el Estado masacro la huelga perpetuando las condiciones laborales paupérrimas, inclinándose a favor de empresas que de por sí ya concentran el poder.
El efecto en la distribución de la riqueza y el ingreso es un reflejo de estructuras desiguales, dependerá de las decisiones públicas y de la voluntad política si se reducen las asimetrías para acercarnos a sociedades como la sueca o nos mantenemos como campeones de la desigualdad en el mundo. Mientras no se resuelva el problema de la heterogeneidad estructural, las asimetrías y la desigualdad en América Latina seguirán siendo ley, pero también las rebeliones sociales como las que se presentaron en Chile y Ecuador en 2019.
Claudio Arturo Todd Chagoya. Pasante de la licenciatura de la Facultad de Economía de la UNAM. Actualmente colabora como becario en el Instituto de Investigación Económicas (IIEc) de la misma universidad. Sus líneas académicas de Interés son el desarrollo capitalista en América Latina, economía regional y desarrollo territorial.