El socialismo francés colmó mucho más allá de las previsiones más alentadoras las expectativas de la primera vuelta de las elecciones primarias para designar a un candidato de cara a las elecciones presidenciales de 2012: el PS había fijado la barrera del éxito en un millón de votantes pero, al final, fueron dos millones de […]
El socialismo francés colmó mucho más allá de las previsiones más alentadoras las expectativas de la primera vuelta de las elecciones primarias para designar a un candidato de cara a las elecciones presidenciales de 2012: el PS había fijado la barrera del éxito en un millón de votantes pero, al final, fueron dos millones de personas las que acudieron a elegir entre los seis candidaturas en juego, cinco socialistas y una radical de izquierda. Las previsiones se cumplieron con una sorpresa: con 39 por ciento de los votos ganó el ex primer secretario del PS, François Hollande, delante de la actual responsable del partido, Martine Aubry, 31 por ciento. La sorpresa la constituye el tercer lugar cifrado en el 17 por ciento obtenido por el candidato del ala izquierda del PS, el diputado Arnaud Montebourg. Montebourg, quien hizo campaña con el concepto de «desglobalizar», aparece hoy como el árbitro de la segunda vuelta del domingo que viene. Quedaron relegados la candidata socialista en las presidenciales del 2007, Ségolène Royal, y el representante del ala derecha del socialismo, Manuel Vals, 6 por ciento de los votos.
La movilización de la sociedad fue un momento de historia política particular. Nunca antes se había designado un candidato de esta manera y, menos aún, se había conseguido que se movilizara tanta gente. Las colas delante de los 9600 colegios electorales habilitados eran inmensas. Incluso en los barrios donde los socialistas son una fuerza casi clandestina, la gente salió a votar como una forma de enviar un doble mensaje: al PS y al presidente Nicolas Sarkozy. El Partido Socialista salió durablemente fortalecido al cabo de un proceso intrincado que, con todo, le permitió exponer sus ideas mucho más allá de su electorado. La primaria socialista dio lugar a siete horas de debates televisados, decenas de mitines y discusiones que proyectaron sus valores en todo el país. La sociedad se terminó entusiasmando con ese ejercicio inédito de democracia ciudadana con el cual se rompió el sistema de caja fuerte que designaba al candidato entre los elefantes del partido. Una vuelta por los centros de voto abiertos en los distritos 13, 5 y 14 de París permitió constatar un hecho sin precedentes: muchos jóvenes que no eran militantes socialistas dejaban sus datos personales a fin de constituir una fuerza espontánea para las elecciones de 2012, una suerte de campaña fenómeno como la que hizo Barack Obama en los Estados Unidos.
El PS transfirió ese poder a la sociedad. Los resultados no levantan la incertidumbre de la segunda vuelta. Martine Aubry, que salió a defender su candidatura con un discurso de izquierda, quedó segunda, pero la posición de Arnaud Montebourg le permite jugar con la aritmética de las alianzas para desbancar el próximo domingo a François Hollande. El 5 por ciento obtenido por la derecha del PS, Manuel Vals, es menos de lo que se esperaba y ello priva a Hollande de un aliado con más peso. La gran derrotada de la noche ha sido Ségolène Royal, que dejó su cuartel general en lágrimas. La mujer que estuvo a punto de romper el PS en 2007 después de su derrota en las presidenciales, ex compañera de François Hollande, se va por la puerta chica. Por la grande ingresan Hollande, un hombre al que se consideraba como un chistoso sin altura, Martine Aubry, que restauró el PS luego de sucesivas derrotas, y Arnaud Montebourg, de quien la prensa se burló por sus arengan contra los imperios bancarios, las finanzas y la globalización. Para el PS, anoche había una dato claro: la gran ganadora fueron las primarias. Las negociaciones comienzan ahora de cara a la segunda vuelta. La única consigna de voto la dio Manuel Vals, a favor de François Hollande. Si se suma el porcentaje del segundo y el tercero, Aubry y Montebourg, la opción más de izquierda totaliza 48 por ciento. Sin dudas que la democracia ciudadana y participativa se llevó lo mejor de la noche. Pero también una idea que se creía sepultada, la persistencia de un núcleo de izquierda que la cultura liberal mundializada no logró deshacer.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-178572-2011-10-10.html