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Los fondos para la investigación académica bajo el control de las empresas

El secuestro del conocimiento

Fuentes: ZSpace

Traducción de Paloma Valverde

¿Por qué el Consejo de Investigación Médica está dirigido por un industrial del armamento? ¿Por qué el Consejo de Investigación Medioambiental está gestionado por el director de una empresa de la construcción? ¿Por qué el presidente de una firma inmobiliaria es quien gestiona los fondos para la educación superior en el Reino Unido?

Simplemente porque el gobierno ha convertido nuestras universidades en departamentos empresariales de investigación. La búsqueda del conocimiento ha dejado de ser un fin en sí mismo: ahora la máxima aspiración es encontrar mejores formas de hacer dinero.

A finales del mes pasado, sin que la prensa haya dado cuenta de ello, se produjo una silenciosa revolución intelectual. Los consejos de investigación, que aportan el 90 por ciento de los fondos para la investigación académica en el Reino Unido [1], introdujeron un nuevo requisito para las personas que solicitan una beca: ahora deben justificar el impacto económico del trabajo que quieren llevar a cabo. Los consejos definen impacto económico como «la contribución demostrable que la investigación tendrá en la sociedad y en la economía» [2]. Pero, ¿cómo se demuestra el impacto económico de una investigación nueva antes de que se lleve a cabo?

La idea, afirma el gobierno, es transferir el conocimiento desde las universidades a la industria, impulsando la economía del Reino Unido y ayudándonos a salir de la recesión. No hay nada malo, en principio, en la comercialización de los descubrimientos científicos. Pero imponer esta condición a la búsqueda de cualquier conocimiento no nos enriquece: nos empobrece al reducir las maravillas del universo a cifras en un libro de contabilidad.

Imagínense a Charles Darwin intentando rellenar esta solicitud de beca antes de embarcarse en el Beagle [3]: «Explique cómo su investigación podría revertir en el bienestar del país, en su riqueza o en su cultura. Por ejemplo, impulsando la economía global y, específicamente, la competitividad económica en el Reino Unido. ¿En cuánto tiempo se pueden obtener estos beneficios?» [4]. Si Darwin hubiera dependido de una beca del Consejo de Investigación del Reino Unido, nunca hubiera zarpado.

El gobierno insiste en que, en lo fundamental, no ha cambiado nada; que el Principio Haldane, el cual establece que el gobierno no debe interferir en las decisiones de investigación, sigue en vigor. Sólo los consejos de investigación, afirman los ministros, deben decidir quien será el beneficiario de los fondos.

Esto es una falsedad similar a las que utilizan los propietarios de la prensa. Algunos insisten en que nunca interfieren en las decisiones que se toman en sus periódicos, pero los directores que han nombrado, que comparten sus mismos puntos de vista, saben perfectamente qué se espera de ellos. Los presidentes de los cinco consejos que financian la investigación científica [5] y los de los tres consejos que financian la educación superior [6] (que aportan el grueso de los fondos a las universidades) son o han sido altos ejecutivos empresariales. Esos hombres dependen de Lord Drayson, ministro de Ciencia e Innovación, quien antes de ser ministro fue director general de PowderJect, una compañía farmacéutica. Paul Drayson estuvo implicado en una polémica que para muchos simboliza la inexistencia de barreras reales entre gobierno y empresas.

El 30 de noviembre de 2001, el gobierno británico decidió comprar grandes cantidades de una variante de la vacuna antivariólica, denominada cepa Lister. La única empresa que tenía la suficiente cantidad de vacunas era una empresa llamada Bavarian Nordic. El 6 de diciembre de 2001, Paul Drayson formaba parte del reducido grupo de hombres de negocios que desayunaron con Tony Blair, el entonces primer ministro británico. En aquella época, Drayson hizo una donación de 50.000 libras esterlinas [entonces aproximadamente unos 75.000 euros] al Partido Laborista. Muy poco después, responsables gubernamentales solicitaron la compra de la vacuna a Bavarian Nordic. Les dijeron que ya no podían suministrársela porque PowderJect acababa de comprar la distribución exclusiva de los derechos para el Reino Unido [7], por lo que el gobierno tuvo que comprar las vacunas a la empresa de Drayson. A PowderJect se le pagaron unos 48 millones de euros, 30 millones de euros más de lo que PowderJect pagó a Bavarian Nordic [8]. Tanto la oficina del primer ministro como Paul Drayson se negaron a responder a las preguntas sobre si la compra [de la vacuna] de la cepa Lister se discutió en el desayuno de Downing Street. No ha quedado claro si Lord Drayson conocía en aquel momento la decisión del gobierno de elegir esa cepa de la vacuna.

Sin duda Drayson se lleva muy bien con Sir John Chisholm, presidente del Consejo de Investigación Médica. Chisholm creó una empresa de software militar antes de convertirse en el director de la Agencia gubernamental de Investigación de Defensa. Fue él quien convirtió esta agencia en una empresa comercial llamada QinetiQ, mediante un proceso de privatización que culminó siendo Lord Drayson secretario de adquisiciones del Ministerio de Defensa. Durante este proceso [de privatización], Sir John pagó alrededor de 194.000 euros por una participación en la empresa. Cuando QinetiQ cotizó en bolsa, su valor alcanzó los 39 millones de dólares [9]. El ex director de la Agencia de Investigación de Defensa describió estos hechos como «la mayor de las codicias» [10]. Lord Gilvert, ex secretario de adquisiciones de Defensa señaló: «[…] Francamente, el dinero obtenido por los altos cargos públicos es obsceno […] No contribuyeron en absoluto al cambio de la compañía, fue el trabajo del equipo de investigación quien lo logró» [11]. Sir John Chishoms continúa siendo el presidente de QinetiQ. ¿Hay alguien fuera del gobierno que crea que esas personas pueden intervenir en la investigación científica en este país?

En marzo, Lord Drayson afirmó ante la Royal Society que «[…] El presupuesto de la ciencia está a salvo […] no habrá recortes para la ciencia pura» [12]. La promesa se rompió un mes después, cuando se transfirió el presupuesto -alrededor de 160 millones de euros- a los consejos de investigación para «apoyar las áreas con potencial económico» [13], lo cual significa intercambio de personal e investigaciones con la industria [14].

Sainsbury Review rige ahora la política científica en el Reino Unido, política que el gobierno afirma ejecutará en su totalidad. La revista está dirigida por Lord Sainsbury, el donante del Partido Laborista, ex ministro de Ciencia y ex director ejecutivo de adquisiciones. Según la revista, los consejos de investigación deben «valorar los objetivos reales de transferencia de conocimiento» para demostrar que la ciencia revierte en la empresa [15]. El presupuesto debería ser, según les informaron, de 180 millones de euros para investigación en colaboración con la industria. Este presupuesto se podría incrementar hasta un máximo de 270 millones de euros para las agencias de desarrollo regional [16, 17]. El gobierno gasta además 225 millones de euros al año en «cambiar la cultura en las universidades: incrementando el trabajo que hacen con un amplio abanico de negocios y aumentando la actividad comercial» [18]. Todo esto no es más que otro rescate encubierto, que ayuda a las empresas con necesidad de financiación para sus propias investigaciones.

El impacto económico resume lo que tienen que escribir los candidatos para asegurarse de que todos los investigadores son conscientes de que el negocio de las universidades es negocio. Como indican los documentos gubernamentales, las universidades ya «aportan incentivos, por ejemplo, el asesoramiento para la promoción» para convencer a los investigadores de que se impliquen en sus negocios [19]. Si la investigación no aporta dinero a alguien, es probable que no llegue muy lejos.

Incluso si esta política se analiza en función de sus propios objetivos, no tiene sentido. La salud de la economía a largo plazo depende de nuevas investigaciones que sólo se deben a sí mismas: cuando los científicos son libres para ir en pos de sus impulsos es más posible que logren esos descubrimientos fortuitos, cuyos impactos en la sociedad y en la economía son mayores e imposibles de predecir. Al obligarlos a colaborar con la industria es más probable que sigan una línea de investigación sobre algo conocido en vez de intentar dirigirse a nuevos campos. Sin embargo, el conocimiento no es simplemente una cuestión de impacto económico, sino de hacerse preguntas, de perspicacia y belleza. A veces el conocimiento puede que no tenga aplicación alguna, pero enriquece al mundo de una forma que a personas como Lord Drayoson les costaría percibir.

 

Notas:

1. Lord Drayson, conferencia pronunciada para la British Venture capital Association el 17 de noviembre de 2008. Disponible en inglés en: http://www.dius.gov.uk/news_and_speeches/speeches/lord_drayson/venture

2. http://www.epsrc.ac.uk/ResearchFunding/HowToApply/EIFAQs.htm

3. El HMS Beagle, nombre del barco en el que Charles Darwin realizó su expedición científica a la Patagonia y Tierra del Fuego en 1.831 [N. de la T].

4. Véase el documento completo en inglés en: http://www.epsrc.ac.uk/CMSWeb/Downloads/Other/EIGuidanceForApplicants.pdf

5. Los cinco presidentes de los consejos para la financiación de la investigación científica son: Dr. Peter Ringrose, ex director de la oficina científica de Myers Squib en Bristol; John Armitt, es director ejecutivo de la red de ferrocarril; Sir John Chisholm, actual presidente de QinetiQ; Ed Wallis, actual presidente de W S Atkins; Peter Warry, actual presidente de Victrex PLC y de BSS Group PLC.

6. Los tres presidentes de los consejos para la finaciación de la educación superior son: Tim Melville-Ross, ex director ejecutivo de la Nationwide Building Society; Roger Thomas, ex consejero de la firma de abogados Eversheds; John McClelland, actual presidente de Technology Ventures y de NQ Consulting Ltd.

7. David Leigh y Rob Evans, «Papers detail Labour donor’s vaccine deal», The Guardian, 29 de junio de 2004. Artículo completo disponible en inglés en: http://www.guardian.co.uk/uk/2004/jun/29/politics.freedomofinformation

8. Tania Branigan, «Vacines to net Labour donor’s firm £20m», The Guardian, 17 de abril de 2002. Artículo disponible en inglés en: http://www.guardian.co.uk/politics/2002/apr/17/uk.labour

9. Dominic O’Connell , «£20m boss of Qinetiq set to retire», Timesonline, 8 de febrero de 2009. Artículo disponible en inglés en: http://business.timesonline.co.uk/tol/business/industry_sectors/technology/article5683362.ece

10. «What Dunfermline meant for Gordon Brown’s ambitions», Letters to the Daily Telegraph, Daily Telegraph, 10 de febrero de 2206. Disponible en inglés en: http://www.telegraph.co.uk/comment/letters/3622997/Letters-to-the-Daily-Telegraph.html

11. David Hencke, «Auditors condemn rushed MoD sale that turned civil servants into multimillionaires», The Guardian, 21 de noviembre de 2007. Artículo disponible en inglés en: http://www.guardian.co.uk/uk/2007/nov/21/military.immigrationpolicy

12. Lord Drayson, conferencia anual en la Academy of Medical Sciences, Royal Society, 3 de marzo de 2009. Texto completo disponible en inglés en:
http://www.dius.gov.uk/generate_pdf?id={4D3CEA50-034E-4174-AEF1-9C2EE8341A48}

13. «Budget 2009. Building Britain’s future: Economic and Fiscal Strategy Report and Financial Statement and Budget Report, pág. 136. Documento completo en inglés disponible en: http://www.hm-treasury.gov.uk/d/Budget2009/bud09_completereport_2520.pdf

14. John Denham, «Letter to stakeholders on Budget», abril de 2009. Artículo disponible en inglés en: http://www.dius.gov.uk/budget2009

15. «The race to the Top, A Review of Government’s Sicence and Innovation Policies», pág. 11, Texto completo disponible en inglés en: http://www.hm-treasury.gov.uk/d/sainsbury_review051007.pdf

16. Ibid , pág. 66.

17. Ibid, pág.152.

18. Ibid, Lord Drayson, referido a los Fondos para la Innovación en Educación Superior, 17 de noviembre de 2008.

Fuente: http://www.zcommunications.org/zspace/commentaries/3862

George Monbiot es columnista del diario británico The Guardian. Ha trabajado como periodista de investigación en Brasil, Indonesia y África Oriental. Ha impartido docencia en Oxford, Essex y Bristol, entre otras universidades. Es autor asimismo de varios libros, entre los que destacan: Heat: how to stop the planet burning; The Age of Consent: a manifesto for a new world order and Captive State: the corporate takeover of Britain.

Paloma Valverde es miembro de Rebelión y de la Campaña Estatal contra la Ocupación y por la Soberanía de Iraq (CEOSI, www.iraqsolidaridad.org).