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Un libro testimonio de un magistrado antimafia

El verdadero Príncipe de Italia

Fuentes: Rebelión

La Historia, los buenos libros y los ríos se parecen en una cosa: fluyen. Hay libros que brotan donde uno no se lo espera y cuyo discurso descubre rápidas vías hacia el mar de los clásicos. Es este el caso de Il ritorno del Principe, un diálogo entre dos patriotas empecinados en comprender la Historia […]

La Historia, los buenos libros y los ríos se parecen en una cosa: fluyen. Hay libros que brotan donde uno no se lo espera y cuyo discurso descubre rápidas vías hacia el mar de los clásicos. Es este el caso de Il ritorno del Principe, un diálogo entre dos patriotas empecinados en comprender la Historia de su país con las agallas y la inteligencia suficientes para afrontar a la Medusa no cara a cara como tantos y tantos muertos excelentes (Moro, Falcone, Borsellino y Pasolini, los sacrificios más sonados) sino a través del espejo del ensayo histórico y el artificio literario de la entrevista.

Se abre el telón y habla Roberto Scarpinato, un magistrado que trabajó con Falcone, participó en el proceso Andreotti y, lejos de las cámaras, se ha mantenido íntegro en tiempos de languidez contra la Alta Mafia, la de los colletti bianchi, la de los «cuellos blancos», la mafia burguesa. Habla después Saverio Lodato, un periodista incómodo que no se limita a contar lo que ocurre sino que se pregunta por qué ocurre lo que ocurre. Ambos se disponen, a continuación, a explicar que la decadencia de su país se halla en su historia ob-scena, fuera de la escena.

¿Otro libro conspirativo-paranoico? No. Se sabe que en la historia italiana han actuado manos negras, «convergencias paralelas». Se hablaba de la existencia de un «hombre viejo» en el caso Moro; Falcone acusó a unas misteriosas «mentes refinadísimas» de haber intentado asesinarlo; Pasolini dijo que sabía los nombres de los causantes de todas las matanzas políticas italianas, y le puso un nombre: «el Palacio». Este libro, además de reavivar la militancia contra la mafia informando a los lectores con una documentación vastísima, presenta una tesis. Sostiene Scarpinato que un violento torrente subterráneo llamado el Príncipe baña la historia de Italia desde la premodernidad hasta la postmodernidad, y sirve para explicar el neofeudalismo presente, las masacres de matriz política del pasado; y tal vez para evitar el negro futuro. Mientras en el resto de los países europeos la criminalidad no cuenta en la historia, en Italia -explica Scarpinato- la Historia nacional está inextricablemente ligada a la de la criminalidad de sectores significativos de su clase dirigente. Este continuum de violencia  de los poderosos como recurso estratégico patente u oculto de la contratación social se manifiesta de tres modos: como corrupción sistemática, como terrorismo político y como mafia, entendida esta no como «baja carnicería criminal» perpetrada por antiguos campesinos semianalfabetos con la complicidad de algún «cuello blanco», sino como burguesía -Capital- que no duda en usar la violencia para defender sus intereses.

Quién es el Príncipe

El Príncipe, clara alusión al libro de Maquiavelo en el que se justifica la práctica del homicidio y la astucia desleal en la lucha política, es un sujeto colectivo misterioso. Una especie de Santísima (y Malvadísima) Trinidad. Son tres personas -el político, el empresario, el mafioso- pero sólo una es verdadera. Salvo en el periodo del fascismo en que mostró su rostro sin tapujos, el Príncipe siempre ha actuado fuera de la escena. Según lo requiriera la situación histórica, lo han representado al alimón elementos desviados de los servicios secretos, la masonería o la Iglesia católica. Perdura gracias a la impunidad y el olvido reprimido que se ha forjado a su alrededor gracias a la omertá de quienes la integran y a la aquiescencia de unos ciudadanos, o mejor, súbditos sometidos al chantaje político. Votos a cambio de favores.

Nace el Príncipe bebiendo del manantial del protomaquiavelismo católico de Constantino, según el cual «ningún fin es en realidad superior al de la salvación del alma y de la Iglesia. Para conseguir tal fin absoluto y superior, todos los medios se consideran justificables: guerras santas, hogueras de la inquisición, excomuniones  y, llegado el caso, incluso alianzas con dictadores sanguinarios». Crece el Príncipe apoyándose en feudos de defensa amoral y tribal de la Familia. «La costumbre a la obediencia acrítica hacia el poderoso, el servilismo, la identificación del orden existente con el natural y divino y, por consiguiente, la resignación fatalista eran lo normal». Pervive el Príncipe en el sur de Italia cuando Europa conoce las revoluciones burguesas y la fundación de los Estados modernos, que establecen la primacía del interés público sobre el privado. Impera el Príncipe durante el fascismo, régimen que da forma política a las condiciones prepolíticas preexistentes. La Resistencia lo deja en letargo en los primeros años de la posguerra, y en 1948 no puede impedir la Constitución, obra maestra de una élite cultural que no refleja la realidad del país y se convertirá en la china en su zapato. Porfiará el Príncipe por quitársela para volver a la premodernidad actual. Ha vuelto el Príncipe y disfruta viendo la institucionalización del conflicto de intereses en todos los campos, la afirmación progresiva de una justicia privilegiada para los poderosos y otra más severa para los ciudadanos sin poder, el retorno de la ética de la obediencia, y las corporaciones gremiales de enteros clanes familiares.

Nos recuerda Scarpinato que las manos del Príncipe están aún manchadas de sangre. En la Guerra Fría operó al servicio de los EEUU contra el comunismo ahogando, matanza tras matanza, no solo a los comunistas sino también a los democristianos y hombres de Estado «limpios». Cita Scarpinato un documento de 1948 del National Security Council estadounidense: «Los Estados Unidos deben hacer un uso completo de todo su poder político, económico y militar si fuera necesario para prevenir que Italia pueda caer bajo el dominio de la URSS». Es el periodo que se conoce como «estrategia de la tensión». Otros la definieron como una «guerra civil de baja intensidad».

Intentó reaccionar el Estado, primero con el general Della Chiesa, y luego en la época de la antimafia de Falcone y Borsellino. Pero el Príncipe los mató. Venció y volvió a imponer el nuevo orden de siempre. Reina desde entonces la eterna corrupción debido a dos razones. Primera, el fin del peligro comunista: «Hasta la caída del muro de Berlín, en 1989, el peligro del avance comunista servía de contención oculta a la depredación de las clases dirigentes, ya que el sufrimiento y la injusticia social podían alimentar una canalización política del disentimiento y dar origen a una alternativa de sistema». Segunda: el proceso de unificación europea, que impone una serie de reglas y límites a la voracidad el Príncipe, el cual podía, antes de Maastricht, incrementar hasta el infinito la deuda pública y se ve ahora obligado a orientar sus fauces hacia los recursos internos, hacia el tejido social, provocando el desmantelamiento del Estado social y la transferencia de recursos a privilegiados y corporaciones privadas.

Como consecuencia de todo lo anterior, hoy Italia sufre una grave crisis. En los últimos diez años los beneficios de las empresas han crecido un 87% mientras que los salarios, los más bajos de Europa, tan sólo un 13%. Hace veinte años la distancia entre las remuneraciones de los empleados y las de los máximos dirigentes era de uno a cuarenta, mientras que hoy ha pasado a ser de uno a cuatrocientos. Feroz, depredador, siempre hambriento, el Príncipe devora recursos destinados al Estado social y al desarrollo.

Negro pinta el futuro de Italia Scarpinato. Ese grado de corrupción impedirá a Italia soportar la presión selectiva del mercado internacional, lo que hará que Italia se vuelva, no ya un lugar de producción, sino de intercambio. Por otro lado, la diferencia creciente entre el Norte y el Sur de Italia podrá determinar la separación definitiva del Sur de Italia que, incapaz de afrontar el desafío de la globalización se convertirá en un área periférica, una especie de puerto franco con una economía paralela regida por las mafias.

Abriga la esperanza Scarpinato de que las clases dirigentes europeas impidan al Príncipe campar a sus anchas. Teniendo en cuenta que Príncipe y Capital van de la mano, dudamos de que así sea, e incluso cabe imaginar un Apocalipsis del Capital en el que las clases dirigentes europeas vayan adoptando las usanzas de aquel. La esperanza que nos queda a nosotros es una alternativa a tan criminal sistema de poder, para lo cual hay que continuar la lucha. Lodato y Scarpinato nos dan ejemplo.


Lodato, S. y Scarpinato, R.: Il ritorno del Principe. La criminalità dei potenti in Italia. Chiarelettere, Milano, 2008. Pp. 347. 15,60 €.