Cuando el gobierno panameño, dirigido por Ricardo Alberto Martinelli, comunicó al gobierno cubano su decisión de cesar la actividad de la Brigada Médica Cubana en ese país, para el día 30 de abril de 2010, muchos pudieron pensar que la misma constituía un acto de incongruencia en relación con sus manifestaciones iníciales de incrementar los […]
Cuando el gobierno panameño, dirigido por Ricardo Alberto Martinelli, comunicó al gobierno cubano su decisión de cesar la actividad de la Brigada Médica Cubana en ese país, para el día 30 de abril de 2010, muchos pudieron pensar que la misma constituía un acto de incongruencia en relación con sus manifestaciones iníciales de incrementar los vínculos de cooperación con la Isla, dadas a conocer por el propio Martinelli al Vicepresidente cubano Esteban Lazo durante el acto de su asunción presidencial. En una reunión, realizada el 1 de Julio de 2009, Martinelli solicitó a Cuba apoyo en materia de salud y deportiva.
En dicho encuentro, en que también participaron por la parte panameña el vicepresidente y Canciller, Juan Carlos Varela; el ministro de la Presidencia, Jimmy Papadimitriu, entre otros, Panamá solicito a Cuba no solo fortalecer los intercambios en materia de Salud y de Comercio, sino también en materia deportiva, Aspecto especial lo tuvo la solicitud panameña de apoyo cubano dentro de la Organización Deportiva Centroamericana y del Caribe (ODECABE), con respecto a la celebración en la nación istmeña de los próximos Juegos Centroamericanos y del Caribe.
El giro bochornoso de estas posiciones por parte del gobierno panameño, llevó al gobierno de Cuba a retirar el martes 2 de febrero a su Brigada Médica, la que, en el marco de la Operación Milagro, ejecutó casi cincuenta mil operaciones a ciudadanos panameños, de manera totalmente gratuita y sin erogaciones para el estado panameño. La solidaridad de Cuba y el ALBA fue más allá de lo imaginable: se planteó mantener el propósito de operar en la Isla a los 22 pacientes pendientes de ser atendidos quirúrgicamente, trasladándolos a Cuba, de manera totalmente gratuita.
De inmediato se especuló sobre las posibles razones de esta decisión panameña, cuya víctima principal es el propio pueblo panameño. Una de ellas es el favorecimiento a los intereses espurios de personas vinculadas a un Comité Visión 20-20, presidido por la esposa de Ricardo Martinelli y por personal de la Caja de Seguro Social, la Clínica Orillac y el propio Ministerio de Salud, así como otros funcionarios del gobierno y sus familiares.
Las verdaderas razones, sin embargo, son otras. Esta decisión responde, sin lugar a dudas, a un entarimado de oscuros compromisos políticos e ideológicos, sazonados con desmedidas apetencias económicas, que estableció el gobierno de Martinelli con los sectores de la ultraderecha norteamericana representados por el partido republicano, el Pentágono, el poderoso lobby judío e Israel, así como con un vasto conglomerado de monopolios internacionales. El objetivo ya estaba delineado desde hace algún tiempo: erigir con el gobierno de Martinelli una alternativa contrapuesta al proceso de cambios promovidos por los países progresistas en América Latina, capitaneados por las naciones del ALBA, así como sumar a Panamá a los países de gobiernos derechistas como Colombia, México, Perú, Costa Rica, Honduras y el futuro gobierno chileno de Sebastián Piñera.
Con la venia de los Estados Unidos, este proceso se inició algún tiempo antes, el 25 de noviembre de 2009, en San Salvador, El Salvador, dentro del marco de la XX Asamblea Plenaria Internacional del Concejo Empresarial de América Latina (CEAL), con el propósito de definir formas de gobiernos encabezadas por las cúpulas empresariales que concentran el poder económico y se encuentran vinculadas a los grandes monopolios internacionales, para oponerlos a los modelos populistas y a los esfuerzos progresistas encabezados por las naciones del ALBA.
El CEAL, organismo que promueve la discusión de modelos que buscan la integración de los empresarios latinos y permiten su entrada exitosa al mundo global, invitó a Martinelli y le convirtió en su vedette de turno, para emplearlo como punta de lanza en sus ataques contra el ALBA, presentando su modelo de derecha empresarial como opción de cambio para otras naciones de Latinoamérica, experimento que ahora pretenden introducir en Chile. Para ello, recurren a los manidos y controvertidos principios neoliberales sobre la libertad de empresa, «el respeto» a las libertades civiles y a la democracia, a los derechos humanos y a la autodeterminación de los países, y sobre el crecimiento económico con responsabilidad social, violentados a ultranza por ellos según su propia conveniencia. No podía faltar, desde luego, la dosis de demagogia burguesa como carta de triunfo contra Cuba, Bolivia, Venezuela, Ecuador y Nicaragua.
Este proceso de acelerada derechización, derivada de oscuros compromisos y dudosas alianzas con el imperialismo, ha tenido también su expresión en otros acontecimientos.
El 14 de diciembre de 2009 un grupo de congresistas republicanos de EEUU viajaron a Panamá, para dar un franco espaldarazo a Martinelli y a su gobierno empresarial, capitaneados por el líder republicano en la Cámara de Representantes, John A. Boehner, con un agenda que contemplaba la lucha contra el narcotráfico, el Tratado de Libre Comercio y otros temas que no se detallaron. Sin embargo, en el trasfondo de esta visita estaba la mano insidiosa y ultra reaccionaria de la representante republicana Ileana Ros-Lehtinen, muy conocida por sus posiciones anticubanas y contra el ALBA.
En esa oportunidad, la Loba Feroz declaró: «Panamá es uno de nuestros aliados más leales», (…) «Esta misión a Panamá permitirá comprender mejor a qué se enfrentan las naciones responsables en América Latina».
En ese encuentro se cocinaron los compromisos más despreciables entre la ultraderecha norteamericana y el gobierno de Martinelli: Los republicanos presionarían en el Congreso para lograr la aprobación del anhelado sueño de la burguesía panameña de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, engavetado en el Congreso desde el 2007, a cambio de que el gobierno panameño radicalizara sus posiciones de derecha contra Cuba y otros países del ALBA, se convirtiera en un factor de apoyo al hegemonismo norteamericano en América Latina, se aliara incondicionalmente al grupo de derecha de naciones dentro de la OEA y saboteara cualquier intento integrador dentro de los foros internacionales.
Otro de los compromisos alcanzados, bajo la coordinación de Ileana Ros Lehtinen y sus contactos con el lobby judío norteamericano, fue lograr el apoyo incondicional de Panamá a Israel en la arena internacional.
Panamá se estrena en su nuevo papel de peón del imperialismo
Luego de la visita de la delegación del partido republicano, el gobierno panameño comenzó a moverse, como marioneta obediente y genuflexa, al ritmo de los hilos manipulados por sus amos. No sorprendió, pues, que el 24 de diciembre de 2009, el embajador panameño ante la OEA, Willie Cochez, atacara abiertamente a los países del ALBA, principalmente a Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, ofreciendo además su apoyo al golpe de estado en Honduras. Martinelli comenzó a cumplir cada paso del compromiso, sin desviarse una milésima de lo acordado con la ultraderecha norteamericana.
Otro de los acuerdos establecidos por Martinelli con la derecha norteamericana fue el apoyo incondicional a las pretensiones de Estados Unidos de llenar de bases militares a la América Latina. Al respecto, el gobierno panameño no solo prestó su territorio para trasladar el equipamiento militar, logístico y de tropas yanquis hacia Colombia, sino también aceptó la creación de varias de estas bases militares dentro de sus fronteras. En este sentido, uno de los primeros pasos dados por Martinelli fue la creación del Centro Internacional de Operaciones, Información e Inteligencia, ubicado en Cerro Azul, cuya misión es coordinar acciones ofensivas contra Venezuela y otras naciones, apoyar los esfuerzos desestabilizadores de Estados Unidos y Colombia en la región, así como monitorear las actividades de las fuerzas progresistas en la región.
Martinelli, siguiendo los acuerdos pre establecidos con la ultraderecha norteamericana, aceptó la imposición de once bases militares en territorio panameño en las conversaciones sostenidas con la Secretaria de Estado Hillary Clinton, durante su participación en el 64º período de sesiones de la Asamblea General de la ONU, el 27 de septiembre de 2009. De esta forma, se completarían 18 bases militares yanquis, teniendo en cuenta las siete a construir en Colombia, dispuestas a atacar a Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua u otra nación en caso necesario o, al menos, ejercer una poderosa amenaza y un factor de disuasión contra estos países.
Con el abierto propósito de ganarse méritos ante el imperialismo y ofrecerse como vedette provocadora de turno, Martinelli declaró en Italia, en directo ataque al presidente bolivariano durante su visita a esa nación, el 17 de julio de 2009: «Yo soy el Anti-Chávez» (…) «Es el mismo en todas partes: explota el mito del «Che» para hacer demagogia».
No podía faltar tampoco su consagración como defensor del golpe de estado en Honduras, luego de haber apoyado abiertamente a Micheletti de manera reiterada, cuando el pasado 26 de enero de 2010 participó en la toma de posesión del mandatario electo inconstitucionalmente en Honduras, Porfirio Lobo Sosa. Allí, junto a unos pocos, bendijo la consumación del golpe contra Manuel Zelaya Rosales. Días antes, el 13 de enero, declaró que su gobierno abogará por el levantamiento de la suspensión que pesa sobre Honduras en la Organización de Estados Americanos (OEA).
Todo se cocina entre capitalistas
Ricardo Alberto Martinelli Berrocal nacido en Ciudad de Panamá, Panamá, pero educado como norteamericano, primero al vencer su bachillerato en el Stauton Military Academy en Staunton, Virginia, y licenciarse luego en Administración de Empresas en la Universidad de Arkansas, representa fielmente los intereses de la oligarquía panameña, al ser dueño de una de las más enormes fortunas en su país.
Presidente de la Importadora Ricamar, de una de las mayores cadenas de supermercados nombrada Supermercados 99, de la Junta Directiva de la Central Azucarera La Victoria, de la empresa ERA y de la fábrica de plásticos Plastigol, así como director de varias empresas tales como Gold Mills de Panamá, Global Bank, Panasal S.A., Televisora Nacional de Panamá, Direct TV, Desarrollo Norte S.A. el Molino de Oro, AVIPAC y Calox Panameña, entre otras, ha participado en la política panameña defendiendo los intereses de los ricos oligarcas en todo momento.
Con este aval como millonario, no puede esperarse de él en el terreno de la política otra cosa que el favorecimiento de las élites de poder económico, así como la defensa a ultranza de la penetración de la influencia de los monopolios internacionales en Panamá. Su gobierno, desde luego, no traerá un verdadero cambio democrático para su país como hipócritamente se denomina su partido político (Cambio Democrático).
Sus intereses económicos quedaron evidenciados en su reciente visita a Suiza, entre el 27 y el 31 de enero pasados, para participar en el Foro Económico Mundial de Davos, en que llevó como agenda un sinnúmero de encuentros con los dueños de monopolios internacionales como Toyota, Dell, Nestlé, SabMiller, Unilever, Intel, Microsoft, CITIBANK, Standar Chartered, Heineken y Mercuria Energy, entre otros representantes de multinacionales, los que se sumarían otros como Maersk, AES, Procter & Gamble, LG, Roche, Peugeot, Hyundai, Philips, Thunderbird y Caterpillar, a los que ya abrió las puertas de Panamá con la controvertida Ley Nro. 41, que les otorga amplias facilidades e incentivos de todo tipo para operar en el país.
Para un adinerado como Martinelli, cuya ideología descansa solo en la divisa de incrementar su riqueza personal y favorecer a la oligarquía nacional, la cuestión de la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, denominado también como Tratado de Promoción Comercial (TPC), se ha convertido en cuestión de vital importancia.
Para ganarse el apoyo en el Congreso norteamericano para la aprobación del TCP, ha recurrido, como ya señalamos, a alianzas con el Partido Republicano y otros sectores de la ultraderecha norteamericana, con vistas a vencer la reticencia de los demócratas al mismo, quienes se oponen solo por cuestionamientos a temas impositivos desde el 2007. Sin embargo, la administración de Obama y los demócratas, enfrascados en hacer aprobar la Ley de Salud y otras legislaciones, han dado de largas a los reclamos de Martinelli, de Álvaro Uribe y del gobierno sudcoreano para que se ratifique el TCP para sus tres países.
No todo es negativo para Martinelli, por supuesto. Obama y los demócratas reciben fuertes presiones de los republicanos para la aprobación del TCP y parece haberse abierto una puerta para lograr esa finalidad. En su Discurso sobre el Estado de la Unión, el pasado 2 de febrero, Obama declaró su interés por ratificar el TLC con Colombia y Panamá, a los que denominó sin tapujos como «socios claves» de EE UU en la región.
El propio Arturo Valenzuela, subsecretario de estado para el Hemisferio Occidental declaró al respecto: «En su discurso sobre el Estado de la Unión, mencionó (Obama) que quiere que se cumplan los TLC con los dos países».
De tal forma, Martinelli espera con impaciencia la respuesta definitiva de Obama sobre el TCP, luego de que el mismo ya ha sido ratificado por la Asamblea de Diputados de Panamá, siguiendo una política exterior apegada a sus amos imperialistas y llegando al extremo de sabotear, en unión de Chile, Colombia, Perú y Costa Rica, el pasado 15 de diciembre de 2009, la Posición Conjunta de los Países del Grupo de los 77 en Copenhague, con respecto al cambio climático.
Como resultado de los compromisos establecidos por Martinelli con los líderes republicanos en el Congreso de EE UU, y con la ayuda de Ileana Ros Lehtinen de manera especial, el pasado 3 de febrero de 2010 el poderoso lobby judío ofreció un espaldarazo a Panamá para lograr la ratificación por parte de Obama del TCP. Los miembros del American Jewish Committee y del World Jewish Congress, premian de esta manera las posiciones a favor de Israel que ha asumido Panamá en los últimos meses, particularmente su oposición junto a otros 17 países que votaron en la ONU para impedir que el Consejo de Seguridad investigara los atropellos de militares de Israel en la Franja de Gaza, entre el 27 de diciembre de 2008 y el 18 de enero de 2009, así como premiar igualmente su apoyo a la política desestabilizadora del sionismo en los países del ALBA, fundamentalmente contra Venezuela.
Las relaciones con Israel han ido en aumento, sobre todo luego de las posiciones asumidas por Panamá a favor del sionismo en los últimos meses, sin que deje de influir el hecho de que en ese país existe una de las mayores concentraciones de origen hebreo en el continente, como lo es la poderosa Congregación Kol Shearith Israel, que ha penetrado distintas esferas de la vida nacional. Panamá tuvo también la singular experiencia de que dos de sus ex presidentes fueran de origen judío.
El premio a las posiciones panameñas a favor de Israel se pusieron de manifiesto el pasado 4 de diciembre de 2009, cuando autoridades de Israel anunciaron su interés en incrementar las inversiones y negociar un posible Tratado de Libre Comercio con Panamá. Igualmente, el Director de Asuntos Económicos israelí para América Latina, Rafael Harpaz, confirmó la participación de Israel en la feria comercial internacional Expocomer, a realizarse en el venidero mes de marzo de 2010.
Tampoco ha resultado extraño que muchos de los miembros del gobierno empresarial de Ricardo Martinelli hayan establecido vínculos con el Mossad en el trasiego ilegal de armas entre Centroamérica y Colombia, para abastecer a las Autodefensas Unidas de colombianas a través de la frontera panameña y empleando empresas de ese país como pantalla. Los nombres de ex militares y ex oficiales del Mossad como el ex teniente coronel Yair Klein, el general B. Ziv, dueño de Global SC; Oris Zoller, director de la compañía General de Representaciones Internacionales (GIRSA); Amar Salmar y el panameño-israelí Shimon Yelinek, han visitado Panamá para preparar estas operaciones de contrabando de armas. Todo queda, simplemente, entre socios de negocios.
La nueva orientación anticubana del gobierno de Martinelli
Quienes crean que la decisión panameña de cesar la Operación Milagro es un hecho aislado, como señalé al inicio de este artículo, se equivocan grandemente. Este es solo el inicio de un programa preconcebido por los sectores de la ultraderecha norteamericana, el sionismo y los gobiernos derechistas en la región, para arremeter contra Cuba, Venezuela y los otros países del ALBA e, incluso, contra países moderados como Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, El Salvador, Guatemala y otros.
Martinelli debe cumplir con sus compromisos con sus nuevos amos y los cumplirá al pie de la letra. A ese tren, que ya integran Colombia, Panamá, México, Costa Rica, Perú y Honduras, se sumará el nuevo gobierno pinochetista de Sebastián Piñera.
La mano tendida a Martinelli por Ileana Ros Lehtinen y los republicanos tiene un precio y Martinellí ha comenzado a pagarlo: el pasado 4 de febrero dio su venia, con el consentimiento de la embajadora norteamericana, para que se celebrara en Panamá, en el Salón Centenario del Hotel El Panamá, un mal llamado Foro sobre Cuba, publicitado como «Proyecto sobre la Transición en Cuba» (CPT).
Los asistentes a este evento no son otros que connotados asalariados de la CIA, oportunistas y contrarrevolucionarios psicóticos e intolerantes, algunos de ellos con largos prontuarios terroristas, entre los que se destacaron Carlos Alberto Montaner, Jaime Suchlicki, James Cason, Carlos Gutiérrez, Orlando Gutiérrez y Andy Gómez.
Uno de ellos, el agente de la CIA y plumífero de derecha, Carlos Alberto Montaner se atrevió a predecir el pronto fracaso de la Revolución Cubana, sin cansarse de usar los mismos fracasados argumentos desde hace décadas. Otros como James Cason, el provocador ex jefe de la SINA entre el 2002 y el 2005, también auguraron una debacle en Cuba, con la sueñan ilusamente sus jefes de la ultraderecha norteamericana, el Pentágono, la CIA y el Departamento de Estado.
No contentos con la reciente captura del mercenario Alan P. Gross el pasado 4 de diciembre, los jefes de la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID), movilizaron esta vez a su equipo del Cuba Transition Project, financiado por ellos a través de su Buró de América Latina y el Caribe, receptores de más de 3 millones de dólares para su guerra sucia contra Cuba, para montar el nuevo show anticubano.
Junto a la AID, se lanzó en esta nueva aventura el Instituto de Estudios Cubanos-Americanos de la Universidad de Miami (ICCAS), sin que se dude de la presencia de otros engendros de la CIA y la ultraderecha como el Instituto Republicano Internacional (IRI) y la National Endowment for Democracy (NED). No podía faltar, por supuesto, en la persona de Orlando Gutiérrez Boronat, detractor y terrorista, la representación de lo más cavernario de la mafia contrarrevolucionaria de Miami, involucrada en más de cinco mil acciones terroristas contra Cuba.
Martinelli ha asumido el sucio papel de peón de turno del imperialismo y como tal actuará. Mientras tanto, Cuba, Venezuela y el ALBA, así como todas las fuerzas progresistas de América Latina, se preparan para enfrentar las nuevas provocaciones que puedan surgir del actual gobierno panameño.
Por su parte, el heroico pueblo panameño podrá seguir contando con la solidaridad de sus verdaderos hermanos. A él le corresponde enfrentar a un gobierno que no hará otra cosa que profundizar las diferencias entre ricos y pobres en esa nación amiga.
Para Martinelli y sus socios de turno, que se reunieron en el Salón Centenario del Hotel El Panamá para debatir inútilmente sobre la »Transición o sucesión en Cuba», solo queda repetirles la misma frase que ha usado el pueblo cubano más de una vez en incruentos combates: ¡Aquí no se rinde nadie!
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.