Como parte de su gira por la región, el lunes 5 de enero arribó a nuestra capital el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Rex Tillerson, enviado por el Presidente Trump para «preparar» el camino del Imperio en aras de la Cumbre de las Américas que se celebrará en Lima el próximo abril. Es […]
Como parte de su gira por la región, el lunes 5 de enero arribó a nuestra capital el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Rex Tillerson, enviado por el Presidente Trump para «preparar» el camino del Imperio en aras de la Cumbre de las Américas que se celebrará en Lima el próximo abril.
Es curioso. Los denominados «Foros Internacionales» lucen siempre muchas incoherencias. Recordemos apenas que Naciones Unidas -el organismo de paz por excelencia- tiene su sede en la potencia mas guerrerista de nuestro tiempo, los Estados Unidos, que lleva conflictos bélicos a todos los rincones del planeta; y que la OEA se puso del lado de los batistianos y de los somocistas en Cuba y Nicaragua, cuando los procesos sociales de esos países afectaron los intereses de los Estados Unidos.
Muchas veces los organismos encargados de preservar los Derechos Humanos y las Libertades Públicas, callaron ante los crímenes de Pinochet o de Videla porque en Chile o Argentina se reprimía a los comunistas o a otros grupos de izquierda. Y Antonio Maidana -el Secretario del Partido Comunista de Paraguay- fue secuestrado y asesinado sin que se le mueva una ceja a los «demócratas» de diversas latitudes.
Fueron esas -y siguen siendo- las incoherencias de un sistema que vive de la explotación y la miseria de los pueblos a los que dice representar. En ese escenario, la mentira juega un papel fundamental: Se habla de libertades, cuando se alienta el miedo y la obscuridad.
Hoy en el Perú no solamente se vive un periodo de corrupción extrema, sino de violencia social particularmente peligrosa. Casos como la represión con muerte, desatada contra los agricultores; o el secuestro, violación y asesinato de una niña de 11 años por parte de un confidente de la policía; constituyen expresiones del desorden moral que corroe las bases mismas de la sociedad. En lo alto de ella, los ex Presidentes -y el actual- asoman comprometidos en delitos que concitan la mas franca repulsa ciudadana.
No obstante, la sede de la Cumbre de las Américas será la capital de un país seriamente cuestionado por estos males; y los mandatarios de la región recibirán la «bienvenida» de alguien que tiene la mano forradas en oro, como consecuencia de negocios turbios, e ingresos ilícitos.
Por lo demás, el «lema» de la Cumbre -gobernabilidad, democracia y lucha contra la corrupción- resulta incompatible con la práctica de un gobierno enlodado al extremo y que, adicionalmente, carga con el peso de «indultar» a uno de los 7 dictadores más corruptos de nuestro tiempo.
La tapa de la bombonera resultará -quizá- el hecho que este evento sea convertido en una suerte de «tribunal de sanción» contra Venezuela Bolivariana y el proceso emancipador latinoamericano; y que consagre, como su figura principal, a Donald Trump el más desbocado exponente del Imperio en nuestro tiempo
Para asegurar que todo esto se cumpla, es que arribó a nuestra ciudad el funcionario yanqui. Su gira comprende varias estaciones, pero tiene un único propósito: asegurar que la Cumbre en ciernes, le rinda pleitesía al actual Jefe de la Casa Blanca y se sume diligente a su política de agresión y de guerra contra Nicolás Maduro. Donald Trump quiere verse complacido ante Jefes de Estado que integren, entusiastas, una diligente comisión de aplausos, a su gusto y medida.
Fue por eso que el primer punto que el señor Tíllerson trajo como un puñal entre los dientes, fue un mensaje contra Venezuela. Washington no quiere a Maduro como no quiso nunca a Sandino, Fidel Castro, Velasco Alvarado, Salvador Allende o Hugo Chávez. No quiere a nadie que obstaculice sus planes de dominación, sus apetitos imperiales, ni su voracidad galopante; aquella que lleva sangre, destrucción y muerte a todas partes.
Pero seguramente, no es nada personal. Lo que Washington no quiere, es a los pueblos, porque ellos obstruyen el camino que se ha trazado para apoderarse de sus riquezas, cultura, tradiciones, historia y hasta sus escasos bienes materiales. No es en absoluto casual que el señor Tilleron haya sido hasta poco Director Ejecutivo de la petrolera Exxon Móbil Corporation, uno de los consorcios más interesados en la riqueza regional. Son esos, los intereses que ellos encarnan.
El viaje del señor Tillerson es parte de una estrategia de dominación, y perfila los rasgos netos de una ofensiva global contra los Estados Soberanos de nuestro continente. Se inscribe en la agresión contra Venezuela, pero también en las maniobras contra Lula, los ataques a Correa, la campaña contra Evo, la ofensiva orientada a aislar a Nicaragua en todas las acciones contrarias a los intereses de los pueblos que se registran en la región, y que asoman impulsadas por administraciones corruptas y en extremo serviles, como las de Temer, Macri, Santos o Kuczynski.
Por eso se ha dicho -y es verdad- que lo que le interesa al gobierno yanqui no es que Venezuela sea -o no- una democracia. Lo que realmente le importa, es su riqueza petrolera y gasífera, su potencial electrónico y hasta el agua de sus ríos y, claro, el silencio de su pueblo; que no se extienda el mensaje liberador que nace de su suelo desde hace más de 200 años. Y para conseguir eso, es que prepara una ofensiva militar contra la administración de Caracas. Sueña con la posibilidad de derribar a Maduro y colocar en el palacio de Miraflores a un pelele que sirva con fruición sus designios.
Con ese propósito ha incrementado sus bases militares en América Latina y el Caribe, programado sucesivas visitas del jefe del Comando Sur de los Estados Unidos a los países que juzga sus «aliados», y hasta ha impulsado maniobras militares como la recientemente registrada en Tabatinga. La pólvora, es para Trump arma decisiva para el «diálogo» en la región.
Todo indica que en la Patria de Bolívar, el Imperio ha perdido la batalla. No confía ya en lo que hasta ayer nomas llamada «la oposición democrática», ni exige «elecciones inmediatas para que se vaya Maduro». Ahora, simplemente alienta un Golpe de Estado afincando la ilusión de que «algunos militares» se puedan poner al servicio de «su» causa. Cree que si «desde adentro» asoma una «posición de fuerza» será posible que «desde afuera» una acción militar imponga un cambio en el escenario, Es su sueño de hoy.
Lo que importa a Washington ahora es asegurar que la VII Cumbre sirva a tales propósitos. SI la gira del Secretario de Estado yanqui cumple sus objetivos, la presencia de Trump en la capital peruana será un hecho EL tema, sin embargo, no es tan simple. En ese análisis, falta un punto clave: la sociedad continental, la voluntad de los pueblos. Ellos no sumarán puntos a la carta del Imperio y la visita del mandatario yanqui a esta parte de América, no será acogida como supone la Casa Blanca.
Ya pasó antes, en los primeros años de nuestro siglo cuando «nos visitó» George Bush. El gobierno de entonces -Alejandro Toledo- urdió un falso «atentado terrorista» contra la sede de la Embajada Yanqui en Lima para justificar la declaratoria de un «Estado de Emergencia» e impedir manifestaciones de protesta. ¿Seguirá PPK ese mismo derrotero?
Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de Nuestra Bandera.
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