Traducido del francés para Rebelión por Carlos Riba García
La victoria del «No» en el referéndum realizado en Grecia este 5 de julio ha sido un acontecimiento histórico. A pesar de las muchas presiones en favor del «Sí» tanto por parte de los medios griegos como por la de los dirigentes de la Unión Europea, a pesar de que el Banco Central Europeo organizó las condiciones para un pánico bancario, el pueblo griego ha hecho oír su voz. Lo ha hecho con una fuerza insólita, ya que contrariamente a lo que permitían pensar los sondeos realizados a pie de urna, la victoria del «No» ha obtenido, con una diferencia notable, casi el 60 por ciento de los votos. Es evidente que esto refuerza al gobierno de Alexis Tsipras y que hará reflexionar a sus interlocutores. Muy pronto veremos cuáles serán las consecuencias.
Esta victoria del «No» despierta también amargos recuerdos de lo ocurrido en Francia. Se ha producido casi 10 años después de otra victoria del «No», esta vez en nuestro país (también en Holanda). Entonces, en 2005, se trataba del proyecto de Tratado Constitucional Europeo. En Francia, este proyecto fue rechazado por más del 54 por ciento de los votos. Sin embargo, después de múltiples maniobras, un texto prácticamente igual, el «Tratado de Lisboa», se adoptó algunos años más tarde en el «congreso» mediante la ambigüedad de una alianza ad hoc entre la UMP y el PS. Ciertamente, de aquel entonces data la fractura existente entre las elites políticas y mediáticas por un lado y los votantes por el otro. Esa negación de la democracia, ese robo del voto soberano, es una herida profunda sufrida por numerosos franceses. La amplia victoria del «No» en Grecia llega para reabrir esa herida y podría empujar a que los votantes pidieran cuentas por un pasado que decididamente no acaba de pasar.
El sentido del «NO»
Pero es necesario comprender el sentido profundo de ese «No» en Grecia. Se opone a los comportamientos muy antidemocráticos de los responsables en tres ámbitos distintos: el Eurogrupo, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo. Mina el prestigio de personalidades como Jean-Claude Juncker, Dijssenbloem, e incluso Martin Schulz, presidente del parlamento. Se opone sobre todo a la lógica implementada a partir del 27 de junio, cuando Dijssenbloem, presidente del Eurogrupo, decidió excluir de una reunión al ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis. Este gesto inaudito equivalía a la exclusión de Grecia de la Zona Euro. Entonces, es preciso destacar la sorprendente pasividad del ministro francés Michel Sapin. Al quedarse en la sala se hizo cómplice del abuso de poder cometido por Dijssenbloem. Aunque hoy día el gobierno francés diga que quiere la permanencia de Grecia en la zona Euro, la actitud de uno de sus miembros más importantes, muy cercano al presidente de la República, plantea -si no un mentís- al menos una duda sobre la realidad de ese compromiso. Es imposible que el gobierno griego no haya tomado nota de eso. De hecho, hemos sido excluidos de una batalla en la que Alemania, ya sea directa o indirectamente, ha inspirado ampliamente las posiciones europeas.
El hecho de que el BCE haya organizado durante la semana del 28 de junio al 5 de julio la asfixia financiera de los bancos griegos, provocando así una conmoción muy comprensible en la población, es la prueba de que las instituciones europeas no tenían ninguna intención de continuar negociando con Alexis Tsipras y trataban de obtener en cambio ya fuera su salida voluntaria o su caída en uno de esos timos asamblearios que un régimen parlamentario como el griego hace posible. El referéndum fue también una tentativa de oponerse a esas maniobras. La victoria del «No» garantiza que, al menos por un tiempo, el gobierno de Tsipras está protegido contra este tipo de intentos.
¿Es posible retomar las negociaciones?
No obstante, esto de ninguna manera significa que las negociaciones sobre la deuda griega, aunque necesarias y justificadas como recuerda un informe del FMI oportunamente publicado a pesar de las tentativas para impedirlo realizadas por el Eurogrupo, puedan retomarse. Todos los economistas que han trabajado en esta cuestión, las ilustres personalidades como Paul Krugman y el Nobel Joseph Stiglitz, los especialistas internacionales como James Galbraith o Thomas Piketty, han explicado durante semanas que sin una reestructuración de la deuda acompañada de la quita de una parte de ella, Grecia sería incapaz de reencontrar el camino del crecimiento. Pero lo necesario es no perder tiempo; no está dicho que las instituciones europeas -que han tratado de impedir la publicación del informe del FMI- lo quieran. Si el BCE no se decide a elevar muy rápidamente el techo del acuerdo sobre liquidez (ELA, por sus siglas en inglés), muy pronto la situación se hará crítica en Grecia y las negociaciones perderán todo sentido. Esto es lo que ha dicho Alexis Tsipras la noche de la victoria del «No». El acuerdo es posible en tanto las dos partes lo deseen. Y, justamente, existe el derecho de dudar sobre las intenciones de las instituciones europeas.
Por lo tanto, si el BCE no sube el techo de la ELA, el gobierno griego ya no tendrá opción. Deberá poner en circulación unos «certificados de pago», que constituirán una moneda paralela cuyo control sería asumido -por decreto- por el Banco Central; asimismo, el BCG estaría obligado a poner en circulación tanto los billetes que mantenga en su poder como aquellos que sean queden en manos de los bancos comerciales con su autorización. La toma del control de las finanzas por parte del Banco Central griego estaría completamente justificada por la actitud del BCE y el Eurogrupo; con todo, es probable que sea la primera solución por la que se opte. Esto conduciría a un sistema de dos monedas en circulación en Grecia; es posible pensar que después de algunas semanas una de esas dos monedas desaparecerá. Entonces, estaríamos frente a la salida de Grecia de la Zona Euro: el «Grexit».
La salida de Grecia del euro, ¿esta en marcha?
Aquí es preciso recordar que la salida del euro no pasa necesaria (ni obligatoriamente) por una decisión nítida y tajante. Puede ser el resultado de la lógica de las circunstancias y de las reacciones del gobierno griego ante el doble juego del Eurogrupo y el BCE que están tratando de estrangular financieramente a Grecia. Sigue siendo inusitado que un Banco Central -como es el BCE-, encargado legalmente de la estabilidad del sistema bancario en los países de la Zona Euro, se ocupe en realidad de estrangular a los bancos y de hacerlos quebrar. Es un hecho inaudito, pero no es un hecho sin precedentes.
En la Alemania de 1930, el presidente del Reichbank, Hjalmar Schacht, frustró un préstamo estadounidense al gobierno de la República de Weimar provocando un pánico bancario. A su vez, este pánico ocasionó la caída de la coalición por entonces en el poder y la renuncia del ministro de Finanzas, el socialista Rudolph Hilferding. Habiendo obtenido lo que él quería, Schacht levantó su veto. Pudo verse así que la acción antidemocrática de un Banco Central tiene un precedente, incluso se puede decir un precedente trágico. Con la llegada del canciller Brüning, Alemania eligió una austeridad insensata que llevó, algunos años más tarde, a los nazis al poder. Esa acción estableció que el poder del Reichbank era un poder paralelo al del gobierno. Además, la expresión Nebenregierung o «gobierno paralelo pasó al discurso técnico e histórico de Alemania.
Así, tenemos todo el derecho de preguntarnos si la salida de Grecia de la Zona Euro no ha empezado acaso hace ya una semana. Aunque está claro pues que esta salida se debe por completo al Eurogrupo y el BCE. En realidad, se trata de una expulsión, una acción tan escandalosa como ilegal, que legitimaría el recurso de las autoridades griegas a las medidas más drásticas.
El gran temor de los popes del euro
Pues, digámoslo, si hay algo que aterroriza totalmente a los responsables europeos es que Grecia demuestre que hay vida fuera del euro, y que se compruebe que esa vida podría, dadas ciertas condiciones, ser mejor que la de dentro de la Zona Euro. Tan grande es su temor que los llena de pavor. Ya que eso les mostraría a todos -portugueses, españoles, italianos y franceses- cuál sería el camino posible. Eso desvelaría también el inmenso fraude que ha sido el euro, que no ha sido un instrumento de crecimiento ni tampoco de estabilidad para los países que lo han adoptado, y la naturaleza despótica del poder -no refrendado en ninguna elección- del Eurogrupo y del BCE.
Por tanto, es posible -es decir, probable- que los dirigentes del Eurogrupo y del BCE hagan todo lo que está en su mano para provocar el caos en Grecia. Conviene, pues, que el gobierno griego, al mismo tiempo que trate de negociar honestamente, como lo ha hecho desde febrero de 2015, se prepare para tomar medidas que aseguren la estabilidad interna del país y el funcionamiento normal de la economía y las instituciones, dando por hecho que eso obliga a tomarse ciertas libertades en relación con la letra de los tratados. Después de todo, no ha sido el gobierno griego el primero en dejar de respetarla; es posible pensar que las acciones tanto del Eurogrupo como del BCE de la última semana han constituido acciones contrarias tanto al espíritu como a la forma de esos tratados.
Jacques Sapir dirige el grupo de investigación Irses en la FMSH y coorganiza con el Instituto de Previsión de la Economía Nacional (IPEN-ASR) el seminario franco-ruso que estudia los problemas financieros y monetarios del desarrollo de Rusia. Es posible leer sus notas en el blog RussEurope.