Hasta hoy no he escrito sobre las elecciones letonas porque en mi opinión no tenían mucho interés. A pesar de todo lo que se ha dicho en Letonia y en los medios de comunicación internacionales el resultado estaba cantado y no precisamente por donde indicaban las encuestas y los creadores de opinión (predecían todos ellos […]
Hasta hoy no he escrito sobre las elecciones letonas porque en mi opinión no tenían mucho interés. A pesar de todo lo que se ha dicho en Letonia y en los medios de comunicación internacionales el resultado estaba cantado y no precisamente por donde indicaban las encuestas y los creadores de opinión (predecían todos ellos una victoria de la coalición de centro-izquierda Centro de la Concordia -popular entre la minoría eslava-). Los argumentos aquí se han expuesto en un sinfín de post-s pero brevemente tendré que volverlos a reproducir para explicar lo que ayer ocurrió en las elecciones al Parlamento letón.
Letonia es el país que de forma más dura está sufriendo la crisis económica en la Unión Europea. Su tasa de paro supera el 20%; la caída del PIB ha sido de alrededor del 25% el último año; el país está tan endeudado que su política económica y social la dicta directamente el FMI; el deterioro de los servicios sociales es extraordinario en educación y sanidad (cierre de centros de salud, falta de equipamientos, cierre de colegios, infinidad de vacantes -30% en Riga, fuera de la capital más- de profesorado porque los salarios son muy bajos, colegios que no ponen la calefacción para no gastar etc.); las pensiones están por los suelos (pensiones no contributivas a 50 euros al mes: niveles de países extremadamente pobres); el salario mínimo interprofesional es para llorar (250 euros al mes); la caída de los salarios ha sido superior al 30%; y claro, la juventud escapa del país en búsqueda de oportunidades en otros estados europeos.
La responsabilidad de la situación de Letonia, un país en deconstrucción nacional, se podría repartir entre diferentes actores, pero uno de los papeles protagonistas sin duda recaería en la clase política; y siendo más específicos en la clase política de nacionalidad letona. En Letonia se distingue entre nacionalidad y ciudadanía. La mayoría de la ciudadanía letona tiene nacionalidad letona, pero hay una parte que son ciudadanos de nacionalidad rusa, ucraniana, bielorrusa etc. dependiendo del origen de ellos o de sus padres o de sus bisabuelos o incluso de sus tatarabuelos. Luego hay alrededor de 350.000 (15% de la población) personas que son apátridas, muchas de ellas nacida en el país pero que no han accedido a la ciudadanía y, por lo tanto, no tienen derecho a voto.
La cuestión es que desde la independencia de Letonia los gobiernos siempre han sido coaliciones muy amplias de centro-derecha o de derecha por las que han pasado todos los partidos que pretendían representar a la «nacionalidad letona». Terminaríamos antes si simplificando un poco los denominamos como nacionalistas letones (espero que el lector sepa permitirme la licencia). La política funcionaba así: la ciudadanía votaba para saber el tipo de distribución del poder que iban a hacer entre los partidos nacionalistas de derecha, y a partir de ahí estos partidos siempre se juntaban (normalmente en coaliciones más amplias de lo estrictamente necesario para lograr la mayoría absoluta) para marginar a los partidos de centro-izquierda e izquierda que son básicamente los que apoya la ciudadanía étnicamente eslava que tiene derecho a voto (recordar que dependiendo de que año hablemos no tenía derecho al voto desde el 30% de la población en las primeras elecciones hasta el último dato del 15% en estas del 2010).
Siempre ha sido importante que las coaliciones fuesen amplias para que nadie entre los nacionalistas letones se sintiera marginado del ejercicio del poder y así no tuviera la tentación de pactar con los partidos más populares entre los eslavos de Letonia. El resultado de esto es, por una parte la ausencia de lucha política en el eje izquierda-derecha, y por otra parte el ascenso vertiginoso de la corrupción política entre los partidos nacionalistas letones. Falta de competencia y control político, todo ello ocultado bajo el manto «hay que marginar a los rusos», «hay que dejarlos fuera del poder» porque ese es el único eje de conflicto que ponen sobre la mesa «Letones vs. Rusos». Así es como se sienten a gusto los partidos nacionalistas letones, ahorrándose tener que rendir cuentas ante el electorado porque lo «importante» es la batalla contra los rusos. No hay duda que el populismo antirruso y el nacionalismo barato y vacío de contenido les ha resultado la mejor de las recetas para cegar al electorado. Un electorado que por lo demás, en una conversación normal no se muestra tan derechoso como parecería a tenor de los gobiernos formados en Letonia desde la caída de la Unión Soviética.
En Letonia, como en muchos países de Europa Central y del Este, les gustaría tener políticas económicas más socialdemócratas de lo que podría parecer a tenor de los resultados electorales. Sin embargo, el eje de conflicto de izquierda-derecha queda solapado por el de letones-eslavos. La identificación es casi perfecta, los partidos nacionalistas letones son de derechas y los partidos que defienden los intereses de los eslavos son de izquierdas. Por lo tanto, al no existir el eje izquierda-derecha entre los nacionalistas letones y entre los habitantes eslavos, la pugna de izquierda-derecha se esfuma. Pero con la crisis económica la cosa cambió un poco. La coalición del Centro de la Concordia empezó a crecer ostensiblemente en las elecciones europeas y las municipales. Venció en Riga y actualmente ostenta la alcaldía en coalición nacionalista letona entre democristianos y liberal conservadores.
Desde entonces todas las encuestas daban como ganador en las próximas elecciones legislativas a la coalición de centro-izquierda. Si bien una victoria pobre, nunca superando el 20% de los votos. De todas maneras, eso motivó que los partidos nacionalistas letones se reordenarán en una serie de coaliciones. Algunas ya existían, otras se han reconfigurado y otras han nacido, estas son:
La coalición de centro-derecha entre los verdes y el partido agrario; la coalición Alianza Nacional entre los partidos derecha populista de Por la Patria y Libertad (miembro de la Alianza Europea de conservadores y reformistas: partido euro escéptico y más a la derecha que el Partido Popular europeo) y Todo por Letonia (nacionalismo conservador); la coalición Por una Buena Letonia entre los democristianos (centristas: demócratas liberales europeos) y liberal-conservadores (partido popular europeo); y la gran novedad, la coalición de centro-derecha Unidad. Esta agrupa al Partido de la Nueva Era del Primer Ministro Dombrovski (nacionalismo letón, populismo y conservadurismo: partido popular europeo), la Unión Cívica (liberal conservadores: partido popular europeo) y Sociedad para una Nueva Política (social liberalismo, centrista).
Por lo tanto, las alarmas estaban encendidas y para responder se reconfiguraron las coaliciones y empezó una campaña de baja intensidad contra el Centro de la Concordia afirmando que era un partido adicto al Kremlin y que si ganaba se iba a retroceder en la integración en el mundo occidental. Finalmente, la alarma surtió su efecto, como era de esperar los sectores más nacionalistas, a pesar de estar disgustados con los recortes sociales y con las políticas económicas del gobierno, se han movilizado para asegurar una victoria cómoda a la coalición gubernamental. El resultado es lógico, las diferentes coaliciones que forman parte de la coalición gubernamental han conseguido 63 diputados de 100. La distribución de escaños y votos es la siguiente entre los partidos que han conseguido representación:
Unidad: 33 diputados (%30,72 de los votos válidos)
Centro de la Concordia: 29 diputados (25,69% de los votos válidos)
La unión entre Verdes-agrarios: 22 diputados (19,42% de los votos válidos)
Por una buena Letonia: 8 diputados (7,55% de los votos válidos)
La Alianza Nacional: 8 (7,55% de los votos válidos)
La participación: 62,63% (en el 2006 el 62,23%)
(Continuará)