Entre el 13 y el 15 de febrero de 1945 se produjeron cuatro olas de bombardeos sobre Dresde por parte de la Royal Air Force (RAF) y la United States Army Air Forces (USAAF). Según las estimaciones más bajas, perdieron la vida entre 18.000 y 25.000 personas. Traducido por Javier Fdez. Retenaga
Los crímenes contra la población civil, ya sea en Coventry, Leningrado, Dresde, Pristina, Kabul o Bagdad constituyen siempre y en cualquier parte crímenes contra la humanidad. Los procesos de Núremberg, en 1945, señalan de manera explícita que no hay excepciones para ningún Estado, tampoco los EE. UU. (Con relación a los crímenes contra la población civil, véase R. Jackson, juez supremo y acusador principal por parte de los EE. UU.). La afirmación de que durante la 2ª Guerra Mundial también en Dresde se fabricaba armamento, de manera que esto habría justificado los bombardeos, no se corresponde con la realidad. Basta con preguntar a los supervivientes y examinar los documentos relativos al bombardeo de la ciudad. ¡Las pocas fábricas de armamento existentes no se vieron afectadas por los bombardeos!
Tras la ola de indignación por la completa destrucción de esta ciudad cultural de la humanidad, surgieron de repente mentiras como la de que los rusos habrían dado su asentimiento al ataque. Pero la transcripción de las conversaciones de Malta y Yalta demuestran lo contrario. Por otra parte, la denominación elegida para la planeada utilización de la bomba atómica en una ciudad alemana aún no bombardeada era idéntica a la del bombardeo de Dresde. ¿Qué habría pasado si los rusos hubieran tardado un poco más en llegar?
El primer alcalde de Dresde en la posguerra, Walter Weidauer, escribió en 1983 el libro: Inferno Dresden. Él mismo vivió ese infierno. En el libro dice lo siguiente:
El plan para el bombardeo de Dresde preveía un triple ataque: dos duros ataques nocturnos de los bombarderos de las Fuerzas aéreas británicas y un duro ataque diurno de los bombarderos estadounidenses. Entre el primer ataque y el segundo no deberían pasar más de tres horas, y en el segundo ataque deberían arrojarse sobre todo bombas altamente explosivas, con el fin de matar al mayor número posible de las personas que participaban en los trabajos de extinción de fuegos y salvamento e impedir a los fugitivos la salida de la ciudad. Un plan verdaderamente diabólico.
Como este bárbaro acto provocó las protestas de las fuerzas progresistas en todo el mundo, los grupos dirigentes de los EE. UU. y Gran Bretaña trataron de de echar la culpa a otros.
El 11 de febrero, el Departamento de Estado de los EE. UU. emitió una declaración según la cual el destructivo ataque respondería a la petición soviética de reforzar con fuerzas aéreas el apoyo de sus tropas terrestres, y habría sido acordado antes con las autoridades de ese país.
Nunca se aportó ningún documento que probara esta fantasía. Antes al contrario, de los protocolos de las sesiones de los mandos estadounidense y británico, tanto en Malta como en Yalta, se desprende claramente que, tras las protestas de la parte soviética, de ninguna manera querían estar ligados a la Unión Soviética por ningún acuerdo que les impidiera reducir a cenizas las ciudades del centro y este de Alemania.
El comandante en jefe del primer Frente ucraniano, el mariscal Ivan Konev, le escribió una carta al autor en la que aseguraba:
«Puedo afirmar con toda seguridad que el bombardeo y destrucción de Dresde en febrero de 1945 no tuvo ninguna relación con las acciones de las tropas soviéticas. La bárbara destrucción de la ciudad no representó ningún apoyo para nuestras tropas, tampoco después, cuando llegaron a las inmediaciones de la ciudad, ya que Dresde no era ninguna fortaleza y no había en ella instalaciones industriales o militares de particular importancia ni tropas fascistas significativas. Por aquellas fechas Dresde estaba lleno de refugiados. En consecuencia, Dresde no tenía una relevancia militar, política o económica que justificara su destrucción».
Más aún, el alto mando soviético fue engañado para ocultar las intenciones de de los aliados occidentales. Está probado que el jefe de la sección aérea de la misión militar estadounidense en Moscú, el general de división Edmund W. Hill, el 12 de febrero de 1945 informó al estado mayor del ejército soviético de que la 8ª flota aérea atacaría las estaciones de maniobras de Dresde y Chemnitz. El ataque se habría aplazado por problemas meteorológicos.
De una fotocopia en inglés del Archivo municipal de Dresde, así como del libro de David Irving La destrucción de Dresde, p.180, se desprende que el alto mando del ejército soviético no fue informado de que iba a producirse un bombardeo masivo de la ciudad de Dresde.
Poco antes del aniversario del bombardeo de Dresde me llegó una carta de un testigo de la época, Gerd Hommel:
«Yo mismo viví el bombardeo nocturno y sobreviví a la tormenta de fuego. Vivía junto a la fábrica de armas Sachsenwerk y no habría tenido que pasar miedo. Ninguna de las fábricas de armas fue reducida a cenizas, pero sí el casco urbano con su centro histórico, el barrio obrero Johannstadt y otros centros de la vida civil, como el área de la Prager Strasse».
Otro testigo, Christa Nikusch, que entonces tenía 12 años y es en la actualidad miembro de «Madres de Brandemburgo contra la guerra», recuerda:
«Durante el bombardeo yo me encontraba en el circo Sarrasani, una carpa sostenido por doce mástiles. Este circo también fue bombardeado. Tuve la suerte de encontrarme sentada cerca de la salida. Presa del pánico corrí en dirección a la escuela que estaba a orillas del Elba, entonces convertida en hospital militar. Como también acabó siendo bombardeada, me refugié bajo un sauce en la ribera del Elba. Allí viví el segundo ataque aéreo sobre la ciudad. Una amazona del circo estaba dando de beber a algunos caballos. Ni ella ni los animales sobrevivieron al segundo ataque. A consecuencia de la gran cantidad de bombas incendiarias, el Elba estaba a punto de hervir, de manera que quienes se arrojaban a él con la ropa ardiendo tampoco allí podían encontrar alivio. Agotada, me quedé dormida, y unas horas después oí el tronar de los aviones sobre mí. Esta vez volaban a ras del suelo y acribillaban todo lo que se movía. Tras los bombardeos, mis hermanos mayores colaboraron durante días en los trabajos de desescombro e incineración de cadáveres, en el Altmarkt.
Mi familia, que como yo vivió el infierno de Dresde, sabe que en el recuento de muertos que se hizo mucho más adelante, del número de personas que se abrasaron en los refugios antiaéreos de las casas sólo pudo hacerse una estimación».
Es interesante el ehcho de que la proyectada utilización de la bomba atómica (para conocer mejor sus efectos, como decían los aliados) en una ciudad alemana aún no bombardeada tuviera el nombre de operación «Trueno». ¡El mismo nombre que la operación de bombardeo de Dresde! (V. Leslie R. Groves; Now it can be told, p. 184).
Hoy se nos plantean las siguientes preguntas al respecto:
1. ¿Qué habría sido de Dresde y de Alemania si la bomba atómica estadounidense hubiera estado lista antes?
2. ¿Habrían arrojado ingleses y estadounidenses esa bomba antes de la toma de Dresde por las tropas soviéticas?
Dado que los EE.UU. no tuvieron el menor escrúpulo en usar la bomba atómica contra la población civil en Hiroshima y Nagasaki poco después de la guerra, podemos estar seguros de que si los rusos no hubieran penetrado en Alemania tan rápido también la habrían utilizado en este país.
¿Y su aliada Rusia? Recordemos lo que escribió Churchill en sus memorias acerca de su odiado primer Estado de obreros y campesinos del mundo:
«En otro tiempo hice grandes esfuerzos para impedir que llegara a nacer…» (Cf. W. Churchill, La II Guerra Mundial).
Para dejar claras las cosas a quienes todavía creen que los bombardeos de ciudades alemanas sirvieron para hacer caer al Estado fascista alemán, hay que recordar que en el momento de los bombardeos las tropas soviéticas estaban ya muy cerca de Berlín. ¡A ellos, por tanto, iban dirigidos ciertos gestos amenazadores de los aliados, incluidas las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki!
Con esta matanza bárbara y sin sentido de población civil, perpetrada justo antes del fin de la guerra, los aliados querían hacer una demostración de fuerza ante la Unión Soviética y subrayar, con una seguridad «a prueba de bombas» que, tras la capitulación de Alemania y la liberación de los Estados sometidos al yugo fascista, les correspondían algunas ventajas.
Como prueba de esta afirmación, quisiera recordar que, una vez que gracias sobre todo a las heroicas tropas soviéticas, el fascismo en Europa hubo sido derrotado y en Núremberg fueron juzgados los principales criminales de guerra, los aliados iniciaron contactos con estos mismos nazis alemanes, hasta entonces enemigos, y tampoco tuvieron ningún reparo en que llegaran a los más altos puestos del gobierno federal alemán.
Al contrario, de repente se dieron cuenta de que tenían un enemigo común, la Rusia socialista soviética. Desde ese momento, en los tiempos la Guerra fría, los aliados lucharon codo con codo junto a sus antiguos enemigos contra sus antiguos aliados, la Unión Soviética, y fundaron la OTAN para acabar con el socialismo. Incluso se desarrollaron planes para destruir las ciudades más importantes de la Unión Soviética con bombas atómicas.
Sólo la fortaleza militar de la Unión Soviética, y el hecho de que disponía de armas atómicas, impidieron a los aliados y a la República federal ya asociada a ellos poner en práctica esos planes, dado que en caso de ataque tendrían que contar con una respuesta atómica de la Unión Soviética.
Fuente: 13. Februar 1945: Inferno Dresden– Zum Jahrestag der Flächenbombardements
Artículo original publicado el 12 de febrero de 2010
Javier Fdez. Retenaga forma parte de Rebelión y Tlaxcala, la red internacional de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, al traductor, al revisor y la fuente.
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