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Entrevista a Nazaria Tum Sanic, presidenta de la voz de la resistencia

«En Guatemala vivimos en guerra, pero camuflan la represión»

Fuentes: Gara

Dirigente indígena maya-quiché, Nazaria Tum Sanic pasó diez años resistiendo en la montaña los ataques del Ejército de Guatemala. Es miembro de las Comunidades de Población en Resistencia (CPR), de la Asociación Popular Campesina de Desarrollo (APCD-Sierra) y de La Voz de la Resistencia. La Organización No Gubernamental InteRed ha invitado a Nazaria Tum Sanic, […]

Dirigente indígena maya-quiché, Nazaria Tum Sanic pasó diez años resistiendo en la montaña los ataques del Ejército de Guatemala. Es miembro de las Comunidades de Población en Resistencia (CPR), de la Asociación Popular Campesina de Desarrollo (APCD-Sierra) y de La Voz de la Resistencia.

La Organización No Gubernamental InteRed ha invitado a Nazaria Tum Sanic, dirigente indígena maya-quiché de Guatemala a Euskal Herria para compartir su experiencia como mujer en el conflicto armado interno de Guatemala.

Tum Sanic es actualmente presidenta de La Voz de la Resistencia, una organización de mujeres que lucha por su participación activa y organización en las comunidades.

¿Cuál fue su experiencia como mujer en el conflicto armado de Guatemala?

El conflicto armado interno pasó por varios procesos. Yo lo conocí cuando comenzó la represión selectiva en los años 70. Los secuestros y desapariciones contra los catequistas, campesinos, cooperativistas… definieron esta época. Ante la represión, comenzó la lucha de las mujeres, que empezaron a reclamar la aparición de sus esposos, pues la mayoría de los secuestrados eran hombres.

Ya en los años 80, comenzó la práctica de la política de la tierra arrasada contra la población en el departamento de Quiché. 45.000 personas se refugiaron en México y hubo más de un millón de desplazados internos. Mi familia y yo huimos a la montaña, donde el Ejército nos persiguió. Vi morir a muchas personas. A las mujeres embarazadas las violaban y las mataban abriéndoles el estómago con cuchillos.

Frente a esta situación tuvimos que organizarnos para defender nuestras vidas y constituimos cuatro comisiones en los ámbitos de la salud, la educación, la vigilancia y la producción. Tanto hombres como mujeres trabajamos en estas comisiones y asumimos responsabilidades.

Enfrentábamos una situación muy difícil: el hambre, la sed, los ataques del Ejército, las enfermedades, la falta de ropa…

Pero el Ejército no pudo acabar con nosotros gracias a que estuvimos organizados.

¿Cuál fue el siguiente paso tras diez años en la montaña?

El año 89 el Ejército desplegó 13.000 efectivos en la montaña. La situación se volvió insoportable. Ya no podíamos más, iban a acabar con nosotros. Nos quedaban tres caminos: ir a los refugios en México, bajar al pueblo y entregarnos o quedarnos en la montaña a morir.

Realizamos consultas para decidir qué hacer. La mayoría tuvo claro que era el momento de cambiar la lucha, de dar un paso más, de darnos a conocer y pedir apoyo institucional.

En el año 90, llevamos a cabo una asamblea general y trazamos la línea de acción. La idea principal era exigir al Gobierno el reconocimiento como población civil de las personas que estaban en las montañas y el retiro inmediato de los destacamentos militares.

Con el fin de recabar apoyos se nombró a dos mujeres y a dos hombres como representantes del movimiento para que bajaran a la capital y consiguieran respaldo tanto nacional como internacional.

En 1991 se realizó la primera visita por aire de la comisión civil para la verificación. Fue un alivio porque logramos romper el silencio al que estuvimos sometidos durante diez años.

Una vez fuera de las montañas, el Ejército quiso destruirnos convenciendo a los campesinos de que éramos los culpables de que no pudieran regresar a sus tierras e intentaron provocar una guerra entre nosotros. No quisimos luchar y conseguimos dialogar y llegar a un acuerdo con los campesinos. Todos juntos presentamos nuestras exigencias al Gobierno y creamos una mesa de negociación para conseguir un trozo de tierra para vivir.

¿Cómo transcurrieron esas negociaciones?

El Gobierno también utilizó esta iniciativa para intentar acabar con nuestra organización, el CPR (Comunidades de Población en Resistencia) y la organización de las mujeres, que por aquel entonces era la Organización de Mujeres Mártires de la Resistencia, creada a finales de los 90. No consiguió acabar con el CPR, pero sí con la organización de mujeres pues en vez de un trozo de tierra grande, nos dio pequeñas parcelas divididas en distintos municipios.

Más adelante comenzamos a reunirnos y a analizar nuestra nueva situación en los distintos municipios creando, en 2009, la organización de mujeres La Voz de la Resistencia.

¿Cuáles son las reivindicaciones de la organización que preside?

La Voz de la Resistencia tiene un plan estratégico. Prácticamente, su objetivo principal es fortalecer la organización, el poder local de las mujeres, sistematizar nuestra historia como mujeres para que los que vengan detrás puedan conocer nuestra historia, la educación (alfabetización y educación de menores) y la formación, que creemos que es la base principal. También queremos retomar el tema de la salud reproductiva y sexual y la medicina alternativa que dejamos de lado al abandonar las montañas. Tenemos también la convivencia con la naturaleza que para nosotras es muy importante ya que nos ayudó en nuestros años en la montaña.

Además, está el tema de la economía y la producción. Queremos empezar la diversificación de los cultivos, pero procesando abono orgánico, nada de químicos.

¿Cómo definiría la situación actual de Guatemala?

El panorama actual, en pocas palabras, es que en vez de dar pasos hacia adelante estamos regresando hacia atrás. El nuevo plan del Gobierno es la reubicación de los destacamentos militares. No podemos hablar de paz, hablamos de guerra.

En Guatemala vivimos en guerra, la represión sigue, hay desaparecidos, secuestrados, amenazados. Es una guerra, solo que la forma de actuar ha cambiado, camuflan la represión.

El actual presidente es uno de los responsables de las masacres durante el conflicto armado y no esperamos nada de él.

Pero no solo afecta el incremento de la represión. El Gobierno esta firmando contratos con mutinacionales que ocupan las tierras y desalojando a los campesinos. Las hidroeléctricas y las mineras acaban con los recursos naturales y propagan enfermedades.

Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20120521/342219/es/En-Guatemala-vivimos-guerra-pero-camuflan-represion