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Propaganda, Hitler, e imperialismo cultural

En Occidente la fantasía vence a la realidad

Fuentes: Rebelión

 La figura de Hitler hoy simboliza el mal absoluto: el mal sin restricción moral, una fuerza capaz de perpetrar los crímenes más impensables y que solo puede ser vencida por la fuerza bruta: la guerra. Si realizan una breve pesquisa en Google, verán cuántos políticos y mandatarios han sido comparados con Hitler. El uso de este significante parece ser recurrente al denunciar la crueldad o cualquier falta de moralidad. Es un significante que funciona, sobre todo en el uso propagandístico.   

Y la idea de que Putin es el nuevo Hitler de nuestro tiempo tiene especial atractivo, y probablemente le hará sentido a más de alguna persona alimentada por la máquina propagandística del occidente. Esta identificación es con el mal absoluto. Si a eso le sumamos otras grandes “enseñanzas” de otra gran industria de adoctrinamiento, Hollywood: con el mal no se negocia, se le combate. Está claro que ese es el relato hegemónico que escuchamos repetir a diario en los medios occidentales, y que vendría a justificar el excesivo militarismo en Europa.  

La máquina de lavado de cerebro, que es la prensa occidental, sin duda, ayuda a alimentar esta idea. Es más, ellos deciden quiénes son los villanos y quiénes los héroes. Y viéndolo desde esta perspectiva, el “occidente”, sus líderes políticos, representan a los buenos de esta historia. Y ojo, no son solo los “buenos” y “bienintencionados”, sino los “héroes” que se contraponen a los villanos del mundo real que representan Putin y Xi Jinping. Vivimos en un mundo de héroes y villanos. Esta tendencia a equiparar la realidad con un mundo de fantasía es otro signo de la infantilización de la política: el bien contra el mal, propio de un guion hollywoodense. En este guion no son intereses los que mueven la política internacional, no hay matices, no hay escalas grises. Los malvados mandatarios del otro lado desean destruir a los europeos que tanto defienden la moralidad y los derechos humanos en el mundo. Es la heroica Europa la que se defiende contra el invasor ruso. 

Sostener la idea del mal absoluto representado en Putin, viene de la mano con mantener el discurso de la superioridad moral del occidente. (Pero, por favor, no pensemos en el genocidio en Gaza que esta farsa se nos viene abajo demasiado pronto). De igual manera, la militarización, la vigilancia y la represión contra el enemigo interno, son solo reacciones justificadas y necesarias a fin de controlar a estas fuerzas externas e internas que amenazan la integridad europea.   

Aquí permítanme un comentario aparte: la idea del mal representado en una persona o en un grupo de personas es una fantasía, o al menos una proyección falseada (palabra clave: la banalidad del mal de Hannah Arendt). Al analizar el caso de la burocracia Nazi, Arendt demostró que esta banalidad y crueldad pueden expresarse en cosas bastante menos espectaculares: cuando la crueldad se expresa en la cotidianidad, en la burocratización del crimen, y en la rutinización del asesinato. El régimen nazi encarnó perfectamente ese tipo de régimen, donde no era tan necesario que sus funcionarios tuvieran un odio feroz contra los judíos (o todo aquel a quien consideraban “sin valor”), simplemente había que empeñar bien las funciones, cumplir órdenes, demostrar obediencia al sistema. El crimen no es movido por el odio, sino por la obediencia y la complicidad silenciosa. 

Sin embargo, son ironías de la historia que al día de hoy, la banalización del mal, la sistematización del crimen, la rutinización del asesinato, se expresan sin ambigüedades en las políticas genocidas de Israel en contra de la población palestina. El terror del Estado se expresa en su ejército desatado que expone sus crímenes en las redes sociales; en su sistema jurídico que mantiene el apartheid y la vigilancia en territorios palestinos ocupados; en la legalización de la violencia y la violación en contra de prisioneros palestinos; en los colonos fanáticos que diariamente atacan a los palestinos en Cisjordania, entre muchas otros ejemplos. Sin duda, en ese país reina el fascismo, aceptado por una gran parte de su población como un camino necesario para “resolver” la cuestión palestina y construir el “gran Israel”. 

Pero a quien el “mundo libre” occidental combate es a Putin, mientras que a Netanyahu se le asegura impunidad. Esto es la típica hipocresía de Occidente, a la que ya estamos tristemente acostumbrados. A pesar de la evidente brutalidad del régimen israelí, las élites occidentales han hecho todo lo posible por ignorar el genocidio en Gaza, mientras aplican el rótulo de “Hitler” a un mandatario como Putin. 

Pero este cuento, en Occidente, también presenta algunos problemas: ¿dónde posicionar a Donald Trump? De hecho, la lectura de la progresia liberal sostiene que este se considera un peligroso aliado de estos “otros” líderes autócratas. Aunque sea probable que sus intentos de poner fin a este conflicto hayan salvado momentáneamente a Europa de una conflagración mayor con Rusia (palabra clave: doomsday clock). Trump también ha barrido con toda la maquinaria del soft power que Estados Unidos y sus aliados habían construido para reivindicar su superioridad moral ante el mundo y justificar cualquier nueva guerra o intentos de “cambios de régimen” contra gobiernos que simplemente no les gustan (palabra clave: desmantelamiento de la USAID). He ahí la gran diferencia entre demócratas y republicanos en el manejo del poder imperial. Trump ha dejado a relucir la cara real de un imperio decadente, endeudado y financiarizado, que ha optado por la amenaza, la fuerza bruta y la fuerza militar como método de negociación y persuasión.

Europa, en cambio, es hija predilecta del soft power que Trump borró de un solo golpe. Hay que notar que Europa nunca ha tenido problemas con las políticas imperialistas de su gran amo. No solo han estado dispuestos a ir a la guerra en nombre de la “libertad” y la “democracia” —salvo algunas excepciones (palabra clave: Irak) —, sino también para salvar a las mujeres del yugo árabe (palabra clave: Afganistán). De hecho, históricamente, Europa ha sido copartícipe del dominio estadounidense, dejando que los gringos se encargaran del trabajo sucio. A pesar de las diferencias aparentes en lo que respecta a la guerra en Ucrania, Europa, en su afán de guerra, hoy es indistinguible de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), lo que le asegura la continuidad de su posición como fiel súbdito del imperio. Pero el desconcierto de los líderes europeos, que resienten haber perdido a su gran aliado, dispuesto a dejarlos desangrar económicamente, ahora les muestra su rostro real: el del  “gran amo”, implacable y cruel sobre todo con sus aliados/lacayos europeos. De hecho, el desprecio de Trump hacia Europa ha quedado de manifiesto más de una vez. 

Pero Europa aún podría salvarse, si eligiera de forma más inteligente con quién aliarse en este nuevo orden multipolar. Quizás hoy sea el momento de repensar su relación con el amo y perseguir fines propios, que no necesariamente se alineen con los intereses de Washington, pero sí con los de sus propios ciudadanos. De hecho, quizás un poco de rebeldía contra el “papito” Trump, hasta le devolvería un poco de dignidad a esta manga de hijitos obedientes. 

Pero Europa sigue empecinada en su mundo de fantasía. En vez de sacar la lección de vida de que, en geopolítica, todo se trata de intereses —y no de moralidad, como les encanta pensar a los alemanes—, prefieren presentar a Trump como un idiota manipulado por la inteligencia superior de Putin y Xi. Pero, a pesar de su crítica a Trump por sus intentos de poner fin a la guerra en Ucrania, continúan siendo obedientes compradores de todo lo que el complejo industrial-militar norteamericano tenga que ofrecer. Nuevos juguetes de guerra para cuando, supuestamente, Rusia invada Europa en 2029. 

Desenmascarar el imperialismo cultural gringo

Para el público en general, sobre todo en Europa, es necesario comprender la operación del imperialismo cultural de Estados Unidos sobre el resto del mundo. Uno de los signos de esta colonización de la mente se manifiesta en las burdas diferenciaciones entre el bien y el mal que hoy permean la política occidental, que, en su mundo de fantasía, requiere continuar con la demonización de Rusia y China. 

Mientras que Estados Unidos ha logrado proyectar una imagen heroica que defiende valores superiores.

“The US has successfully managed  to implant into the brains of perhaps the majority of human beings a self-portrait of brave heroes fighting fiercely for freedom, democracy, and the rule of law wherever there is a need to fight. Reaility, however, cannot be further away form that. In fact, and certaintly after the nuclear bombs dropped on Hiroshima and Nagasaki, it has been the most ruthless, most egomanian, most brutal actor,  the real Roge State (Hamm, 2005: p.20)                  

Para este sociólogo alemán, darse cuenta de la naturaleza criminal de Estados Unidos supuso todo un despertar. Pero los latinoamericanos con memoria histórica saben bien a qué atenerse frente al imperio. Latinoamérica siempre ha sufrido el amedrentamiento mediante intentos de desestabilizar sus economías y provocar los famosos “cambios de régimen”, eufemismo para golpes militares, seguidos de dictaduras crueles. De hecho, los “hijos de puta” de occidente de nuestros días, los Netanyahu´s, Al Jolani´s, Corina Machado’s y Selenesky´s serán protegidos por Washington y la CIA hasta que ya no les sirvan más. 

Pero volvamos a Europa: El lavado de cerebro que la industria del imperialismo cultural ha llevado a cabo en el mundo y especial en Europa, no debe desestimar la complicidad de sus elites que durante todos estos años han sido fieles aliados, lo que siempre les ha asegurado jugosas ganancias cuando algún nuevo mercado era abierto por la fuerza, a punta de pistola. Hoy, todo esto se desdibuja con la entrada de capital chino en Latinoamérica, lo que parece exasperar aún más a la élite política europea, acostumbrada a presentarse como el farol de la civilización, del desarrollo y del progreso en el mundo. Pero la entrada a la era multipolar también se ve en que el mal llamado mundo “en vías de desarrollo” ya no parece estar mirando a Europa como su gran ejemplo, de hecho muchos se preguntarán: ¿qué les pasa a los europeos? ¿Acaso no se han dado cuenta de que el mundo ha cambiado?  

Sé que es un poco injusto hablar de “Europa” como un bloque homogéneo, ya que debemos diferenciar la élite política de sus ciudadanos. Sin mencionar su bajísima popularidad de esta élite, que desesperadamente intenta arrastrar a Europa a otra guerra. Al menos en Alemania, lentamente comenzamos a ver algo de resistencia de la ciudadanía contra los preparativos de guerra. Pero, dada la intensidad de la propaganda OTAN por llevar a Europa a una conflagración directa contra Rusia, no es suficiente; comparado, también, con otros momentos históricos donde el movimiento pacifista fue fuerte y ruidoso. 

Dentro de esta guerra cognitiva, la política va de la mano de los medios. Mientras que en Occidente afirma que los medios informan con “hechos” y “verdad”, le achacan lo contrario a sus enemigos: los rusos y los chinos manipulan, distorsionan y mienten. Así también todas las voces críticas de periodistas independientes caen en ese mismo saco. Pero eso no basta para controlar el relato en Occidente. Por eso, tanto en Estados Unidos como en Europa se busca controlar plataformas digitales como TikTok porque los chinos supuestamente nos alimentan con algoritmos que exponen los crímenes de los israelíes en Gaza y Cisjordania, o peor todavía, muestran que Rusia está ganando la guerra a pesar de tanto esfuerzo en los medios por negar esa realidad. Como imágenes semejantes no corresponden al relato que se intenta vender en Europa, la desesperación de Bruselas por controlarlo es ya palpable (palabra clave: proyecto Chatcontrol).   

No hay que olvidar que, a pesar de su carácter extremadamente burdo, la demonización y deshumanización del enemigo, es el fin de la propaganda del Occidente. Su fin es ganar apoyo a la idea, que esta guerra es necesaria, aunque pueda destruir Europa, una vez más. Para hacerle frente debemos desenmascarar esos intentos de dibujar a los rusos como las “hordas bárbaras”, a los chinos como la “creciente amenaza oriental”, a los migrantes como los “eternos extranjeros”, a los palestinos como los “terroristas de siempre”, y la izquierda como el “enemigo interno”. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.