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En plena crisis, apuesta al día después

Fuentes: Rebelión

Seriamente tocada por los efectos devastadores del COVID-19 -en vidas y en caída productiva- Europa reflexiona sobre el mañana. Y empieza a transitar, sin recetas y sobre la base de *prueba-error*, una transición en cámara lenta a la normalidad perdida. Sabiendo, casi con certeza, que ese día después no volverá nunca a ser igual que al día antes, es decir, enero del 2020.

Mientras que todavía a fines de abril ciertos países como Italia y Francia, Reino Unido mantienen las medidas severas de restricción de movilidad social, otras naciones europeas, como Dinamarca, Alemania, Bélgica, Austria, Noruega y Suiza, comenzaron a recorrer un proceso tan lento como delicado de flexibilización parcial.

Lo que queda atrás no es banal. En ese escenario de un continente a varias velocidades, las cifras de la pandemia son significativas. Hasta el último martes de abril más del 60% de los más de 210 mil decesos a causa del COVID 19 a nivel mundial le pertenecen. Y solo entre España, Francia, Italia y Gran Bretaña, se contabilizaban ya más de 95 mil muertes.

Paso a paso…

El interrogante principal es cómo comenzar esa lenta vuelta a la normalidad sin recaer en nuevos brotes que, según el cálculo de los especialistas, constituyen una posibilidad casi certera. Con la realidad de fondo de una enfermedad “con la cual hay que aprender a convivir, como en otras regiones del mundo pasa con el dengue o el cólera”, tal como lo sentenció recientemente el doctor Laurent Kaiser Jefe de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario de Ginebra.

Esa normalización podría tardar semanas, incluso meses, y en ciertas esferas, hasta años. Todas las actividades culturales y deportivas masivas se postergaron indefinidamente. Las ligas de futbol profesional, posiblemente, retomarían escalonadamente a partir de mayo o junio, pero los partidos se harán sin público. Los equipos alemanes retomaron las prácticas a inicios de este mes, en pequeños grupos. La asociación belga y la holandesa habían pensado de dar por terminada la temporada, lo que motivó la ira a la UEFA, que el jueves 23 recomendó- si la pandemia lo permite- concluir las competiciones nacionales. Postergando hasta mayo la decisión sobre qué va a pasar con la ronda final de las dos competiciones continentales.

Italia acaba de prolongar su confinamiento hasta el 3 de mayo y Francia hasta el 11. Alemania autorizó la reapertura de algunos comercios de menos de 800 metros cuadrados, a partir del lunes 20 de abril, y proyecta para el 4 de mayo relanzar parte de sus actividades escolares. Noruega puso en funcionamiento las guarderías escolares. España permitió que los niños de menos de 14 vuelvan a salir a la calle, con una reglamentación muy precisa, a partir del último domingo de abril.

Suiza, que registra un descenso de casos de infecciones en las últimas dos semanas -aunque impactada por sus más de 1600 decesos y casi 29 mil positivos- abrió el último lunes las peluquerías, consultorios de masajes, de fisioterapia y odontológicos, así como comercios de semillas, plantines y artículos para la reparación del interior de viviendas. Postergó el reinicio de las clases del nivel primario al 11 de mayo. Y definió el 8 de junio como fecha para anunciar, según evolucione la situación, la flexibilización de algunas de sus actividades turísticas, bares y restaurants, sector esencial de su economía que seguirá paralizado, en todo caso, hasta mitad de año.

Dinamarca, laboratorio práctico

Primer país en decretar el cierre de las escuelas a inicio de marzo pasado, Dinamarca acaba de relanzar sus escuelas primarias el lunes 20 de abril, acaparando, a manera de *laboratorio*, las miradas de todo el continente.

El desconfinamiento escolar a la danesa es progresivo. Un 50 % de los escolares del ciclo básico –unos 200 mil en más de mil centros- regresaron a clase. Se trata en esta primera etapa de niños de entre 6 y 12 años (de 1ero a 5to grado). Método que le permite liberar una mitad de la superficie edilicia, asegurando la distancia social de 2 metros entre los alumnos. Para evitar concentraciones excesivas, las terceras clases ingresan en tres grupos con horarios escalonados de media hora de diferencia cada uno.

Tal como lo describe un reportaje publicado el jueves 23 de abril en el periódico suizo Le Courrier, se promueven lógicas pedagógicas y funcionales de gran creatividad. Las aulas tradicionales, para descomprimir la presión y asegurar el distanciamiento social, se desplazan a otros espacios. Las clases de matemáticas se dan en los estacionamientos escolares, aprovechando de ejercicios prácticos basados en los números de las patentes. Otras materias, como las ciencias naturales, se realizan en las áreas verdes colindantes. Desde la entrada hasta cada aula hay señalizaciones claras. Y en las pausas, con presencia de personal suplementario, se trata de asegurar que los niños se reúnan en grupos como máximo de cinco y sin mezclar las clases. Ciertos profesores con riesgos particulares han sido dispensados de su trabajo.

El desafío de la higiene de manos se convirtió en esta primera semana en una batalla instructiva de envergaduras. Cada alumno debe lavarlas durante un minuto con abundante jabón, no solo al llegar al colegio, sino cada dos horas. El saludo tradicional con contacto físico se reemplazó por un “estrechar de zapatos”, con un minúsculo contacto de la punta del calzado.

Camino larguísimo

A pesar de los muy tibios pasos hacia un nuevo funcionamiento social europeo, sigue pendiente el desafío de encontrar reales consensos en cuanto al programa económico definitivo que implementará la Unión Europea para la recuperación.

Si bien el 9 de abril los ministros de finanzas habían logrado, a último momento, a definir un paquete de emergencia para una primera fase, de 540.000 millones de euros, la gran pregunta sigue sin respuesta. Es decir, la definición de un mecanismo para el pago de la deuda producida por la pandemia. Lo que lleva a un debate muy polarizado entre dos extremos, representados por Italia, que pide mayor solidaridad y comprensión y Holanda, que exige cumplimientos presupuestarios rígidos de todos los deudores.

El proyecto para la segunda fase de las crisis ocupó gran parte de la agenda de la teleconferencia del Consejo de Ministros de la Unión Europea del jueves 23 de abril. Si bien aceptó en términos generales un programa europeo de reconstrucción o fondo de recuperación, faltan definir en las próximas semanas, los detalles del mismo.

En este marco acelerado de diversas realidades nacionales y continentales, y ante los estragos producidos por una pandemia que desbordó en su impacto las previsiones más temibles, la carrera de la ciencia por encontrar respuestas se prosigue.

A mediados de esta semana dos nuevas señales llegaron tanto de Alemania como de Gran Bretaña en la búsqueda de la vacuna contra el coronavirus. En Mainz, la empresa Biotech, anunció el inicio de la fase de ensayos clínicos de lo que podría ser la solución milagrosa de futuro. Llama la atención que ese producto pudo en solo cuatro días completar el proceso de aplicación, lo que lleva normalmente semanas, sino meses.

Desde Gran Bretaña, las esperanzas vienen de la Universidad de Oxford, así como el Imperial Colegio de Londres, ambos trabajando el tema. Investigaciones, ensayos con roedores, pruebas diversas se multiplican en laboratorios de muchos de los países europeos, entre ellos Suiza, España y Francia. La Organización Mundial de la Salud contabiliza cerca de 75 estudios avanzados en todo el mundo para descubrir la vacuna, varios de los cuales en Europa. Con la certitud doble que solo una vacuna puede resolver la Espada de Damocles mundial del COVID-19 y que ser el primero en encontrar la vacuna puede significar una gloria científica y económica inconmensurable.

Europa parece lentamente estar pasando lo peor, es decir el pico más alto y terrorífico de la pandemia. Pero las preguntas de fondo se multiplican. Y todo indica que el continente no va a volver, por meses y años, a parecerse al de enero del 2020.

Con fronteras cerradas, un turismo totalmente paralizado, espacios aéreos desde semanas sin tránsito alguno, caída brutales de las economías nacionales y del  comercio continental… Y, por, sobre todo, con comportamientos individuales y sociales postmodernos:  sin abrazos ni besos, sin manos estrechadas y con sonrisas apenas descifrables detrás de las máscaras protectoras.