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Entrevista a Corina Tulbure y Ovidiu Tichindeleanu sobre la evolución político-económica de Rumanía

«En Rumanía, la transición ha sido una estafa»

Fuentes: El viejo Topo

Podríamos empezar con un poco de historia. ¿Qué pasó en Rumanía durante la Segunda Guerra Mundial? Corina Tulbure [CT]: Hasta 1938, Rumanía era una monarquía parlamentaria. En 1941, con el general Antonescu en el poder, Rumanía actuó como aliada de la Alemania nazi. Con anterioridad, ya había iniciado un movimiento de extrema derecha, La Guardia […]


Podríamos empezar con un poco de historia. ¿Qué pasó en Rumanía durante la Segunda Guerra Mundial?

Corina Tulbure [CT]: Hasta 1938, Rumanía era una monarquía parlamentaria. En 1941, con el general Antonescu en el poder, Rumanía actuó como aliada de la Alemania nazi. Con anterioridad, ya había iniciado un movimiento de extrema derecha, La Guardia de Hierro, con un discurso nacionalista, antisemita y ortodoxo. Fue un discurso que consiguió muchos simpatizantes en el país y, entre ellos, numerosos nombres de la intelligentsia de la época de entreguerras como Mircea Eliade o Emil Cioran.

Durante el periodo de La Guardia de Hierro y de Antonescu se llevó a cabo una política de persecución y eliminación de la minoría judía en todo el país, y sobre todo en los territorios del nordeste, en Moldova, Bucovina y Besarabia. A la vez, se persiguió y deportó a la minoría gitana. El 23 de agosto de 1944, el rey Miguel destituyó a Antonescu y anunció que Rumanía pasaba a luchar a favor de los aliados y contra Alemania.

 

Tras la guerra, ¿qué partidos o coaliciones formaron parte del gobierno rumano?

Ovidiu Tichindeleanu [OT]: Desde 1945 hasta 1952, Petru Groza fue el primer ministro de muchos gobiernos de la posguerra, un político que procedía de la izquierda nacionalista, antifascista, pero que no era comunista, sino más bien un socialdemócrata. Hasta el año 1948, sus gobiernos fueron formados por ministros que procedían de los partidos socialdemócratas, facciones no colaboracionistas del Partido Liberal y del Partido de los Campesinos (dominantes en el periodo de entreguerras), así como del Partido Comunista, cuyos líderes consolidaron su poder de facto mediante la relación directa con la Unión Soviética, como ganadora de la guerra. En el periodo de posguerra, en un país que había sido un aliado importante de la Alemania nazi, se celebraron juicios y dictaron condenas políticas, y se realizaron ejecuciones y depuraciones estalinistas.

Entre los años 1945 y 1947, Rumanía era una monarquía (con el rey Miguel I) dirigida de facto por los líderes comunistas. En 1947, los partidos tradicionales fueron abolidos, el rey abdicó a finales de año y, en 1948, tras la aprobación de la nueva Constitución de la República Popular de Rumanía, puede afirmarse que comenzó la época del socialismo real. Esta época duró 41 de años, hasta 1989, y se puede dividir en dos periodos que corresponden a los dos líderes: Gheorghe Gheorghiu-Dej (hasta 1965) y Nicolae Ceaucescu (1965-1989).

La nacionalización de la industria se inició en 1948, y en 1951 se adoptó el plan de desarrollo quinquenal, conforme al modelo soviético. A la vez, en esta fecha se inició el crecimiento económico de Rumanía que duró hasta 1970. En 1948, el Partido Comunista Rumano se fusionó con el Partido Socialdemócrata para fundar el Partido Obrero Rumano, que dirigió el país hasta 1965. Con la llegada al poder de Nicolae Ceaucescu, el Partido Obrero Rumano volvió a llamarse Partido Comunista Rumano.

 

Entonces, lo que solemos llamar estalinismo, perdonad que insista, ¿dejó huella profunda en la política y sociedad rumanas? ¿En qué años especialmente?

OT: Es necesario mencionar la tragedia de la eliminación física de las personas que no eran comunistas o de algunos comunistas independientes, así como las taras de la organización vertical del poder mediante la política de responsables de delegaciones del Partido implementada por el politburó y el Comité Central. Y a eso se debe añadir la introducción de una nueva clase dirigente, la élite burocrática del partido único. Al mismo tiempo, diría que la herencia más duradera del estalinismo ha sido la respuesta local. Desde la cima del movimiento comunista, a partir de los años sesenta, se formaron los aparatos de estado y la ideología nacional-estatalista que definen hasta hoy día la idea de «Rumanía», incluso para la actual extrema derecha. Sin embargo, con esta base, los intereses del aparato de estado se distanciaron de los intereses de la población, y este proceso, contra el que se levantaron movimientos de protestas obreras en los años ochenta y la revolución de 1989, fue continuado por las fuerzas políticas que siguieron tras el año 1989. Otro efecto a largo plazo sería la creación en masa de la familia nuclear, la aplicación de la ideología occidental del desarrollismo (developmentalism) y el rechazo sistemático de la crítica a la izquierda realizada desde la izquierda.

 

¿En qué momento aparece Nicolae Ceaucescu en la historia de Rumanía? ¿Cómo adquiere un protagonismo central?

OT: Durante su juventud, en los años treinta, Ceaucescu había sido un comunista en la ilegalidad y durante la guerra fue un preso político. En la cárcel, conoció y apoyó a Dej. Después de 1948, ocupó diferentes cargos políticos y ministeriales y, en 1952, fue elegido miembro del Comité Central del Partido. Tras la súbita muerte de Dej, en 1965, fue nombrado secretario general.

Los primeros quince años del régimen de Ceaucescu se caracterizaron por una política de redefinición del estado, de industrialización y urbanización que determinó un crecimiento económico, una apertura cultural y una proyección política de Rumanía a escala internacional, sobre todo por la posición de independencia en relación con la Unión Soviética, posición expresada claramente en 1968, cuando Ceaucescu condenó la invasión de Checoslovaquia.

En este periodo, se realizó la industrialización y urbanización de Rumanía y estos factores contribuyeron a la consolidación de la autoridad y del poder de Ceaucescu. En aquel momento, su política externa no se caracterizó sólo por la apertura hacia Occidente, sino también por el apoyo a los países no alineados posBandung y a los estados revolucionarios del Tercer Mundo, que se encontraban en plena fase de descolonización. La apertura hacia Occidente implicó los primeros préstamos masivos de las instituciones financieras internacionales para el fomento de la industrialización.

 

Pero, años después, Ceaucescu estableció nuevas prioridades económicas que pueden parecer ahora imposibles, quiméricas.

OT: En efecto. A comienzos de los años ochenta, Ceaucescu estableció una nueva prioridad político-económica: la independencia financiera de Rumanía, objetivo que consideraba necesario para la construcción de un polo financiero internacional de los países no alineados. Toda la economía centralizada se coordinó en función de este objetivo. Los resultados reales de los planes quinquenales se volvieron secundarios (y el principal motivo de ficción propagandística), las cooperativas y la autogestión colectiva decayeron, debido a la falta de apoyo real para el desarrollo local. Las exportaciones y la acumulación de moneda occidental para el pago de la deuda se convirtieron en la primera prioridad. El proceso político se deterioró de forma radical. En el mes de noviembre de 1989, Ceausescu anunció el pago integral de la deuda. Rumanía se había convertido en el primer país del bloque comunista que no iba a tener deuda, la deuda estaba a cero. El parón económico internacional y la crisis del capitalismo a principios de los ochenta fueron acompañados en Rumanía (y en el resto de la Europa del Este) por una crisis económica radical, cuyo coste lo pagó la población. Después de 1989, bajo la influencia del FMI, el Banco Mundial y el capital que regresaba hacia la Europa del Este, Rumanía pasó directamente del periodo de crisis de los años ochenta a una crisis todavía peor, la de los noventa, sin conocer ningún periodo de recuperación. Las políticas de austeridad radical y las terapias de choque, las privatizaciones, la devaluación radical de la moneda local y la inestabilidad general llevaron a una catástrofe económica y social, una depresión económica sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.

La crisis del capitalismo iniciada en 2008 llevó a una tercera crisis, tras un breve periodo de recuperación e incluso de crecimiento económico, en la primera parte de la década del siglo XXI Con motivo de la última crisis, se produjeron los movimientos populares de 2012, que determinaron la caída del gobierno neoliberal.

 

¿Y qué os parece lo más esencial de todos aquellos años?

OT: Desde un punto de vista objetivo, el crecimiento económico sin precedentes en la historia del país y desde la perspectiva subjetiva, una determinada visión propia hacia el mundo. En los años 1960-1970 se consolidaron las bases para una buena vida específica en el llamado socialismo real: la seguridad, la educación universal, una vivienda y un trabajo con un sueldo para todos los ciudadanos hasta los 35 años y, sobre todo, redes sociales amplias, de amistad y solidaridad y muchos espacios para pasar el tiempo libre, a pesar de la semana laboral de seis días.

Se conoce menos en Occidente el hecho de que, durante la transición poscomunista, a pesar de los esfuerzos del establishement anticomunista y a pesar de una objetiva ausencia de un interés político que defienda un «regreso al comunismo», la población de Rumanía contestó en los sondeos que «vivían mejor antes de 1989». Se trata de una historia que difiere de la imagen del antiguo bloque socialista creada en Occidente, la imagen de un lugar de tristeza y pobreza, involución y deshumanización. Todavía pasará tiempo hasta que se entienda la inmensidad de la estupidez de las letras de Sting como «I hope the Russians love their children too».

 

¡No recordaba esa inmensa infamia de Sting!

CT: De alguna manera, en aquellos años había tiempo para el ocio, el ocio mental. No me refiero al ocio como diversión, sino a la falta de ocupación, de acción. Dado que las necesidades básicas se cubrían de una manera más fácil, había más tiempo para la reflexión, para la paciencia, y los lazos sociales eran más sólidos. Claro, al hablar de lazos sociales, también se debe tener en cuenta que existían dos mundos paralelos: el aparato del poder ramificado a todos los niveles y los ciudadanos entre los cuales se daban estos vínculos sólidos. La vida diaria no estaba sometida a la «competitividad» y al individualismo enfermizo actual.

De todo aquello quedamos nosotros, somos los hijos de aquello. Es decir, existe una visión sobre la vida, una manera de ver la sociedad que es herencia de aquella situación que estoy describiendo. Hemos abierto los ojos en aquel mundo que predicaba la justicia social. No se trata de una nostalgia estéril, de un refugio en el pasado haciendo caso omiso de sus terroríficos errores, sino de ver nuestro presente con los ojos de aquel mundo. Mirar nuestra realidad de ahora desde aquellos ideales de justicia social con los que nos hemos criado. Esta es la herencia esencial de aquellos años.

 

Tomo notas de todas vuestras palabras y cambio de tema. ¿Cómo se produjo la caída de Ceausescu?

OT: Por el hecho de que la Revolución de 1989 fuera la primera revolución televisada de la historia, y por culpa de los giros pro-capitalistas después de 1989, la gente de izquierdas a menudo negó la revolución rumana. Por eso, es importante subrayar que existió un movimiento popular de protestas, como las huelgas y protestas obreras que se produjeron durante los años ochenta, y que la principal fuerza revolucionaria de 1989 no la constituyeron los intelectuales disidentes o los jóvenes, ni tampoco el segundo escalafón del Partido Comunista, que, posteriormente, se instaló en el poder, sino los obreros. Todas las ciudades en las que se registraron víctimas durante la revolución rumana son ciudades industrializadas, desde Timisoara y Bucarest a Cluj, Sibiu o incluso la pequeña población de Cugir. En cada una de estas ciudades, el poder político abandonó su posición y usó las fuerzas de represión tras la salida de grupos masivos de obreros en la mañana de 22 de diciembre, cuando abandonaron las fábricas y se dirigieron al centro de las ciudades ejerciendo presión u ocupando los edificios públicos. El momento en que el helicóptero de Ceaucescu despegó del edificio del Comité Central de Bucarest, momento en que los manifestantes ya habían penetrado en el edificio, alcazando la última planta, queda como una imagen icónica de la revolución.

La caída de Ceausescu finalizó con el último proceso estalinista, celebrado en media hora y con la ejecución establecida con anterioridad.

 

¿Qué pasó después? ¿Quiénes condujeron el proceso de restauración del capitalismo en Rumanía?

CT: Tras la caída del régimen, en 1989, los nuevos nombres del poder se agruparon alrededor del Frente de Salvación Nacional, incluyendo a figuras de la nomenclatura anterior, como Ion Iliescu. El discurso occidental, europeo, «ser como los de fuera», constituyeron los elementos claves utilizados por el poder para la imposición posterior de las medidas neoliberales de adelgazamiento del estado y apertura a los mercados. Hasta 1996 asistimos a la formación de un capitalismo local, con la representación estatal de Ion Iliescu. A partir de 2000, se insistió en la conexión del capitalismo rumano con los mercados internacionales y el gobierno hizo la cama a la instalación de este capital. Así llegó al poder Traian Basescu, en 2004, con un programa neoliberal de apertura al capitalismo global, basándose en un fuerte discurso anticorrupción y en «ser como los de fuera». Pero, en vez de llegar a ser como los países «de fuera», tras el desmantelamiento del poder de las instituciones del estado, cuya defensa se asimilaba en seguida a una defensa de la burocracia de antaño, Rumanía se volvió más bien una periferia, con todo lo que supone la condición de periferia: una desigualdad social muy acentuada (el índice Gini, que mide la desigualdad, ha ido subiendo sin cesar desde 1989) y una mano de obra formada y extremadamente barata en comparación con el resto de países de Europa. La crisis actual dio alas al anterior gobierno de Basescu para aplicar drásticas medidas de austeridad (la ministra de turismo de aquel momento afirmaba con orgullo que «Rumanía era el alumno modelo del FMI») y un discurso basado en el darwinismo social. Estas medidas, sobre todo el intento de modificar la ley sanitaria con el objetivo de privatizar los servicios, provocaron las protestas de enero de 2012, que acabaron con la caída del gobierno de Basescu. Traian Basescu, de centroderecha, fiel adepto de la meritocracia y de las medidas neoliberales, tuvo que lidiar con un vacío de representatividad interna, a pesar de haber tenido el claro apoyo de las instituciones internacionales, como se vio en la presión ejercida sobre Rumanía en el verano de 2012, cuando se organizó el referéndum para la dimisión de Basescu.

Como resultado de las políticas de descentralización que se llevaron a cabo en las últimas décadas, aparecieron los «barones» a nivel local. De alguna manera, el estado y sus instituciones ya perdían crédito a medida que los ciudadanos se daban cuenta de que defendían los intereses de esta nueva clase oligárquica. El «no nos representan» que se vive actualmente en España constituye en Rumanía, desde hace décadas, la relación normal de los ciudadanos con su clase política. Lo demuestra el progresivo descenso de la participación en las elecciones de las últimas décadas: desde un 86 %, en las primeras elecciones, de 1990, a tan solo un 39,20 %, en las elecciones locales celebradas en 2008.

 

¡Menos del 40%!

CT: Sí, sí, no me he equivocado. Con independencia del bloque que gobierne -ahora gobierna la coalición social-liberal con los socialdemócratas-, los ciudadanos tienen claro que es el FMI y el Banco Mundial quien decide sobre su maltrecho bolsillo.

 

¿Cómo podrían resumirse estos veinte años de capitalismo en Rumanía?

CT: Se aplicó la terapia de choque en los años noventa, que se tradujo en la privatización de las grandes fábricas. Las privatizaciones fueron acompañadas de despidos de miles de personas, que formaron lo que en los años noventa se llamó la generación de sacrificio. Fueron medidas similares a las que se aplican ahora en el resto de Europa: despidos masivos, devaluación de la moneda, aumento de los precios para productos básicos, entrada de grandes marcas y desaparición del pequeño comercio, etc.

Es muy difícil resumir una crisis económica y social que duró desde 1990. Básicamente, se desmanteló un mundo para reemplazarlo por otro y una generación entera no tuvo el tiempo mental necesario para darse cuenta hacía dónde llevaba lo que, de forma cínica, se denominó la transición. Las reformas se implementaron con mucha prisa y la gente no tuvo tiempo para asimilarlas o comprender su finalidad.

Entre 1990 y 2010, alrededor de tres millones de rumanos abandonaron el país en distintas olas migratorias, con el conocido destino de los trabajos reservados para los emigrantes, cualquiera que fuera su formación en Rumanía: construcción, hostelería, servicio doméstico y agricultura. Pueblos enteros de Rumanía quedaron completamente abandonados. En sus calles solo se vislumbraban ancianos y niños, a su vez abandonados por sus padres, que trabajaban en el extranjero. En los estudios sobre emigración rumana, se observaba que la franja de edad más dispuesta a emigrar tenía entre 30 y 49 años, precisamente los que deberían ser la población activa dentro del país.

Todas estas políticas no se habrían podido implementar sin un aparato ideológico que funcionó en todos los ámbitos y que se basaba en dos ejes: el anticomunismo como discurso dominante, para eludir cualquier crítica dirigida a la «transición», y el espejismo de Occidente por el que cualquier sacrificio valía la pena si servía para llegar a ser como «los de fuera». El establishment institucional, incluso a fecha de hoy, defiende el discurso anticomunista. El Partido Socialdemócrata, que está ahora en el poder, ha redactado un proyecto de ley que prevé la prohibición de los símbolos del comunismo. No obstante, en los últimos años, precisamente el Partido Socialdemócrata ha asimilado entre sus filas a muchos miembros de la antigua nomenclatura.

 

¿Hay entonces algún partido que haya tomado el legado, revisado y actualizado, del Partido Comunista Rumano? ¿Es legal?

OT: El anticomunismo se instaló como una de las ideologías dominantes de la transición poscomunista y hubo numerosos intentos de ilegalizar al comunismo, a los comunistas, e incluso los símbolos comunistas como apuntaba mi compañera. En 2012 se registró el Nuevo Partido Comunista, sin representación en el Parlamento; se reorganizó el Partido Alianza Socialista y, tras los movimientos populares de enero de 2012, aparecieron diferentes movimientos de izquierda. Está por ver si la izquierda en la Europa del Este está de verdad en un proceso de reconstitución y no tengo dudas de que eso tendrá consecuencias a escala internacional.

 

Pero, perdonad que insista, ¿la ciudadanía rumana, en general, es muy anticomunistas, piensan en todos aquellos años con ira y desprecio? ¿Las gentes más desfavorecidas siguen deslumbradas por el «desarrollo y la riqueza» europeos?

CT: No, hoy día el espejismo de Occidente ha caído. Este proceso se debe, por un lado, a la actual crisis económica, y, por el otro lado, al hecho de que muchos emigrantes rumanos experimentaron en su piel el «capitalismo realmente existente» en Europa, con lo cual la imagen idealizada que se ofrecía dentro de Rumanía sobre el mundo occidental y sus valores ya no tiene crédito. En un estudio de 2010, un 61% de las personas entrevistadas afirmaban su añoranza por la estabilidad que les ofrecía el régimen anterior, en cuanto a las necesidades básicas como la vivienda, aunque reconocía la falta de libertad de aquel entonces.

Hoy día se respira inquietud y bastante depresión. La preocupación social por el abaratamiento de la mano de obra en nombre de la competitividad, eufemismo que ha servido para asentar la explotación, y el número de trabajadores en riesgo de pobreza (un porcentaje que supera el 17 %), la omnipresente desigualdad social que en 2007 rozaba el nivel más alto de Europa, o la falta de futuro laboral para los jóvenes marcan algunas de las inquietudes de los ciudadanos. Los próximos años se ven muy inciertos: por un lado, se organizan movimientos de izquierda formados por las nuevas generaciones que conectan con los movimientos existentes en otros países de Europa del este y del mundo (es muy interesante, en este sentido, el Foro de Zagreb). De alguna manera se trata de una izquierda que experimentó los dos mundos, el capitalismo de los últimos veinte años y el socialismo real de antes, y se dio cuenta de que la alabada «transición» fue una estafa. A la vez, existen sectores de derecha que retoman un discurso nacionalista identitario y religioso. Y las instituciones del estado se encuentran debilitadas, desacreditadas, acusadas de defender los intereses de la oligarquía económica formada en los últimos años y del capital global instalado en el país.

Es una situación bastante similar a la que se vive actualmente en el sur de Europa.

 

¿Qué es el foro de Zagreb al que acabas de referirte?

Dentro del llamado Subversive Festival, del 12 al 14 de mayo se organiza el Foro Social de los Balcanes, donde participan organizaciones de izquierda de varios países, muchas de Europa del Este. Se puede consultar el programa en la página web: www.subversivefestival.com/txtl/1/4/en/home

 

Dejadme preguntaros marginalmente por uno de los grandes economistas ecologistas del pasado siglo (y acaso de éste), Nicolae Georgescu-Roegen. ¿Su singular obra es reconocida en vuestro país actualmente?

CT: No, no es conocido por el lector común, aunque en 1997 se publicó su obra completa en la editorial de la Academia Rumana.

 

¿Queréis añadir algo más?

CT: Acabaría con una reflexión de Boris Buden sobre el poscomunismo que ha llegado a su ocaso ideológico, es decir, los discursos que se vendieron durante la «transición» ya se muestran como estafas y es a partir de ahora que se empieza a entender lo que significó el poscomunismo: «La historia del poscomunismo debería contarse empezando por su fin.»

Corina Tulbure cursa un doctorado en la Universidad de Barcelona. Ovidiu Tichindeleanu realizó un doctorado en filosofía en la Universidad de Binghamton, y es coautor de La ilusión del anticomunismo (Chisinau, editorial Cartier, 2008) y La revolución rumana televisada. Contribuciones a la historia cultural de los medios (Cluj, Idea Design & Print, 2009)

 

 

 

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría.

Fuente: El Viejo Topo, junio 2013

 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes