Junto al ingreso en la escena política internacional del gobierno de Joe Biden, el Perú se juega electoralmente su futuro, teniendo que elegir entre dos proyectos nítidamente diferenciados; el que encarna la alianza Juntos por el Perú que lidera la dirigente política Verónika Mendoza y la derecha del establecimiento, fragmentada, no sólo por diferencias políticas, sino también, por la impresentable imagen de la mayoría de sus candidatos ligados a los históricos escándalos de corrupción que han hundido al pueblo peruano en la miseria y la desesperanza.
Hay que resaltar que, cuando hablamos del pueblo peruano y no de “los peruanos” en general, es porque muchos de los que se dicen peruanos, se han enriquecido con la trama de corrupción que transversalizó a las instituciones con el auxilio legal de la Constitución fujimorista del 1993.
Una corrupción que permitió que la soberanía del Perú quedara bajo el control de los “gendarmes del planeta” del Comando Sur norteamericano, que con su estrategia para combatir presuntos “peligros” o “amenazas”, instalara en el país ocho de las casi cien bases militares que posee en Nuestramérica; una más de las que instaló en Colombia.
Para el año 2018, el Comando Sur norteamericano, a través de su vocero el almirante Kurt Tidd, declaraba “En términos de proximidad geográfica, comercio, inmigración y cultura, no hay otra parte del mundo que afecte más la vida cotidiana de Estados Unidos que América Central, América del Sur y el Caribe”
“Estas bases no son solo militares, aunque todas lo son en su esencia. Hay bases que funcionan como centros para la guerra mediática y ciberguerra, el Comando Sur trabaja de conjunto con la nasa, la Agencia de Inteligencia Geoespacial y las Fuerzas Armadas brasileñas –y de otros países– en un proyecto para la creación de un satélite para la South Cyber-Container Initiative: análisis de redes para detectar actividades maliciosas en la red. Desarrollado en conjunto con el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), el Departamento de Defensa y el Buró Federal de Investigaciones (FBI)”. [1]
El cambio de gobierno en Norteamérica a manos de los “paladines de la democracia”, nos deja en claro que con el gobierno de Joe Biden, las ambiciones hegemónicas y guerreristas del imperio se vigorizarán, no sólo por la necesidad de retroalimentar su economía con el aparato industrial-militar, sino, porque en el marco de la neo- globalización que se avecina, la competencia por los mercados y los recursos naturales con China y Rusia en la región, será fundamental y estratégica.
Para la periodista y analista política en temas internacionales, Stella Calloni, “el imperio preparó la recolonización, es un proyecto geoestratégico. Ya no se puede hablar siquiera de derechas nacionales” … “somos el último bastión que les queda a mano, su patio trasero, no imaginan su vida sin el control de América Latina.No quieren presidentes amigos o asociados. Quieren el control total de los recursos, porque están perdiendo poder en muchos lugares del mundo, aparecieron dos potencias [Rusia y China] rivales, y hay un mundo asiático que no está totalmente bajo su control”. [2]
Con el gobierno de Trump los apasionados de la globalización argumentaban “El fracaso a la hora de aumentar la liberalización multilateral y el creciente proteccionismo ya eran en sí perjudiciales para el crecimiento global, pero ahora ha surgido un panorama aún peor como consecuencia de guerras comerciales que parece haber emprendido nada menos que el gobierno de la primera potencia económica mundial, Estados Unidos” … “La elección y las acciones de un gobierno anticuado, nacionalista y populista en Estados Unidos, el país que ha defendido y se ha beneficiado más de la globalización, es el peligro más serio al que se enfrenta la economía mundial”, todo esto dicho, ni más, ni menos, que por Ernesto Zedillo,un hombre de la Fundación Rockefeller, experto en globalización. [3]
Perú, se encuentra en una encrucijada, dar un salto en calidad en su forma de vida y dejar atrás la miseria y la explotación, con un proyecto nacional que fortalezca y recree un Estado benefactor que contemple a las mayorías olvidadas y perjudicadas por la corrupción y por los capitanes del “libre mercado” o volver a repetir la historia en un escenario mucho más devastador, pues las condiciones pos-pandemia, desde la óptica imperial, son como las plantea Stella calloni “No quieren presidentes amigos o asociados. Quieren el control total de los recursos”
Una de las herramientas fundamentales para evitar la desaparición del Estado Nacional real, es la Carta Magna, en este sentido, entiendo que una reforma constitucional debe ser planteada desde un gobierno popular, pues en este contexto que se avecina, los únicos que pueden garantizar que la Asamblea Constituyente sirva a los intereses del pueblo, son los que, con su política, claramente expresen los intereses históricos de los trabajadores y los sectores más vulnerables de la sociedad.
La reforma laboral y la reforma agraria, la conectividad en cada rincón del Perú profundo para garantizar educación, salud y trabajo, el acceso al agua potable, la protección del medio ambiente, el gravamen impositivo a las grandes fortunas que se beneficiaron del Estado parasitario, el control y revisión del Estado sobre las exoneraciones impositivas a las empresas agroexportadoras y megamineras y la sistemática evasión impositiva, fruto del clientelismo político de la partidocracia tradicional.
Perú, como otros países del continente, necesita una Constitución que defienda a su gente y la blinde contra las apetencias expansionistas de los globalizadores. Sólo un gobierno popular podrá garantizar que ese proceso se efectúe democráticamente y en paz, de no ser así, el glorioso pueblo peruano construirá su futuro aportando una cuota superior de sacrificio, pero tarde o temprano, la justicia social y la autodeterminación del pueblo de Manko Qápac, Túpac Amaru, Carlos Mariátegui y Juan Velasco Alvarado, resurgirá para acompañar a Latinoamérica hacia su definitiva independencia.
Notas:
[3] Ernesto Zedillo es director del Yale Center for the Study of Globalization, profesor de Economía y Política Internacionales, profesor de Estudios Internacionales y de Área y profesor adjunto de Estudios Forestales y Ambientales en la Universidad de Yale. Después de casi una década en el Banco Central de México, fue subsecretario de Presupuesto, secretario de Planificación Económica y Presupuesto y secretario de Educación, antes de servir como presidente de México entre 1994-2000.
Zedillo es presidente del consejo directivo del Instituto para la Gobernanza de los Recursos Naturales y de la comisión económica para la salud planetaria de la Fundación Rockefeller, copresidente del Diálogo Interamericano y miembro de la organización The Elders. Está en la Comisión Global de Políticas de Drogas, en el comité de selección del premio Aurora y, entre 2008 y 2019, preside la alta comisión para la modernización de la gobernanza del Grupo Banco Mundial. Es miembro del Grupo de los 30. Se graduó en Ciencias Económicas en el Instituto Politécnico Internacional de México y es máster y doctor en Economía por la Universidad de Yale.
https://www.bbvaopenmind.com/articulos/la-ultima-decada-y-el-futuro-de-la-globalizacion/
Oscar Rotundo. Analista político del equipo de Periodismo Internacional Alternativo (PIA Global)