En los próximos meses se representará en Alemania una comedia. La pieza se titula: «El campo de la contienda electoral». Los papeles principales corresponden a Angela Merkel y Peer Steinbrück. Entre los actores secundarios vemos a Horst Seehofer, Sigmar Gabriel, Philipp Rösler, Jürgen Trittin y el resto del personal dirigente de la CDU/CSU, SPD, FDP […]
En los próximos meses se representará en Alemania una comedia. La pieza se titula: «El campo de la contienda electoral». Los papeles principales corresponden a Angela Merkel y Peer Steinbrück. Entre los actores secundarios vemos a Horst Seehofer, Sigmar Gabriel, Philipp Rösler, Jürgen Trittin y el resto del personal dirigente de la CDU/CSU, SPD, FDP y Verdes. Para la Izquierda no está previsto en esta representación papel alguno. Con ayuda de la policía política, de los medios de comunicación en manos de grandes corporaciones privadas y de la radiotelevisión de titularidad pública se hará todo lo posible para echar de la pasarela del capitalismo al incómodo partido.
El lenguaraz escritor norteamericano Gore Vidal lo dejó dicho hace ya unos cuantos años: «La democracia es manifiestamente un lugar en el que se da un sinnúmero de elecciones con inmensos costes sin asuntos programáticos de por medio y con candidatos intercambiables». Para él no había ya en los EEUU varios partidos, sino «un sistema de partido único con dos alas derechas» trabajando a favor de los intereses de las grandes empresas privadas. Y no veía en los medios de comunicación sino instrumentos de propaganda para la conservación de las relaciones sociales de poder.
Se podrá descontar la opinión de Gore Vidal como exageración literaria de un escritor, pero lo cierto es que Heribert Prantl acaba de ofrecernos en la Süddeutschen Zeitung una traslación del juicio de Gore Vidal sobre la política en EEUU a las elecciones alemanas en curso para el Parlamento Federal:
«El campo de la contienda electoral es una disputa electoral que propiamente no existe ya… El campo de la contienda electoral es un término malhadado, por mucho que lo acuñara Heiner Geißler. Lo que Geißler quiso significar en su día, existía en su día como tal. Había posiciones encontradas, opuestas, en todas las cuestiones fundamentales de la política: política exterior, política económica, política energética, política migratoria… Las diferencias fundamentales entre los partidos (exceptuada la Izquierda) han desaparecido.»
Americanización
La cosa no ofrece duda: la americanización de la política alemana ha llevado a que hoy, también en Alemania, haya un sistema de partido único con cuatro alas, para seguir con la imagen de Gore Vidal. Las alas se llaman CDU/CSU, SPD, FDP y Verdes, y actúan todas, unas veces más, otras veces menos, a favor de los intereses de los bancos y de las grandes empresas, como lo prueban la política fiscal de los últimos años y el sinnúmero de rescates bancarios aprobados. Afirman todos sin reservas un orden económico en el que la desigual distribución del ingreso, del patrimonio y del poder lleva a que una minoría haga trabajar en su propio beneficio a una mayoría, dando a esa mayoría salarios y participaciones subalternas muy por debajo de lo que corresponde al pleno rendimiento de su trabajo. En oposición al partido único federal alemán, la Izquierda dice: la propiedad debería dimanar sólo del propio hacer, del propio trabajo, y no de lograr que otros trabajen para uno. Mientras los grandes patrimonios -y la estructura social de poder de ellos resultante- sigan formándose de modo que la minoría «explote» el trabajo de la mayoría; mientras eso ocurra, no podrán, lógicamente, imponerse los intereses de la mayoría. En otras palabras: la democracia, que significa un orden social en el que los intereses de la mayoría se imponen, naufraga en el rocallar de las estructuras de poder armadas por el partido único alemán.
Mientras no se ataquen esas estructuras, asistiremos a los sumo a pugnas de cara a la galería y a crispadas disputas en torno a objetivos secundarios de batallitas menores. Cuanto menos se diferencian las posiciones políticas fundamentales unas de otras, tanto más ruidosa debe ser la grita, a fin de dar la impresión de que el campo de la contienda electoral se mantiene vivo. De aquí el juicio de Heribert Prantl: «Es lo más probable que, pese a toda la faramalla organizada en torno a la política de rentas, no haya en toda Alemania más de mil personas capaces de poder deletrear las diferencias entre la CDU y la SPD. Y lo mismo ocurre con otras políticas». También el diario [conservador] Frankfurter Allgemeine Zeitung habla de un campo de contienda electoral «impropio».
Tampoco hay que dejarse cegar por los «casos de plagio» roji-verde. Con gran diligencia socialdemócratas y Verdes han venido haciendo suyas, con modificaciones y desnaturalizaciones varias, tradicionales propuestas políticas de la Izquierda, a fin de hacer olvidar los desastres sociales causados por las políticas que desarrollaron durante sus años de gobierno en coalición: relaciones laborales precarizadas, salarios ínfimos, pauperización de la vejez, destrucción de los sistemas sociales de seguridad.
Plagian, desde luego, la idea del salario mínimo, y lo mismo puede decirse respecto de las timoratas propuestas con que ahora pretenden:
* mejorar las jubilaciones y elevar un tanto el bajo nivel de las prestaciones ofrecidas desde su contrarreforma del Hartz-IV;
* rebajar el copago sanitario y las matrículas universitarias;
* poner coto al trabajo temporal y a los contratos externalizados de obra;
* aumentar los tipos fiscales marginales altos, gravar fiscalmente el patrimonio, las rentas de capital y las transacciones financieras;
* limitar los alquileres, los precios de la energía y los intereses por descubiertos bancarios;
* introducir eurobonos;
* retirar licencias a los bancos que facilitan la evasión fiscal;
* promover la separación entre banca comercial y banca de inversión;
* limitar las remuneraciones de los ejecutivos;
* exigir responsabilidad a los acreedores y proceder a quitas de deuda.
Eso, por limitarnos a unos cuantos ejemplos.
El robo de ideas no puede confundir a nadie: la SPD y los Verdes, lo mismo que CDU/CSU y FDP, son y serán, llegado el caso, secciones leales al sistema del partido alemán federal único. Han votado todos de consuno a favor de modificar la Constitución para imponer un tope de deuda; de consuno han votado todos a favor del Pacto Fiscal europeo, así como por los distintos rescates. Lo que muestra que el «campo de la izquierda», SPD y Verdes, no ha roto amarras con sus viejas y catastróficas políticas del Hartz-IV y de la Agenda-2010. El Pacto Fiscal significa el afianzamiento de esta brutal política de recortes para toda Europa. Sólo por eso se avilantan la SPD y los Verdes a llamarse a sí mismos partidos europeos: porque han interiorizado y hecho suya con descaro la idea de una Europa de mercados libres y grandes empresas como la única Europa posible.
Minas sin estallar sembradas por toda Europa
De medirse la realidad social conforme a la intención política declarada, no resultaría un juicio demasiado duro decir que ambos protagonistas «de izquierda» del actual «campo de contienda electoral» son como artefactos explosivos sin detonar abandonados por toda Europa. El Consejo Europeo resolvió en Lisboa, en diciembre de 2010, con la colaboración del Canciller roji-verde Schröder, «hacer de la UE el espacio económico basado en el conocimiento más competitivo y dinámico del mundo: un espacio económico capaz de crecimiento duradero, con más y mejores puestos de trabajo y una mayor cohesión social». Esa era la intención declarada. ¿Cómo es la realidad?
Los jóvenes europeos de hoy que, crecientemente azotados por el paro, lean esto estarán plenamente justificados para dudar de la capacidad de juicio y aun del equilibrio mental de esos estadistas. ¿Cuándo comprenderán los políticos del partido alemán único que un sistema económico que tiene como fin la maximización de los beneficios y del patrimonio de la minoría necesariamente ha de traer consigo situaciones como las que estamos observando hoy en Europa?
En ese contexto resulta un chiste de pésimo gusto oír decir de consuno a CDU/CSU, SPD, FDP y Verdes que quieren poner la justicia social en el centro del «campo de contienda electoral».
Es lógico también -porque está en la naturaleza del sistema- que ambos «campos» coincidan en convertir las guerras por los derechos humanos en el instrumento esencial de su política exterior. De manera inigualable ha estampado el Príncipe Harry la quintaesencia de esta nueva era de la política exterior alemana en la primera plana del diario sensacionalista Bild: «Resulta sin duda notable en este contexto que políticos de la SPD y de los Verdes criticaran con tal acritud a Merkel y a Westerwelle, acusándoles de que el gobierno federal no colaborara en la guerra de Libia.»
El rasgo que hace único al Partido de la Izquierda
La Izquierda, y eso lo sabe la gran mayoría de sus partidarios y de sus miembros, sólo puede justificar su existencia y sólo puede sostenerse con éxito en las contiendas electorales, si no se convierte en un ala más del partido único. El rasgo que la hace única es abogar por un orden económico en el que todos reciban el pleno importe del trabajo realizado. Esa constitución económica lleva a empresas democráticas cooperativas, y no a estructuras económicas autoritarias con trabajo temporal, contratos de obra, sueldos paupérrimos y minijobs. Lleva a una política exterior pacífica, que busca asegurarse las materias primas con el comercio, y no con guerras de derechos humanos.
Con ese transfondo resulta claro porqué SPD y Verdes vienen rechazando tajantemente desde hace años las repetidas ofertas de colaboración de la Izquierda. Los políticos del partido único alemán quieren arreglarse entre sí. Rechazan las reformas estructurales que podrían cambiar la constantemente creciente desigualdad en la distribución del bienestar y de las oportunidades en Alemania. Los programas electorales de la SPD y de los Verdes, que incorporan, más o menos desleídas, propuestas del Partido de la Izquierda, sirven sólo para enmascarar la realidad. Las electoras y los electores no deben percatarse de que detrás de esas proclamas no hay la menor intención de ponerlas por obra. Como dijo el otrora Gran Maestro de las campañas electorales socialdemócratas Franz Münterfering: «Es injusto valorar a los partidos, después de las elecciones, conforme a sus promesas electorales».
El susodicho campo de contienda electoral es una farsa. Las electoras y los electores tendrán la experiencia de un dejà-vu. Luego de las elecciones, todo será en Alemania como antes de las elecciones, cualesquiera que sean los políticos y las fracciones del partido único que formen el gobierno federal. Asombrosamente, los representantes de la economía alemana manifiestan a hurtadillas su preferencia por un gobierno federal roji-verde. El antiguo jefe de la BDI [la organización de la patronal industrial alemana], Keitel, lo resumió así: «Cuando un país necesita hacer reformas político-económicas, lo mejor es que el gobierno que las lleve a cabo no tenga un color político demasiado sospechoso de favorecer a los empresarios.»
Oskar Lafontaine es Presidente del grupo de La Izquierda en el Parlamento del Sarre. Entre 2007 y 2010 fue el Presidente del Partido de La Izquierda.
Traducción para www.sinpermiso.info : Miguel de Puñoenrostro