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Portugal

«Es necesaria una organización de izquierda»

Fuentes: La Breche/Correspondencia de Prensa

Los resultados de las últimas elecciones a la Presidencia de la República (domingo 23 de enero), dieron la victoria a Cavaco Silva, con 52,94%, candidato de la derecha liberal y de la derecha conservadora. Manuel Alegre, el candidato del Partido Socialista (PS, actualmente en el gobierno) y del Bloque Socialista (BS), obtuvo 19,75%. Fernando Nobre, […]

Los resultados de las últimas elecciones a la Presidencia de la República (domingo 23 de enero), dieron la victoria a Cavaco Silva, con 52,94%, candidato de la derecha liberal y de la derecha conservadora. Manuel Alegre, el candidato del Partido Socialista (PS, actualmente en el gobierno) y del Bloque Socialista (BS), obtuvo 19,75%. Fernando Nobre, una candidatura independiente ligada a las ONGs y a la Iglesia, que recogió votos en la derecha y en la izquierda, tuvo 14,10%. Francisco Lopes del Partido Comunista Portugués (PCP) CP consiguió 7,14%. José Manuel Coelho, un candidato independiente de Madeira, tuvo 4,5%. Y Defensor Moura, del PS del Norte, apenas 1,57%. La tasa de abstención batió todos los records.

¿Tendrá la izquierda motivos para sentirse derrotada con esta elección? La respuesta no es clara. La derecha que venció la elección – la derecha que se reúne en torno del Partido Popular Democrático (PPD) y del Centro Democrático (CDS) – obtuvo el 1/5 de los electores inscriptos. Marx recordaba que la burguesía, porque domina el Estado y el ejército, no precisa más que un 20% de los votos para gobernar un país. Se quedaron con esa cuota.

Pero hubo otra derecha que perdió: el Partido Socialista. Reconvertido al neoliberalismo, este partido socialdemócrata acabó de aprobar un recorte del 10% en los salarios, un aumento de los impuestos al consumo, y la privatización de las empresas públicas más rentables. Esta derecha, que desmanteló el Estado social y transfiere y transfiere impuestos hacia las empresas privadas, también salió derrotada. Quién gobernó contra los trabajadores fue duramente castigado en las urnas.

Como rebote de la caída del PS, el Bloco de Izquierda sufrió su más importante derrota electoral. El Bloque había surgido como una esperanza para la izquierda portuguesa hace 12 años atrás, se presentaba como la izquierda socialista anti-burocrática, la izquierda que rechazaba gestionar el capitalismo como la socialdemocracia. Ahora se juntó a la socialdemocracia y apoyó a Manuel Alegre, candidato del gobierno y del PS. Justamente, cuando más brutales son las medidas neoliberales del gobierno. El Bloque de Izquierda, fue el partido que más perdió en estas elecciones. Manuel Alegre tuvo la mitad del porcentaje (19,75%), apoyado por el Bloque, que la suma individual de los dos partidos en las elecciones legislativas.

El Bloque de Izquierda llegó a la encrucijada de su camino. Es hoy, un partido que gira en torno del parlamentarismo, su presupuesto es financiado en más de un 90% por los dineros del Estado, y todo el aparato del partido está orientado a la exposición mediática y a los resultados electorales. Esta opción organizativa es aquella que mejor responde a la estrategia del partido: ocupar el espacio de la socialdemocracia con un programa socialdemócrata. Pero el Bloque ha tenido otras derrotas con esta política.

En 2006, el Bloque fue el brazo derecho del Partido Socialista en la Cámara de Lisboa. Su programa keynesiano de reformas sociales y salvación del Estado de bien-estar no trajo hasta ahora ni una sola victoria para el Bloque, porque busca la unidad con quien destruye el Estado social: el Partido Socialista. Esta política de colaboración con el partido de gobierno, culminó en 2010 con el voto favorable del Bloque Socialista al «préstamo» del Fondo Monetario Internacional (FMI) para el «rescate» de Grecia.

El Bloque fue derrotado por su política de apoyo a un gobierno que aprobó los «ajustes presupuestarios». Alegre no fue aceptado por los electores de izquierda porque de mañana defendía el sistema nacional de salud y en la tarde daba su consentimiento a las rebajas salariales; de mañana estaba contra la guerra de Irak y en la tarde a favor de la guerra en Afganistán. En plena campaña, defendió las medidas de austeridad alegando que se debía «agregar a este paquete de austeridad un plan de incentivo al crecimiento del empleo (Jornal de Negócios, 30/9/2010). Manuel Alegre no sólo no fue el único candidato que podía derrotar Cavaco – cómo afirmaba Francisco Louçã, principal portavoz del Bloque de Izquierda – , sino que fue uno de los responsables directos por la victoria de Cavaco, al llevar a la abstención de una parte decisiva del electorado de izquierda. De acuerdo con el director de una empresa encuestadora que a partir de las mesas de votación (que en Portugal están divididas por edad) comparó estos resultados con los de la elección anterior, la tasa de electores del Bloque de Izquierda que se abstuvieron ahora fue de…67% (http://www.cmjornal.xl.pt/detalhe/noticias/opiniao/mudancas-de-votos).

Admitiendo un error en esta estimación, incluso un error grosero, ella permite concluir en lo obvio: el Bloque le tendió la mano al gobierno que más le quitó a los trabajadores en Portugal. Francisco Lopes, del Partido Comunista, fue el único candidato – junto con Coelho, pero con mucha más consistencia que este -, en hacer un diagnóstico más o menos correcto de la actual situación del país. Consiguió hacer una campaña menos mala de lo que se temía (para un candidato sin carisma), aunque no pudo siquiera retener todo los votos del PCP. Alcanzó el 7,86%, poco más de 300 mil votos, mucho menos de los 500 mil que acostumbraba tener en las legislativas. Sobre todo, no consiguió ganar nuevos terrenos, pese a tener mejores condiciones que en otras elecciones para crecer, ya que el Bloque de Izquierda y el Partido Socialista estaban amarrados a un mismo candidato (Alegre) que no lograba convencer al electorado de esos partidos. Le faltó al PCP audacia para impulsar una movilización social contra el PS. El PCP llamó a la Huelga General meses después de ser anunciados los cortes salariales y, luego, en la huelga misma, no presentó ningún plan de lucha, concentrándose en la disputa electoral. Aceptó que la huelga no demandara la dimisión del gobierno socialdemócrata.

Presentó en esta campaña una candidatura «patriótica y de izquierda» cuyo fondo era la defensa de la producción nacional para hacer frente a la crisis, o sea, defender la economía nacional burguesa (¿o existe una economía nacional que es simultáneamente burguesa y proletaria?); el aumento de la productividad y el nacionalismo económico para que no haya enfrentamiento de clases, esperando que la situación de Portugal todavía pueda resolverse como ha venido haciéndose por años, a través de la concertación social.

Esta elección mostró además que la izquierda combativa, la izquierda que no hace acuerdos – ni en las elecciones, ni en la concertación social – debería haber tenido la audacia de llevar un candidato propio, que movilizase y organizase un sentimiento generalizado en la sociedad portuguesa, que dice que estamos siendo gobernados por ladrones que no tienen ningún crédito social. La votación de José Manuel Coelho, con casi 200 mil votos, fue una votación contra el régimen, demostrando que había un espacio a la izquierda para una candidatura radical, de ruptura con el régimen y el sistema. Coelho se llevara a Madeira su victoria, pero ella podría haber sido de todos los trabajadores portugueses, se alguien hubiera organizado esa energía en una campaña contra el pago de la deuda pública, por la dimisión del gobierno, por la nacionalización de la banca, del sistema financiero, y de las compañías lucrativas.

Tanto el Partido Comunista como el Bloque de Izquierda, parecen ser víctimas de un proceso histórico objetivo que tienen dificultades para ver, porque este los obliga a políticas inconsistentes con su programa y dirección. No existe, en el cuadro actual de la crisis de la economía portuguesa, margen de maniobra para una política que contemple la producción nacional, la acumulación de capital y los derechos de los trabajadores y sus salarios. La crisis impone su dimensión más violenta, los años dorados quedaron atrás; defender hoy los salarios, la salud, la educación pública, por lo menos en los países periféricos de Europa, no se puede hacer sin decir No al pago de la deuda y la estatización del sistema bancario y financiero. Hoy, no hay derechos de los trabajadores, si las luchas son trasformadas en negociaciones en la mesa de la concertación social o en pactos que derrotan a toda una clase, como hizo la Fenprof con el movimiento de los profesores. Pacto social en Portugal, es sinónimo de rebajas salariales, despidos y privatizaciones. El Bloque y el PCP, se negaron a presentar un programa que exigiera la nacionalización de la banca y el no pago de la deuda. Ofrecieron un capitalismo moralizado, sin gestores ni banqueros corruptos, donde los bancos y las empresas «participarían más de los sacrificios nacionales». Fue así, que en la noche electoral, el primer ministro del PS, en medio de una clamorosa derrota, pronunció unas palabras de conformidad: «El país eligió la estabilidad».

Urge una alternativa de izquierda, que no puede construirse sin los millares de militantes y simpatizantes del mayor partido de trabajadores en Portugal (el PCP), y con los sectores del Bloque de Izquierda que todavía se recusan a la socialdemocratización del partido. Urge una alternativa que luche contra el desempleo, las rebajas salariales, el IVA, las asociaciones público-privadas. Urge acabar con el desorden capitalista, recordando que si un banco es grande para quebrar, es grande demás para ser privado. Urge que la izquierda se aparte de utópicas alianzas y vuelva a creer que tiene que comenzar de nuevo, porque el país quiere empezar de nuevo.

  www.labreche.ch

Raquel Varela, historiadora y directora de la revista marxista Rubra. Traducción: Mariana Sánchez (Correspondencia de Prensa)
Lisboa, febrero 2011