Mucha acción y poca inteligencia, era uno de los subtítulos de la película «Espía como puedas» que llegó a nuestras pantallas a mediados de los noventa. Es una prueba más de las películas y libros que en torno al espionaje se han producido en las últimas décadas. Los llamados servicios secretos siempre han jugado su […]
Mucha acción y poca inteligencia, era uno de los subtítulos de la película «Espía como puedas» que llegó a nuestras pantallas a mediados de los noventa. Es una prueba más de las películas y libros que en torno al espionaje se han producido en las últimas décadas. Los llamados servicios secretos siempre han jugado su papel, en muchas ocasiones éste ha llegado a superar al de sus propios gobiernos, de ahí que algunos analistas les confieran el pomposo título de «un estado dentro del estado».
Siempre han estado asociados a la imaginería de la opinión pública los casos de espías de la época de la Guerra Fría, el Bogart de Casablanca, el 007 de James Bond. pero en los últimos años, al hilo de los cambios producidos en el escenario internacional, su papel parece haberse acercado a la cotidiana realidad del resto de los mortales. Tras el 11-s, surgieron las primeras críticas hacia una cierta inoperancia de los hasta entonces infalibles servicios secretos, la CIA y otras agencias norteamericanas quedaron ante los ojos de muchos como ineficaces. Algo similar aconteció con el MI5 tras los atentados de Londres.
Pero la máscara que cubría esos servicios de inteligencia sufrió un nuevo varapalo a raíz de la invasión de Irak. Y no tanto por su ineficacia sobre el terreno, sino como por su manifiesta intencionalidad a la hora de manipular datos y pretender que la población tragase con todo ello. No obstante y a pesar de los reveses señalados, estas agencias han seguido desempeñando su papel en todos aquellos conflictos y lugares que lo han estimado oportuno. Y uno de los centros de actuación gira en torno a situaciones donde se están produciendo procesos encaminados a la solución de conflictos o demandas de autodeterminación. Corsica, Sri Lanka, Cachemira, Irlanda o Euskal Herria son algunos de estos ejemplos.
Irlanda
El proceso de paz irlandés lleva tiempo sufriendo sucesivas crisis, pero los últimos acontecimientos han mostrado cómo muchas de esas crisis han venido provocadas intencionadamente por parte de los aparatos de la seguridad británicos, los llamados «segurócratas».
El año pasado, los hilos movidos por esos actores permitieron escenificar una situación comprometida y negativa para el conjunto del movimiento republicano. El robo de un banco en Belfast y la muerte de un nacionalista en una pelea de bar se convirtieron en las pintas de lanza para frenar los éxitos políticos y electorales del Sinn Féin y del conjunto del republicanismo. Las maniobras fracasaron, pero sirvieron para poner en dificultades a la dirección nacionalista, aunque supo reponerse como lo ha hecho a lo largo de su historia.
Estos días, coincidiendo nuevamente con el final de año, una nueva crisis planea sobre el cielo irlandés. Un cualificado miembro del Sinn Féin ha confesado ser espía británico desde hace veinte años. Denis Donaldson era uno de los responsables de la administración del partido en la sede parlamentaria de Stormont, y en octubre del 2002 fue detenido junto a otros dos republicanos acusados de pasar información y documentos oficiales al IRA. Esta excusa sirvió para que el gobierno británico, tras un mediático registro de las oficinas del Sinn Féin y algunas casas en barrios republicanos decretase la suspensión de las instituciones norirlandesas que habían emanado del Acuerdo de Viernes Santo.
Ahora, dos años después se demuestra que todo ello fue un montaje británico, en cierta manera para salvar la carrera de un moribundo líder unionista, David Trimble. Esta situación puede definirse hoy en día como golpe de estado. ¿Cómo describir sino la suspensión de unas instituciones elegidas por voluntad popular?
Tras las confesiones de Donaldson los supuestos garantes de los valores democráticos han señalado nuevamente al Sinn Féin, dando la imagen de que el partido republicano es el responsable final de la situación creada. Son necesarias buenas dosis de cinismo para poder mantener en pie tales despropósitos argumentales. Tras este escándalo lo que queda en evidencia es que un partido político legal ha sido objeto de espionaje por parte de los servicios de un estado que se dice democrático, saltándose todas las reglas que ese mismo estado dice defender y poniendo en entredicho su propio sistema.
La hora de los oportunistas vuelve a saltar en esta coyuntura. Los disidentes, mediáticos en su mayoría y con nulo apoyo popular, pretenden poner en entredicho la estrategia de paz republicana, al tiempo que intentan sembrar de dudas a las bases nacionalistas sobre la situación de sus organizaciones políticas, que las presentan como un ente repleto de infiltrados y topos.
Y sin embargo, han sido los dirigentes republicanos los que han acertado de lleno a la hora de hacer un diagnóstico real de la crisis. En primer lugar han reconocido el revés que supone que uno de los suyos haya venido desempeñando el papel de un traidor a su causa, a su pueblo y a su familia. Pero al mismo tiempo han señalado con rapidez que este no es un fenómeno nuevo. A lo largo de su historia el movimiento republicano ha tenido que capear con situaciones parecidas, y siempre ha sido capaz de sortearlas. Martin Macguines señalaba en torno a este tema «yo siempre he trabajado sobre la base de que esos segurócratas están intentado reclutar gente republicana en todo momento. Pero por cada agente o chivato que logran, hay miles y miles de gente que no lo es, miles de republicanos que nunca se llegarán a la situación de Denis Donaldson»
Avanzando
Es evidente que los esfuerzos de determinados elementos por sabotear el proceso de paz guardan relación directa con el rechazo que esos mismos actores manifiestan ante la posibilidad de que el movimiento republicano acceda al poder por medios pacíficos. En Irlanda, el espionaje, el doble rasero y la guerra sucia es algo muy diferente a lo que se presentan en las películas o en los libros de espías. Es una cruda realidad. Existe gente que está trabajando para destruir el proceso de paz y el Acuerdo de Viernes Santo, ya que son conscientes, o al menos creen, que pueden hacerlo.
Ante esa situación los verdaderos responsables son los estados que son incapaces de dominar esas parcelas de poder paralelo creadas en su seno, y que si no son controladas pueden devorar el propio sistema. Las agendas particulares de esos segurócratas no pueden imponerse a la voluntad popular, por ello son los gobiernos los que deberían atajar este tipo de actuaciones.
Las teorías conspirativas, los razonamientos en torno a este tipo de conductas no deben impedir ver con claridad el conjunto de la fotografía. Donde unos servicios tratan de impedir la visualización de la misma, el movimiento republicano sigue avanzando en el conjunto de la isla, al tiempo que sigue apostando con claridad por el proceso de paz.
Otro mensaje de las filas republicanas incidía en la misma dirección, «si los británicos nos hubiesen infiltrado tal y como desean algunos políticos y medios de comunicación, mayormente contrarios al proceso de paz, el movimiento republicano no hubiera alcanzado la fortaleza que tiene hoy en día. Si fuesen ciertos esos augurios, hacía tiempo que el republicanismo estaría derrotado y borrado del mapa».
Una vez más en torno al mundo de los espías algunos prefieren seguir inmersos en la ficción, mientras que los protagonistas del proceso prefieren seguir con los pies sobre la tierra. Hace tiempo que se ha demostrado en las diferentes experiencias del mundo que no hay atajos a la hora de abordar la resolución de los conflictos, y que las vías impulsadas por los segurócratas pueden ralentizar la marcha del tren pero no detener la voluntas del pueblo.
GAIN