El empuje protagonizado por Hollande contra la austeridad alemana y a favor de la transformación del Banco Central Europeo y de la emisión de eurobonos cambió el sentido de las alianzas en el bloque. Monti y Rajoy lo apoyan.
El menú de la cumbre informal que celebran los 27 miembros de la Unión Europea tiene dos platos que la canciller alemana Angela Merkel no esperaba degustar hace solo dos meses: el crecimiento y los eurobonos. El presidente francés, François Hollande, que hizo campaña con esas dos ideas, se fijó como meta servirle en bandeja a Merkel dos temas que la responsable de la camisa de fuerza de austeridad que ahoga a Europa no quiere ni husmear. Pero los europeos, en su conjunto, se enfrentan también a un par de problemas mayores que no estaban en el orden del día. Uno: las Bolsas y el euro cayeron en picada. París, Madrid, Milán, Francfort y Londres fueron literalmente aspiradas hacia abajo (entre 2 y 3 por ciento) debido a los temores que suscita Grecia y la alarma que se encendió en los últimos días sobre la eventualidad cercana de que Grecia salga del euro. Según revelaron el diario francés Libération y luego la agencia Reuters a partir de documentos que emanan de varias fuentes europeas, el lunes pasado las delegaciones de la Eurozona (17 de los 27 países de la UE) recibieron instrucciones para ir preparando «un escenario» sobre la salida de Atenas del euro.
El jefe de Estado francés desmintió la información pero el jefe saliente del Ejecutivo griego, Lucas Papademos, dijo al Wall Street Journal que «el riesgo de que Grecia salga del euro es real». Papademos agregó que no se «puede excluir que haya preparativos en curso a fin de contener las consecuencias potenciales de una salida griega de la Zona Euro». El desastroso panorama financiero ha movido las piezas hacia una dirección inesperada. Los 27 dirigentes de la Unión Europea se reúnen concretamente en Bruselas de forma informal para ver cómo plasmar el crecimiento económico y la creación de puestos de trabajo en una Unión Europea que avanza con un desempleo creciente y un crecimiento subterráneo. «Si para el final de la cena nos pusimos de acuerdo sobre los principales elementos para crear un plan de crecimiento podemos seguir adelante y tomar decisiones en junio», escribió Herman van Rompuy -presidente del Consejo Europeo- en la carta de invitación. Pero la cena no será tan feliz para la gran cacique de la austeridad europea. El empuje protagonizado por Hollande contra la austeridad alemana y a favor del crecimiento, de la transformación del Banco Central Europeo y de la emisión de eurobonos -la mutualización de las deudas- cambió el sentido de las alianzas internas que existían hace apenas dos meses. Dos de los cinco responsables políticos que se negaron a recibir a François Hollande, cuando en marzo pasado era sólo candidato a las elecciones presidenciales francesas, son ahora sus aliados contra Merkel. El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, y el presidente del Consejo italiano, Mario Monti, corren en el mismo corredor que Hollande. A Angela Merkel se le acabó el idilio de austeridad que tenía con el ex presidente francés Nicolas Sarkozy. Su posición común les valió el calificativo de «gendarmes de Europa» y el apodo de «Merkozy».
Apenas llegó a la cumbre, Hollande dijo que existían «medidas a largo plazo, como las reformas estructurales o los esfuerzos en materia de comercio y mercado interior, pero yo digo que hay que actuar de inmediato en favor del crecimiento porque de lo contrario no alcanzaremos los objetivos de reducción de déficit y se crearán dudas en los mercados». Hollande puntualizó que el tema de los eurobonos formaba parte de la discusión. Merkel dice lo contrario: para la canciller alemana, los eurobonos «son un mal instrumento en un mal momento». La mutualización de las deudas es como la imagen del mismo demonio para Berlín. Hollande cuenta hoy con apoyos cada vez más sólidos. A Italia y España se le sumaron el mismo presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, y el presidente del Eurogrupo, Jean Claude Junker. Los eurobonos permitirían a los Estados europeos obtener préstamos comunes en los mercados mediante la emisión de euro-obligaciones. Con ello se protegerían de los ataques especulativos y pondrían en conjunto sus deudas públicas. El dispositivo permite también a los países más débiles obtener tasas de interés semejantes a las que pagan las naciones más sólidas, o sea más bajas, ya que el riesgo es menor. Un ejemplo concreto es el de Italia y España. Estos dos países pagan hoy sus créditos a diez años a un porcentaje que oscila entre el 5 y el 6 por ciento. Si los eurobonos estuvieran vigentes, Madrid y Roma pagarían una tasa semejante a la de Alemania, o sea, 1,4 por ciento. Merkel se opone con el argumento de que ese régimen conduciría a los países más frágiles a ser menos atentos a sus déficit. Alemania es hoy casi el único país que se beneficia con la crisis: ha tenido crecimiento y el porcentaje de sus obligaciones cayó a uno de los niveles más bajos de la historia.
En una columna publicada por el vespertino Le Monde, Guido Westerwelle, el ministro alemán de Relaciones Exteriores, volvió a defender con uñas y dientes el rigor presupuestario por encima de toda consideración. La batalla interna es y seguirá siendo ardua entre el capitalismo ajustista alemán y quienes, como François Hollande, ven en la austeridad como receta exclusiva un agujero negro que se tragará la estabilidad europea. El antagonismo ha explotado a plena luz. En las mismas páginas de Le Monde, Hannes Swoboda, presidente de la Alianza progresista de los socialistas y demócratas del Parlamento Europeo, llama a la formación de una «alianza transatlántica progresista» en contra de las ideas de Merkel. Hannes Swoboda aboga por la transformación de la famosa «regla de oro» que impone la austeridad en otra «regla de oro del equilibrio presupuestario obtenido a partir de la reactivación del crecimiento gracias al crecimiento y a las inversiones públicas». El «paradigma liberal» muestra sus heridas abiertas. La elección de Hollande rompió el consenso, empezando por la misma socialdemocracia amordazada por la cuerda liberal. Ya no son los intelectuales o los analistas quienes debaten sobre éste u otro modelo. La cuestión se trasladó a la mesa donde se toman las decisiones que luego transforman para bien o trastornan para mal el destino de los pueblos. Los ejércitos están preparados: Berlín y la ortodoxia de rigor y austeridad liberal; París con su nuevo emblema socialdemócrata: echar por la borda la línea del rigor a cualquier precio y poner en el centro el crecimiento como rumbo y prioridad de la política europea.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-194747-2012-05-24.html