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Entrevista con el economista Christian Marazzi

Estado de la deuda, ética de la culpa

Fuentes: Il Manifesto

La misión imposible del rescate del euro, el aluvión de deseuropeización y el cataclismo geopolítico que puede sobrevenir. Con austeridad no se sale de la crisis, se produce recesión y depresión. Entrevista con Christian Marazzi sobre la penitencia después del atracón neoliberal y sobre el antídoto de lo común. (Traducido para Rebelión por Gorka Larrabeiti).

Economista, profesor universitario en la Escuela universitaria de la Suiza italiana, y antes, en Padua, Nueva York y Ginebra, militante e intelectual de referencia de los movimientos de izquierda radical, Christian Marazzi es uno de los analistas más lúcidos de la actual crisis financiera y económica. Fue uno de los primeros en diagnosticar su carácter histórico y su impacto global ya en 2009. Cuando la crisis hacía estragos en los EE.UU., predijo la inevitable implicación de la eurozona. Fino analista de la financiarización como modus operandi del biocapitalismo postfordista, no cree en la posibilidad de superar la crisis o de contener sus contradicciones a través de las políticas de austeridad. Comenzamos por el salvamento del euro para razonar sobre lo que nos espera.

La evolución de la crisis ha dado la razón a tus análisis. En dos años el epicentro se ha desplazado desde los EE.UU. a Europa, y en pocas semanas se ha pasado del riesgo de incumplimiento de algunos países, como Italia, al riesgo de colapso de toda la zona euro, lo que equivale a la caída de la Unión, tal y como hasta ahora se ha llevado a cabo (mal). En tu opinión ¿cómo puede evolucionar la situación?

Hay indicios en la crónica que son elocuentes. En Europa, crece el hastío hacia Alemania y la rigidez de Angela Merkel, que no da señales de que vaya a ceder en esas dos propuestas que ahora ya prácticamente todo el mundo considera necesarias para evitar el cataclismo de la zona euro: la monetización de la deuda soberana por parte del BCE y el emisión de eurobonos con el fin de reducir el peso de las tasas de interés en bonos del Tesoro de los países más expuestos a la especulación de los mercados financieros.

¿Tú también las consideras indispensables?

Estas dos medidas se pueden compartir, pero se ha acabado el tiempo: la crisis se ha acelerado tanto en las últimas semanas que ya son inaplicables. La transformación del Banco Central en un banco central como la Reserva Federal – que puede servir como prestamista en última instancia para comprar bonos del Tesoro de la deuda de los países miembros, arrancando a los mercados el poder para decidir cómo y cuándo intervenir – es una idea acertadísima, pero resulta ya irrealizable dada la fuga de capitales de la eurozona que ya está en marcha, como demuestran tanto lo ocurrido en la última subasta de bonos alemanes como esas 1.500 toneladas de oro que, al parecer, han entrado recientemente en Suiza. La monetización de la deuda por el BCE no haría, pues, sino animar esta fuga y acelerar el derrumbamiento del euro: no es casualidad que, al menos hasta hoy, incluso Draghi [presidente del BCE] se oponga a esta solución. Lo mismo vale para la creación de eurobonos, obligaciones emitidas y garantizadas por todos los países miembro a fin de «mutualizar» o socializar las distintas deudas soberanas: esta también es una medida sensata, pero no tiene ninguna posibilidad de ser implementada, puesto que países fuertes como Francia, Holanda, Finlandia, Austria y Alemania verían aumentar las tasas de interés en un período en que las empresas ya están sufriendo un aumento prohibitivo del coste del dinero debido a la poca liquidez en circulación. En cualquier caso, aunque en la cumbre de Bruselas del jueves se alcanzara un acuerdo parcial, los vínculos de austeridad impuestos a los países endeudados serían tales que se frustraría cualquier rescate del euro. Es sólo una cuestión de tiempo.

¿Así que prevés un colapso en el futuro?

El hecho es que la crisis de la moneda única construida de acuerdo con principios monetaristas y neoliberales ha llegado a su fase final. Me parece totalmente verosímil que la rigidez de Merkel sea un movimiento táctico para que la salida de Alemania del euro y el regreso al marco resulten inevitables. Se rumorea ya la fecha, que sería entre Navidad y Reyes, cuando todo el mundo ande ocupado en otras cosas; sería algo así como cuando lo de la inconvertibilidad del dólar, que se decidió en pleno agosto. Aquí, en Suiza, dicen las malas lenguas que en dos imprentas se están acuñando ya marcos.

Si así fuera, ¿qué escenario se abriría?

Nacería una zona monetaria fuerte con Alemania, Holanda, Finlandia, Austria, enganchadas al franco suizo y la corona sueca. El euro, que sufriría una fuerte depreciación y el consiguiente efecto inflacionario, seguiría siendo la moneda de los países débiles, los cuales, a cambio, podrían reducir su deuda. La incógnita de esta hipótesis es Francia. Para la mayoría de los países atormentados por los mercados, no resultaría un cataclismo económico. Sin embargo, el verdadero desastre sería geopolítico. De hecho, esta fractura monetaria daría lugar a un proceso de deseuropeización, con un eje entre Alemania, China, Rusia y Brasil, y otro entre Francia y los Estados Unidos. No se trata de un escenario de ciencia ficción: los principales organismos financieros internacionales ya están trabajando en ello. Lo que nadie dice es que puede ser el comienzo de una nueva guerra fría con China, Rusia y Turquía coordinadas entre sí para proteger a Irán de las amenazas israelíes. Es inquietante que no se hable de ello: el peligro de lo de Irán es explosivo. Asimismo, es inquietante que hasta ahora sólo se hable de la crisis en Europa y que se eluda la situación de los Estados Unidos, donde, mientras tanto, la crisis subprime sigue, los pobres son ya 46 millones y el desempleo alcanza el 15%. Obama no da una y con vistas a su reelección sólo puede confiar en la belicosidad de los republicanos.

¿Hay diferencias, y si las hay, cuáles son en la evolución de la crisis en los EE.UU. y Europa?

En lo económico ninguna: la Europa de la deuda soberana es el equivalente del mercado subprime de EE.UU., solo que son los Estados y no los individuos los que están endeudados. Pero hay una diferencia en detrimento de Europa, y se trata de un asunto político, institucional y constitucional: en Europa no hay una constitución, ni un banco central. Está el BCE, que delega la monetización de la deuda a los mercados emitiendo liquidez a petición de esos mismos bancos que han contribuido a crear la deuda pública, y que ahora especulan sobre ella.

En este contexto macroregional y mundial, ¿qué papel y qué sentido tienen esas políticas nacionales basadas en el rigor? En Italia, el paso del Gobierno de Berlusconi a Monti y su equipo de»técnicos» ha suscitado mucha expectativa, como si de ello dependiera no sólo la recuperación de la credibilidad sino también un poder efectivo de intervención en la dinámica del mercado. Sin embargo, ¿cuánta eficacia pueden tener esos «sacrificios» en la crisis de deuda soberana y en la consiguiente especulación? 

No es así como se sale de la crisis, y de hecho no lo lograremos: el horizonte de los años venideros es la recesión. La política de austeridad tiene un efecto deflacionario de compresión de la demanda interna, que no cabe esperar compensar con exportaciones. Sin embargo, la política de austeridad es la única que contempla la doctrina neoliberal, que impera todavia en Europa y en Occidente y que es dura de veras. Ahí sigue y seguirá esa política mientras se mantenga ese Estado de emergencia, o, para usar el término de de Naomi Klein de economia del shock, ya que permite hacer lo que en una situación normal no se puede: compresión de los salarios, reducción del empleo público, debilitamiento de los sindicatos, la dichosa carnicería social. Es la lógica de la gobernanza de la crisis: una regulación técnica y tecnocrática de las relaciones sociales en el Estado de emergencia. El Viceprimer ministro chino lo dijo bien en una entrevista al Financial Times: lo que nos espera es una nueva Edad Media, financiera y social.

¿Con qué características políticas, antropológicas y políticas? Tú nunca hablas solo de economía…

Algunos procesos son ya evidentes. El primero es la precarización de la Constitución. El segundo -trataste de ello tú también a propósito del paso de gobierno [de Berlusconi] a Monti- es la eliminación de la autonomía de lo político en el Estado de excepción. La tercera es la transición del Estado de bienestar al Estado de la deuda: un Estado en el que lo social es y se representa en forma de deuda, y se regula y se rige bajo el signo de la deuda. O mejor: de la deuda y de la culpa, conforme al doble sentido de la palabra alemana «Schuld»: tema nietzscheano, que ahora vuelve a estar de actualidad, como en el excelente libro de Maurizio Lazzarato, La fabrique de l’homme endetté. La deuda como dispositivo antropológico de autodisciplina del hombre neoliberal.

Está clarísimo, a juzgar por lo que está ocurriendo en Italia, donde de pronto hemos pasado de la ética del gozo del ventenio berlusconiano a la ética de la penitencia del gobierno Monti. ¿Cuánto crees que puede durar este dispositivo? ¿El sujeto neoliberal descrito por Foucault, el empresario hecho a sí mismo que se alimentaba de consumo endeudándose puede ahora alimentarse de sentido de culpa por las deudas contraídas? ¿Se trata de un desarrollo o de una crisis de la ética neoliberal? 

Por ahora, veo que esa ética se ha hecho realidad: el neoliberalismo se ve realizado en esencia en cuanto fábrica del hombre endeudado. El empresario hecho a sí mismo produce su deuda, que ahora lo disciplina mediante un dispositivo de culpabilización. Por lo demás, aquí se da una verificación de la esencia del dinero: el dinero es deuda, la financiarización del capital nos ha transformado a seres deudores, y el valor lo produce en negativo una máquina depresiva.

Sin embargo, hay quien se indigna, no está de acuerdo, y se rebela. Por suerte. ¿Qué piensas de los indignados y de Occupy Wall Street?

Para mantenernos en la estela de Foucault, éste habría dicho que los Indignados son un movimiento parrhesiasta: un movimiento de personas que dicen la verdad. Denuncian la hipocresía de los mercados; desvelan que toda deuda es «odiosa», ilegítima, fruto de la renta y la expropiación; y declaran que esta crisis la han causado los bancos y no podemos pagarla nosotros, lo que significa afirmar la verdad desde el punto de vista de la gente y no del mercado. Luego, el movimiento de Madrid ha trabajado como un espacio de democracia absoluta, como una gran asamblea constituyente de lo común basada en el principio de la convivencia en el espacio público: una suerte de vuelco de la ética del miedo hobbesiano, en el que me parece bien visible la huella femenina de la práctica en las relaciones y de una economía del cuidado que se convierte en ecología política. El crecimiento del movimiento a escala europea es el único antídoto para el proceso de deseuropeización del que hablábamos al principio. Pero el empuje constituyente ha de darse también en formas de autodeterminación local concretas. Para romper el dispositivo cardinal del postfordismo, la explotación de los saberes, el conocimiento y las relaciones, no hay otro modo sino convertirlo en producción de lo común, ahora más si cabe ya que la política de austeridad conllevará más privatizaciones, vender y mal vender bienes comunes desde el agua al patrimonio cultural. Pero producir lo común significa organizarse a nivel local, prepararse para gestionar en los barrios el agua, la electricidad, el transporte, los propios bancos.

Loretta Napoleoni, con quien coincidirás hoy en la Libreria delle Donne en Milán, en un libro de hace dos años, afirmaba que la función social de los bancos ahora sólo perdura en la finanza islámica, y que es ahí donde hemos de redescubrirla: la finanza islámica no especula.

Es cierto, en el sentido de que debemos reintroducir la solidaridad en la medida justa, a la altura de las contradicciones producidas por la crisis. La resocialización de la deuda y la función original de los bancos es un camino para doblegar a nuestro favor la financiarización de la capital, luchando en su terreno.

Sin embargo, ¿la financiarización se puede detener? ¿Se puede invertir su marcha? Has explicado muy bien que la economía financiera ya no es separable de la economía real y se basa en la implicación activa de los comportamientos y modos de vida de la gente común: los consumidores que utilizan tarjetas de crédito para las compras, los asalariados que lidian con los fondos de pensiones, la clase media ahogada por los préstamos hipotecarios, los pobres que se endeudan poniendo como única garantía su «vida desnuda». Si es así, ¿se puede desfinanciarizar, al menos en parte, el sistema, o sólo se pueden sanear los abusos de los bancos? Si la producción y el consumo están tan entrelazados con la deuda, ¿es posible evitar una salida recesiva y depresiva de la crisis?

La desfinanciarización del capitalismo la está preparando el proprio capitalismo tanto en forma recesiva de reducción de la deuda, como acabamos de decir, lo que deprime la demanda y los consumos, como en forma de disciplina de la culpa, que deprime las existencias. En cambio, nosotros tenemos que trabajar para reconvertir la renta privada en renta social: por la socialización de la deuda, por la reactivación de la demanda y los consumos de los bienes socialmente útiles, por la reapropiación del espacio público, por la reconstrucción de la socialidad y la felicidad colectiva. Lo común es esto y no hay otra forma de salir de esta espiral autodestructiva de la financiarización. Algunas de las consignas de la lucha de estos años, desde la renta mínima garantizada a la tasa Tobin, van ya en esta dirección.

¿Y qué piensas de la reivindicación al derecho a la insolvencia? En los movimientos se presenta como un derecho de resistencia contra la financiarización de la vida; muchos economistas creen que es una medida demagógica; otros lo ven como una oportunidad de restablecer la soberanía nacional cancelada por la tecnocracia europea.

Creo que es justa sólo si se convierte en una medida subjetiva y contextual, no si se deja en manos de los Estados. Te pongo un ejemplo: en los Estados Unidos está madurando desde hace mucho tiempo una burbuja de becas, que equivale aproximadamente a la mitad del volumen de hipotecas de alto riesgo (subprime): en ese caso, los estudiantes y sus familias han de ejercer sin duda el derecho a la insolvencia para distinguir la deuda legítima de la ilegítima. Sin embargo, no les confiaría a los Estados ese derecho, ni a sus veleidades para volver a hallar así la soberanía nacional perdida.

Fuente: http://www.ilmanifesto.it/area-abbonati/in-edicola/manip2n1/20111203/manip2pg/10/manip2pz/314394/