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«Están exterminando a nuestros jóvenes»

Fuentes: Rebelión

En Honduras, uno de los países más peligrosos del mundo, más de la mitad de las víctimas de asesinatos no tienen más de treinta años. Esas víctimas son en su mayoría hombres y pobres. La espiral de violencia tiene muchas causas, sin embargo se acusa a los hombres jóvenes de ser los responsables. Las cifras […]

En Honduras, uno de los países más peligrosos del mundo, más de la mitad de las víctimas de asesinatos no tienen más de treinta años. Esas víctimas son en su mayoría hombres y pobres. La espiral de violencia tiene muchas causas, sin embargo se acusa a los hombres jóvenes de ser los responsables. Las cifras en si ya son preocupantes, pero es aún más alarmante que varias de las víctimas son ejecutadas por escuadrones de la muerte y que dentro de sus filas parece haber militares y agentes policiales.

Ya no hay lágrimas

Cuando la hija de Carol murió ya no tenía más lágrimas. Esa semana corrió de funeral en funeral. Cuatro en total. Los cuatro asesinados. La hija de Carol a menudo temía por la vida de su madre y la madre de Carol temía, a su vez, por la vida de sus nietos. La madre decidió llevarlos a su casa cuando el hijo de Carol sobrevivió a una balacera que le dejó temporalmente en estado de coma. La hija menor de Carol a veces se enoja con su madre. Siente que pasó su infancia en funerales y no tuvo mucha oportunidad de estudiar. Cuando enterró otra vez unos amigos asesinados, le dijo a su mamá que ella tampoco ya no tenía más lágrimas.

Hablo con Carol en uno de los tantos centros comerciales de Tegucigalpa. Carol me dice que ya no puede contar los muertos. Son cientos. La mayoría de ellos son jóvenes. La mayoría asesinados. Esta mujer simpática de 39 años, pasó gran parte de su vida en una barra brava hondureña. Unos consideran a esos aficionados de fútbol como violentos y antisociales , sin embargo, las muertes de los barristas reflejan las circunstancias en las cuales tantos jóvenes son asesinados cada día en este país; una mezcla letal de exclusión, estigmatización y criminalización de la juventud, guerras sangrientas de bandas juveniles, represión y ejecuciones.

Las cifras que no entran en las estadísticas

Carol ya no puede contar los muertos, pero ¿Quién de los 8 millones de hondureños todavía puede hacer eso? Aquí se asesina en promedio 14 personas al día. En 2016 fueron unos 5154. Entre 2011 y 2014, Honduras ocupó el primer lugar en la clasificación de países más peligrosos del mundo sin guerra. La gran mayoría de los muertos se registran en los barrios más pobres de las dos ciudades más grandes de Honduras, Tegucigalpa y San Pedro Sula.

Estas son las cifras que entran en las estadísticas. Para calcular el número de asesinatos el Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad (IUDPAS) colabora con agencias gubernamentales. Varias organizaciones de derechos civiles acusan al gobierno de hacer malabares con los números para que parezca que se mejora la situación.

Migdonia Ayestas, la directora un tanto prepotente pero muy comprometida de IUDPAS, me explica que sólo los «hechos fijos» que pudieron verificar entran en las estadísticas. En Honduras sin embargo es un «hecho fijo» que la mayoría de las personas no denuncian por miedo de ser víctimas. Si quieres sobrevivir haces como lo monitos, «no oigas mal, no hables mal, no veas mal». Es una regla de oro.

Contrario a las estadísticas, quien vive y trabaja en los barrios pobres no detecta ninguna reducción de la violencia. Sus residentes me aseguran que en los últimos años aumentaron las desapariciones y fosas clandestinas. Todos estos «hechos fijos», que son difíciles de reflejar en cifras, no aparecen en las estadísticas.

Honduras, el país más peligroso del mundo para niños

Pero volvamos a las cifras. Hace poco la organización internacional Save the Children publicó un informe que demuestra que Honduras todavía goza de un triste ranking mundial. Honduras tiene el mayor promedio de niños y jóvenes menores de veinte años asesinados en el mundo, y en estas estadísticas los países en guerra sí fueron incluidos.

La triste cifra ganadora del registro de Save the Children se refleja en las estadísticas nacionales. Las cifras del IUDPAS muestran que más de la mitad de todas las víctimas mortales en Honduras son jóvenes entre 12 y 30 años. Entre enero de 2010 y marzo de 2016, 21.710   niños y jóvenes fueron asesinados en Honduras. De repente, entiendo por qué escuché tantas veces la misma frase de gente viviendo en los barrios marginales de Honduras, «¡Están matando a nuestros jóvenes!»

Jóvenes matan a jóvenes

Si uno cree en los periódicos y autoridades, pero también si cree en muchos medios de comunicación y organizaciones internacionales, casi todos los asesinatos en Honduras son cometidos por las pandillas. O sea, los propios jóvenes matan a los jóvenes. Al igual que las barras bravas, los enemigos Mara Salvatrucha y Barrio 18 ciertamente se matan.

Quien delata o niega cumplir un orden de las pandillas también puede temer por su vida. Lo que los hondureños preferirían negarles es el «impuesto de guerra». Negocios grandes y pequeños, empresas de transporte, e incluso las escuelas deben cerrar porque no pueden pagar la tasa de extorsión. Granadas arrojadas en autobuses, el reclutamiento forzado, las violaciones sexuales y el toque de queda de barrios enteros aumentan el terror y profundizan la psicosis de temor. La violencia que causan las pandillas es muy palpable y muy real. No sorprende que muchos hondureños culpen a las pandillas por la violencia que les inunda.

Pero nadie sabe cuántos mareros hay. Las estimaciones oscilan entre 5000 y 25.000. Insight Crime sospecha que las cifras son infladas para distraer la atención de otros problemas. Son las cifras con «hechos fijos» de las estadísticas del IUDPAS que desmienten el mito de que las pandillas son la causa principal de violencia en Honduras. Según estas estadísticas en 2016, sólo 240 personas murieron sin duda por la violencia de pandillas. «Es fácil culpar a los jóvenes y calificarlos de criminales, pero la violencia en este país tiene otras causas», explica Migdonia.

Las otras causas de violencia

La violencia y sus causas tienen varias raíces. Sin embargo, uno de las causas principales es el poder del crimen organizado. Sus negocios van acompañados de mucha violencia e implica los más altos niveles de poder. Recientemente, el hijo del ex presidente Porfirio Lobo Sosa (2010-2014) fue acusado de estrechos vínculos con los carteles de la droga. Honduras esta arriba en la lista de los países más corruptos de Latinoamérica. Su élite corrupta por lo general no tiene el hábito de tratar pacíficamente a los compatriotas que se oponen a sus intereses. Según Global Witness, Honduras es también el país más peligroso del mundo para activistas ambientalistas. Leyes muy permisibas con respecto a las armas tampoco contribuyen en impedir muchos asesinatos. Cada hondureño puede tener hasta cinco armas. Aun así la mayoría de las armas en circulación no están registradas. Se estima que el número total de armas en Honduras son más que un millón.

Pero lo que más contribuye a que los Hondureños asesinen sin mucho remordimiento es la casi total impunidad. Sólo el 20% de todos los delitos son investigados. Sólo el 4% de todos los asesinatos fueron penalizados. La población tiene muy poca confianza en la policía y el poder judicial, lo consideran irremediablemente corruptos. «Lo único que la policía hace es retirar el cadáver. Luego no pasa nada.» Después de la entrevista en el centro comercial Carol me lleva a la zona donde vive. En este barrio la clase media-alta de Tegucigalpa no entra. Demasiado peligroso. «Aquí te asesinan por tu teléfono, aquí la gente está aliviada cuando vuelven a casa por la noche y no les pasó nada».

«Entramos en una espiral de violencia», dice Guadelupe Ruelas tratando de explicar los asesinatos. Este director de la organización defensora de los derechos de la niñez, Casa Alianza conoce el contexto de las zonas urbanas de Honduras. «En este contexto de agresión e impunidad la gente reacciona con violencia para no ser víctima ellos mismos».

Hondureños que pueden pagarlo apelan al muy próspero negocio de la seguridad privada. Hay unos 60.000 guardias privados. Armados hasta los dientes, muchos sin permiso y con muy poco entrenamiento. La respuesta del gobierno a la violencia es la militarización y la represión. Para prevención queda poco dinero. A menos que se consideren programas como «guardianes de la patria» como prevención. Este programa recluta a jóvenes de los barrios pobres para educarlos sobre los estándares, valores y prácticas militares.

¿Por qué tantos jóvenes?

El cóctel letal de corrupción, impunidad y armas explican los muertos, pero no porqué tantas victimas son jóvenes. La guerra entre pandillas y barras explica la juventud, pero no la cantidad. Incluso el número de personas que viven -el 38,1% de la población es menor de 30 años- no explica por qué los jóvenes son más de la mitad de las víctimas mortales en Honduras. Para explicaciones exhaustivas se necesita investigación. Y no hay.

En 2015 IUDPAS, el instituto de Migdonia, ha hecho un de intento por identificar de qué mueren jóvenes. Fueron asesinados 2552 hombres entre doce y treinta años y 242 mujeres. Esto representa el 54,3% de todos los homicidios registrados ese año. Es muy preocupante y significativo que en casi la mitad de los casos no se ha podido determinar cuál era el potencial motivo del asesinato. En los demás casos se ha podido establecer 506 murieron por riñas interpersonales, 382 por sicariato, 192 por violencia relacionada con maras. Las restantes categorías, incluyendo robos, drogas, extorsión y violencia policial llenaron el 12,1%. Sin embargo, estos posibles motivos todavía no explican por qué tantos jóvenes.

Los sospechosos habituales: joven, pobre y hombre

Casa Alianza también registra cuántos jóvenes mueren cada mes. Además, la organización de Guadelupe Ruelas busca declaraciones que van más allá de las cifras. Parte del rompecabezas es la sociedad hondureña, una sociedad extremadamente conservadora que tiene miedo de todo lo que huele a subculturas de jóvenes. Eres sospechoso si no cumples con la norma.

Carol, una aficionada del metal, sabe de que habla. «Recién un concierto fue prohibido porque supuestamente predicarían el satanismo.» Kevin, un joven de 25 años, es parte de la misma barra que Carol y tiene vínculos con el Barrio 18. Él también sabe que «aquí pueden matarte por cómo te ves vestido». Corres aun mas riesgo si tienes un «estilo de mareros».

Crucial para entender por qué tantos hombres jóvenes son asesinados es entender el miedo que tiene la sociedad a la violencia de pandillas. Es crucial entender cómo este miedo de pandillas se traduce en un miedo a los jóvenes, y especialmente a los hombres y pobres. Para Migdonia la razón por qué tantos hombres jóvenes son asesinados se clarifica con la negación de sus derechos básicos: educación, trabajo y seguridad. «Para una minoría resulta mas fácil involucrarse en actividades delictivas. En lugar de promover sus derechos y proteger a los hombres jóvenes de esos barrios, el Estado les ha marginalizado e les identifica como potenciales delincuentes. La respuesta es represiva».

Se condena a los asesinados

Ser joven, pobre y hombre en Honduras ya te hace sospechoso. Guadelupe de Casa Alianza habla con resentimiento. «Casi nunca hay una investigación. Simplemente se asume que los jóvenes asesinados, a menudo con signos de tortura, deben haber estado metidos en algo . Se condena a los asesinados, no a los asesinos. Y así se sigue alimentando la percepción que son los jóvenes los culpables de toda la violencia y no las principales víctimas.»

Carol se queja que a nadie les parece importar que les maten, que solamente son reflejados en las estadísticas, y a veces ni esto. Tiene razón. Lo que más me impactó en Honduras es la normalización y el silencio alrededor de los homicidios de hombres jóvenes, mas que la mitad de las tantas víctimas. ¿Por qué un fenómeno tan omnipresente y una población en tanto riesgo recibe tan poca atención? Ni de la sociedad civil, ni del Estado, ni de la comunidad internacional.

Escuadrones de la muerte

En la omnipresencia, el silencio y la ignorancia sobre los asesinatos de jóvenes existe un fenómeno aún menos hablado e investigado. Ejecuciones extrajudiciales. De vez en cuando sale algo en las noticias. Este por ejemplo: El 10 de febrero de 2016 alrededor de las 20.30 una camioneta negra de repente apareció en un barrio pobre de Tegucigalpa. Con sus mini-uzi, unos hombres saltaron de la furgoneta y sin medir palabra abrieron fuego a cinco niños que se encontraban al lado de un basurero en un callejón. Las tres hermanas y dos hermanos, entre 13 y 16 años de edad, sobrevivían reciclando basura. Esa noche murieron todos. La camioneta huyó hacia el periférico. Esa fue la segunda masacre de la semana, la sexta en poco más de un mes.

Casa Alianza empezó a contar los muertos y ejecuciones extrajudiciales de jóvenes desde 1998 cuando se dieron cuenta que los jóvenes eran asesinados no sólo a diario, pero que algunos asesinatos seguían un patrón específico con métodos de escuadrones de muerte. «Los asesinatos son planificados y cometidos por grupos bien organizados y entrenados con tecnología sofisticada, armas pesadas y vehículos caros», explica Guadelupe Ruelas. «Saben cómo manejar las armas, cómo acercarse a su objetivo y cómo escapar.»

Lo que preocupa a Guadelupe es el aumento de otras cartas de visita de los escuadrones, desapariciones forzadas y masacres. También para Migdonia está claro que algunos asesinatos siguen un patrón destinado a sembrar el terror. «Se encuentran cuerpos desmembrado y torturados, cuerpos que recibieron 400 balas y otros atados de manos y pies con un sólo tiro de gracia.»

Policías y militares en los escuadrones

No hay muchos hondureños que vayan a negar que haya escuadrones de muerte en Honduras. Ocasionalmente, pero a menudo cuando sus victimas son de clase media-alta, salen noticias de asesinatos que siguen el patrón de su modus operandi. Como el hermano y su hermana que, en el camino al supermercado, fueron secuestrados por cuatro hombres encapuchados y fuertemente armados. Un día después fueron encontrados, torturados y asesinados. O como el caso de los cuatro punto cardinales donde cuatro jóvenes fueron ejecutados y decapitados.

Más difícil de probar es quienes están dentro y detrás de los escuadrones de la muerte. Por supuesto, ciertas ejecuciones se puede imputar en la lista de las maras y del crimen organizado. En un país como Honduras los sicarios tienen mucho empleo con los ejecuciones por subcontrato. Sin embargo, es preocupante que otro patrón se hace evidente al comparar los pocos incidentes investigados. A menudo, los escuadrones de la muerte tienen militares o policías dentro sus filas. Activos y retirados.

Fueron soldados que ejecutaron a los dos hermanos. En el caso de los cuatro jóvenes decapitados se condenó agentes y militares. Cuando los policías ejecutaron a dos jóvenes se estableció una comisión para depurar la institución policial y salieron mucho mas casos a la luz de policías asesinando a jóvenes. Según testimonios, hubo veinte escuadrones con cinco agentes cada uno para ejecutar a los jóvenes. Confirma la convicción de muchos jóvenes como Carol y Kevin, el Estado no solo descuida a los jóvenes, a veces les mata apropósito.

¿Política de estado o un estado negligente?

¿Hasta que nivel van esos estructuras para-estatales? ¿Se trata de una política ordenada desde arriba o son incidentes aislados de agentes de seguridad que toman el derecho en sus propias manos? Cuando el presidente Ricardo Maduro (2002-2006) estuvo en el poder desencadenó una cacería de jóvenes sospechados de ser mareros. Una política estatal según varios.

Kevin, quien tenía vínculos cercanos con el Barrio 18 compara el tiempo de entonces con ahora. «ya no asesinan a uno o dos, con el presidente ahora son masacres enteras.» Según Casa Allianza el número de ejecuciones de jóvenes bajo Maduro casi se duplicó con el actual presidente Juan Orlando (2014 -….).

Siendo o no una política de Estado, para Guadalupe el Estado de Honduras es fundamentalmente responsable, por negligencia o participación activa. «En lugar de hacer algo, el Estado niega que hay ejecuciones. No investiga y no judicializa a los responsables. Al contrario, proponen leyes que legalizan la impunidad y la violencia del Estado.» Recientemente, el presidente sugirió un cambio al código penal. Entre otros pidió que se excluya de la responsabilidad penal a agentes de seguridad que lesionan o matan a alguien. El congreso no aprobó la idea. Sin embargo, estas propuestas legislativas indican una política gubernamental que da poca esperanza.

«Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata»

Los jóvenes tampoco tienen que tener mucha esperanza en que organizaciones nacionales o internacionales, que pretenden defender los Derechos Humanos, vayan movilizarse por su causa. Incluso el Relator Especial sobre las ejecuciones extrajudiciales de la ONU expresó su preocupación por las ejecuciones de jóvenes en lo que parecía más una nota de pie de página.

Hay motivos suficientes para preocuparse. En uno de los países más peligrosos del mundo, más de la mitad de las víctimas de homicidio no supera los 30 años. Las víctimas son en su mayoría hombres y pobres. Varios de ellos fueron ejecutados por escuadrones de la muerte. En las filas de los escuadrones parece haber soldados y policías . Sin embargo el silencio sobre los asesinados y los asesinos es ensordecedor. Sólo el conocido poema de Eduardo Galeano continúa reverberando, «los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.»

POST-SCRIPTUM: LAS HISTORIAS DE KEVIN

Historia 1: La violencia como rutina

«La violencia se convierte en una rutina». Kevin creció en un barrio marginal de Tegucigalpa, la capital de Honduras. Es un barrio con poco accesibilidad y escasa acceso a servicios básicos. «En mi casa nunca faltó nada pero a la par miá habían chicos que ni para zapatos tenían, andaban descalzos.»

«Yo desde siempre andaba en la calle con mi grupito de amigos que me cuidaban la espalda. El mayor temor es caminar solo. En mi colonia hay tantos puntos ciegos donde hacen todo tipos de actividades que no pueden ver la luz del día.» Desde la adolescencia Kevin quería montar su propio barra. Las barras son seguidores de fútbol que funcionan en los barrios de Tegucigalpa como espacios de protección territorial entre jóvenes . Lo primero que hizo fue acercarse a la pandilla de la colonia, la 18. Negociaron que con su grupo de ocho chavos podrían estar en ciertos sectores de la comunidad. También tenían que avisar si miraban a alguien de otra pandilla, alguien sospechoso o la policía. O tuvieron que actuar directamente ellos mismos.

Sospechoso eres cuando vienes del otro barrio donde manda la otra pandilla, los Salvatruchas o la MS13. También tu estilo de vestir te puede hacer sospechoso. Cada pandilla o barra tiene su propio código. Si te encuentras con tus adversarios con suerte solamente te golpean. A menudo significa un muerto más en la sangrienta guerra entre bandas. «Vestirse ‘neutral’ tampoco es una solución, puede ser una invitación asaltarte y matarte. Esa zozobra, ese miedo por andar en las calles siempre esta permanente con todos los jóvenes.»

Ya pronto no fue tan claro para Kevin y sus compas donde la linea entre la barra se detuvo y el Barrio 18 empezó. Quizás este separación nunca fue tan claro. Para Kevin la pandilla y la barra son mucho mas que una mara de locos violentos como se les representa en los medios de comunicación. Son sus compas, sus vecinos con los que creció y que siempre le han protegido mas que el estado Hondureño.

A los catorce años ya tenía su propia arma y tenía quince cuando le dispararon por primera vez. «Salimos del estadio y una motocicleta nos agarro a disparos. Dos chavos resultaron heridos, a uno, una bala le impacto en una pierna y a otro su cintura. Tuvimos que llevarles al hospital en el lomo porque ya no habían carros en la calle.»

Otros amigos tuvieron menos suerte. Muchos murieron en enfrentamientos con disparos, pero en algunos casos Kevin sospecha que fue por escuadrones de muerte. Lo sabe por la manera en que ellos actúan, las armas que tienen, la manera que se visten. Unos amigos simplemente desaparecieron. Como uno que fue secuestrado de su casa y nunca volvió a aparecer. Otros amigos fueron asesinados a sangre fría, como esos que estaban mirando un juego de fútbol al lado de la cancha y viene un carro directo por ellos. «La policía solamente llega aquí a levantar el cuerpo. Dicen que fue un ajuste de cuentas entre bandas y ahí muere la investigación.» El Kevin tiene 24 años pero ya no puede contar el número de amigos asesinados.

Historia 2: Quien se meta con la policía muere

Kevin huyó a los Estados Unidos hace tres años. Veintiún años tenía entonces. Todo su juventud la vivía a la defensiva, siempre alerta. A la pandilla y barra brava opuestos, o las tantos riesgos y individuos que te pueden matar en Tegucigalpa. Sin embargo, fueron el secuestro, la tortura y las amenazas de muerte de la policía las que le obligaron a tomar la decisión forzada de marcharse a los Estados.

Un día la policía llegó a la casa de Kevin. Eran las 9:00AM y para sorpresa de los agentes Kevin andaba trabajando. Desde poco era parte de un programa de prevención y rehabilitación de la violencia para los jóvenes. Aunque los policías andaban vestidos de ciudadanos todo el barrio sabe cómo funciona la policía en esos operativos. Sus carros no tienen placas, llevan chalecos antibalas y pasamontañas, están fuertemente armados con armas de reglamento unicamente militar. En el barrio de Kevin saben, eso es un escuadrón de la muerte.

Cuando Kevin se dio cuenta que la policía estaba en su casa, se apresuró para llegar. Cuando llegó ya habían tumbado la puerta y registrado todo la casa. Inmediatamente lo empezaron a golpear y le subieron a un carro. Amarrado de brazos y pies lo llevan a una quebrada. De repente reconoce a uno de los ocho agentes que le habían raptado. Hace meses atrás había tenido una pelea con él sin saber que era policía. El agente le arroja al suelo y le tira unos costales encima, diciendo «Sabés por qué se ocupa esto verdad?»

Kevin estaba convencido de que lo matarían. Así se encuentran muchos jóvenes hoy en día. Torturados, desmembrados, abandonados en costales. Afortunadamente para Kevin, uno de los otros agentes no quería estar involucrado y convenció a su compañero de dejarlo ir, por ahora. Pero antes de soltarlo, lo golpearon y amenazaron diciéndole que en esa ocasión tuvo suerte, «que quién se mete con la policía, se muere.»

Kevin no tenía que pensarlo mucho. Tenía que irse si o si. Bajo eso tipo de amenazas nadie puede quedarse aquí. Sabían dónde vivía y trabajaba, conocían su nombre. Sabían todo. Kevin se salvó, pero todavía esos agentes de policía se acercan a sus amigos a preguntar por él.

Blog del autor: http://fraukedecoodt.org/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.