Traducción del francés para Rebelión de Carlos Riba García.
François Hollande el 21 de enero en París Paris. AFP
Un grupo formado por unos 60 intelectuales, militantes y sindicalistas llaman a resistir al gobierno y continuar con las huelgas, los bloqueos y las ocupaciones.
Helos ahí: su gran miedo y sus grandes medios para tratar de ocultarlo, actuando como un fanfarrón que no da su brazo a torcer. Esperábamos esto desde hace varios meses y al fin ha llegado: la amenaza de prohibir las manifestaciones. ¿Un no va más de lo inaceptable? Con este gobierno, en esta cuestión siempre puede haber algo peor. Este gobierno es el mismo que -cínicamente- recuerda las huelgas del Frente Popular. El que defiende los intereses de los poderosos, los dueños de los beneficios y el dinero; esta es la buena guerra, su guerra; pero ya puede parar con sus celebraciones y la recuperación de un pasado que no cesa de pisotear.
Este gobierno tiene miedo: nada sorprendente. No es para menos, ante nuestra solidaridad frente al poder y su brazo armado. ¿Cuántos testimonios sobre esos manifestantes que, sin que nadie les dijera nada, cuidaban a sus heridos, a pesar del gas, los golpes de porra y las granadas de dispersión? ¿Cuántas imágenes de heridos que ya en tierra eran golpeados por los policías, al mismo tiempo que se forman cadenas humanas para rodearles y protegerles? ¿Cuántas iniciativas, textos, reuniones, apoyos resueltos contra las órdenes militares, las inspecciones arbitrarias y las condenas inicuas? ¿Cuantos policías serán inculpados por los manifestantes heridos, mutilados, tuertos, en coma?
Hollande, Valls y sus cómplices querrían quebrar esta enorme ola, aquella en la que se han manifestado centenares de miles de personas. Llevan adelante su guerra en todos los frentes: con una violencia física desenfrenada; con una violencia judicial de unos magistrados sumisos que encarcelan y destrozan vidas; con una violencia mediática hecha de desinformación y descrédito; con una violencia antidemocrática que se expresa a golpe de 49-3*, de prohibiciones de protestar en la calle y de órdenes de residencia en nombre del estado de urgencia; con la violencia social infligida a millones de hombres y mujeres precarizados o despedidos. Este poder querría impedir por cualquier medio lo que considera peligroso, pero eso es inmenso por todo lo que ahí converge: los barrios populares que desde hace años se enfrentan con la violencia policial, las luchas de los inmigrantes y los indocumentados, los sindicalistas movilizados, los estudiantes universitarios y de secundaria que no dan un paso atrás. La determinación es potente, como lo es también la sensación de que las personas, los colectivos, las organizaciones que hasta hace poco casi no se relacionaban unas con otras ahora se han encontrado o reencontrado. Este paso dado es tan importante que no habrá retroceso durante mucho tiempo.
Desprecio
No nos creemos los paladines de este mundo, ni intentamos serlo. Pero, contra el discurso dominante y omnipotente, podemos convencer a quienes conocen bien la violencia cotidiana. La violencia del desprecio social y del abismo que nos separa de quienes lo tienen todo. La violencia del chantaje en el lugar de trabajo, que conduce a la aceptación de cualquier cosa, que hace trizas la solidaridad e incluso a veces la propia dignidad. La violencia del sufrimiento, tanto en el paro como en el trabajo, la apuesta por la competencia, la gestión por la obediencia. La violencia de los controles por la cara de cada uno y la discriminación. Fuerzas del orden; pero, ¿de qué orden? El orden social de los evasores de impuestos, de quienes cotizan en Bolsa y de los mercados.
Algunos escaparates rotos en bancos, empresas de seguros o supermercados son minucias en comparación con estas violencias. A poco que se piense en su pertinencia, estas acciones están en el fondo sobre todo de las preguntas: ¿qué es un banco y qué hay detrás de él?, ¿la tragicomedia económico-financiera? Brecht lo resumió con unas pocas palabras: «Hay algo peor que robar un banco: fundar uno». ¿Cómo podrían hacernos creer que la violencia de este mundo estaría en esos cristales rotos? Los medios son expertos en esa tarea, con su jerga periodística y sus imágenes repetidas cientos de veces, su desvergonzada elección de informaciones. Pero se acerca un tiempo en el que eso ya no funcione: parece que ese tiempo ya ha llegado.
Los patrones pueden cesar de mandar; no los necesitamos. Cuando paran los basureros, los descargadores del puerto, los electricistas, los ferroviarios, los trabajadores de las refinerías, quienes atienden los hospitales, los maestros y profesores, los carteros, y hasta los trabajadores precarios todo lo que ellas y ellos aportan a la sociedad de pronto se hace más visible, más indudable. Suceda lo que suceda con este gobierno, nosotros continuaremos manifestándonos… ¡y cómo! Pero no solo eso. Seguiremos haciendo huelgas, bloqueos y ocupaciones. Estas son las armas de quienes tienen poco. Pero son armas que pueden golpear bastante más fuerte que sus porras y sus ‘tonfas’**.
Notas
* 49.3 alude a un artículo de la Constitución francesa. (N. del T.)
** Tonfa, el bastón policial moderno, que tiene un asa acodada. (N. del T.)
Quien desee firmar este llamamiento puede hacerlo escribiendo a: [email protected]
Las firmas se publicarán en sur http://leur-grande-peur.over-blog.com
Firmantes:
Pierre Alferi (escritor), Jean-Claude Amara (portavoz de Droits devant!), Nathalie Astolfi (docente), Ana Azaria (presidenta de Femmes Egalité), Igor Babou (universitario), Etienne Balibar (filósofo), Ludivine Bantigny (historiadora), Amal Bentounsi (de Urgence Notre Police Assassine), Eric Beynel (portavoz de Solidaires), Daniel Blondet (militante anti-imperialista), Antoine Boulangé (docente), Claude Calame(historiador), Laurent Cauwet (editor), Manuel Cervera-Marzal (sociólogo), Déborah Cohen (historiadora), Christine Delphy (socióloga), Alain Dervin (docente), Paul Dirkx (sociólogo), Joss Dray (fotógrafo), Julien Dufour (doctorando en sociología), Jules Falquet (sociólogo), Eric Fassin (sociólogo), Samantha Faubert (hispanista), Sophie Fesdjian (antropóloga, docente), Alain Frappier (ilustrador), Désirée Frappier (escenógrafa), Bernard Friot (sociólogo), Luc Gaffet (militante CGT), Fanny Gallot (historiadora), Franck Gaudichaud (politólogo), Valérie Gérard (filósofa), Céline Gondard-Lalanne (portavoz de Solidaires), Nahema Hanafi (historiadora), Samuel Hayat (politólogo), Eric Hazan (autor y editor), Catherine Jardin (editora), François Jarrige (historiador), Fanny Jedlicki (socióloga), Claude Kaiser (militante anti-nuclear), Leslie Kaplan (escritora), Patrice Lardeux (militante CGT), Mathilde Larrère (historiadora), Olivier Le Cour Grandmaison (universitario), Pascal Maillard (universitario y sindicalista), Philippe Marlière (politólogo), Bénédicte Monville-De Cecco (consejero regional IDF (EELV)), Olivier Neveux (historiador de arte), Ugo Palheta (sociólogo), Willy Pelletier (sociólogo), Irène Pereira (socióloga), Roland Pfefferkorn (sociólogo), Christian Pierrel (PCOF); Christine Poupin (NPA), Théo Roumier (sindicalista On bloque tout!), Omar Slaouti (docente), Federico Tarragoni (sociólogo), Jacques Testart (biólogo), Julien Théry-Astruc (historiador), Michel Tort (psicoanalista), François Tronche (director de investigaciones del CNRS), Marlène Tuininga (4ACG), Béatrice Turpin (realizadora militante), Sophie Wauquier (lingüista)
Fuente: http://www.liberation.fr/debats/2016/06/17/ce-gouvernement-a-peur_1460153
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