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Estudiantes universitarios guatemaltecos en rebeldía

Fuentes: Rebelión

La Universidad de San Carlos de Guatemala es la única universidad pública que existe en Guatemala. Con una historia de más de trescientos años y de momentos de resistencia y lucha como los que se produjeron durante el Conflicto Armado Interno que se vivió durante 36 años en el país y que dejó una cuota […]

La Universidad de San Carlos de Guatemala es la única universidad pública que existe en Guatemala. Con una historia de más de trescientos años y de momentos de resistencia y lucha como los que se produjeron durante el Conflicto Armado Interno que se vivió durante 36 años en el país y que dejó una cuota enorme de estudiantes, docentes y trabajadores asesinados y desaparecidos, se mantiene como la universidad más importante del país en términos de matrícula estudiantil (calculada en más de 100,000 estudiantes), de centros regionales y de «producción» de profesionales en distintas áreas académicas.

Puesta en cuestión por el deterioro educativo que presenta así como la injerencia de partidos políticos y de mafias que la ven como botín político (por las representaciones en distintas instituciones del Estado que tiene), dentro de un discurso y políticas neoliberales que no dejan de señalar el «costo» y la «carga» que representa la Universidad pública, se encuentra actualmente en una crisis importante. El grupo Estudiantes por la Autonomía -EPA- compuesto por miembros de distintas unidades académicas, ha tomado las instalaciones del campus central desde principios del mes de agosto del presente año. Dicho grupo y su toma de las instalaciones de la Universidad de San Carlos de Guatemala resulta un anacronismo. Pero un anacronismo cargado de significaciones y posibilidades de futuro. Un anacronismo necesario.

Ante el significatvo deterioro universitario, EPA, se revela heredera de luchas estudiantiles y de los movimientos sociales y populares para los que el presente no resulta clausurado por un supuesto acuerdo o por la imposibilidad de cambios.

Quizás las expresiones y acciones de este colectivo no son tan claras como en otros momentos cargados de un clima cultural diferente y rebelde (el clima de los sesenta y setenta), pero su esfuerzo por mantener una postura coherente resulta un contraste importante frente al acomodamiento institucional. Quizás se podría esperar un trabajo organizativo y político más fuerte. Pero EPA está aprendiendo en la marcha (en la toma de dos campus universitarios) y, cosa difícil con el desorganizado movimiento social y popular actual, está reuniendo apoyo de distintos sectores por la legitimidad de su lucha.

Solo por ello, la lucha que EPA está desarrollando contra rectoría y el Consejo Superior Universitario (máxima autoridad de esta casa de estudios), contra los sectores acomodados, conservadores y de derecha que existen en la propia Universidad, contra la cooptación del movimiento estudiantil y su situación vergonzosa, contra la habitual forma de hacer política partidaria e influenciada por intereses oscuros, contra la opinión de los medios de comunicación masiva que criminalizan de oficio cualquier protesta, contra el desgaste que supone una toma de instalaciones que cumple un mes, contra las amenazas de acciones legales y administrativas, así como el acoso sufrido (incluyendo el sobrevuelo de helicópteros y avionetas amenazantes, a las que se ha alejado con bombas pirotécnicas utilizadas en las ferias cantonales) merece todo el respaldo y apoyo.

EPA representa un momento de rebeldía frente a lo establecido. Con la toma de instalaciones y la suspensión de actividades normales y rutinarias de la San Carlos, en suma, con la ruptura de su inercialidad, EPA está poniendo en relieve la crisis universitaria que incluye serios aspectos políticos y académicos, pero también está trayendo al presente la actualidad de las luchas del pasado. Las esperanzas frustradas, pero no por ello inactuales y pendientes de realización, de una mejor universidad y de un mejor país. Porque lo que se juega en la toma de instalaciones no es sólo algo que concierna a la Universidad (que de por sí es una institución importante en la vida académica y política de la sociedad guatemalteca), sino al país, especialmente a los sectores populares que encuentran de nuevo, por fin, que los estudiantes recuperan su rebeldía.

Realizando su experiencia política en la marcha, con los costos personales y los riesgos que eso supone, EPA cerrando las instalaciones de la USAC, está abriendo posibilidades para una mejor universidad. Una universidad que debe recordar que su sentido está en los intereses de la mayoría de pobres del país. Por ello es que EPA y sus actos muestran un anacronismo (y rebeldía) necesarios.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.