Se terminó el talante. Víctima de las prisas por convertirse en un carismático líder, Zapatero está cortando estos días el fino hilo que frágilmente nos mantenía unidos a la esperanza. En menos de un año ha recorrido un trayecto que inició el mismo día que las tropas españolas salieron de Irak y que termina en […]
Se terminó el talante. Víctima de las prisas por convertirse en un carismático líder, Zapatero está cortando estos días el fino hilo que frágilmente nos mantenía unidos a la esperanza. En menos de un año ha recorrido un trayecto que inició el mismo día que las tropas españolas salieron de Irak y que termina en la mayor operación de degradación cívica que haya sufrido este país desde la transición. Es posible que estemos, ahora sí, en la segunda transición española.
Al fin y al cabo, quizá los historiadores escriban que el PP completó con mayor contundencia la primera fase de un proyecto iniciado por las clases dominantes con el PSOE. Del fomento del individualismo y el enriquecimiento fácil a la privatización de empresas públicas, de lo subjetivo a la transformación de lo objetivo.
La relajación moral de la conciencia de los españoles, tras el tremendo alivio que supuso el 14-M, ha sido provocada por una batería de medidas y gestos gubernamentales cuya altura se mide tomando como referencia el subsuelo aznariano, y que han supuesto un tremendo bálsamo para los sectores más concienciados de la sociedad. La confianza ganada día a día ha dado alas al Partido socialista y el presidente se ha apresurado a convocar el referéndum en fecha temprana, antes de que llegase el inevitable momento de las promesas incumplidas, y despertara algo de la multitud que expulsó a la derecha del poder. Por eso le es posible esgrimir un sí sin argumentos, tan solo parapetado tras la confianza ganada.
La escasez de argumentos de peso para que las clases populares apoyen el sí es el motor de la mayor campaña de marketing político de la historia de España. Hemos pasado de utilizar a los publicistas para fabricar líderes políticos e imprimir «marca» a las siglas de los partidos a ponerlos a trabajar en como hacer entusiasmante un régimen. El entusiasmo de las masas por unas ideas forjó las democracias europeas, y el referéndum está siendo la excusa propicia para hacer que mostremos admiración por algo que no ha surgido del ser íntimo de la ciudadanía. Solo la propaganda hecha marketing puede hacer atractivo un régimen político ajeno o contrario a los intereses populares.
Lo curioso es que algunos no se cercioren de que su entusiasmo es una forma de trabajar gratis para las grandes multinacionales europeas. Lo relevante y escandaloso es que el dinero público financie una operación de generación de consenso tan brutal y tan funcional a los intereses corporativos. ¿Quién dijo que los Estados no eran actores de la globalización?
Falta de información sobre lo que se vota, llamamientos a que solo se lean las dos primeras partes del Tratado (la tercera es muy «técnica», una Constitución para expertos!); personajes utilizando su popularidad para hablar de política, como si de una tertulia rosa se tratara; exposiciones tendenciosas de los grandes medios presentadas con el ropaje de la objetividad; ignorancia total de los colectivos y partidos que proponen el No; «plataformas cívicas por Europa» surgidas de la nada pero con capacidad de comprar páginas completas de periódicos de gran tirada, falta de financiación pública para todos los partidos (así solo aparecen los más grandes,… y endeudados), … ¡ni siquiera han tenido reparos en utilizar «Gran Hermano» para difundir el sí, mientras proponían un pacto de estado contra la telebasura!
A pesar de todo esto, tienen que recurrir a argumentos de autoridad en el momento que confrontas opiniones más de diez minutos con ellos: ¿quién gestionará el NO? (a los que tuvieran voto en el 86 les sonará este «argumento»); si PP y PSOE se ponen de acuerdo no puede ser malo; Europa nos mira; los primeros con Europa; Bush prefiere que gane el NO; la extrema derecha propone el NO;…
En un referéndum, el sí y el no parten con el mismo peso. Por eso se convoca un referéndum. A no ser que el acto de consulta democrática sea en sí mismo un medio propagandístico, un movimiento táctico, en vez de la formulación de una pregunta al pueblo. Solo así se explica el apabullante dominio mediático del sí, desde el más explícito al más sutil de los mensajes favorables al Tratado constitucional. Como una bola de nieve, los partidarios del sí se van creciendo con la propaganda y acaban convirtiéndola en «sentido común», el más preciado botín de los manipuladores. Si el sí es la expresión del «sentido común», pero a la vez han convocado un referéndum, lo que realmente estaba proyectado era un gran circo.
Y así está siendo realmente. Pero quizá un error de cálculo hizo no considerar que la abstención o el voto negativo pudieran ser relevantes. Y entonces aparece el miedo. El miedo a que el guión del espectáculo se trunque finalmente. Y justo en ese momento es cuando empiezan a utilizar su miedo, contra nosotros. Si ganase el NO, el proyecto europeo de la paz franco-alemana entraría en crisis, el camino recorrido se hundiría, EEUU se crecería, el fascismo renacería (más?!),…
Por cierto, la extrema derecha propone el No,… y el Sí. La verdad, nunca he creído que la extrema derecha fuera capaz de tener intereses homogéneos a escala continental, lo cual es lógico, ya que su base ideológica es un nacionalismo extremo. Pero cuando el PSOE dice eso, debe creer que el señor Acebes es un respetable liberal, y que los Legionarios de Cristo son una ONG para el Desarrollo. Y yo he escuchado al señor Acebes pedir el Sí, después de ejercer de «primo de zumosol» de la Conferencia Episcopal. Ah! Que se refieren a Le Pen, el francés. Vaya, pues no parece que ese argumento haya hecho mella en el posicionamiento del 40% de la militancia del Partido Socialista hermano (o padre, más bien) o del mayor sindicato francés. Pues nos van quedando Fini (un fascista clásico que ahora no dice todo lo que piensa) y Berlusconi (un fascista posmoderno que no piensa lo que dice)…¿Qué proponen el sí?¿no me digas?,…
Menos mal que aún quedan muchos países que conocen lo que es el estado del bienestar y una inmensa ciudadanía europea que va conociendo el contenido del tratado tras dos años de opacidad. Mientras, una vez más, dependemos de su conciencia para mejorar las cosas. Pero a pesar de la falta de tiempo para informar en condiciones, tenemos aún la oportunidad de que España de una señal de alarma a las clases dominantes europeas. Tenemos aún la oportunidad de convertir los fuegos artificiales que se apresuraron a lanzar en sus celebraciones en contundentes boomerang con un mensaje grabado: No ignoréis la inteligencia y la fuerza del pueblo.
José Manuel Mariscal Cifuentes es diputado andaluz de IU y secretario del Partido Comunista en Córdoba